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Dylan Carter Yakov, es el nombre de mi esposo, un hombre distante y engreído sumido en sus propios pensamientos y aferrado a sus propios deseos. Él y yo eramos un matrimonio de palabra, no había papeles firmados ni fotografías de una gloriosa boda así como tampoco había amor.
Yo era el trato de una unión entre empresas donde mi padre saldría beneficiado con sus contratos y un cumplimiento de algunos requisitos que le generaban una gran cantidad de dinero.
Dylan había aceptado que mi presencia se viera cerca de la suya y que los reporteros empezarán con su trabajo, hacer que nuestro "matrimonio" se volviera conocido.
Había días en los que me preguntaba exhaustivamente si era tan importante que él se viera con una esposa, realmente no le beneficiaba mucho que yo estuviera cerca la mayor parte del tiempo, solo era un lastre o una carta que podía utilizar cuando alguno de sus clientes llevaba a su esposa a alguna reunión o festejó pero más que eso no había más trabajo para mí, o bueno así lo pensé durante un tiempo atrás.
Ahora las cosas eran distintas, delante de mí estaba la respuesta a mi eterna pregunta, aquel lastre que siempre lo acompañaba le servía para ocultar su amorío con la hija menor de uno de sus mayores inversionistas. Ellos dos ante el mundo revelaban una relación de "hermanos" cuando en lo interno se trataban con tal intimidad que daba repulsión incluso pensar en lo que sucedería en solo segundos.
—Debes volver...Haon podría venir a buscarte.
—No lo hará, no tiene permitido subir aquí, este lugar es solo nuestro, solo aquí puedo tenerte entre mis brazos.
Una arcada me invadió, la forma en que la miraba, la delicadeza en la que la tocaba todo en él se mostraba tan diferente a cuando estaba con ella.
—Dylan...
Su voz sonó como un gemido ahogado, no podía estar más tiempo ahí, no viendo como él hombre que entró en mi corazón a pesar de su trato indiferente se mostraba tan cariñoso con otra mujer.
Soy Kim Haon hija de un padre alcohólico y con problemas con las apuestas,vendida y entregada a un hombre que nunca me miró por lo que era, una mujer.
Pase a su lado más de 5 años esperando a que algún día quisiera conocerme realmente, a qué me pidiera una oportunidad, a qué me viera como su esposa, tal vez por el tiempo que pase desarrolle aquel síndrome que una simple víctima puede tener, Estocolmo. Lo quería creer así por qué no encuentro la respuesta a los sentimientos que crecieron en mi en estos cinco años donde solo yo fui sincera con el trato que le daba, dónde me levantaba una hora antes para escoger el traje que se pondría, la corbata que debía combinar junto con los zapatos y después hacerle el desayuno para despedirlo en la puerta justo antes de que saliera el sol.
Debía estar loca por soportar tanto y nunca recibir nada a cambió.
—¿Estás bien?
Había seguido mi camino bajando por el elevador hasta la primera planta y salir del edificio hasta llegar a la entrada donde los autos se formaban para esperar su turno.
Adentro había un festejo por la union de dos empresas, una de ellas siendo la perteneciente al hombre que minutos atrás encontré escondido con su amor.
—¿Que?
Aquel chico que recibía las invitaciones se acercó un poco más tendiendo un pañuelo en mi dirección.
—¿Que si está bien señora Carter?Está llorando.
¿Lloraba? ¿En qué momento sucedió? Había dejado caer esa máscara que siempre tenía que tener solo por un desliz, ahora siendo más consciente de mi alrededor me di cuenta de mi error.
Las personas me miraban curiosos y a lo lejos un par de reporteros tomaban fotos de mí, estaría en problemas.
—Si lo siento...estoy teniendo muchos cambios de humor últimamente.
Dije de forma en que todos me pudieran escucharme y con eso la ráfaga de luces se dió. Ahora debía manejar está situación con cuidado, ellos pensarían en un posible embarazo así que aún podría mantener ese pequeño detalle bajo control al menos hasta que encuentre una manera de darle solución.
—¿Se puede saber que fue lo que hiciste?
—Estaba discutiendo con alguien...no pensé que me afectaría tanto así que quería salir a tomar un poco de aire...
—¿En la entrada? ¿Sabes lo que se está diciendo?
—Si...vamos sería raro que en cinco años de matrimonio no se viera o hablara de un embarazo...¿Pareces asustado?
Él solo miraba a los alrededores hasta encontrar se con una mirada en específico.
—Lo voy a desmentir...debo hacerlo.
Dijo aquello último como una promesa hacia alguien más.
—Como quieras solo que...me lo pensaría dos veces, al menos aquí, en este momento.
—¿Y según tú por qué?
—La familia Kiv está aquí, los ví llegar hace una hora y la matriarca lucía encanta con la noticia.
—¿Solo por eso? Aquí se hacen negocios niñata, no se festejan embarazos ficticio sacados del culo. Da media vuelta y regresa a tu lugar, antes de que pierda la paciencia contigo.
Ese era el trato más amable que me podía ofrecer, recuerdo la primera vez que lo conocí, se veía tan hermoso con aquel cabello desordenado y ropa informal, estaba pasando el rato con sus amigos en casa de sus padres, todos hablaban de algún deporte, realmente no recuerdo de cuál, solo se que él sonreía y reía mientras sus amigos hacían gestos y ademanes como si estuvieran jugando en aquel reducido espacio.
En ese momento solo estábamos los hijos de los empresarios que fueron invitados por la familia Yakov, yo tenía en ese entonces unos 15 años, la idea de estar en el mismo lugar que él primer hijo era bastante tentadora, pues se conocía muy poco de él además de ser un genio en el mundo empresarial, un chico deportivo y con ese toque de chico malo pues su cabello era oscuro, sus ojos profundos y duros, junto con un cuerpo trabajado que dejaba a todas con una insensante necesidad de verlo. Tal vez por qué muchas creabamos historias apartir de su apellido, Yakov, su padre era ruso y su madre americana. Él era el retrato perfecto para mil historias dónde el chico malo se enamoraba de una dulce niña.
Pero está historia no era así, al menos no para mí.
—Hola, eres Haon ¿Verdad?
Un hombre con el cabello canoso se acercó por mi izquierda saludando me suavemente.
—Si...lo siento ¿Usted es?
—Oh que mala educación tengo, soy David Rossi.
David Rossi, un millonario de 54 años que si bien recuerdo, ha buscado heredar su fortuna y negocios a un hombre desconocido, se dice que David tuvo un amorío en su juventud y de el surgió un hijo no reconocido, mismo que sus hijos quienes ahora lo acompañan mirando lo desde la lejanía no aceptaban.
—Hola señor, disculpe no lo reconocí.
—No te preocupes, hay mucha gente aquí.
—Si, la mayoría son nuevos, parece que el mundo de los negocios está en su mejor momento.
—Y que lo digas, si sabes en qué invertir el dinero crece de forma descomunal... hablando de eso, hay algo que me preocupa.
—¿Que es?
—Tu esposo.. disculpa que me meta en su vida pero me han llegado rumores sobre él, ha estado invirtiendo en varios negocios y me ha dicho que en algunos ha utilizado tu nombre.
—¿Cómo?
¿Mi nombre? Dylan no podía ser capaz...no, ¿Verdad?
—Yo tampoco lo creí porqué no estás involucrada en este mundo y en varias ocasiones has dicho que realmente no entiendes como funciona el mundo de las negociaciones pero hace unos días un amigo mío me habló de esto, me dijo que tú esposo había asistido a una reunión en Gloria y que en una de las salas tu nombre salió a relucir.
—¿Sabe algo más?
Todo lo que conocía empezaba a desmoronarse poco a poco.
—...Podría conseguir te información.
—¿A cambio de que?
—De que desposes a mi hijo.
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