Febrero llegó.

Las decoraciones empezaron a adornar toda la ciudad.

Las parejas invadieron las calles.

No parecía importarles gritar lo enamorados que estaban a los cuatro vientos.

Tu, por otro lado, parecías cada vez más nervioso.

Tomabas mi mano constantemente.

Y me mirabas con anhelo, como si en cualquier segundo pudiese desaparecer.

Incluso me lo preguntaste.

Me preguntaste si me quedaría contigo.

No supe que responder, Lucas.

No teníamos nada serio.

Nuestra relación parecía cobrar vida en cuatro paredes. Sólo entonces.

No podía llamarte, no tenías un móvil.

Tampoco conocía tu dirección.

Pero tú sí que conocías la mía.

No sabía lo que éramos.

No tenía una manera para explicarlo.

O tal vez era que aún no la hallaba.

Eso era lo que me gustaba de la vida, Lucas. Nunca sabías lo que te tendría deparado.

Tal vez era eso lo que me gustaba de ti.