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30

La chica yacía cabizbaja, con su mirada perdida en el suelo del cuarto de aislamiento. Su mueca estaba congelada en una expresión afligida, misma que no había cambiado a pesar de las horas. Lisa no tenía por qué vigilarla y, de hecho, Walker le concedió el día libre. La muchacha recibiría el alta en pocas horas, pues no había indicios de que pudiera portar la enfermedad. No obstante, Jared había decidido prolongar su estadía por un tiempo más.

—¿Quieres ver esto?

La voz era del doctor Walker, quien llevaba un informe de dos hojas en su mano.

—¿Qué es? ¿Más trabajo? —preguntó—Si es el caso, creo que paso.

—Es interesante—dijo—ya dimos con el agente etiológico.

Lisa arqueó una ceja y fijó sus ojos en el informe.

—Al final era todo culpa de un nuevo organismo invasor, ¿quién lo diría? Al final, cambiaremos el mundo, ¿qué nombre le podrías?

Walker sonrió y volteó a mirar a la muchacha bajo observación.

—Ya sabemos como diagnosticar. Un PCR de materia fecal en asintomáticos, uno de sangre en personas que hayan padecido la peste gris o que se hayan tornado delirantes.

—¿Ya se confirmó? —preguntó ella.

—Sí.

Las muestras eran de tejido cardíaco, renal, intestinal y cerebral. En todas ellas se constató la existencia de un conjunto de células con una configuración genética que imitaba a las células humanas.

—Entonces... ¿Un virus que altera la genética? No me sorprende ni un poco.

—No, son células totipotentes—dijo Walker—, las encontraron en el agua de red y en el río Libertad.

—¿En toda el agua de red?

—Solo en la zona oeste.

Lisa relamió sus labios. Cualquier patógeno que se contagie por afluentes es un problema, lo fue el cólera y la disentería, ambos contagiosos por consumo de alimentos y aguas contaminadas. Pero esa enfermedad, la peste gris, era mucho peor.

—Esto es grave, ¿cuántos infectados hay? —preguntó ella.

—Cientos, miles, ¿quién sabe? Ya le avisé a la chica de comunicaciones, el gobernador se pondrá como loco.

—¿Qué pasará ahora? ¿Cuarentena?

—Como mínimo, nadie más saldrá de la ciudad—dijo él—, el gobierno debería rastrear a los viajeros.

—Casi nadie salió de la ciudad en esta temporada—dijo Lisa.

—Los pocos que consiguieron un permiso terminarán internados.

Aquellas células tenían un material genético extraño. No era ADN, tampoco ARN. Estaban conformadas por una membrana tradicional, compuesta por fosfolípidos y tan estable como cualquier otra célula eucariota. No poseían organelos, sino proteínas que, se especulaba, eran las responsables del metabolismo celular. Las muestras provenientes de infectados con peste gris indicaban que las vellosidades intestinales estaban invadidas por células idénticas a las del huésped, con la misma funcionalidad y morfología, pero con restos de aquel material xenogenético. El tejido cardíaco, al igual que el intestinal, tenía indicios de haber sido invadido por células extrañas, mismas que producían descargas de forma anárquica, siendo estas responsables de las arritmias. Las muestras glomerulares mostraban los mismos cambios, Lisa imaginó que las células invasoras, al igual que ocurría en el corazón, serían responsables del síndrome nefrótico y la insuficiencia renal. Primero, sería por la incompetencia de los pedicelos. Luego, por la pérdida absoluta de la permeabilidad.

Se trataba de un parásito, el peor de todos.

—¿Lograron aislar alguna toxina?

—Sí, muy abundante en la sangre y la saliva, junto con esas células extrañas. ¿Qué nombre les podrías? Yo creo que "Cuerpos de Walker" suena perfecto.

—La última vez que le pusieron el nombre de un investigador a un patógeno, la comunidad científica se ofendió bastante—respondió Lisa.

Walker sonrió.

—Se ofenderán de todos modos, en especial cuando sepan lo que está ocurriendo aquí.

El teléfono de Walker comenzó a sonar. Por lo visto, el responsable de la guardia lo estaba intentando contactar. Lisa volteó hacia la chica que yacía en aislamiento. Si la memoria no le fallaba, cerca de 50 alumnos estaban internados allí, sin síntomas ni signos que pudieran sugerir una mala evolución. Seguían en el hospital a modo preventivo. Esa chica en particular era muy amiga de uno de los chicos bajo observación, uno de los que ya no recordaban su identidad.

Su nombre era Jane Anand, llevaba varias horas en un estado catatónico.

—Lisa, sal del hospital—dijo Walker—, no vuelvas hasta que yo te lo diga.

Tras decir eso, el doctor echó a correr con dirección al pasillo.

—¿Por qué te quedas ahí? ¡Vámonos! El hospital ha sufrido un ataque, salgamos antes de que la cosa se ponga fea.

Las luces se apagaron. Walker y Lisa se miraron a los ojos.

—¡¿Hola?! ¡¿Qué está pasando?! —gritó Jane Anand.

El servicio eléctrico se reinstauró enseguida.

—Esto está mal—dijo Walker.

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