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8

Los alumnos se reunieron alrededor del televisor, impactados por el operativo policial que se desarrollaba en la zona circundante de la universidad. Un molesto murmullo se levantó enseguida, conformado por múltiples voces que coincidían en una sensación: el desconcierto. Se preguntaban entre ellos acerca de lo que habían visto u oído, quizá, quienes más preguntas recibieron fueron los que llegaron desde la planta baja, sellando el acceso a las escaleras en el proceso.

La reportera del canal se hallaba del otro lado de la cortina de acero, justo detrás del muro humano que separaba la ciudad universitaria de la avenida central de Westmore. Las imágenes que se transmitían eran, cuanto menos, desoladoras. Distintos planos de la ciudad universitaria, sectores completos, vacíos. Alumnos en las azoteas, moviendo sus brazos y gritando por ayuda. Otros esperaban encerrados en aulas, centros de reuniones con salida al exterior. No obstante, la avenida central se hallaba desierta, pues el personal de seguridad había evacuado a todos los que se hallaban fuera.

―Se calcula que, además, podría haber más de cien fallecidos distribuidos en los distintos edificios de la ciudad universitaria. Las autoridades no han dado ninguna explicación oficial, pero los eventos captados por nuestras cámaras revelan rastros de una batalla campal sin precedentes, misma que se desarrolla en distintos sectores de los edificios centrales. Desconocemos lo que pudo motivar...

Un estruendo agudo se oyó a lo lejos, el mismo se llevó la atención de algunos estudiantes, por un breve instante. Parecía provenir del exterior, de la ciudad universitaria.

La imagen que transmitía la cámara tembló y la periodista se agachó por instinto. Un ruido ensordecedor se presentó, y retumbó por las bocinas del televisor.

―¡Alguien está disparando! ―gritó la periodista―¡No sabemos lo que pasa, pero...!

Jane, que observaba por la ventana, no logró ver nada fuera de lo común, pues las vistas daban a la plazoleta frente al departamento. Quizá, con un ángulo más cercano al ascensor hubiera logrado ver algo, no obstante, era indiferente. Se sentía acorralada, sin un lugar al que ir, ni sitio seguro en el que refugiarse; tampoco existía ninguna autoridad que le prometiera su protección, ni profesor que pudiera darles una respuesta a sus preguntas.

«Honestamente, no puede ser peor»

El comedor se hallaba en el segundo piso del anexo, junto al edificio central, y, si bien era consciente de que podía buscar la salida de emergencia, sabía que permanecer en ese lugar era lo mejor para ella, en especial si la policía comenzaba una operación de rescate.

«Si van a pasar por todos los departamentos antes de venir aquí, esto tomará mucho tiempo...

Pero bueno, es lo que hay, ¿no?»

Quería convencerse de que no importaba lo que sucedía, solo era un loco aislado y ya, nada más. Un tipo bajo efecto de drogas, quizá algún psicotrópico potente, era difícil de imaginarlo, pero era posible. Recordó, entonces, que hace mucho tiempo le habían hablado sobre una "droga caníbal", cuyo efecto era tan devastador que tornaba a las personas agresivas, tanto como un animal. Por cosas como esa, Jane prefería no probar ningún estupefaciente, ni siquiera por curiosidad.

―¿Crees que nos saquen de aquí? ―preguntó Vincent, que se hallaba cruzado de brazos a su lado, sin intenciones de observar el operativo policial por televisión―Están disparando y...

Ella volteó en dirección a su amigo, el cual se hallaba tranquilo, pero muy nervioso por no comprender lo que sucedía. ¿Necesitaba una respuesta? ¿Sentiría miedo ante la incertidumbre? Jane nunca había visto a Vincent en una situación de esa naturaleza, lo cual le resultó interesante. Aunque fuera por una fatalidad, podría conocer un lado inexplorado en su amigo. No obstante, ese no era el momento, ella tenía otras preocupaciones en mente.

―Vin, no lo sé―aseguró Jane, mientras marcaba el número de su madre en el teléfono celular―. Ahora no... Charlamos luego.

Ella había juntado el valor suficiente para hablar con sus padres, quienes de seguro se hallaban compunjidos por lo terrible de la noticia. ¿Qué pensarían ellos al respecto? Su amada hija estaba atrapada en una universidad sitiada. Como mínimo, deseaba llevarles tranquilidad.

La respuesta de Vincent fue una sonrisa y un suspiro compungido. ¿Qué pensarían sus padres al respecto? ¿Estarían enterados de lo que acontecía en la universidad?

«Conociéndolos, ni siquiera deben saber que sigo aquí», se lamentó.

Y, aun si pudiera hablar con ellos, ¿le creerían? Incluso a él, un testigo directo, le costaba mucho trabajo comprender lo que había ocurrido. Lo único cierto es que, según la televisión, habían varios muertos y, como mínimo, un par de locos que rondaban los pisos inferiores. Vincent suspiró, por suerte para él, la luz se había restringido en todo el recinto y los elevadores no funcionaban. Estaban a salvo, lejos de todo ese desastre.

La llamada entró sin mucha demora y, aunque tenía razones de sobra para hablar largo y tendido, Jane guardó silencio cuando escuchó la voz de su madre. Y, tras soportar su angustia por unos segundos, pesadas lágrimas cargadas de miedo poblaron sus ojos. Ya no podía fingir ser fuerte.

―¡Hija! ¡Hija mía! ―dijo su madre―¡¿Estás bien?! ¿Te lastimaron?

Jane no logró pronunciar palabras por un breve tiempo, puesto que sintió como si un nudo estuviera oprimiendo su cuello. ¿Qué debía hacer en un momento como ese? ¿Mentir y decir que estaba todo bien? ¿Confesarle que estaba aterrorizada y que tenía miedo a morir? Un pensamiento fugaz atravesó su mente "ella también está sufriendo".

―No, ma... Estoy bien―aseguró entre sollozos―, estamos encerrados en el comedor, lejos de todo ese lío.

―Gracias a Dios, gracias a Dios por todo... ―pronunció con solemnidad―, ¡es horrible! Lo estamos viendo por las noticias...

―¡Dame el teléfono! ―le interrumpió una voz gruesa y rasposa― ¡Hija! ¿Estás bien? Por favor, dime que no te han lastimado.

Jane sonrió y sollozó antes de responderle a su padre.

―No me pasó nada, papi―aseguró―, estamos a salvo.

―¡Menos mal! ¡¿Qué pasó?! ¿Se volvieron locos?

―No lo sé... ―dijo Jane.

Vincent decidió tomar distancia, sabía que su amiga necesitaba algo de intimidad con sus padres. Olvidaría que la había visto llorar, no solo porque le rompía el corazón, sino porque era lo mejor para su amiga. Jane siempre se había mostrado reacia a sufrir, aun cuando la situación pintaba mal en lo académico, incluso cuando el mundo hubiera sido injusto. 

Por un momento se preguntó si habría alguien pensando en él en ese momento, pero la respuesta se volvió evidente tras considerarlo un par de segundos. Hasta ese día, nunca se había percatado de ello; o quizá sí, pero había decidido ignorar ese problema, al igual que muchos otros que le perseguían en su vida cotidiana. Caminó hasta la salida del comedor, donde el pasillo terminaba en un punto muerto: los baños, las canchas de baloncesto, las escaleras y el ascensor.

Olivia se hallaba sentada junto a la puerta, con su mirada perdida en el piso, mientras el bullicio llenaba el ambiente caldeado por el miedo y la incertidumbre. Había envuelto sus piernas con un firme abrazo y en su mirada se lucía una ausencia difícil de explicar, pero fácil de entender. Él no la conocía a detalle, quizá hablaron alguna vez en el pasado, pero la había visto antes, acompañando a Jane a hacer compras y charlando durante sus recreos. Eso, quizá, fue suficiente para llenarlo de confianza una vez más.

«Deben ser amigas―pensó―, ¿qué sentirá con todo esto...?»

Olivia mostraba una mueca triste, pero tranquila a su manera, algo que le intrigó enseguida y lo llenó de curiosidad. No obstante, la realidad se abrió paso una vez más para recordarle que su vida corría peligro, no era el momento de ser social.

Uno de los presentes, cuyo padre era policía, estaba haciendo de mensajero y mediador. El muchacho, Luke Andrews, alzó su voz para llamar la atención de los alumnos refugiados en el gran salón del comedor. Vincent desvió su mirada hacia él, Jane pausó su llamada y se concentró en Luke, puesto que era su única esperanza en ese momento.

―¡Presten atención! Hablé con mi padre, dice que la situación...

―¡¿Qué está pasando ahí abajo?! ―le interrumpió una alumna―¡¿Por qué...!?

―No lo sabemos, nadie puede darnos una respuesta ahora, lo importante es salir vivos de esta―aseguró―. Mi padre me dijo que la policía entrará a cada departamento a buscar supervivientes, ¡no salgamos de aquí! ¡Estamos seguros!

Un gran murmullo se desató de inmediato, pero, a diferencia del anterior, este se pareció más a una arenga de victoria. Margueritte, una estudiante que se hallaba al lado del muchacho, alzó su voz y dio el mensaje final a los alumnos refugiados:

―¡Estaremos a salvo, no se preocupen!

Si bien Vincent no conocía a Margueritte, Jane sí lo hacía. La muchacha que ostentaba el puesto de líder en aquella crisis era, al mismo tiempo, la capitana del equipo de Voleibol de la universidad. Iba acompañada por un muchacho grande y fornido, intimidante y de anchas manos, sin duda un jugador de fútbol americano. Ambos eran conocidos suyos, pero nada más que eso, puesto que esta última no solía invertir tiempo en su vida social.

Ni él ni Jane deseaban estar en lugar de Margueritte. Todo el mundo se dirigía a ella cuando necesitaban algo, ella era el nexo con la policía, quien debía mantener el orden en el salón. Y, al mismo tiempo, era la responsable de sacarlos a todos de allí si las cosas se ponían feas. Quizá, su experiencia previa como líder de un equipo le permitía sobrellevar la situación con normalidad; tal vez, fuera por el chico que le acompañaba, su amigo de toda la vida, Matt.

―¿Nos vendrán a buscar? ―murmuró Olivia―Es... genial.

Vincent volteó en dirección a ella, sonrió. Al final, fue ella quien dio el primer paso.

―Sí, aunque de seguro seremos los últimos.

―Sí... No importa, al menos esto terminará―masculló aliviada―, ¿qué crees que...?

―No sé, ni quiero pensarlo―le interrumpió―, que la policía se ocupe de averiguar la razón del ataque, yo quiero volver a mi casa.

Olivia desvió su mirada. Sonrió, la respuesta de Vincent terminó por hacerle gracia.

«¿Tan poco le interesa lo que ocurre?

Quizá Jane tenía razón, es un pesado»

―Dicen que hay muchos heridos, muertos... ¿Puede que los otros departamentos tengan una situación igual o... peor? —acotó ella.

Vincent guardó silencio y regresó su mirada en dirección a las luces de las patrullas policiales que se hallaban estacionadas frente a la universidad. Aquel espectro lumínico azulado y rojo se asomaba por la entrada principal, y era el recordatorio de que, a pesar de lo horrible de la situación, no estaba solo.

—Saldremos de esta—aseguró enseguida.

Luke Andrews: 22 años. Su verdadero sueño es vivir de la herencia de su padre.

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