El hombre del bombín...
17 de diciembre
Las calles de la ciudad están vestidas de luces, sonrisas y lágrimas.
Hay un movimiento inusual dado por la cercanía de la Navidad.
El aire está cargado de sentimientos muy dispares; se respira agradecimiento, esperanza, amor, aunque también hay ira, desconsuelo, temores. Es que en cada uno hay una vida única, vivida, disfrutada o sobrevivida, como solo lo sabe cada uno.
No es tiempo de juzgar a nadie. Es tiempo de reflexionar.
Estoy ahí, sola, tratando de aprisionar los buenos momentos que me regaló este año.
Mis ojos se giran hacia el ventanal que da a la plaza y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Allí, y mirándome de una forma muy extraña, había un hombre. Quise salir corriendo pero estaba paralizada. Su mirada me atrajo. Lo miré y lo observé muy bien. De a poco recobré mis facultades y llamé al 911.
El reloj marcaba las nueve de la noche.
Una voz fría preguntó qué me pasaba.
Le dije que en mi ventana había un extraño hombre con bombín, que me miraba y sonreía de manera diabólica.
La mujer del otro lado gritó:
_ ¡Acá hay otra histérica que dice que en su ventana hay un hombre con bombín!
_ ¡Oiga!, grité, ¡Yo no soy ninguna histérica! (Reconozco que por mi voz, lo parecía).
Haciendo caso omiso a mi reclamo, dijo:
_ ¿Cuántas van?
_ ¡Ya son 70!, contestó otra voz. ¡Todas a la misma hora!
_ ¡Espere!, volví a gritar. ¡Ese hombre aún está en mi ventana! ¿No piensan venir?
_ Tranquila, señorita. Hay setenta mujeres que nos están diciendo lo mismo. No tenemos tanto personal para enviar.
_ ¿Y a mí qué me importa? ¡Se supone que ustedes deben protegernos! ¿Qué hago? ¿Espero a que me mate para llamarlos?
_ Calma, por favor, señorita. No la matará.
_ ¿¡Y usted cómo lo sabe!?
¡Me mira, no quita sus ojos de mí!
_ ¿Qué más hace?
_ ¡Sonríe con malicia!
_ ¿Se mueve? ¿Intenta entrar?
_ ¡No, no! ¡Está inmóvil! ¡Envíe a alguien! ¡Siento que me estoy muriendo! Si me pasa algo, ¡los demandaré!, grité como último recurso.
La mujer siguió haciendo preguntas y dando consejos que no escuché.
De pronto, el tipo desapareció de la ventana. Sé que empecé a gritar.
_ ¡Entró! ¡Entró y no lo veo!
Me escondí abajo de la mesa y cerré los ojos.
Sentía gritos por el teléfono. Muchas mujeres gritaban lo mismo que yo. El hombre había ¿entrado? ¿A setenta casas a la vez? ¿Eran tantos? ¿Una banda de asesinos?
Yo temblaba abajo de la mesa. Después de una hora, creo, me atreví a salir.
En la TV se comentaba el extraño caso del hombre del bombín.
Me convencí de que había sido una broma pesada de algunos que no tenían nada que hacer y me fui a dormir, no sin antes mirar abajo de la cama.
Dormí de maravillas y al otro día desperté feliz.
Me desperecé un buen rato.
Cuando bajé mis brazos, una mano rozó algo sobre la cama. Abrí los ojos y ahí... ahí estaba el bombín...
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