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09/09/ 2024 - Universidad Central de Westmore, Zona Oeste.
18:23 P.M
A lo lejos, el televisor del comedor reproducía una noticia que Jane se esforzaba por ignorar, no obstante, de vez en cuando se entretenía escuchando al presentador. Después de todo, escribir aquella tesis era muy, muy aburrido.
«Entre otras noticias, se rumorea que el partido podría suspenderse debido a los recientes disturbios en la zona oeste. Se esperan las palabras del comisario y el visto bueno del alcalde»
Jane observaba, con ojo inquisidor, un comunicado de la cooperativa de energía de Westmore, empresa responsable de velar por el suministro eléctrico de la ciudad. En el mismo, la administración se excusaba y pedía disculpas por los inconvenientes ocasionados durante el gran corte del lunes pasado, sin mediar mayor explicación. Para ella, no se trataba sino de una típica medida evasiva por parte de quien se ocupaba de comunicarle noticias a la prensa.
Vincent estaba distraído con su teléfono celular, maravillado por la expectativa que había generado el partido.
«¿Piensa hacer algo? ¿O se va a quedar ahí, haciendo nada?
Espero que luego no se queje...»
La tesis era, a grandes rasgos, de su auditoría, puesto que los aportes de Vincent eran tan escasos como el agua en un desierto. Por suerte, lo poco que redactaba era decente, el código base que había confeccionado era funcional y las contadas investigaciones que le fueron encomendadas dieron resultados positivos.
«Al menos hace bien lo poco que le pido»
La ineptitud de Vincent era tan grande que suponía un conflicto personal para Jane que, muy de vez en cuando (o más seguido de lo que le gustaría admitir), era víctima de un inexplicable cariño hacia él: un muchacho que era la antítesis de todo lo que creía correcto, valioso y loable. ¿El tiempo juntos era el responsable?
«No puedo querer a un tipo así, ¿qué tiene de especial? Veamos...
¿Nada?»
Vincent estaba matriculado gracias a su posición privilegiada como hijo de importantes terratenientes. Pero lo peor a sus ojos era que él, por alguna razón que no podía comprender, era considerado un genio por los profesores y por sus propios compañeros.
―¿Cómo vas con eso? ―preguntó Vincent―¿Bien?
Jane levantó su mirada con desdén, mientras que su compañero la observaba con tranquilidad absoluta, inconsciente de que su falta de acción era lo que desesperaba a su amiga o quizá a sabiendas de ello y disfrutando de sus reacciones.
Ella le mostró una sonrisa falsa y luego regresó a su rostro su típica mueca de imparcialidad.
―Iría mejor si me ayudaras en algo, inútil―masculló.
Jane regresó su mirada al informe. Vincent se había peinado y las puntas de su cabello lucían de un color blanquecino, mismo que contrastaba con su color natural, semejante al cobre. Incluso su camisa estaba planchada y con el cuello bien plegado. Era inusual tanta prolijidad en él.
«Por fin se dio cuenta de que no le favorece andar de rebelde por la vida.
Ya tiene... Veinticuatro, ¿no? Se tardó un poco para dejar de peinarse como adolescente»
―Si necesitas una mano podrías pedirla ―respondió tajante.
Ella lo miró de reojo y se acomodó sus anteojos mientras esbozaba una sonrisa desafiante.
―No debería pedirte lo obvio―repuso, regresando su atención al informe.
―Y yo no tendría que pretender leer tu mente, nerd amargada.
Jane clavó sus ojos en él tras escuchar aquel apelativo. Vincent tembló y tragó saliva al sentir ira a través de su mirada.
―Ya, está bien. Perdón, dame los papeles que te sobren, tendrás el honor de ser asistida por mí.
Jane esbozó una mueca desconcertada.
―¿Ah? ¿Ahora quieres trabajar? Es demasiado tarde, ya terminé de leer estos informes.
―Bueno, lo intenté, ¿hay algo nuevo? ―inquirió, interesado por su respuesta y recostándose sobre el respaldo del asiento, llevando ambas manos a su nuca.
Jane desvió su atención hacia la pila de certificados médicos que había recopilado. No necesitaba leerlos a todos con detalle, pues mostraban diagnósticos y palabrerío médico que no entendía del todo, así como medidas terapéuticas y controles casi idénticos.
Los empleados de la planta eléctrica padecían de la peste gris, la misma que, según se decía, se propagaba por el agua.
«Y todos están con diarrea o algo por el estilo, tiene sentido.
Aunque de ahí a dejar sin luz a toda la ciudad hay un trecho bastante largo»
―Quitando el hecho de que los empleados no dejan de enfermarse, no―aclaró―. En fin, esta situación nos puede ser útil. Solo hay que terminar los pendientes que nos dejó el supervisor.
Jane sonrió, por fin tendría una excusa para convencer al director de presentar su proyecto a la alcaldía. El proyecto para la tesis surgió como resultado de los innumerables cortes de luz que azotaron la ciudad durante el año corriente y Jane pensó, de forma acertada, que la culpa solo la podían tener los anticuados sistemas de control.
Tenía los argumentos, el programa y, sobre todo, las pruebas que involucraban a los empleados como responsables del apagón.
―Todavía no entiendo cómo una simple diarrea puede generar tantos estragos―se quejó Jane.
―¡Bueno! Ya sabes lo que dicen los rumores... ―respondió Vincent, con una sonrisa cargada de emoción.
―No comiences con eso... ―murmuró ella, pero no pudo detener la impulsividad de su compañero.
―¡Como en una película! ―exclamó―Los rumores dicen que algunos de los infectados... ¡Simplemente enloquecen!
―Vincent, ya lo hablamos con los académicos del departamento de salud. ¿Quieres parar? Si se te escapa algo de eso, solo lograrás que la administración nos ignore.
―Lo que digo es que eso explicaría bien lo que ocurre, ¿acaso no te parece factible?
―No―respondió cortante―, solo a ti.
Vincent era un amante de las leyendas urbanas, así como de las innumerables teorías de conspiración que rodeaban a su nación, sin embargo, su obsesión con los rumores acerca de la peste gris habían terminado por desquiciar a Jane.
Un bostezo escapó de su boca y Vincent no demoró en mostrarse preocupado por el esfuerzo de su amiga.
―Si quieres, déjame los gráficos a mí―se ofreció Vincent―, no será difícil, cualquiera puede hacerlo.
Jane, desconfiada, quiso negar su petición, pero el cansancio acumulado le obligó a no declinar la oferta. ¿Cuánto tiempo llevaba sintiéndose así? Su cuello estaba tenso, su cabeza le dolía, sus manos le temblaban y, de hecho, incluso sentía un leve hormigueo en su palma derecha. Sintió a su párpado moverse de forma espástica. Quizá, era hora de parar. Miró a Vincent y, si bien no era una persona que le inspirara confianza, nunca le había fallado.
―Haz lo que quieras. Si te hace sentir bien, termina el gráfico por mí―señaló Jane y un bostezo escapó por su boca―. Necesito hablar con el director, le pediré el día libre. Entre los fiesteros del piso de arriba, las exigencias del departamento y esto... Voy a terminar mal.
«¿Cuándo fue la última vez que dormí más de cuatro horas?»
―¿Descansar? ¿No que era cosa de vagos? ―se burló Vincent.
Jane levantó su mirada. Estaba cansada, ni siquiera intentó gesticular contra él. Solo quería irse.
―Cierra la boca.
Él dejó escapar una carcajada.
―Auch.
Jane se puso de pie, apartó la silla del camino y tomó su bolso sin mediar mayor explicación.
―Suerte con el partido, ojalá ganen Los leones.
Vincent sonrió y la dejó ir sin mediar palabra.
En el fondo, se sentía mal por ella, pero tampoco podía hacer mucho más por compensarlo. Era consciente de que el cansancio de Jane no era responsabilidad suya, ella debía aprender a gestionar sus tiempos sin autodestruirse y, aunque implicara esforzarse un poco, estaba dispuesto a hacer su vida un poco más tranquila.
Entretenido por sus pensamientos, Vincent tomó su portátil y comenzó a trabajar mientras sintonizaba, en otra ventana, la transmisión previa del partido de Los Tiburones contra Los Leones de Westmore. Luego, envió a su grupo de amigos un mensaje de texto avisando que no podría reunirse con ellos durante la tarde.
Vincent Douglas: 24 años. Quizá, le hace falta ducharse más seguido.
Arte conceptual, Vincent Douglas. Es un poco más estético de lo que yo lo había imaginado, pero bueno.
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