Mi familia comenzó a actuar extraño unos días antes de mi cumpleaños. Mi abuela siempre fue muy dramática, pero esa tarde se había sobrepasado. Se largó a llorar desenfrenadamente, asfixiandome con sus enormes y flojos brazos, repitiendo una y otra vez que no podía creer que ya casi llegaba el día. Mis padres en casa actuaban nerviosos, por cualquier cosa se exaltaban y contestaban mal. Cuando les pregunté qué les pasaba, me respondieron que era porque me estaba volviendo grande.
Todos en casa me preocupaban con esa actitud, menos mi hermano mayor, Jerico. Él siempre fue serio y despreocupado, no solía perder la compostura fácilmente.
—Ya lo vas a entender más tarde—me dijo después de notar mi cara de hartazgo, o al menos eso pensé—. Pero no te asustes, Cyra.
—No me asustan, sólo los noto un poco alterados por una tontería.
Sin decir nada, Jerico me miró por un minuto que se volvió bastante largo, como si se hubiera sumergido en profundos pensamientos. Luego, cambió su atención hacia su revista, olvidándose de mi presencia.
Cuando Jerico cumplió veintiuno también se pusieron como locos. Creo que eso sucedió con todos los integrantes de la familia. Y al llegar el momento, ni una torta ni un regalo ni nada.
Faltaban dos días y, para empeorar las cosas, discutí con mi padre. Se había puesto tan molesto que no lo soporté más y exploté de furia. La noche brillaba cuando salí de mi casa dando un portazo. Corrí hacia el oscuro descampado que había en el patio trasero, el mismo que límitaba con un bosque de pinos. Un ruido extraño me hizo detenerme en la hierba. Sentí como algo excarvaba en la tierra, algo que estaba muy lejos de ahí. Y segundos después giré mi cabeza hacía el sonido agudo de un murciélago que se posaba a kilómetros en un pino. Como si siempre hubiese estado dormida y ahora mis sentidos se hubieran despertado. Olía la tierra seca y el pasto viejo, y el olor a ardilla y al excremento de los pájaros que dormían en los árboles. Una lombriz se hundía en la tierra mientras una rata se metía por la ventilación a la casa. Aterrada, al notar tanta información a mi alrededor, volví a casa sin decir nada.
Al final, el día llegó y como esperaba, nadie hizo nada. Toda la familia nos visitó y se quedaron a cenar, como en cualquier reunión familiar normal. Ignorando el cumpleaños por el cual tamto se habían emocionado. Nadie hablaba, en cambio, me observaban, como si quisieran descubrir algo escondido en mi cara.
Faltaban dos minutos para las doce. Jerico me llamó, mientras ayudaba a mamá a lavar los platos, para que lo acompañara afuera. Todavía me seguían observando.
Caminamos por el pastizal, admirando la luna llena. Eran las doce en punto. Un dolor agudo invadió mi cabeza de repente haciendo que me agache. El sonido del viento que, antes calmo, ahora se hacía cada vez más fuerte, como una tormenta. Pedía auxilio mientras mi ropa se rasgaba y el pelo de mi cuerpo crecía. Mi nariz se deformaba y mis piernas se volvían más gruesas. Lo único que podía hacer era aullar del dolor. Dejando que mis palabras suplicantes se convirtieran en gruños.
—Feliz cumpleaños—murmuró mi hermano.

Esta es la versión detallada de otro cuento que escribí para el desafío "Diez días de Fantasía" de FantasiaES
Quedan dos días de desafíos si quieren participar, está bueno :D
Otra cosa, ayer leyendo me di cuenta de un error boludo en El circo extraño, en una corrección anterior me olvidé de corregir un párrafo, causando que en la narración se sepa que hay un espejo antes del que el personaje lo destape xD un super fail, porque intentaba darle suspenso.
Si ustedes ven contradicciones en la narración o cualquier otro error, no me va a molestar que me avisen en los comentarios. Todo lo contrario. "El circo extraño" tuvo varias lecturas y estrellitas, pero nadie me dijo nada sobre esa contradicción :'v