Capítulo 19: Cinco minutos más.
Domingo. Al menos tenía una día más antes de regresar a la típica rutina.
Tarde mucho en despertar y cuando lo hice tenía la sensación de que tenía algo pendiente, algo por hacer. Decidí no prestarle atención y volví a dormir.
Una hora más tarde desperté y recordé que era "aquello", Steve pasaría por mí para salir a correr y eso era ¡en menos de media hora!
Salí disparada de la cama y tome una corta ducha, aunque me bañe el cabello tarde diez minutos. Me puse mi ropa de deporte y tome un vaso de zumo de naranja que acompañe con una tostada que tan solo mordisquee, para luego dejarla sobre un plato.
-" ¡Riiinng!"- el sonido del timbre me hiso dar un respingo. Fui a abrir.
-Hola Verónica- saludo él. Me quede de una pieza, estaba igual de guapo que siempre, con el pelo bien peinado, sonreí.
-Hola Steve ¿Qué haces vestido así? Creí que íbamos a correr- dije al reparar en su vestimenta: unos vaqueros, zapatos lisos, chaqueta en cuero marrón y una camiseta ajustada en azul oscuro. Nada adecuado para el deporte.
- Me parece una mejor idea ir a comer algo- levante una ceja- además no tenía ánimos hoy- añadió al ver mi expresión.
-Me parece bien, pero no voy a salir así, iré a cambiarme, pasa- me aparte para que el entrase.
Cuando estuvo dentro Steve se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero, tal como lo había hecho Sam la última vez que nos vimos, sentí un nudo en el estómago, sacudí la cabeza alejando las ideas de mi mente.
-Siéntete como en tu casa, no tardo en bajar- subí corriendo las escaleras y abrí el armario de un tirón.
Me decidí por unas botas altas negras, un pantalón negro también, una blusa a rayas con una chaqueta en jean, un maquillaje natural, nada exagerado y por ultimo: cabello. Estaba rizado y caía en ondas disparejas, sin embargo, con un poco de peine y secador pude remediarlo.
Bajando las escaleras observe a Steve, estaba sentado en el sofá inclinado hacia delante con los brazos sobre los muslos, me apresure para reunirme con él.
-Listo.
-¿nos vamos?- pregunto poniéndose en pie.
- Sí.
Salimos de la casa, sin embargo había olvidado mi bolso, regrese por mis cosas y nos pusimos en marcha.
Pedimos un taxi y Steve dio todas las indicaciones para llegar al restaurante, yo por mi parte me relaje y disfrute del viaje, no tenía ni la más mínima idea de dónde íbamos.
-Gracias- dijo él dirigiéndose al taxista.
- De nada. Son cuatro dólares- anuncio el hombre de mediana edad observándonos a través del retrovisor, ese típico gesto que hacen los taxistas cuando van a cobrar.
-Espera, yo pago- dije rebuscando en mi bolso la billetera.
Como si no hubiera hablado Steve tenía el dinero en mano.
-Aquí tiene- dijo él entregándole el dinero al taxista.
Abría la boca para replicar.
-¡oye!- exclame- debiste dejarme hacerlo.
Se encogió de hombros.
-Tu invitas el almuerzo- dicho esto bajo del auto y me extendió la mano para que pudiera incorporarme con facilidad.
Acepte su mano y baje del auto con una sonrisa cínica en el rostro.
-Me parece justo Rogers- anuncie con sarcasmo.
Cuando entre al restaurante abrí los ojos como platos, era un lugar muy lujoso y fino, pero mi asombro no se debía al alto percio de la comida o algo así, no, estaba impresionada: era un lugar bellísimo.
Parpadee un par de veces para que mis ojos se adaptaran a la falta de luz que había en el lugar, era un restaurante muy elegante y prestigioso, todo era al estilo “vintage”, el centro del salón se hallaba vacío, supuse que en algunas ocasiones era usado como pista de baile, pinturas envejecidas colgaban orgullosamente en las paredes, el tapiz de estas era de un color crema, parecía que al entrar allí hubiese viajado décadas al pasado.
Todo era tan mágico que podía imaginar allí, detrás de los bailarines a la banda de Jazz tocando música de la época, creo que lo dije en voz alta pues Steve me dijo.
-En las noches hay un show de Jazz.
Sonreí y gire un poco la cabeza para verle a los ojos.
-Es un lugar muy hermoso. ¿Por qué lo elegiste?
- Me gusta este lugar, es como un escape en el tiempo ¿no crees?
- De acuerdo, es prácticamente mágico.- concordé.
Un mesero vestido de camisa blanca y chaleco se acercó a nosotros.
-¿Mesa para dos?- inquirió el hombre.
- Sí, por favor.
-Síganme.
Guardamos silencio mientras seguíamos al hombre que ahora llevaba una bandeja con una botella de vino en una mano, íbamos tan abstraídos en seguir rigurosamente los pasos que no nos dimos cuenta cuando se detuvo, o al menos yo no lo hice.
-Aquí es- señalo el hombre frente a una mesa un poco apartada del centro del lugar.
Tome asiento y Steve, por etiqueta, supongo, corrió la silla hasta que me acomode, luego rodeo la mesa para ocupar su puesto.
-Gracias caballero- dije divertida.
- De nada- dijo el con su encantadora sonrisa.
- ¿vienes aquí a menudo?
- de vez en cuando.
- Ya veo. Te agradezco mucho por traerme aquí, no sabes cuantas ganas tengo de alejarme del trabajo, de todo, este lugar es un buen escondite- dije observando por encima del hombro la enorme lámpara de cristal ubicada en el centro del salón.
- Creí que era el único que pensaba eso- dijo enarcando una ceja.
- Ya ves que no.- agregue dejando el bolso a un lado.
Cuando trajeron la carta oculte mi rostro tras el enorme menú mientras pensaba sobre que pedir, había platos muy extravagantes y otros con nombres extraños, no sabía que pedir, finalmente me decidí por un filete de robalo en salsa de Maracuyá.
-Perfecto su orden estará en minutos- aseguro el camarero a la vez que llenaba las copas frente a nosotros , acto seguido desapareció tras una puerta.
-No debiste hacer esto- dije por fin.
-¿Por qué no?- inquiero el- de todos modos tú vas a pagar- sonrió burlón.
- No. ¿Por qué te preocupas por mí?
- No sé.-me observo detenidamente y agrego- No voy a decir algo típico de película como “porque tú eres la luz de mi día” o “porque tú eres el amor de mi vida” si eso esperabas escuchar- dijo sonriendo con sarcasmo, pusé los ojos en blanco.
- ¿entonces?- insistí.
-No lo sé. Porque tu…-dudo y se corrigió- porque me agradas- no parecía muy seguro, preferí dejar las cosas hasta ahí, pues el camarero se acercó con los platos.
“en este lugar sí que se toman la puntualidad muy enserio” – pensé mientras un plato descendía frente a mí. Olía delicioso.
-Buen provecho- dijo el camarero y se marchó.
Steve tomo la copa y la alzo en mi dirección ladeando la cabeza, imite el gesto y brindamos, tome un pequeño sorbo, las secuelas que me había dejado el alcohol la última vez que me excedí no habían sido nada agradables.
Probé el pescado, estaba delicioso, suspire extasiada. Steve me miro de reojo.
-Esta delicioso- me encogí de hombros antes su mirada acusadora.- ¿quieres probar?
Él se río- solo si no molestas el resto del día- bromeo y tomo un poco de filete de mi plato.- imito mi gesto.
-Creo que ahora me entiendes, rico ¿verdad?- dije llevándome otro bocado a la boca, lo vi asentir y reí satisfecha.
- Carpe Diem- dije levantando mi copa y tomando otro sorbo de vino.
-Los pequeños placeres de la vida- respondió el con otra sonrisa.
Nuestro almuerzo fue todo un éxito, me reía mucho de las bromas de Steve y más de una vez me perdí en su mirada, lo que me hacía preguntarme ¿era mi impresión o sus ojos parecian ser un mar de secretos? O ¿soy la única que se pierde de la conversación al ver sus ojos? No recuerdo bien que tema estábamos discutiendo.
-¿Qué piensas tú sobre esa teoría?- pregunte yo.
Allí fue donde me desconecte, inicio una explicación digna de escuchar, sin embargo, no lo hice, me quede mirándole a los ojos perdiéndome en ellos, solo observaba como sus labios se movían mientras hablaba. Cuando termino no tenía ni idea de lo que había dicho.
-¿no crees?- , me pregunto el haciendo referencia a mi opinión sobre lo que acababa de decir.
- estoy completamente de acuerdo.
- ¿sobre la utilización de armas nucleares?- me pregunto horrorizado. Sentí el rojo subir a mis mejillas.
-No, digo si, con tal de que no las usen para el mal…- dije tratando de decir algo coherente.
Me dirigió una mirada de soslayo pero luego siguió como si nada. Tome otro sorbo de vino para fingir naturalidad.
“torpe”- me regañe mentalmente.
Exceptuando mi pequeño momento de estupidez. Como decía todo fue maravilloso, a la hora de pagar la cuenta saque la tarjeta del bolso, pero Steve no cumplió con sus amenazas e hiso exactamente lo mismo que hiso en el taxi, pago todo él.
-Gracias- dije sin replicar. – en serio.
- No hay problema, de todas maneras yo te arrastre hasta aquí- dijo encogiéndose de hombros despreocupado.
Salimos juntos del restaurante y una vez fuera Steve se despidió.
-Creo que aquí nos separamos- entrecerró los ojos por las intensidad del sol de mediodía.
- Gracias de nuevo- sonreí.
-Adiós Verónica- estreche su mano.
- Cuídate- di media vuelta y ambos fuimos en direcciones contrarias.
Aunque realmente no quería salir de allí. El restaurante y su compañía habían sido un escape a la realidad y solo me hubiera gustado poder quedarme allí así hubieran sido cinco minutos más.
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