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Siwa

"Siwa, oasis escondido entre las arenas doradas de Egipto, es un tesoro ancestral donde el pasado y la magia se entrelazan. Sus aguas refrescantes son un bálsamo para el alma sedienta, mientras sus ruinas milenarias susurran los secretos de antiguas civilizaciones. En Siwa, el tiempo se desvanece y la esencia del antiguo Egipto perdura, envolviendo a aquellos que la exploran en un aura de misterio y maravilla."

Capítulo 9

Jan tenía la respiración agitada. Su pecho se elevaba y descendía como si intentara recolectar todo el aire del lugar para sus pulmones. Sus manos temblaban, pero agradecía sentir la mano de Skyler. Tenía miedo de mirar a su alrededor, lo menos que quería era descubrir que por su acción, todos hayan perdido un brazo o una pierna por el viaje espacial, o peor, su cabeza. Ni siquiera quería descubrir si habían llegado al sitio que había imaginado. 

Él sabía que si un mutante se teletransporta sin ver su destino, corría el riesgo de terminar en un lugar peligroso, como un precipicio, una vía rápida o cualquier otro entorno hostil; también existía la posibilidad de que se teletransportara a un lugar ya ocupado por otra persona u objeto, podía generar una colisión que le lleve a la muerte; podía experimentar desorientación, terminando en un lugar completamente desconocido y lejos de su objetivo previsto; además,  existía el riesgo de teletransportarse en el espacio en lugar de la Tierra. Esto podría llevarlo al vacío del espacio exterior —aunque esto último lo descartaba por obviedad—; pero sobre todo los riesgos, estaba el hecho de que el viaje en el espacio-tiempo, se distorsionara e hiciera aparecer un miembro en un lugar diferente, al resto del cuerpo. El viaje de una persona no era problema, sino la multitud que había llevado consigo. 

Jan se obligó a abrir los ojos lentamente, sintiendo un nudo en el estómago. Cuando finalmente se atrevió a mirar a su alrededor, su corazón se hundió en su pecho. 

Bajo el manto oscuro de la noche, Siwa, la antigua ciudad enclavada en el corazón del desierto egipcio, se sumergía en una atmósfera sombría y temerosa. Las calles estrechas y sinuosas, flanqueadas por estructuras de piedra desgastada por el tiempo, se encontraban envueltas en una penumbra misteriosa y presentaban un aspecto áspero y rugoso, mostrando las cicatrices del tiempo y los elementos implacables del desierto. El aire, denso y cargado de una energía palpable, parecía contener secretos ancestrales y antiguos susurros que desafiaban el silencio de la noche. Aquí y allá, fragmentos de enredaderas asomaban tímidamente, tejiendo una maraña de vida entre las grietas y resquicios de la estructura. Los colores terrosos y desgastados de las piedras, salpicados de tonalidades doradas por el sol poniente, conferían a la fachada un aire de antigüedad.

Las murallas que rodeaban la ciudad, antiguas guardianas de siglos de historia, se alzaban imponentes en la oscuridad, evocando un sentido de protección y encierro al mismo tiempo. Las piedras desgastadas y cubiertas de musgo mostraban signos de sufrimiento y resistencia, como si hubieran presenciado incontables batallas y desafíos a lo largo de los tiempos. También, las calles estrechas y empedradas se desplegaban como un laberinto de misterio y encanto. Las viviendas de adobe, con sus techos planos y sus pequeñas ventanas, se alineaban en armonía, creando un paisaje urbano peculiar y distintivo. Las puertas de madera, talladas con delicadeza y adornadas con detalles ornamentales, invitaban a descubrir los secretos que se escondían detrás de ellas.

Pero, lo que más llamó la atención de Jan, es que el aire estaba cargado de una atmósfera opresiva y un silencio sepulcral que se cernía sobre el lugar. No se escuchaba ni el más mínimo murmullo de vida. Era como si la ciudad misma estuviera sumida en un estado de quietud perpetua, congelada en el tiempo y atrapada en un oscuro secretismo.

Jan apretó con más fuerza la mano de Skyler, buscando consuelo y fuerza en su contacto. Miró al resto del grupo, y todos, pese a las heridas y rasguños, parecían tener sus miembros donde debían estar. Eso significaba, que acaba de desafiar las leyes de su propio poder. 

—¿Todos están bien? —Preguntó Jan, intentando confirmar lo que sus ojos observaban. 

—Al menos estamos vivos —soltó en un gemido de dolor, Paper. 

—Ese chico es bastante fuerte —expresó Diana, inclinándose un poco para quedar sentada—. No esperaba que nos venciera tan fácilmente. 

—Eso demuestra que no se pueden ganar todas las batallas —expresó Lance. 

—¿Los niños? —Preguntó Mathew. 

—Están bien —dijo Mar, con Sortelia en sus brazos. 

Adrián tenía consigo a Joshue. Mathew inspeccionó a los chicos un poco, estos asintieron, pero al igual que ellos, tenía cortaduras, raspones, y sangre en la cabeza. 

—Pudimos haber muerto —argumentó Skyler—. ¿Por qué no nos asesinaron de una vez?

—Nos necesitan —replicó Adrián—. Por eso fue que no nos asesinaron. ¿Dónde estamos, por cierto?

—En Siwa —respondió Jan—. Este fue el último lugar que visité antes de encontrarles. Creí que tenía que huir a Libia y por eso decidí atravesar el desierto en su momento. 

Nuevamente hubo un silencio. Todos comenzaron admirar su alrededor. Y sí, la oscuridad envolvía la ciudad de Siwa, dándole un semblante distópico y sombrío. Las calles desiertas estaban bañadas por la débil luz de la luna, que apenas lograba atravesar las nubes oscuras que se arremolinaban sobre la ciudad. Un silencio pesado se extendía por el aire, interrumpido únicamente por el susurro del viento.

—Este lugar es espeluznante. Me pregunto qué secretos oscuros se esconden en las sombras de Siwa —murmuró Skyler, su voz apenas un susurro.

Adrián, con su mirada penetrante y aguda, escudriñaba cada rincón en busca de cualquier indicio de peligro. Sentía la energía oscura que emanaba de la ciudad y sabía que debían estar preparados para cualquier eventualidad.

—Mantengamos la guardia alta. Siwa puede ser un lugar desolado, pero eso no significa que estemos solos aquí. Sigamos juntos y en alerta —advirtió Adrián.

—Adrián tiene razón —increíblemente Mathew debía unírsele a su comentario—. Puedo sentir varias presencias, pero creo que están reunidas. Tengamos mucho cuidado. 

—¿Y qué vamos hacer? —Preguntó Mar, insegura. 

—Primero, trataremos de buscar algo que nos sirva de primeros auxilios. Debemos limpiarnos las heridas —contestó Mathew, pensativo—. Desde este punto, trazaremos nuestro camino hacia El Cairo.

Todos asintieron, y con un poco de ayuda entre todos, se levantaron del suelo. Los muchachos no solo se veían harapientos, sucios y llenos de sangre, sino que tenían todo el cansancio del día para ese momento. Había pasado demasiadas cosas en tan solo horas, y todavía ese día no terminaba. Comenzaron a caminar, sus pasos resonaban como ecos fantasmales en las calles desiertas mientras continuaban su avance. La ciudad parecía sumida en un estado de letargo eterno, como si estuviera atrapada en un tiempo distorsionado y aguardara su destino en silencio.

—Deténganse... —dijo de pronto Mathew.

No pudo terminar de decir la frase, cuando una nave se reveló entre las calles. Había estado permaneciendo invisible, hasta que notó a estos en el callejón. 

—¡Esto no puede estar pasando! —refunfuñó Mar, sabiendo que había tenido el peor día de mierda.

—¿Cómo no pudiste detectarlo? —Preguntó Lance, confundido. 

—FACTORY tiene forma de engañar nuestros sentidos y nuestros poderes —admitió Paper, al recordar todo lo que había aprendido de la empresa. 

Diana, con su mirada penetrante y su intuición afilada, hizo aparecer una lanza jabalina en sus manos. Sortelia se colocó detrás de su hermano, ambos iluminando sus ojos, mientras que Mar se interponía delante de ellos para resguardarlos.

—No se muevan —dijo Adrián, con confianza —Podemos salir de esto. Sólo déjenme  esto a mí.

Todos miraron al chico sorprendidos por primera vez. Nunca le había visto estar dispuesto a resolver un conflicto por sí solo.  

Aquella nave se mantuvo en el aire y sacó todo el arsenal de armas que poseía, en dirección a ellos, listas para disparar a discreción de ser necesario. Se erguía imponente, como un prodigio de la ingeniería avanzada. Su estructura aerodinámica, cubierta de una aleación metálica reluciente, brillaba bajo la luz de las estrellas como si fuera un espejo reflejando el cosmos. Las líneas suaves y futuristas conferían a la nave una apariencia elegante y sofisticada. A lo largo de su fuselaje, se podían apreciar una variedad de armamentos de alta tecnología. Cañones de plasma, montados estratégicamente, destellaban con una energía letal. Misiles guiados, ocultos bajo escotillas blindadas, aguardaban el momento de ser lanzados con precisión, con un brillo azul intenso que emanaba un aura de poderío y peligro.

En lugar de una puerta convencional, la nave presentaba un dispositivo de teletransportación vía luz. Una matriz de haces lumínicos, dispuestos en patrones geométricos complejos, permitía el acceso instantáneo a su interior. Con solo cruzar el umbral de luz, uno era transportado al corazón de la nave, sin la necesidad de abrir puertas físicas. Era una muestra de la tecnología vanguardista que reinaba en el diseño y funcionamiento de la nave. Las ventanas panorámicas, fabricadas con un vidrio iridiscente y resistente, permitían a la tripulación contemplar el vasto espacio exterior mientras surcaban los confines del universo. La tecnología holográfica proyectaba información crucial en los paneles de control, brindando una interfaz intuitiva y avanzada para los pilotos y navegantes. Su forma era rectangular, con cuatro potenciadores de energía sobre su base y su superficie que, al parecer, le permitía volar. 

En un instante, la calle se llenó de luce, y al otro, una decena de agentes estaban delante de ellos. Estos caminaron con demasiada confianza hacia los chicos, hasta que uno de ellos, un hombre rubio, fornido y de ojos azules, se quitó el casco que poseía y fijó sus ojos directamente a Adrián. Paper y Mathew, se pegaron un poco más a las paredes del edifico de su costado, con la idea de que la sombra les ayudara a camuflajearles el rostro. Claro, si supieran quienes eran  exactamente aquella calle se volvería un caos, y todos, incluyéndoles, estaban demasiado agotados para un enfrentamiento directo. 

—Es Viktor Niklouse —susurró Paper, angustiada de que pudiera reconocerle. 

Viktor Niklouse fue el agente que le había reclutado en Vancouver.  Un hombre de origen ruso con una apariencia impresionante. Su cabello rubio, cuidadosamente peinado hacia atrás, irradiaba un brillo dorado bajo la luz. Sus ojos azules, fríos y penetrantes, parecían contener secretos ocultos detrás de ellos, como si fueran ventanas hacia un mundo inaccesible para los demás. Su rostro, tallado con rasgos angulosos y una mandíbula cuadrada, emanaba una elegancia masculina y una dureza implacable.

A pesar de su aire frío y distante, Viktor tenía una relación especial con Paper, su amiga de confianza en la agencia. Con ella, su expresión siempre  se suavizaba, revelando un destello de calidez en sus ojos y una sonrisa rara vez vista. Aunque estaba acostumbrado a mantener una fachada impenetrable, había encontrado en Paper una conexión única, alguien con quien podía bajar la guardia y mostrar su lado más humano.

por eso, Paper había descubierto que nació en una familia de militares de alto rango. Desde joven, se vio rodeado de disciplina y rigidez, lo que moldeó su carácter y su pasión por el servicio y la seguridad. Su infancia estuvo marcada por un entrenamiento estricto, donde aprendió diversas habilidades de combate y estrategia militar. Cuando llegó a la edad adulta, Viktor se unió a las fuerzas especiales rusas, donde destacó rápidamente por su habilidad táctica y su capacidad para resolver problemas en situaciones de alto riesgo. Durante su tiempo en las fuerzas especiales, Viktor participó en numerosas misiones encubiertas y demostró su valía como agente altamente capacitado.

Fue durante una de estas misiones que llamó la atención de FACTORY. Impresionados por sus habilidades y su dedicación, le ofrecieron unirse a sus filas como agente. Viktor aceptó la oferta y se convirtió en un miembro destacado de FACTORY. A lo largo de su carrera en FACTORY, Viktor participó en misiones encubiertas en diferentes partes del mundo, desmantelando organizaciones criminales y desactivando amenazas terroristas. Su enfoque implacable y su destreza en combate le valieron una reputación formidable. Y por supuesto, había sido uno de los mentores principales de Paper. 

—¿Qué hacen chicos como ustedes en este lugar? —Su voz fuerte sonó. Aquella pregunta, la verdad, desconcertó a la mayoría. ¿Cómo es que simplemente no usaron la violencia que solían hacer? 

Eso solo confirmaban que, posiblemente, Siwa era una ciudad donde había civiles comunes y silvestres. 

—Fuimos atacados por unos vándalos —Adrián, no solo señaló sus manos para mostrar sus heridas, sino que cambió la tonalidad de su voz, que cualquiera que no supiera el contexto, realmente hubiera creído que habían pasado un infierno—, solo estamos huyendo y buscando primeros auxilios.

El hombre no pareció inmutado, pese a que había hecho una gran actuación el chico. En cambio, su mirada se posó en la figuras detrás de él. Su ceño se frunció cuando vio las figuras de Mathew y Paper ocultas en las sombras. Y sin verlo a venir, la nave iluminó el callejón. Todos, delante de esa enorme luz blanquecina, se vieron expuestos delante de ellos. 

—¿Paper, Mathew? —dijo, con una mezcla de confusión, y al instante, tomó su arma de forma tan diestra y veloz, que Paper casi no lograba reaccionar, alanzado también sus pistolas. 

—Viktor, será mejor que bajes esas armas, no quiero lastimarte —dijo Paper, con una voz suave, intentando controlar la situación—. Míranos, estamos todos agotados y heridos, sabes muy bien que tienes ventaja, pero debes saber que ninguno de nosotros dejará de pelear. 

—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué nos traicionaste? Tenías un gran futuro en la compañía —dijo él, contrariado entre el deber y su amistad. 

—Descubrí la verdad de FACTORY y sé que tu la conoces. Está bien que quisieras permanecer con ella pese a las atrocidades que han hecho, pero no pude aguantar más. Tengo que rescatar a mis padres... 

Paper se calló, pues justo Adrián se había colado detrás de él y toco sus sienes. Y todos, lograron escucharle decir: 

—Quiero que pasen de nosotros, y que recuerdes que no éramos más que simples humanos que encontraste en este pueblo. Una familia que habían huido de unos vándalos y que estaban heridos. Nuestros rostros, eran propios de la gente de este lugar, no había nada especial en nosotros, más que miseria y pena.  Y es por eso que diste la orden de retirada a tus soldados para pasar por alto.

Por un momento, los ojos de Viktor se habían emblanquecido. Al otro, todos parecieron entrar en sí, y comenzaron a  adentrarse en la nave, como si nada. Desplegaron, y la nave se volvió nuevamente invisible para seguir vigilando las calles. 

—¿Qué has hecho? —Preguntó Mathew, extrañado—. ¿Es un tipo de control mental?

—Sí, pero diferente al tuyo —confesó Adrián, un poco incómodo—. No es algo que me guste hacer, pero era necesario en este momento. 

—¿Qué hace exactamente? —Indagó Paper, intentando entender. 

—Puedo reescribir los pensamientos y la personalidad de alguien. Hacerles olvidar, insertar momentos que nunca han vivido, recuerdos, y transformar a una persona en lo que quisiera que fuera —dijo, un poco cabizbajo—. Es horripilante. 

—Sí, lo es —aseguró Mathew—. Es algo que ni yo puedo hacer. Básicamente, puedes hacer que una persona sea otra en instante. 

—Me alegro que seas tu quien lleve ese poder —dijo Mar, con una gratitud sincera. 

—¿Podemos continuar? —Preguntó Adrián, un poco incómodo. 

—Sí —dijo Mathew, agachándose a la altura de Joshue y Sortelia—. Sé que están cansados y que han se han esforzado demasiado, peor necesitamos que uses un don para registrar las calles y no volver a caer en un descuido como el anterior. ¿Creen que pueden hacerlo? 

Joshue y Sortelia asintieron, y sus ojos volvieron a mostrar ese brillo fluorescente.

—Continuemos —dijo Joshue, tomando la mano de Sortelia, y ahora colocando a la cabecera de todos. 

Ambos niños se adelantaron unos pasos y se asomaron al final del callejón. 

—Por aquí —dijo Sortelia, arrastrando a su hermano.

Los demás se miraban entre ellos, pero confiados en la dirección que estos proporcionaban. atravesaron una calle, más callejones, luego otra calle, y finalmente un callejón más. Vieron un único destello tenue de luz que emergía de una pequeña vivienda. Las lámparas de aceite arrojaban destellos ambarinos, iluminando las ventanas entreabiertas y revelando indicios de vida aún presente en aquel lugar remoto. Las sombra de alguien se movió a la ventana, al verlos, volvió a desplazarse y una puerta de madera antigua se abrió. La luz cálida y tenue del interior se filtraba por la abertura, invitándolos a entrar. El resto del grupo se detuvo, mirándose entre ellos con expresiones de incertidumbre.

Diana frunció el ceño y cruzó los brazos. 

—No sé ustedes, pero esto me parece demasiado conveniente. ¿Quién sabe qué nos espera adentro?

Lance suspiró y se rascó la barbilla. 

—Puede que tengas razón, Diana, pero también estamos agotados. Necesitamos descansar y curar nuestras heridas. No podemos seguir así.

Mar, sosteniendo a Sortelia en brazos, en ese momento que había sucumbido ya al cansancio, miró a los demás. 

—Estoy de acuerdo con Lance. No sé si podemos confiar en esta situación, pero no podemos ignorar la oportunidad de descansar y curarnos. 

—Solo hay una persona —dijo Mathew, indagando con sus dones—. Es una anciana. ¡quiere ayudarnos! 

—Va ayudarnos —dijo Joshue, volviéndose al resto—. Confíen en nosotros.  

Todos asintieron. Sabían, que de todos los que allí estaban, los niños eran los más transparentes. Así que, con una mezcla de nerviosismo y esperanza, el grupo se adentró en el callejón y atravesó la puerta hacia el interior. Adentro se reveló una pequeña habitación con paredes de adobe, iluminada por velas colocadas estratégicamente. En el centro de la habitación, una anciana de aspecto frágil y arrugado, que reflejan una vida llena de experiencias, con cabello blanco y canoso, recogido en un moño. Los esperaba, sentada en un cojín. La anciana sonrió con ternura al verlos entrar. 

—Bienvenidos, jóvenes. Veo que necesitan ayuda. Siéntense y permítanme sanar sus heridas y restaurar su energía.

—¿A qué se refiere? —Preguntó dudosa, Paper. 

—A que voy a curarlos —dijo ella, mirando a la chica a los ojos. 

—¿Cómo es que nos quieres ayudar así sin más? —Preguntó esta vez Mar, luchando entre su desconfianza y la confianza que le tenía a los niños. 

—¿No es obvio? Solo mírense, necesitan de mi ayuda. 

Joshue, fue el primero en acercarse a la anciana y acomodarse en el suelo. La anciana colocó sus manos cerca de su cuerpo, y emitiendo una luz verdosa brillante, comenzó a recorrer el cuerpo de este. Lo impresionante, fue ver como el tejido se iba cerrando por sí solo. Y aunque había una expresión de dolor en Joshue, todo eso acabó cuando esta había terminado. 

—Eres una sanadora —susurró Jan, sorprendido—. Nunca había visto a una. 

—Me alegro entonces de que me conocieras. Vamos, acuéstense todos, aprovechen que hoy amanecía con buen ánimo. Mañana no sé como amanezca —admitió, con una sonrisa, burlándose de ella misma por su vejez. 

El grupo se miró, sorprendido por la calidez de la anciana. Se acomodaron en el suelo alrededor de ella, cada uno con cautela pero también con la esperanza de obtener alivio.

—Gracias por ayudarnos —dijo Jan, en el momento que la anciana se colocó delante de él.

La anciana le sonrió, le tomó el brazo con delicadeza y cerró los ojos. Sus manos comenzaron a emitir una suave luz verdosa, de nuevo, mientras canalizaba su don de sanación. Jan sintió un cosquilleo cálido recorriendo su brazo, y poco a poco la herida comenzó a cerrarse. Y así, continuó con el resto del cuerpo. 

—Es increíble. Nunca antes había presenciado algo así. ¿Cuál es tu nombre? —Le preguntó Mathew curioso, mientras esperaba su turno.

La anciana sonrió, sin dejar de sanar a Jan. 

—Puedes llamarme Amunet. He vivido en esta ciudad durante décadas, honrando mi don de sanación. Es mi deber ayudar a aquellos que lo necesitan.

Adrián, mientras observaba cómo las heridas de sus compañeros comenzaban a sanar, habló con gratitud. 

—Señora Amunet, no podemos agradecerte lo suficiente. Estás haciendo mucho más por nosotros de lo que podríamos haber imaginado. ¿Hay algo que podamos hacer para corresponderte?

Amunet abrió los ojos y miró a cada uno de ellos con una mirada sabia y compasiva. 

—La única recompensa que necesito es verlos sanos y seguros. La presencia de ustedes en esta ciudad trae una energía especial que necesita ser protegida. 

—¿Cómo es que ellos no te atraparon? —Preguntó directamente Paper, sin poder creer que estuviera en esta casa, como si nada. Si bien era cierto que no estaba a la vista, pero ella sabía que rara vez a FACTORY se le escapaba alguien. 

Amunet, suspiró, y dijo, mientras seguía trabajando en ellos: 

—Desde que era una niña en la hermosura de lo que había sido este pueblo, supe que tenía un propósito especial en esta vida. Descubrí mi habilidad para sanar y decidí dedicar mi vida a ayudar a los demás con este don maravilloso. Desde temprana edad, sentía una conexión profunda con la naturaleza y los seres vivos que me rodeaban. Era como si pudiera sentir su sufrimiento y comprender sus necesidades más íntimas. Fue entonces cuando descubrí mi capacidad para canalizar energía curativa y aliviar el dolor y la enfermedad. Así fue como supe que estaban justo enfrente de mi casa. Pude sentir sus necesidades.

—A lo largo de los años, mi reputación como sanadora se extendió más allá de las fronteras de Siwa —continuó explicando, con alquel destello en los ojos que mostraban orgullo y complacencia— Personas de pueblos y comunidades cercanas comenzaron a buscarme en busca de alivio y esperanza. Utilicé mis conocimientos de hierbas medicinales y remedios naturales en combinación con mi don de sanación para brindarles alivio y bienestar. Sin embargo, todo cambió cuando FACTORY llegó a nuestro querido pueblo. Traían consigo el propósito de capturar a los mutantes bajo un censo. Pero el pueblo de Siwa entendió el valor y la importancia de mi don, y decidieron protegerme. Me ocultaron en un lugar seguro, sabiendo que mi poder de sanación y mi presencia eran vitales para el bienestar de nuestra comunidad.

—A través de los años, he continuado sanando a los enfermos y heridos en silencio, sabiendo que mi propósito es servir a los demás. Mi conexión con la naturaleza se ha fortalecido, y mi sabiduría en prácticas de sanación y medicina tradicional ha crecido con cada persona a la que he ayudado. Soy considerada una figura materna y protectora en Siwa, amada y respetada por todos. Mi dedicación y entrega desinteresada han creado un vínculo profundo con mi pueblo, y me siento honrada de poder traer alivio y esperanza a aquellos que me rodean, incluso para quienes no la merezcan. 

—Mi historia es una de generosidad y servicio. Aunque anciana, mi espíritu sigue siendo fuerte y mi propósito sigue siendo claro. A través de mi don de sanación, espero continuar brindando alivio y bienestar a aquellos que lo necesiten, recordándoles que siempre hay esperanza y que el amor y la compasión pueden sanar incluso las heridas más profundas del alma.

Escuchar la historia de Amunet conmovió y vitalizó a todos. Para cuando acabó de decirlo, todos habían pasado por las manos de la anciana y estaban curados. Lo siguiente que supieron, es que el aroma embriagador de especias y sabores llenó el aire, mientras el humo danzaba sobre la habitación y se perdía a través de las ventanas. 

Para cuando Mar y Paper se acercaron para ver qué cocinaba Amunet, vieron que sobre una parrilla caliente, las cebollas se doraban lentamente, liberando su aroma dulce y acogedor. En una olla de cobre reluciente, se cocinaban al dente los granos de arroz, mientras que los fideos se freían en aceite hasta alcanzar una textura crujiente y dorada.

El Kushari era una sinfonía de sabores y texturas en cada bocado. Una montaña de arroz, fideos y lentejas se alzaba en el plato, coronada con una generosa porción de cebollas caramelizadas. Sobre esta obra maestra culinaria, el chef vertía una salsa de tomate casera, vibrante en color y sabor, que se mezclaba con armonía con los demás ingredientes.

El aroma de las especias envolvía el aire, con notas de comino, cilantro y ajo que despertaban los sentidos y abrían el apetito. Cada cucharada era una explosión de sabores, una danza de texturas que se entrelazaban en perfecta armonía. El arroz suave y esponjoso se unía con los fideos crujientes, mientras que las lentejas aportaban su suave cremosidad.

—Es Kushari —escucharon decir a la anciana, al ver a estas tan interesadas. 

Para cuando cada uno comió, pudieron deleitar que no solo era un plato, era una historia que se contaba a través de su sabor. Era el reflejo de una cultura antigua que se mezclaba en un plato de fusión, donde influencias árabes, africanas e incluso italianas se encontraban en un abrazo gastronómico. Sus caras se iluminaron de placer mientras saboreaban el Kushari, sin poder creer que un solo plato encerraba la esencia misma de Egipto: placer. 

Dormir, pese a que estaban en el suelo y solo les acompañaban cobijas y mantas, no fue un problema. Estaban tan cansados, que se despojaron de sus propias preocupaciones y dudas, y se sumergieron en el deleite del descanso. 

 A la mañana siguiente, a medida que el sol comenzaba a iluminar el horizonte, el grupo despertó sintiéndose renovado y revitalizado. Las heridas que antes les causaban dolor ahora estaban completamente curadas, y la fatiga que los agobiaba se había disipado. Amunet, los recibió temprano, con más comida,  las cuales le agradecieron por su generosidad y hospitalidad.

—Tengan cuidado a partir de ahora —dijo Amunet, cuando vio como estaban listos para marcharse—. FACTORY no es el único enemigo y problema que tenemos. 

—Lo sabemos —dijo Paper, recordando a Pestilence—. Ya nos hemos topado con algunos de ellos. 

—Pero siempre puede a ver uno peor, señorita —le advirtió Amunet, dejándoles ir finalmente. 

Amunet les proporcionó algunas provisiones y les dio instrucciones sobre la mejor ruta para llegar a su destino. A medida que se despedían, la anciana les recordó que siempre había esperanza y que debían confiar en su instinto y en su capacidad para superar cualquier obstáculo.

El grupo finalmente se adentró en las calles de Siwa una vez más, esta vez con renovada confianza y determinación. Lo primero que los golpeó en el rostro, es ver la gran diferencia de la ciudad en la mañana en contraste con la noche. Las calles no solo se veían más pintorescas, sino que pudieron observar la vida cotidiana de sus habitantes. Los mercados estaban llenos de colores y aromas tentadores, y había conversaciones animadas que llenaban el aire.

—Esta es la forma en la que la recordaba —confesó Jan, admirado, pero tan desconcertado como el resto al ver como estaba repleta de personas. 

A medida que avanzaban, el grupo comenzó a notar algo inusual. Algunos de los residentes los miraban con sospecha y cautela, evitando sus miradas y manteniendo cierta distancia. Pese a lo animada que se observaba, era notorio que había obtenido una huella de desconfianza hacia los extranjeros.

—Creo que estamos llamando mucho la atención —murmuró Paper a todos. 

—¿Qué proponen hacer? —Preguntó Lance, mirando de un lado a otro. 

En ese instante, vieron a Mar apropiarse de rasgos sobre su rostro y su cuerpo, propios del gentilicio de aquella ciudad: una mujer de piel curtida por el sol y los años de trabajo duro, llevaba consigo la carga de la vida en su rostro. Sus ojos cansados reflejaban la lucha diaria y su mirada, llena de determinación, transmitía una fortaleza innata. Vestida con ropas desgastadas y simples, hasta sus manos ásperas parecían revelar la dedicación incansable que empleaba en sus labores. A pesar de su aparente pobreza, su sonrisa humilde irradiaba calidez.  

—Bien hecho, Mar —dijo con orgullo Adrián. 

—La pregunta, es como se camuflajean ustedes —le dijo de vuelta. 

—Nosotras lo haremos —dijo Skyler, codeando a Paper. 

Ella asintió, compartiendo la misma idea. Y así, al atravesar un callejón hacia otra calle, a los ojos de todos los habitantes, solo había un grupo de familia caminando entre ellas. 

Bajo ese engaño, pudieron ver la vida común de Siwa: En las callejuelas, se escuchaban los suaves pasos de los lugareños que salían de sus hogares, listos para comenzar otro día de trabajo y rutina. Los aromas de las especias y el pan recién horneado se mezclaban en el aire, provenientes de los puestos de comida que comenzaban a abrir sus puertas.

En el oasis, las palmeras se mecían suavemente con la brisa matutina, mientras los agricultores se dirigían a los campos para cuidar de sus cultivos. El sonido distante de los animales de granja, como las cabras y las ovejas, se mezclaba con el cantar de los pájaros, creando una sinfonía natural que llenaba el ambiente. En el centro de la ciudad, la mezquita se alzaba imponente, convocando a los fieles a la primera oración del día. Los devotos se congregaban en su interior, arrodillándose en reverencia mientras el imán recitaba los versos sagrados.

En las calles principales, el bullicio comenzaba a tomar forma a medida que los vendedores ambulantes montaban sus puestos y exhibían sus productos. Los colores vibrantes de las telas y las artesanías llamaban la atención de los transeúntes, quienes detenían su paso para admirar y regatear por los tesoros locales. Sí, Siwa no era la misma en las noches. Mientras en el día cobraba vida con la energía de sus habitantes y visitantes, el ajetreo de los negocios, los encuentros casuales entre vecinos y el eco de las conversaciones que llenaban las calles, mientras el sol ascendía en el cielo, por las noches moría, la energía de los visitantes parecía consumida en un soplo, las calles se veían desoladas y muertas, con aquel peso de oscuridad y de tristeza; con un silencio tan garrafal, que todavía se veían a sí mismo huyendo la noche anterior. 

A medida que avanzaron por la ruta que Anumet les había dado, el grupo llegó a una plaza central donde se encontraba un antiguo templo. La estructura majestuosa estaba adornada con jeroglíficos y esculturas que contaban historias de tiempos pasados. La energía en el lugar era palpable, y todos sintieron una conexión profunda con la historia.

Mientras admiraban el templo, el grupo se detuvo de repente cuando una sombra se alzó frente a ellos. Eran figuras encapuchadas, emergiendo del templo como fantasmas del pasado. Sus ojos brillaban con malicia y misterio, y sus voces resonaron en el aire con una cadencia inquietante.

—¡Intrusos! ¡No pertenecen a este lugar! ¡Siwa es nuestra y no permitiremos que profanen su suelo! —exclamó una voz oscura y amenazante desde el grupo de encapuchados.

El corazón de todos se aceleró, sus miradas se endurecieron y sus músculos se tensaron en respuesta a la hostilidad que les rodeaba. La gente alrededor detuvo todo, y se quedaron mirándoles directamente. En aquellas miradas, parecía a ver una especie de complicidad y violencia, como si esperaran que algo terrible ocurriera y los hiciera desaparecer. 

—No hemos venido a causar problemas —dijo Mar, su voz resonando con valentía.

—¡Silencio! No tenemos tiempo para tus palabras vacías —interrumpió otra de las figuras encapuchadas con voz autoritaria y despiadada.

En ese momento, una ráfaga de viento sopló a través de la plaza, llevando consigo un sutil aroma a especias. El grupo apenas notó el cambio en el ambiente. Sus sentidos se volvieron borrosos y sus pensamientos se nublaron. Una sensación de debilidad y desorientación los invadió, dificultando su capacidad de reacción. Lentamente, se dieron cuenta de que habían sido drogados y que su libertad estaba siendo arrebatada.

Las figuras encapuchadas se acercaron, aprovechando la confusión y la vulnerabilidad del grupo. Los agarraron con fuerza y los inmovilizaron, impidiendo cualquier intento de resistencia. A pesar de sus esfuerzos por luchar, las drogas les habían robado gran parte de su fuerza y claridad mental.

—No resistas, jóvenes insensatos. Su lucha es inútil —dijo la voz autoritaria mientras los arrastraban hacia un rincón oscuro de la plaza.

El grupo intentó reunir las últimas fuerzas que les quedaban para resistir, pero era en vano. Estaban completamente superados en número y en estado físico. La adrenalina que una vez corrió por sus venas se desvaneció rápidamente, reemplazada por una sensación de impotencia y desesperación.

Fueron llevados a una pequeña construcción a las afueras de la plaza. Era un lugar oscuro y claustrofóbico, con paredes de piedra fría y sin ninguna señal de escape. Los encapuchados los arrojaron al suelo y los dejaron allí, encadenados y aturdidos por la droga que había invadido sus cuerpos.

—¿Qué van a hacer con nosotros? ¿Quiénes son ustedes? —preguntó Paper, luchando por mantener la compostura mientras su voz temblaba de miedo.

Las figuras encapuchadas guardaron silencio por un momento, como si estuvieran disfrutando de su angustia. Finalmente, la voz autoritaria habló de nuevo, llenando la habitación con su presencia opresiva.

—Su presencia aquí, en Siwa, es una amenaza para todos nosotros y no podemos permitir que interfieran con nuestros planes.

El grupo miró a su alrededor, intentando encontrar una salida o una forma de liberarse, pero las cadenas que los ataban eran firmes y las paredes de piedra parecían inamovibles.

—No tienen idea de con quién se han metido —advirtió Lance, su voz llena de determinación a pesar de las circunstancias.

—Ah, pero sí lo sabemos —respondió la voz autoritaria con una risa siniestra—. Hemos estado vigilándolos desde que pusieron un pie en esta ciudad. Ustedes son impuros. Y ahora, serán nuestros prisioneros hasta que decidamos qué hacer con ustedes.

La habitación se sumió en un silencio tenso, solo interrumpido por la respiración agitada y los latidos acelerados del grupo. La incertidumbre y el temor llenaron el aire. Segundos después, todo se oscureció para ello una vez más. 


¿Chicos cuéntenme que tal les está pareciendo el tercer libro? todavía queda mucho por contar, pero cada vez me emociono más por escribir y escribir esta historia. ¡Vamos díganme que tal va!

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