La mujer de blanco del río seco
Hacía muchos años, cuando mi bisabuela aún vivía, solía contar una historia, una y otra vez, hablaba sobre la mujer de blanco.
Contaba que en tiempos anteriores, antes de que mi abuelo naciera, cuando ella aún era una adolecente. Su padre le advertía que nunca debía caminar junto al rio seco, no por temor a ser atacada por un animal salvaje, sino por la aparición de un anima.
Ella salía del rio pantanoso, cubierta por un vestido blanco y un velo cubriendo su rostro, caminaba por la ribera del rio sin dejar huellas en el lodo, hasta que por fin llegaba a un pimiento, en el cual se quedaba esperando a sus sombra durante toda la noche, cuando estaba por amanecer reanudaba su andar, atravesaba el camino sin mirar a los lados adentrándose en un cacaotal donde se perdía en la oscuridad de la madrugada.
Muchas cosas se contaban de la mujer de blanco, algunos decían que se aparecía todas las noches, otros que solo lo hacía en luna llena, mientras que algunos aseguraban que aparecía cuando llovía.
Durante muchos años aquella figura vestida de blanco fue un miedo constante, se dice que cuando salía del rio, los perros chillaban en vez de ladrar, los caballos se lastimaban intentando alejarse, incluso las vacas al otro lado del rio derriban los cercos acabando en la carretera.
Hace años que mi bisabuela falleció, pero, aun entre las pláticas de los amigos, entre los vecinos, y las conversaciones del bar, relatan la existencia de un espectro, una mujer que en la media noche se veía junto a un pimiento o que salía a medio camino antes de que el sol saliera provocando accidentes o asustando a aquellos que osasen tomar un atajo junto al camino del rio seco. Por ello se evita conducir por aquel camino a altas horas de la noche, pues nunca se sabe si veras a la mujer de blanco.
Tal fue el caso de don Rodrigo, él era un hombre que le gustaba la mala vida, un auténtico fanático de la bebida, así como de los caballos y mujeres, el cual siempre andaba con su revolver listo para disparar a sangre fría.
Aquello sucedió a inicios de octubre cuando la fiesta patronal del pueblo estaba en su mayor momento, tras la misa él se alejó de su familia quien regreso a casa, pero don Rodrigo se quedó para disfrutar de los bailes, corridas de toros y sobre todo impresionar a los demás con su caballo negro purasangre.
Muchos ya conocían su comportamiento y se alejaban de el para evitar problemas, por lo cual se ahogaba con la bebida sin bajar de su caballo, así paso un rato hasta que se encontró con una hermosa chica, una jovencita del pueblo. Con mucho alcohol en sangre se adelantó con su caballo separándola de su madre, empezando a decirle barbaridades a la joven quien asustada intentaba alejarse, la madre de la chica intento llamar su atención hasta que lo golpeo con una bolsa, causando que don Rodrigo la pateara, para después tomar a la chica del brazo, sin embargo fue detenido, rodeado por otros jinetes más, jóvenes que ese día habían participado de una carrera, entre ellos el hermano de la chica.
Don Rodrigo miro a los jóvenes completamente ofendido, sin embargo estaba confiado de su montura, por lo cual empuja la chica y reto al hermano de esta a una carrera de caballos.
“Si ganas me iré y les daré 50 cabezas de ganado a su familia, pero si yo gano me dejaran pasar la noche con esta jovencita, y no solo eso, tendrán que pagarme el dinero de la carrera” exclamo borracho y confiado de sí mismo.
Matías como se llamaba el chico acepto, pues no podía dejar que ese desgraciado abusara de su hermana, además era mejor que solo iniciar una pelea.
Así fueron al camino donde antes había sido la carrera, un camino de tierra que dirigía al rio, aunque el tramo solo sería hasta la mitad.
El estruendo de una pistola anuncio la salida dando inicio a la carrera, sin embargo y como era de esperarse, el caballo descansado de don Rodrigo se adelantó dejando atrás a Matías, en unos instantes la carrera había sido sentenciada, don Rodrigo gano.
Victorioso don Rodrigo regreso al punto de partida dispuesto a reclamar su premio, sin embargo antes de llegar miro a lo lejos a la policía y al padre de Matías, esperándolos para arreglar las cosas, comprendió inmediatamente que ir con ellos sería un suicidio así que solo se dio vuelta y regreso por el camino. Matías al verlo alejarse suspiro aliviado esperando que don Rodrigo no regresara para hacer valer su promesa.
Don Rodrigo maldijo su suerte mientras caminaba hacia el rio, pensaba únicamente en su venganza, y en cómo le habían impedido hacer su voluntad.
“Mañana iré a su casa y me hare cargo de ese chiquillo, seguro que una bala en su cráneo le hará entender a su familia que a mí no me pueden negar nada”, comento sacando su revólver apuntando al aire antes de guardarlo.
Pronto el aire frio del rio llego a él haciendo que un escalofrío recorriera su espalda, miro a los lados encontrándose con el puente que cruzaba el rio y otro camino que avanza con la orilla.
Miro a los lados viendo los sauces mecerse, en ese momento el ruido de las hojas era lo único que se escuchaba, ni los grillos hacían acto de presencia, la luna llena brillaba con fuerza alejando la oscuridad.
Sin decir ninguna palabra le ordenó a su caballo caminar junto al camino del rio avanzando lentamente, la temperatura había bajado soplando un frio viento de otoño, no, era algo más, el aliento de ambos formaba una cortina de vapor en cada instante, el viento que soplaba los calaba hasta los huesos, haciendo que la mandíbula de don Rodrigo temblara.
Poco a poco sus nervios aumentaban, miraba a las pocas casas cerca delirio, a diferencia del día los perros no corrían hacia el para ladrarle, pero ahora parecían haberse esfumado. Hasta que escucho el sonido de un perro, no un ladrido o un aullido, escucho un chillido de pánico de un perro grande minando a un can saliendo de la orilla del rio atravesando el camino como una bala.
Nervioso se quedó quieto mirando hacia el rio con su agua fluyendo, pensó que el perro había sido asustado por un lagarto o por algo más, aun así no se fio, le ordenó a su caballo avanzar más rápido que antes buscando a todas costas salir de aquel lugar pronto, sin oponerse el caballo obedeció sintiéndose tambien aterrado.
En un par de minutos logro ver la curva a lo lejos que separaba el camino del rio, era una señal de que pronto llegaría a su hogar, sin embargo algo más lo distrajo, pues al cabalgar rápidamente vio bajo un pimiento una figura femenina solitaria. Primero la vio de reojo forzando su mirada a volver a ver hacia el pimiento, su mirada no le engaño, rápidamente hizo a su caballo detenerse pero este se negó asustándose y tirándolo antes de correr sin control lejos del rio dejando a un confundido don Rodrigo en el piso.
Maldijo a su caballo mientras se levantaba sacudiendo el polvo de sus pantalones, como si el medique antes sentía se hubiera esfumado, don Rodrigo giro para ver a la mujer, delgada con un vestido blanco cubriendo su cuerpo, así como un velo cubriendo su cabeza, su cabello azabache era largo y suelto siendo cubierto por el velo, parecía un vestido de novia.
“¿Qué paso chiquilla? ¿No serás la que se casó hoy? ¿Qué haces tan sola aquí?” pensando que era su día de suerte, don Rodrigo se acercó a la chica con unos ojos llenos de deseo, mientras la mujer tenía su mirada fija hacia el rio.
El comenzó a tocar la espalda de la mujer susurrándole al odio, pero ella no se inmuto, ni siquiera se movió, su falta de reacciones hizo pensar a don Rodrigo que ella le dejaba hacer todo lo que él quería, por lo cual la hizo girar para verla a la cara. Sus ojos lujuriosos se llenaron de pánico pues bajo el velo se encontraba el rostro de un cadáver, sin piel, músculos o cualquier otra señal de vida solamente hueso colorado.
El grito de don Rodrigo se hizo escuchar despertando a los vecinos mientras corría lejos del pimiento, huyendo despavorido hacia la curva, no se detuvo hasta llegar a su casa completamente pálido y frio.
Don Rodrigo olvido su venganza, pues estaba muy aterrado como para salir de su hogar, con el tiempo volvió a ser el mismo de siempre, salvo que no volvió a tocar a ninguna mujer, pues tenerlas muy de cerca le hacia recordar a la mujer de blanco.
Probablemente la historia de don Rodrigo sea la más antigua, pues fue a mi bisabuela la chica que el intento llevarse, ella me decía que él se lo tenía merecido, pero que tampoco había sido el único, simplemente fue de los primeros en verla y contar sobre su existencia.
Díganme, ¿se atreverían a caminar junto al rio seco por la noche?
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Hace años escribí está historia por primera vez, cuando era un niño pues nos la habían dejado de tarea, por mucho tiempo la use modificando la una y otra vez, ahora en esta época del año, especialmente este viernes 13 de Octubre se me hizo una buena idea. Espero que les guste este relato que ha pasado de generación en generación.
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