Soy una mujer vampiro...
Siempre tuve la fantasía de ser inmortal y ahora que lo logré, aún no me siento feliz.
Estoy sola y eso no es lo mío.
Vago por las noches y duermo todo el día. Antes, cuando mis días eran contados, soñaba con poder hacerlo. Amé la noche con todos sus misterios. Hoy, la noche me pertenece, es cierto, pero no existe el misterio.
Me veo en aquellos tiempos, envuelta con el manto plateado de la luna, mi cómplice y confidente. Ella sabía de mi fantasía. Ahora que lo pienso, debe haber intercedido para que se llevara a cabo.
Recuerdo muy bien aquella noche.
Estaba sentada junto al lago, soñaba que estaba en brazos de mi amor. Mis ojos estaban cerrados y mi boca entreabierta, húmeda, ansiosa por besar y ser besada.
De pronto, sentí como un suave aleteo y una brisa muy suave me llevó a recostarme sobre el prado.
Sé que pensé que mi sueño se estaba cumpliendo. ¡Mi amor había llegado!
Mis párpados se negaban a elevarse, como si pretendieran evitar que yo viera lo que estaba sucediendo.
Aunque estaba emocionada por la llegada de mi amor, percibía algo extraño en el aire.
No lograba moverme. Forcejeé con mis párpados y abrí mis ojos.
Y entonces lo vi.
Era una extraña figura, un hombre de tez muy blanca, con ojos inyectados en sangre y con colmillos semejantes a los de un lobo. Su aliento era frío cuando me susurró:
_ Hoy, tu fantasía se hará realidad. ¡Serás inmortal!
Quise luchar, alejar de mí a ese ser maléfico, pero mis manos atravesaban su cuerpo como si de agua o aire estuviera hecho. Su risa ronca se acercaba demasiado a mi oído. ¡Estaba atrapada!
Sentía que el peso de su cuerpo sobre el mío, provocaba que mi sangre se concentrara en mi cuello. Sentía que me asfixiaba. Entonces, dos finísimos pinchazos en mi yugular me aliviaron. Me sentí viva otra vez.
La presión en mi cuello aumentó y ahí comprendí que esos pinchazos que creí me estaban salvando, eran los colmillos de un chupasangre. Me estaba vaciando, literalmente.
Permanecí inmovilizada. Aún pensaba que estaba en un mal sueño.
Un nuevo aleteo y me volví a encontrar sola.
Regresé a mi casa con paso ligero. Me sentía liviana.
Como si fuera algo habitual, en lugar de usar la llave, atravesé la puerta.
Fui hasta el espejo y me vi. Era yo, sí. La misma, aunque más pálida, casi transparente. Seguí mirándome porque había algo que me molestaba y no sabía qué era. Y ahí los vi. Dos minúsculos puntos, limpitos.
Sonreí a mi imagen y dos filosos colmillos de loba se asomaron desafiantes.
Entendí que ya era inmortal, una vampira.
Pero no quiero estar sola.
Me iré a buscar a mi amor para estar juntos por la eternidad, porque el amor verdadero no sabe de tiempo, ni de edad, ni de distancia...
ilargiluna
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