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Capítulo 23 •💘


Luego de haber estado sentado en lo que era horas y horas, Jimin se removió ligeramente en la silla y observó con sus labios levemente fruncidos todo el montón de papeles por las tontas encuestas que aún le quedaban por leer, siendo por supuesto, el suyo de los últimos.

No sabía qué bicho le había picado a su jefe como para ordenarle imprimir cada maldita encuesta y obligarle a sentarse frente a él para leer cada uno de ellos, pero la paciencia que reunía para su día de trabajo ya estaba llegando a su límite para ese momento.

Al estar ahí, sentado frente al demonio sexy, quien ni siquiera le dedicaba una mirada mientras trabajaba por su cuenta, tenía solo un poco estresado a Jimin, ya que no podía relajarse como lo haría en su escritorio.

No podía intercambiar mensajes y llamadas con Taehyung, dar una vuelta por los pasillos para estirar un poco sus piernas, distraerse unos minutos con sus compañeros, bajar a la cafetería, ni sacar algo pequeño para comer y así aliviar el mal humor que causaba en Min ogro Yoongi.

Su teléfono ciertamente había estado vibrando sin parar hacía varios minutos, por lo que estaba seguro de que Taehyung se encontraba armando un drama en ese momento por ignorarle, cosa que no lo hacía a propósito, pero Tae de todas formas se las cobraría.

—¿Por qué te detuviste? —cuestionó el demonio sin alma cuando finalmente pareció recordar su presencia.

Jimin apenas reprimió su bufido y señaló su garganta.

—Me está comenzando a molestar un poco de tanto leer sin descanso, señor Min —explicó con sus mejores ojos de cachorro cansado—. Tal vez...

—Toma agua —solucionó fácilmente, dejando de observarlo e ignorando cualquier cosa que iba a decir.

La tentación de sacarle su lengua y levantar su mano para mostrarle su dedo corazón realmente tentó al pelinegro, pero en cambio, plantó una gran sonrisa y dejó los papeles en su silla, fuera del alcance de su estúpido jefe, y se levantó.

—¿A dónde crees que vas? —cuestionó aquella molesta voz, logrando que Jimin se detuviera cerca de la puerta.

—Iré por una botella de agua a la cafetería, señor Min —respondió con tono obvio y una sonrisa dulce, para aparentar.

—Ahí —dijo el sexy diablo, señalando un pequeño refrigerador apegado a la pared, oculto al lado de un librero.

Chasqueando su lengua al perder la oportunidad de tomar un respiro del ogro, Jimin cruzó la habitación y sacó una botella de agua sellada, el desgraciado tenía de todo ahí y era la primera vez que le ofrecía algo y solo para molestarlo.

—¿No sería bueno terminar por hoy, señor Min? —expresó luego de beber unos sorbos—. Tengo trabajo que verificar para mañana —explicó.

—Lo de mañana, lo ves mañana —descartó.

Jimin tensó su mandíbula.

—A usted le gusta tener todo listo a primera hora, no podré hacerlo si permanezco aquí —intentó—. Si gusta, puedo dejarle algunas encuestas para que las revise por su cuenta —comentó.

—Tengo cosas más importantes que hacer que leer unas encuestas —indicó dedicándole una mirada de fastidio.

"¿Y acaso crees que yo no, hijo de tu fruta madre? ¡Eh! ¿Piensas que deseo estar toda la maldita tarde admirando tu bello rostro producto de un pacto con el diablo? ¿O que soy feliz escuchando tus estupideces?" refunfuñó en su mente, con su mano cerrándose con algo más de fuerza de la necesaria alrededor de la botella.

Al sentir la mirada intensa del malvado chupa sangre él, porque en eso se había transformado Min Yoongi en los últimos días, un chupa sangre que estaba extrayendo toda su energía de vida, Jimin tomó una profunda respiración y forzó una sonrisa en su rostro.

"No puedes matar a tu estúpido jefe, Jimin, no quieres ir a la cárcel, alguien como tú sería devorado esperando a Tae para que te acompañe en el infierno" se recordó a sí mismo.

—Por supuesto, lo siento señor Min, fue solo algo tonto y sin sentido —expresó cerrando la botella.

—Sí, eso creí —asintió, y esa maldita esquina de sus labios se alzó en una pequeña sonrisa malvada.

Que estúpidamente, no dejaba de ser también sexy.

No sabía por qué su jefe parecía estar siendo especialmente estúpido en ese momento, pero Jimin lo ignoraría, solo quedaban unos minutos más para que su horario terminara y entonces volaría fuera de ahí sin importar las excusas que Min estúpido Yoongi utilizara para retenerle.

Acercándose a su puesto, de forma instintiva, el hermoso pelinegro se tensó cuando una melodía comenzó a llenar la oficina.

Y para la mala suerte de Jimin, su mejor amigo nuevamente se había puesto a jugar con sus tonos de llamadas, por lo que en ese momento, tenía una tonta canción pegadiza cantando "eres mi bebé, mi bebito fiu fiu" Que llenaba toda la maldita oficina.

—¿Qué es eso? —pregunto Yoongi, observándole... Desconcertado.

—Nada —respondió rápidamente, sacando su celular de su bolsillo para rechazar la llamada, encontrándose con los muchos mensajes de su hermano y su mejor amigo.

Mierda.

Taehyung seguramente le había avisado a su Hyung cuando no le contestó ningún mensaje, ya fuera por preocupación, ya que siempre le respondía sin importar lo que estuviera haciendo, o por venganza, porque sabía que la sobreprotección de Namjoon le molestaba.

—¿Tienes un tono diferente para cada persona? —pregunto Min, observándole con una ceja alzada y... Cierta burla en su mirada.

—Solo para mis más cercanos —respondió bajo—. Pero cómo pasa la hora, señor Min —exclamó con sorpresa, mostrándole la hora en su teléfono—. Este ha sido un gran día de trabajo muy productivo, pero ya es hora de terminar —expresó felizmente, tal vez solo dejando caer un poquito de ironía en su tono en cierta palabra.

Pero solo un poquito, lo suficiente como para que el demonio no se percatara de ello.

—¿A dónde crees que vas, asistente Park? —cuestionó Yoongi al contemplar a su empleado tomar nuevamente los papeles, permaneciendo en pie.

—Mi horario de trabajo terminó, señor Min —respondió sonriente.

—No puedes irte, todavía no hemos terminado —indicó, señalando la silla.

Casi como si esperaba que con tan solo esas palabras, el hermoso pelo negro caería a sus pies y obedecería.

Je, iluso.

—El trabajo lo podemos seguir mañana, señor Min —contestó tranquilamente.

—Quiero terminarlo ahora, siéntate, te pagaré tus horas extras si es lo que te preocupa —prometió.

—Gracias, pero no gracias —sonrió, retrocediendo lentamente mientras le seguía observando—. Si lo que le preocupa son las encuestas, mañana podemos seguir, señor Min, pero hasta ahora su trabajo los ha estado viendo usted mismo por lo que no necesita de mi presencia realmente —argumentó.

—Si terminamos con esas encuestas ahora, mañana no tendrás que seguir y podrás realizar tu trabajo —debatió.

—Tal vez, pero...

Justo para su suerte, la puerta fue abierta y Jungkook entró sin anunciarse ni pedir permiso, como si tuviera todo el derecho de interrumpir en la oficina del vicepresidente solo por ser su mejor amigo.

Y considerando que Taehyung invadía su departamento cada vez que lo deseaba bajo la misma excusa, era probablemente real.

—¿Por qué aún no estás listo? Quedamos en que saldríamos después del trabajo —expresó, frunciendo el ceño.

—Yo no quede en nada, tú lo decidiste por tu cuenta —espetó con molestia y luego su mirada se posó en su asistente que intentaba escapar silenciosamente—. Ya te dije que debes de quedarte —anunció.

Deteniéndose, Jimin le observó y luego su enfoque cambió a Jungkook, pidiéndole con la mirada que hiciera algo.

—Deja al pobre chico en paz —anunció Jeon, parándose entre ellos—. Te dije que necesitabas relajarte un poco, salir del trabajo y hacer otra cosa para desestresarte —indicó.

—Puedo llamar a una de sus amigas si gusta —comentó Jimin, dispuesto a hacer algo como eso con tal que le dejaran ir en ese momento.

—No quiero a nadie —gruñó con molestia—. Ven aquí, terminaremos esas encuestas y ya después, tú y yo saldremos —decidió el demonio, observando a su amigo.

—Lo siento señor Min, pero tengo un compromiso que no puedo cancelar —se lamentó Jimin, negándose a volver a esa silla incómoda.

Su trasero ya le dolía de tanto estar simplemente sentado en una silla dura, la de su escritorio al menos era cómoda y blandita a diferencia de esa, ni siquiera su trasero esponjoso y grande, como decía Tae, podría pasar tanto tiempo y no sufrir las consecuencias.

—¿Qué clase de compromiso? —interrogó.

—No importa, nosotros también tenemos un compromiso —interrumpió Jungkook.

—Ya te dije que... ¡Contesten ese maldito teléfono! —estalló finalmente, levantándose de su silla bruscamente.

—Es su teléfono personal, señor Min —indicó Jimin, utilizando un dulce tono come mierda que lo estaba irritado más.

Observando a su jefe volver a tomar asiento mientras contestaba la llamada, Jimin soltó un suspiro y se quedó ahí parado cerca de la puerta, tan cerca y a la vez tan lejos de su libertad.

—Pst. Pst.

Buscando el molesto sonido, Jimin se encontró con el amigo de su jefe y observó aquellos singulares ojos marrones con una pequeña marchita azul en ellos.

Cuando el alto pelinegro movió su mano indicándole que se fuera y alzando su pulgar, como diciéndole que estaría todo bien, no dudó ni un segundo en partir.

Tan silencioso como pudo, retrocedió observando a su jefe perdido en su llamada, cuya persona parecía estar irritándole aun más.

Sin ningún deseo de ser el receptor de toda esa irritación y molestia acumulada al terminar, Jimin cerró suavemente la puerta y fue directamente a su escritorio.

Cogiendo su mochila, guardó todo y apagó su computador antes de dirigirse al ascensor, asegurándose de llevarse con él las estúpidas encuestas para que el imbécil de Min no mirara a escondidas.

Apretando el botón para que las puertas se cerraran, contempló el momento exacto en que su jefe apareció al final del pasillo y le observó directamente.

—Seguiremos mañana —advirtió.

Jimin sonrió dulcemente e hizo una pequeña inclinación hasta que, finalmente, las puertas se alejaron separándolos.

—Maldito chupa sangre, debí de haber tirado otra semana de licencia —murmuró por lo bajo, con molestia.

Enderezándose, Jimin chasqueó su lengua y sacó su teléfono para contestar los mensajes de su mejor amigo, explicándole por qué no había podido atenderle hasta ese momento.

Obviamente, no recibió una respuesta inmediata, a pesar de que el maldito estaba en línea y había visto sus mensajes.

Bufando al saber que tendría que comprarle algo a Tae para calmar las aguas, salió del chat y entró en el de su hermano, revisando sus mensajes.

—¿Estás aquí? —leyó con sorpresa.

Con las puertas del ascensor abriéndose simultáneamente frente a él, el hermoso pelinegro guardó su celular sin contestar nada y salió al lobby.

Apresurando su paso, observó a través de los grandes ventanales el auto de su hermano y a este mismo, apoyado en el vehículo mientras observaba la empresa con expresión dura.

—Mierda, mierda, mierda —murmuró—. Adiós, chicas, tengan buena tarde —se despidió de las dos recepcionistas detrás del mesón que guardaban sus cosas.

Agitando su mano, cruzó la puerta cuando esta se abrió automáticamente ante él y fue directamente con el intimidante hombre vestido completamente de negro y chaqueta de cuero.

—Si no te gusta venir aquí, debiste de haberme esperado en otro lado, Hyung —indicó observando como intentaba ocultar su rostro con un gorro y mascarilla.

—No es que no me guste, el enemigo está aquí —espetó, observando algo resentido el edificio antes de concentrarse en Jimin—. ¿Cómo estás? ¿Por qué no contestabas ninguno de mis mensajes? —cuestionó, atrayéndolo a su cuerpo para un caluroso abrazo fraternal que lo aplastó totalmente.

—Te dije que dejaras de ir al gimnasio —se quejó una vez se vio en libertad.

—A Jin le gusta —se encogió de hombros.

—Le gusta verte entrenando y sentirte todo firme —resopló.

—No estaré hablando de sexo contigo como lo haces con tu amigo mala influencia —negó inmediatamente.

—Taehyung no es mala influencia... No siempre, al menos —defendió débilmente.

—Ambos sabemos la verdad —cruzó sus brazos—. ¿Por qué no contestabas nuestros mensajes?

—El ogro me tenía atrapado en su cueva trabajando y no me quería dejar ir —explicó, con un cansado suspiro.

—Mi pobre dongsaeng —se lamentó—. Debes de estar todo estresado y cansado en este momento —comentó.

Jimin asintió lentamente.

—Tengo que ir a buscar los anillos ahora, que te parece si me acompañas y te invito a comer algo rico —propuso.

—¿Con postre incluido? —preguntó—. Necesito algo dulce para reponer mis energías.

—Por supuesto, lo que tú quieras —asintió revolviéndole el cabello.

—Hecho —asintió satisfecho—. ¿Por qué tienes que ir a buscar los anillos? Pensé que se iban a casar con los que le propusiste matrimonio —comentó.

—Los que escogí para ese momento eran anillos de compromiso —respondió, enderezándose—. Según me explicó el vendedor el día que los elegí, estos se complementan con otro y se transforman los de matrimonio.

—SeokJin hyung no tiene ni idea de esto, ¿no? —preguntó con una sonrisa.

—Nop, es una sorpresa —aceptó—. Y como tú tienes un buen gusto en las joyas, pensé que podrías darme tu opinión al respecto —explicó, quitándole la alarma y seguro a su auto.

—No hay ningún problema —sonrió, subiéndose al auto cuando su Hyung le abrió la puerta.

Quitándose la mochila, Jimin lo acomodó en su regazo y se colocó el cinturón de seguridad.

—Por cierto —pronunció Namjoon, cerrando la puerta—. ¿Por qué el imbécil de Min Yoongi nos estaba observando? —preguntó.

—¿Quién nos estaba observando? —preguntó, parpadeando con sorpresa.

—Min Yoongi —repitió, señalando por la ventana.

Observando disimuladamente, Jimin contempló a su jefe observarlo antes de subirse a su propio auto.

—Déjalo, ha estado en modo ogro imbécil desde que volví —descartó sin querer saber más sobre él ese día.

—¿Sabes? Todavía hay un puesto en mi empresa por si quieres irte —comentó casualmente, echando a andar el auto.

—¿Para que me des un trato es especial y los rumores de nosotros dos saliendo comiencen de nuevo? No gracias —bufó, sacando su celular.

—Yo solo digo que hay un lugar al que puedes ir por si te aburres —indicó encogiéndose de hombros.

—Lo tendré en cuenta —prometió—. ¿Podemos pasar a un lugar primero?

—No pasaremos a buscar al chico mala influencia —anunció sin mirarlo.

—Bien —respondió con su teléfono en sus manos.

—No le digas a donde iremos tampoco —ordenó.

—Demasiado tarde —rió—. Serás mi tarjeta de crédito para lo que sea que Tae me pida por ignorarlo —explicó sonriente.

Y Namjoon simplemente negó, pero no le rechazó nada a su hermanito, como siempre.

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