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Los Pequeños Héroes

"Los pequeños héroes, con actos cotidianos y un corazón valiente, tejen hilos invisibles que transforman vidas y encienden la esperanza en cada rincón del mundo."

Capítulo 14

Los chicos habían durado en Marsa Matrouh unos tres días. No solo compartieron con los pobladores, sino que aprovecharon el lugar para descansar de los días anteriores, compartir información y hacer alianzas. Además, entre ellos mismos, había mejor camaradería. Era obvio que necesitaban un respiro después de todo. 

Sin embargo, a la mañana del cuarto día, había dejado a Marsa Matrouh con un auto que el mismísimo Nathan les regaló.  Se trataba de una Toyota Land Cruiser, que avanzaba majestuosamente sobre la carretera que se extendía por el árido paisaje de Egipto. Su carrocería era robusta y resistente, con una parrilla frontal, que mostraba su capacidad para enfrentar cualquier terreno que se le presentara. Las ventanillas estaban abiertas, dejando entrar la brisa cálida del desierto mientras el sol estaba sobre ellos. 

En el interior, los asientos de cuero negro, estaba realmente bien cuidados y ofrecían comodidad a los pasajeros, quienes charlaban y reían, compartiendo historias y emociones en el camino. Habían dejado un reproductor de música, creando una atmósfera animada y llena de energía. Por supuesto, el paisaje desértico se extendía a ambos lados de la carretera, con dunas de arena y rocas que creaban una imagen impresionante y majestuosa. Y detrás, en la cajuela, Paper había llenado esta de montones de proviones de armas. 

Según el mapa que Nathan les ofreció además, debían ir por la ruta hacia Alexandria. Y La distancia aproximada desde Marsa Matrouh hasta esta era de alrededor de 290 kilómetros. Así que, el tiempo que tomaría recorrer era de unas 3 a 4 horas. Habían pasado El Dabaa, Al Alamein, Burj Al Arab, El Hammam, Sidi Abd El-Rahman, Marina El Alamein y Borg El Arab, faltaban al menos 30 minutos para llegar a Alexandria como tal. Y con el tema del combustible no hubo problema, puesto que, aunque las ciudades estaban desalojadas, las gasolineras abandonadas todavía tenían desde su último uso. 

Lance se apoyó en el respaldo del asiento y miró por la ventanilla, reflexivo: —Es increíble cómo han quedado todas las ciudades que hemos pasado. Parece como si la vida se hubiera detenido de golpe, como si el tiempo se hubiera congelado.

—Es triste ver cómo el mundo que se conocía se ha vuelto un lugar irreconocible —añadió ella, mirando el paisaje, pero con recuerdos sobre lo que ella misma había hecho en el pasado—.  Pero también es impresionante cómo la naturaleza está retomando su espacio. Miren esas dunas de arena cubriendo todo a su paso.

Mathew, que estaba sentado en el asiento del conductor, sonrió. 

—Al menos tenemos este auto para movernos. Imaginen cuánto tiempo nos habría tomado caminar todos estos kilómetros.

Paper rió, apoyándose en el asiento de al lado: —¡Uff! Ni lo menciones. Seguro aún estaríamos en Marsa Matrouh, y eso si no nos hubiéramos perdido un par de veces en el camino.

Mar miró a los más pequeños del grupo, Sortelia y Joshue, que iban en la parte de atrás. 

—¿Y ustedes dos qué piensan de todo esto? Es duro para todos nosotros, pero aún más para ustedes, siendo los más jóvenes.

—Es triste ver todo destruido, pero también sé que estamos aquí para hacer una diferencia y proteger a los demás —respondió la niña, con sus grandes ojos brillantes. 

 —Tampoco es que lamentarnos resuelva algo, ¿o sí? —Cuestionó Joshue, mostrando que, pese a su edad, era demasiado maduro. Y es que las situaciones difíciles moldeaban el carácter más pronto de lo requerido muchas veces. 

—Tienes toda la razón —dijo Skyler, dándole una sonrisa sincera—. Lo importante, es que en medio de lo malo, nos tenemos a nosotros.

Adrián tenía el rostro perezoso, y estaba recostado del marco de una de las puertas. Miró a Mar, luego a Skyler y luego a los niños, y solo apoyó su cabeza hacia atrás, demostrando una pereza irreconocible. Jan, solo miraba a los niños con una sonrisa, como si estuviera recordando a su propia familia. Y es que ese era el efecto que Sortelia y Joshue les daba a ello: esperanza. Tenerlos, es como si cada uno de ellos hubieran recuperado al menos una pequeña pieza que habían perdido, en especial Mathew, Skyler y Jan, quienes habían perdido a sus familiares. 

—En conclusión —agregó  Mathew, mirando por el retrovisor—. Este auto es una bendición, y mira que chulada que es. 

Entonces, Sortelia, con su inocencia infantil, preguntó: —¿Y qué haremos cuando lleguemos?

—No lo sabemos linda —dijo Paper, con mirando hacia atrás—. Eso es lo bueno de las aventuras, nunca se sabe que encontrarás. 

—Y mira lo que hemos encontrado —recordó Adrián, con el ceño fruncido. 

—Bueno, solo esperemos que no sean momias, ni escorpiones ni FACTORY —fingió un tono tenebroso Mar, haciendo reír a Sortelia.

—¡Y sí lo son, los acabaremos cómo lo hemos hecho hasta ahora! —respondió Sortelia de vuelta, haciendo que Adrián solo expulsara el aire en sus pulmones. Su inocencia era admirable, pero sabía que no entendía lo cerca que han estado de la muerte en todas esas oportunidades. 

Finalmente habían llegado a Alexandria. El sol de medio día colgaba en el cielo, arrojando una luz despiadada sobre las calles vacías y los edificios en ruinas. Las altas torres de concreto, una vez majestuosas, ahora mostraban signos de deterioro y abandono, con cristales rotos y paredes descascaradas.

El polvo y la arena se levantaban en remolinos al paso del vehículo, creando una atmósfera asfixiante y opresiva. Las calles estaban desiertas, sin rastro de vida humana. El sonido del viento silbando entre los escombros y las hojas secas de los árboles muertos era lo único que rompía el inquietante silencio.

—Parece que está igual que las que dejamos atrás —murmuró Diana, con pena. 

Los edificios y monumentos históricos que una vez adornaron la ciudad ahora se erguían como sombras del pasado, recordatorios de tiempos mejores. La gran biblioteca de Alexandria, un símbolo de sabiduría y conocimiento, estaba ahora en ruinas, con sus libros y tesoros dispersos por el suelo. A medida que el auto avanzaba por las calles desoladas, los chicos podían sentir el peso de la historia y la desolación que se cernía sobre la ciudad. Pero a pesar de la desesperanza que rodeaba el lugar, también podían percibir un atisbo de esperanza, porque pequeños brotes de vegetación asomaban entre las grietas del pavimento, como un recordatorio de que la vida aún luchaba por abrirse paso en medio de la destrucción. Algunos grafitis coloridos adornaban las paredes grises, llevando mensajes de resistencia y unidad en tiempos difíciles. Además, a pesar de la apariencia desoladora, Alexandria seguía siendo una ciudad imponente e impresionante.

Se detuvieron enfrente de un viejo comercio, porque la mayoría quería ir al baño. El primero en volver había sido Jan y se apoyó sobre el auto, mientras esperaba. Sin embargo, mientras estaba allí, por algún motivo, le pareció escuchar algo al otro lado de la calle. Se volvió hacia el ruido, pero solo vio el aire mover de una lado a otro algunas bolsas plásticas de snacks. Sin embargo, cuando colocó su vista enfrente de nuevo, vio la cabeza de alguien en una esquina, mirándole fijamente. Cuando notó que le había visto, pareció retroceder. 

—¿Qué sucede? —Preguntó Paper, cuando vio que este miraba de un lado a otro en guardia. 

—No estamos solos —respondió tajantemente.

Paper, colocando un semblante serio, fue detrás de la camioneta y sacó un revolver de cañón largo, con mira telescópica, apuntando de un lugar a otro. 

—¿Qué hacen...? —Había preguntado Mathew, hasta que su propio entrecejo reveló que había sentido las presencias—. Son cuatro —confirmó—. Uno está en la cima de aquel edificio, señaló el techo de la estructura detrás de ellos—, otro está al doblar en esa esquina a mano derecha —señaló la ubicación en donde Jan vio la pequeña cabeza—, el tercero justo está en el techo de este local detrás de nosotros —no se volvió a mirar, solo para no dar señales de que sabían de su presencia—, y el último está en la planta baja de aquel otro edificio —señaló la estructura que estaba al lado, pero enfrente de ellos. 

—¿Sucede algo? —Preguntó ahora Diana, con Mar, Skyler y Sortelia detrás, y más allá Joshue y Adrián.   

—Creo que alguien nos ve —dijo Adrián, señalando una ventana a su costado, con una cabeza asomada en una ventana, que al darse cuenta que le vieron, se ocultó—. Ni siquiera saben espiar —se quejó. 

—Todos alertas —murmuró Mathew—. ¡Bien, es hora de irnos! —vociferó de pronto, intentando revelar que solo estaban de paso. 

Todos abrieron las puertas del auto y comenzaron a subir. Los chicos se apresuraron a entrar en el auto y se pusieron en marcha por las calles de Alexandria. A medida que avanzaban, Mathew conducía con cuidado, manteniéndose alerta a cualquier movimiento sospechoso a su alrededor. Sin embargo, solo esperaban poder salir de la ciudad como si nada, pero la suerte de unos no es la suerte del otros, así que, sintieron un brusco sacudón en el auto y un sonido estridente que los hizo detenerse.

—¡Algo pasó con el neumático! —exclamó Mathew, negando con la cabeza.

Mathew salió del auto para revisar y confirmó que uno de los neumáticos se había espichado. Mientras tanto, los otros chicos bajaron del auto, mirando a su alrededor en busca de alguna pista sobre lo que pudo haber sucedido. Fue en ese momento que Paper notó algo extraño: una flecha clavada en el costado del auto, justo donde estaba la llanta pinchada. Se acercó rápidamente y la retiró, examinándola con cuidado.

—¡Miren esto! —exclamó Paper, mostrando la flecha a los demás—. Esto no es casualidad, alguien lo hizo a propósito.

—¿Nos siguen? —preguntó Skyler, mirando a su alrededor con nerviosismo.

—Llevan rato siguiéndonos, pero la trayectoria de la flecha no está precisamente hacia la ubicación de ellos —comentó Mathew, frunciendo el ceño—. Pero lo extraño es que ahora siento otras tres presencias más, aparte de las cuatro que ya sabíamos, justo de donde sí es posible enviar esa flecha.

En ese momento, como si aparecieran de la nada, tres figuras emergieron de las sombras: El primero, un caballero con espada, un hombre imponente y majestuoso. Tenía una altura considerable, con una figura atlética y poderosa. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos nobles y varoniles. Sus ojos oscuros, penetrantes y llenos de determinación, reflejaban valentía y sabiduría. En su armadura reluciente, portaba con orgullo una espada, con una hoja imponente. La apariencia, sin duda era de la España del siglo XI.

El segundo, parecía un hombre ágil y astuto, con una apariencia que lo hacía fácil de pasar desapercibido entre la gente, si se vivía en otra época. Tenía una estatura promedio, con figura delgada y atlética. Su cabello castaño oscuro estaba cubierto por un sombrero verde, mientras que su barba bien cuidada, resaltaba su expresión decidida y audaz. Sus ojos verdes brillaban con inteligencia y picardía, reflejando su ingenio. También, estaba vestido con ropas sencillas y discretas, si se situara en la Inglaterra medieval, durante los siglos XII y XIII, lo que le hubiera permitido mezclarse con la multitud. Su arco y tres flechas le apuntaban directamente.

Y el tercero, un luchador aparentemente fuerte. Tenía una figura imponente y robusta, de una estatura considerable, que lo convertía, en apariencia, en un guerrero formidable. Su cabello rubio caía en mechones sobre su amplia frente, y su barba larga y bien cuidada le otorgaba un aire de poder y conocimiento. Sus ojos azules, llenos de coraje y valentía, irradiaban determinación y fortaleza. Llevaba una armadura y ropas marcadas por batallas, mostrando el desgaste de la lucha contra quién-sabe-qué. Y a diferencia del resto, parecía ambientado en la Escandinavia del siglo VI o VII.

—¿Quiénes son ustedes y por qué nos persiguen? —Preguntó Diana de inmediato, haciendo aparecer una lanza jabalina en su mano, apuntándoles directamente.

Entonces, cuando no creyeron que se podía poner más raro la situación, cuatro figuras salieron y se interpusieron delante de ellos.

—¡Con qué han vuelto a aparecer y esta vez buscan aterrorizar a extranjeros! —rugió una chica, la mayor de los tres niños que estaban delante de los demás. Tenía los ojos brillantes y el cabello oscuro que caía en cascada sobre sus hombros. Llevaba una estatura promedio para su edad, como la de Joshue, y una sonrisa cálida que irradiaba amabilidad y confianza.

—No se preocupen, ahora que estamos aquí estarán a salvo —dijo el menor de los cuatro niños, un niño de cabello oscuro y ojos expresivos. Con una apariencia encantadora y una sonrisa traviesa que le iluminaba el rostro.

—Pero sí son Los Pequeños Héroes —dijo el hombre de sombrero verde, con una sonrisa irónica—. Amina al-Farsí —señaló a la mayor—, Karim Hassan —señaló a un niño de ojos oscuros y cabello castaño que llevaba desordenado, pero con una sonrisa socarrona que demostraba a alguien valiente y alegre—, Layla Hasa —otra niña, con cabello oscuro y brillantes ojos ámbar, la cual también sonreía. Y finalmente señaló al niño menor que les había hablado sobre su seguridad—. Youssef al-Masri.

—Esta vez, no se saldrán con la suya, nos llevaremos a todos ellos como nuestros rehenes y solo los dejaremos libre si ustedes nos entregan esta ciudad y se van de ella —dijo el soldado escandinavo, apretando sus puños y poniéndose en guardia.

—No acabará de la misma forma que la última vez —aseguró ahora el español, con escudo y espada.

—¿Eso es lo que realmente creen? —Cuestionó Layla—, ¿Nunca aprenden que siempre ganamos?

—Creo que necesitan recordar quiénes son los héroes de esta ciudad —señaló Karim—, ¿por qué mejor no entregan Al Ancestro y terminan de una vez con toda esta tontería. Lo encontraremos y lo acabaremos a él y a todos ustedes.

Por un momento, Mathew y los demás —con excepción de Sortelia, Joshue, Lance y Diana—, se sentían en una historia sacada de un cuento fantástico.

—¿Qué rayos está pasando aquí realmente? —Preguntó Mar, extrañada. Todos le vieron confundidos ante su pregunta—. ¿A caso no lo ven? El castaño hermoso es El Cid Campeador, también llamado Rodrigo Díaz de Vivar, el del sombrero verde, es obvio, es Robin Hood, y el rubio que parece esculpido por los dioses, es Beowulf de "Beowulf". Todos son personajes sacados de literatura clásica. ¿Son reales?

—¿A quién le preguntas? —Robin Hood parecía ofendido por la pregunta de Mar—. Que sea mi flecha la que te diga si somos reales.

El hombre soltó la flecha, haciendo que Amina se colocara enfrente de ella, y se convirtiera en una enorme pared de concreto que hizo rebotar la flecha. Entonces, para cuando se dieron cuenta, los niños habían dado marcha a una lucha. 

—¿Por qué huele a mierda? —Preguntó Adrián, con el rostro desfigurado por el mal olor.

—Lo siento, soy yo —dijo Youssef—, es mi poder.

Adrián iba a decir un comentario, pero Mar le hizo una ceña con los ojos que hizo doblegar su propia boca.

Entonces, como si el asunto fuera gracioso, vieron a Robin, a Rodrigo y a Beowulf morirse de carcajadas. Adrián iba a decir otro comentario, pero Youssef se le adelantó: 

—Y ese es el poder de Layla. 

—¿Hacer cosquillas? —Quiso Sortelia confirmar, con los ojos abiertos. El niño le asintió—. ¡Que divertido! 

Los adultos, se miraron entre sí, no podían creer que estaban viendo algo como aquello. 

—¿Deberíamos ayudar? —Preguntó Lance, por debajo a Mathew. 

—¡No! ¡Podrían salir lastimados! —vociferó Karim.

Pese a que los "supuestos villanos" lograron doblegar sus propios impulsos, a pesar de seguir riendo como locos, vieron a Rodrigo correr entre carcajadas con la espada Tizona directo a Youssef. 

—¡Eliminaré primero al maloliente! —rugió. 

Pero Karim lo interceptó, y de inmediato se infló de tal manera, que su cuerpo no solo creció un poco más de tres metros, sino que era tan redondo que parecía una pelota. La espada intentó cortarlo, pero más bien, tuvo un efecto rebote que mandó a volar al soldado. Tres flechas le hubieran impactado a Karim, de no haberse desinflado en ese instante, como cuando un globo suelta todo el aire.  

Ante eso, el Robin Hood, buscó un punto estratégico desde donde podía disparar con precisión. Dirigió su mirada hacia Layla, quien seguía utilizando su poder de cosquillas para distraer a los enemigos. Y colocando una flecha a su arco y apuntando directo a la cabeza de esta, pensaba disparar. Sin embargo, antes de que pudiera soltar la primera flecha, Youssef aumentó la intensidad de su desagradable olor, lo que dificultó la concentración del arquero y cuando lazó, falló estrepitosamente.

Para ese instante, Mathew y el resto había decidido entrar en el auto, subir las ventanas y encender el aire acondicionado. 

—¿¡Cómo puede oler tan mal!? Ni la plebe de mi reino hedía de tal forma —chilló Diana, escandalizada. 

—No lo sé, pero no abriremos este auto hasta que ellos terminen —añadió Mathew, tan impactado como el resto. 

En ese momento, el luchador escandinavo, Beowulf, se lanzó al ataque, cargando hacia Youssef con una fuerza impresionante. Pero el niño se movió con agilidad, esquivando los embates del luchador y soltando su olor desagradable a su paso. Esto hizo que Beowulf retrocediera momentáneamente, tratando de no respirar mientras planeaba su próximo movimiento.

El Cid Campeador, con su espada Tizona en mano, se abalanzó, blandiendo su espada con maestría y habilidad, intentando golpear a Amina con un poderoso tajo. Pero Amina rápidamente cambió de forma, transformándose en un pequeño carro de juguete, con el que esquivó ágilmente el ataque del Cid. Al mismo tiempo, Layla aprovechó la distracción para lanzar una mirada llena de chispa hacia El Cid, haciendo que una incontrolable risa se apoderara de él por unos momentos. Esto le permitió a Karim inflarse aún más y comenzar  a rodar hasta aplastar a este por completo. Desde allí, solo se oían los gritos mezclados con risas, y su falta de oxigeno. 

Mientras tanto, Karim se desinfló rápidamente, adoptando su tamaño normal para poder moverse más ágilmente. Cargó hacia Beowulf que volvía a dirigirse hacia Youssef, lanzando potentes golpes con sus puños, mostrando que, a pesar de su corta edad, era un luchador valiente y decidido. Amina, viendo la oportunidad, cambió de forma nuevamente y se convirtió en un avión de juguete planeador, volando hacia el tejado del edificio. 

Esto hizo que Robin Hood comenzara a disparar flechas hacia ella, pero esta se maniobraba bastante bien en el aire, esquivando todas las flechas. 

Layla, aprovechando la distracción de todos, hizo que los héroes clásicos se retorcieron de risa, incapaces de defenderse adecuadamente mientras luchaban contra la divertida táctica de todos. Sin embargo, los tres héroes clásicos no eran inexpertos en combate y rápidamente recuperaron la compostura. Beowulf se abalanzó nuevamente hacia Youssef, tratando de vencerlo con su fuerza sobrehumana. Pero el niño astuto y ágil se movió con rapidez, evitando los ataques del luchador y respondiendo con rápidos movimientos.

El Cid, con su espada en alto, se preparó para enfrentar a Karim, quien no mostraba miedo y enfrentaba valientemente al legendario guerrero español. Ambos intercambiaron golpes y esquivaron hábilmente los ataques del otro, demostrando su destreza en el combate cuerpo a cuerpo. En lo alto, Amina, transformada en avioncito, encontró el momento oportuno y se lanzó en picado hacia El Robin Hood,  con determinación. El arquero intentó disparar una flecha, pero Amina fue más rápida y lo golpeó directo al rostro antes de que pudiera apuntar. El Robin Hood cayó al suelo, momentáneamente aturdido por el ataque.

Entonces, cuando creyeron que iba a continuar le asunto, vieron a los tres Héroes Clásicos, ahora villanos en ese momento, transformarse en papel, y con ello volaron en el cielo como si estuvieran envuelta en una corriente de aire. 

—¡Puede salir, ya se han ido! —chilló Youssef, con una amplia sonrisa por la victoria que habían tenido. 

—Sí supiera que no estamos aquí ocultos por esos hombres, sino por él —murmuró Adrián, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. 

—Compórtate son unos niños —le dijo Mar, dándole un codazo—. Sé amables con ellos. 

Los chicos salieron del auto con cautela, observando a los cuatro misteriosos niños que los habían ayudado en la batalla contra los legendarios héroes clásicos. Mathew, intrigado y curioso, se adelantó hacia ellos y les dijo, animadamente:

—¡Felicidades por esa grandiosa victoria! ¿Dónde han aprendido a luchar de esa forma?

Amina, la mayor de los cuatro, tomó la palabra y respondió con una sonrisa:

—Somos los "Pequeños Héroes". Nuestra misión es proteger esta ciudad y a sus habitantes, especialmente a todos los supervivientes. Nuestra intención era seguirlos en secreto hasta que dejara la ciudad como muy bien les oímos decir, pero justo aparecieron esos villanos y le han dañado su neumático. No somos enemigos, al contrario, queremos colaborar con ustedes. Creo que deberían venir con nosotros para ver si podemos resolver su problema. 

Layla, la otra niña, se acercó y agregó:

—Sí, sí, no queremos causar problemas, al contrario. Youssef aquí es nuestro olor apestoso y Karim es el chico inflable, ¿verdad que eso es genial?

Youssef hizo una mueca y respondió:

—Sí, eso es genial, pero no es lo único que puedo hacer —murmuró, un poco avergonzado.

Karim asintió y se infló ligeramente para demostrarlo.

—Yo soy Amina, y tengo la habilidad de transformarme en diferentes formas, como viste durante la pelea —explicó la muchacha—. Y Layla tiene el poder de hacer que la gente se retuerza de risa —la menor de ellas, sonrió. 

Layla hizo una mueca divertida y provocó que Lance se pusiera a reír involuntariamente.

—¡Esto es fascinante! —rugió entre risa Lance. 

Mathew estaba asombrado por las habilidades de los niños y la manera en que trabajaban juntos como un equipo. Se dio cuenta de que compartían una causa común: proteger a la ciudad y a sus habitantes.

—Es increíble lo que pueden hacer. Me recuerdan a los personajes de cuentos de hadas con poderes mágicos —dijo Mathew con una sonrisa—. Pero, ¿cómo es que están aquí y por qué nos ayudaron?

Amina tomó un momento para explicar:

—Vivimos aquí en Alexandria. La ciudad enfrenta muchas amenazas, y nosotros hemos asumido la responsabilidad de protegerla. Cuando vimos que necesitaban ayuda, no dudamos en intervenir. 

—Y ahora queremos llevarte a conocer a alguien muy especial que también es una heroína de Alexandria —interrumpió Karim—. Su nombre es Zahra El-Masry y vive en la biblioteca de la ciudad, y es la más grande heroína de todos nosotros. 

Mathew estaba cada vez más intrigado y emocionado por la perspectiva de conocer a alguien con poderes similares a los de los "Pequeños Héroes". Vio a sus compañeros, y les hizo señas de que siguieran a los niños.

—Está bien, los seguiremos...

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