Capítulo 29: Último adiós
Lo único que sabíamos de el padre de clara es que estaban haciendo autopsias para saber el por qué de su muerte, era envenenamiento, no sabíamos por qué le daban tanta importancia a una cosa que no la tenía.
- Hay personas muertas que merecen esas autopsias más que otras-. Dijo el jefe.
- No entiendo el por qué querías matarlo-. Dije.
- Me rebató todo-. Contestó.
Seguíamos bebiendo de nuestras cervezas mientras escuchábamos las noticias en la televisión, de pronto, me preocupé porque no sabía donde se habían metido las chicas.
- No se las oye-. Dije hacia el jefe.
- No te preocupes, seguro que están hablando de cosas de chicas-. Intentó tranquilizarme.
Cuando pasó unos minutos Tereca había venido del supermercado.
Cuando coló todo en la nevera se quitó el abrigo y dejó las llaves del coche encima del taburete de la entrada.
- Voy a ver como estaba Catarina-. Dijo dedicándonos una sonrisa y dirigiendose a la habitación donde se encontraba.
Catarina no se podía dormir desde aquel entonces, cuando cerraba los ojos veía al padre de Clara muerto mientras musitaba "disfrutaba viéndolo muerto pero mi conciencia es lo qu me hace repentirme".
Le convencíamos para que estuviera bien pero no nos hacía caso "lo he matado y me perseguirá hasta el día en que me muera".
Cuando sentimos que Tereca abrió la puerta, ésta pegó un grito de terror, fuimos en seguida para ver que pasaba.
Al ver lo que mis ojos vieron le pegué repetidas veces al marco de la puerta con furia, los nudillos me sangraban y Tereca me abrazaba por detrás gritando que parara mientras lloraba, pero no podía parar, Catarina se ahorcado, estaba muerta.
Cuando Tereca me tranquilizó llamaron a la policía y con ellos médicos, no se podías hacer nada por ella, se había quitado la vida y todo por la culpa de ese maldito idiota, lo quería matar allí mismo.
En el tanatorio no vino nadie, sólo estabamos Tereca y yo, nosotros tres nos conocimos en un orfanato, desde estonces, éramos inseparables.
- ¿Ahora...ahora que vamos a hacer?- Preguntó Tereca llorando.
- Sobrevivir-. Respondí mientras la abrazaba.
Lloramos todo lo que pudimos y más cuando la taparon en el ataúd y se la llevaron a una Iglesia en la cual sólo estábamos nosotros dos y el cura, después de la Iglesia se la llevaron al cementerio donde la enterramos en uno de los nichos que compramos para los tres, cuando la metieron ahí sentí un agovio grandísimo y abrazados le dimos nuestro último adiós.
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