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La Reunión

"Ser un puente divino es ser el vínculo entre el cielo y la tierra. Un privilegio que nos convierte en instrumentos de lo alto, capaz de canalizar la luz y el amor para unir lo terrenal y lo etéreo en un abrazo sagrado."

Capítulo 20

Es increíble que la historia de la guerra parezca convertirse en un ciclo sin fin de repeticiones dentro del mundo. Y era precisamente lo que el contexto histórico de la ciudad El Alamein hablaba.  Se trataba de una ciudad costera ubicada en el norte de Egipto, a lo largo de la costa mediterránea. Y era conocida principalmente por su importancia histórica, debido a las batallas que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial, específicamente la Batalla de El Alamein. 

Esta batalla fue un enfrentamiento clave entre las fuerzas del Eje, lideradas por Alemania e Italia, y las fuerzas aliadas, principalmente británicas y de la Commonwealth, que tuvo lugar entre octubre y noviembre de 1942. La Batalla fue un punto de inflexión en el Norte de África durante la guerra. Las fuerzas aliadas lograron detener el avance del Eje, marcando el inicio de una serie de victorias que finalmente llevarían a la derrota del Eje en África y a la liberación de esta región de la ocupación enemiga.

Hace pocos años, El Alamein seguía siendo un lugar de interés histórico y turístico. Había varios monumentos y cementerios que conmemoran a los soldados que participaron en la batalla, como el Cementerio de Guerra de El Alamein, donde yacían miles de soldados de diferentes nacionalidades que perdieron la vida en la batalla y era considerado uno de los más importantes.

El tiempo que les tomó llegar a todos desde El Cairo hasta El Alamein, había sido de apenas 30 minutos, volando en dragones. Debido a que habían perdido el auto, Diana confirmó que volar en una de estas criaturas era un obra de arte y un recorrido mucho más rápido. Por supuesto, todos se preguntaron porque no lo había hecho desde un principio, y ella solo respondió que, aunque era un buen método de viaje, no era el más seguro; pero debido a la urgencia, ahora lo permitía. 

La ciudad, una vez animada por la historia de la Segunda Guerra Mundial y ubicada en la costa del Mar Mediterráneo, ahora parecía una ciudad olvidada por el tiempo y la civilización. A pleno día, sus calles y avenidas estaban desoladas, sin un alma que recorriera sus aceras. Los edificios, antes testigos de la historia y el paso de los años, se erguían con un aire melancólico, con las marcas del abandono en sus fachadas. Las casas y los apartamentos que alguna vez albergaron a familias, ahora estaban vacíos y en ruinas, con ventanas rotas y pintura desgastada por el tiempo y la falta de mantenimiento. 

Las calles, antes llenas de vida, estaban cubiertas de polvo y escombros, como si nadie hubiera pasado por allí en años. Los letreros de negocios y tiendas colgaban de manera precaria, descoloridos y borrados por el sol y el viento. Los parques y plazas que una vez habían sido puntos de encuentro y recreación ahora estaban desiertos, con bancos rotos y césped sin cuidado. La brisa del mar, en lugar de traer consigo el aroma salado y fresco, parecía llevar un aire de abandono, como si la ciudad misma hubiera sido dejada atrás por el mundo.

La playa, que alguna vez había sido un lugar de belleza natural y diversión, ahora se extendía desolada y desierta, con la arena y las olas del mar como únicos testigos de la desolación que se había apoderado del lugar. Los hoteles y complejos turísticos que solían recibir a viajeros y visitantes, estaban cerrados, con carteles de "se vende" y "se alquila" colgando de sus puertas. El aire de abandono y descuido se cernía sobre cada rincón, como un recordatorio silencioso de que el pasado glorioso de la ciudad había sido reemplazado por el silencio y la soledad.

—Jamás hubiera creído montar a un dragón —dijo Bionic, realmente maravillado de la criatura escamosa que dejaba. 

—Ese de allí es un dragón de fuego —dijo Diana, mirando a la criatura rojiza que Bionic acariciaba—. Ese es un dragón de hielo —señaló la criatura azul de Arlen—. El que está allá es un dragón natural —ahora hablaba del verde del que se desmontaba Lance—. Ese es un dragón del sueño, y el que poseo es uno de ataque, el más mortal de todos —habló de un dragón blanco primero, del cual se bajaban Joshue y Sortelia, y del dragón negro que ella había montado—. Son criaturas cautivadoras. 

—¿Hay muchos dragones en tu mundo? —Preguntó Bionic interesado a la chica rubia. 

—La verdad es que hubo una época en el que habían cuevas llenas de estos, luego, fueron desapareciendo hasta solo ver a unas criaturas que, se dice, son descendientes de ellos, los cambiaformas dragones, prácticamente draconianos —le respondió Diana, pensativa—. Pero mi mundo fue destruido por una fuerza increíble a la que llamábamos El Nihilismo, pero El Soberano nos llevó a otro lugar, donde estos dragones son tan mansos como los que tienen enfrente producto de mi imaginación.  

—Entonces, ¿provienes de dos mundos? —Preguntó Arlen, sorprendida de lo que ella revelaba. 

Diana asintió. Pestilence miraba a la chica de forma interesado, aunque mantuvo la boca cerrada. 

—Lance y yo solo estamos en una misión especial, pero no somos de este mundo. Tampoco es que queramos serlo, y espero no se ofendan —aclaró, un poco preocupada de sus palabras—. es solo que una vez que prueba la gloria del Soberano, difícilmente cambiarías algo perfecto por algo que no lo es. 

—Nosotros estuvimos cien años en el espacio, hablando con él —confesó Bionic, maravillado—. Y puedo entender a lo que te refieres. Es como si cada vez que pasas tiempo con Él, te sintieras más vivo. ¿Cómo dejar algo así? 

Diana sonrió y asintió. Definitivamente habían conocido al mismo ser. 

Todos allí, observaban a su alrededor, sintiendo una especie de pesar por la ciudad que había sido testigo de eventos tan significativos en el pasado. Era como si la grandeza de su historia hubiera quedado atrás.

—Mathew, ¿estás seguro de que Zahra, Nathan y Amunet estarán aquí? —preguntó Lance, con una mirada de inquietud.

—Sí, estoy seguro —respondió él con convicción, mirando a LAnce con determinación—.  Hicimos uso de las habilidades telepáticas de Skyler para amplificar nuestros poderes mentales y establecer una conexión a través de la visión astral. Pudimos recibir un mensaje de ellos, y nos dijeron que estarían aquí, en El Alamein —explicó Mathew—. Confío en que nuestra presencia en esos lugares haya permitido transformar sus vidas por completo. 

—Entonces, no queda más que esperar —concluyó Lance, confiando en las palabras de su amigo. 

—Sí, busquemos el lugar en el que haremos la reunión, yo sabré cuando vayan llegando —aclaró Mathew, comenzando la caminata. 

—Yo sé a qué lugar podremos hacerla —dijo adrián, animadamente. 

Todos se miraron, y comenzaron a seguir a Adrián con pasos cautelosos. El grupo avanzó por las calles desiertas, en la dirección que este les indicaba. Y al final, habían llegado al Cementerio de Guerra de El Alamein Commonwealth. Un monumento conmemorativo a los soldados que murieron en la Segunda Batalla de El Alamein, entre las fuerzas del Eje —principalmente alemanas e italianas— y las fuerzas aliadas, lideradas por el general británico Bernard Montgomery.

Cuando llegaron, se dieron cuenta que ahora yacía en un estado de abandono y desolación, como el resto de la ciudad. La entrada, antes marcada por la sobriedad y la seriedad, parecía casi oculta por la vegetación que había crecido descontrolada a su alrededor. Las tumbas, perfectamente alineadas en su momento, ahora parecían haber perdido su orden y dignidad. Las cruces blancas que representaban a los soldados caídos estaban cubiertas de polvo, con algunos nombres apenas legibles por la erosión del tiempo y la falta de mantenimiento. 

Las flores que alguna vez habían sido depositadas con reverencia en las tumbas habían desaparecido, dejando un vacío desolador. La hierba, que en su día había sido cuidada y verde, ahora crecía desordenadamente entre las tumbas, dando una sensación de abandono y olvido. Las sendas que solían ser recorridas por visitantes y familiares se habían vuelto apenas reconocibles, cubiertas por el paso del tiempo y la indiferencia.

El silencio que envolvía el cementerio era palpable, roto solo por el suave susurro del viento entre las lápidas y los árboles. Las aves que solían frecuentar el lugar parecían haber desaparecido, como si también sintieran la tristeza que emanaba de este lugar descuidado. Aunque las historias de los valientes que descansaban allí perdurarían en los libros de historia, el lugar mismo parecía haber perdido su importancia, sumido en un abandono que contrastaba dolorosamente con la importancia que debería recibir como un recordatorio de la valentía y el sacrificio de aquellos que dieron sus vidas en tiempos de conflicto.

Mathew miró el cementerio con tristeza, apreciando la importancia del lugar a pesar de su estado actual.

—Este lugar merece más respeto del que está recibiendo —dijo Mathew, con una voz que reflejaba su admiración por aquellos que habían luchado allí—. Los sacrificios que se hicieron durante esa batalla deberían ser honrados adecuadamente.

—Tienes razón, Mathew —respondió Paper—. Pero parece que hasta esto es culpable FACTORY, permitir que lugares como estos llegaran a la ruina. 

—¿Crees que un cementerio sea el lugar correcto para la reunión, Adrián? —Mar tenía el ceño fruncido—, ¿No te parece demasiado creepy?

—Me parece el lugar adecuado para honrar a la guerra —dijo Adrián, refiriéndose a lo que se avecinaba. 

—La guerra nunca debería ser honrada, niño —le cuestionó Diana, sabiendo de lo que hablaba. 

—Yo no estaría tan de acuerdo a esa afirmación, señorita —añadió Pestilence, con una sonrisa irónica—. A veces, usar la violencia es la única forma que se tiene para que otros hagan lo que queremos.  

—En fin, tampoco debemos estar exponiéndonos demasiado en las calles, creo que es buen sitio para hacer esa reunión —añadió Jan, teniendo un punto a favor, omitiendo el comentario siniestro por parte de Pestilence. Pero no había mucho que esperar de él. 

—Lo que dice es cierto —afirmó Bionic—, no sabemos que pueda haber en estas calles, o en la ciudad misma. 

—Ladrones, carroñeros, mutantes —añadió Adrián—, ¿acaso ya olvidaron lo que hemos vivido? Pestilence es la mejor prueba que tenemos sobre lo que implica ser emboscados. 

—Yo no tengo idea de lo que habla —hizo una falsa seña de ofensa Pestilence, para luego sonreír. 

Todos suspiraron, tenía razón. Solo por eso, decidieron hacerle caso al muchacho y se quedaron allí, esperando a que sus aliados llegaran. El tiempo pasó lentamente, y pese a que los niños decidieron jugar al escondite para divertirse un poco, no hizo que las horas pasaran más rápido. Lo bueno fue ver a Adrián, Lance, a Mar y a Skyler jugar con ellos como si fueran otros niños más.

Más tarde, Bionic y Mathew se encargaron de buscar suministros para comer, y fue Jan quien se encargó esta vez de preparar todo para comer. El sol comenzó a descender en el horizonte, pintando el cielo de tonos dorados y rosados, creando una atmósfera casi mágica en medio de la desolación de la ciudad. Una fogata crepitaba en el centro. 

El aroma del Koshari —un plato egipcio humilde pero sustancioso—, llenaba el aire y traía consigo un atisbo de esperanza. Una olla desgastada, una cuchara de madera tallada a mano y algunos recipientes que habían encontrado, todo contribuía a esta escena. Las lentejas y el arroz se mezclaban en la olla, liberando un aroma reconfortante que evocaba recuerdos de hogar y seguridad. Mientras tanto, la pasta se cocía a fuego lento, preparándose para unirse a la mezcla. Las cebollas, caramelizadas con paciencia y amor, añadían ese toque de dulzura y sabor agridulce que caracteriza al Koshari. Y la salsa de tomate, rica y sazonada, se cocinaba a fuego lento en una sartén improvisada, adquiriendo ese color rojo intenso que solo podía ser el preludio de una explosión de sabores.

A pesar de la improvisación y las limitaciones, la comida era abundante,. Las personas se reunieron alrededor de la fogata, compartiendo historias y risas tenues, que por un momento, pareció que todos habían olvidado sus problemas. 

Fue entonces cuando Mathew, sintió la primera presencia entrar en la ciudad. Su mirada se volvió intensa y concentrada, y usó su visión astral para ver de quién se trataba. Allí vio a Zahra, montada en un auto, con un semblante serio y preocupado, entrando a la ciudad.  

—Diana, Lance —interrumpió de pronto las risas y la habladuría—. Zahra ya está aquí, viene por el este de la ciudad. 

Diana y Lance asintieron, se pusieron de pie, y haciendo aparecer dos dragones, se alzaron en vuelo en la dirección indicada. Poco después, con el rugido de los dragones, vieron aterrizar a Daiana y a Lance junto Zahra, la primera en llegar. 

—Zahra —dijo Mathew, con una sonrisa de bienvenida—. Estamos contentos de verte.

Zahra se acercó a Mathew y le dio un abrazo cálido, expresando su gratitud por haberla convocado en este lugar.

—Estaba a la espera de que nos llamaras, todavía no puedo creer todo lo que nos contaste sobre la Fuente B. ¿Cómo es que acabó siendo destruida por otros? 

—Esperemos que llegue el resto para poder aclarar todas las cosas —agregó Mathew, entendiendo la urgencia de esta—. ¿Y los chicos? 

—Se quedaron a cargo de resguardar a Alexandria mientras esté fuera de la ciudad. Entenderás mi premura por ello —agregó Zahra, mirando fijamente a Mathew. Este solo asintió.

Tardaron una hora más para que Nathan apareciera, y así como llegó Zahra, trajeron a este. Y otra dos horas más para que Amunet, junto a Obhá, llegaran. A todos, se les dio de comer lo que Jan había preparado, y cuando realmente estaban listos, iniciaron la reunión ya con el manto de la noche y las estrellas como testigos sobre todos ellos, estaban alrededor de la fogata, formando un circulo. 

—¿Qué hace ese hombre aquí? —Preguntó Nathan, al ver a Obhá entre ellos. 

—Lo traje conmigo porque es una persona completamente diferente ahora —defendió y justificó Amunet a su hijo. 

—Lamento mucho lo que pude haber causado antes, pero sigo siendo una persona influyente en Siwa —añadió Obhá—. Solo que ahora no uso dicha influencia para hacer mal o manipular a las masas. 

—Pues no me confío en lo que dices —advirtió Nathan—. Todavía recuerdo como intentaste arrasar con Marsa Matrouh con la ideología de que todos nosotros éramos unos impuros. Eras un completo hipócrita, porque tu eras tan diferente como todos nosotros. 

—Y lo siento —dijo—, pero cómo dije, no sé quién era desde entonces, solo sé que no tengo necesidad de ser el mismo. Es como si mi cabeza haya tenido un reinicio por completo. 

Todos los que conocían el contexto, miraron a Adrián, este bajó el rostro apenado, pero sabían que era lo mejor que pudieron hacer. 

—Nathan —intervino Mathew—, sé que no confías en él, y no tienes que hacerlo, pero confía en el resto de nosotros. Te podemos asegurar que Obhá, ya no es esa persona y podría ayudarnos a todos en este momento crucial. 

Hubo un silencio. Al final, todos ellos habían oído las razones por la que los reunían. La Fuente B había sido destruida, pero algo mayor se acercaba para invadir a la tierra. 

—Bien —comenzó Mathew, mirando a cada uno de los presentes—, creo que todos sabemos por qué estamos aquí. La Fuente B ha sido destruida, y aunque eso es una gran victoria, también es una señal de que nuestra lucha está lejos de terminar. FACTORY no se detendrá y debemos estar preparados para enfrentar lo que sea que venga, pero esto será luego de que salgamos de la amenaza interdimensional que se nos presenta —hizo una pausa, y señaló a Bionic y a Arlen—. Ellos fueron los que invadieron la Fuente B, y lo que ocasionó que, básicamente, FACTORY se redujera en la nada. Pero, hay algo más. La Reina Mirmidona está en camino. 

—¿La Reina Mirmidona? —Preguntó la anciana Amunet, sin entender. 

—Sí, señora, la Reina Mirmidona —respondió Bionic, tomando la palabra—. Ella viene de un mundo incluso más antiguo que el de Lance y Diana, y está acompañada por un ejército formidable de Mirmidones. Son guerreros leales y disciplinados, parecidos a hormigas en su dedicación y determinación.

Zahra y Amunet intercambiaron miradas, conscientes de la gravedad de la situación.

—Pero eso no es todo —intervino Paper—. Hemos descubierto información que revela la fecha en la que la Reina Mirmidona aparecerá en nuestro mundo. Según los registros de interacción de los puentes de Einstein-Rosen, su llegada está vinculada a una ubicación específica en el desierto de Libia, dentro de cuatro días.

El ambiente se volvió tenso, y los recien llegado parecían sopesar lo que eso significaba. 

—¿Y creen que tenemos realmente alguna oportunidad contra ellos? ¿Un ejército capaz de conquistar a un planeta? —Preguntó Amunet, preocupada por el panorama que se presentaba. 

—No lo sabemos —confesó Mathew—, pero no tenemos otra oportunidad más que intentarlo. Si nos vencen, al menos moriremos creyendo que lo intentamos, pero si no, moriremos llenos de culpa y de desconcierto sobre si valía la pena haberlo intentado. Como sea el caso, prefiero una muerte más que la otra. 

—Debemos ser un poco más optimista —intervino Lance—, es cierto que el panorama parece verse más oscuro de lo que realmente es, pero tenemos al Soberano de nuestra parte. 

—¿El Soberano? —Preguntó Nathan, intentando ahora de comprender aquella referencia. 

—Sí, es quién nos ha traído hasta aquí —respondió Diana, señalando a Lance ya ella—. Y a ellos —señaló luego a Bionic y a Arlen—. Lance y yo provenimos de dos mundos completamente diferente. De hecho, por algún motivo, siento que he oído un poco sobre esa reina Mirmidona, pero no puedo asegurarlo. 

—¿A qué te refieres? —Preguntó esta vez Skyler, mirándole. 

—Estuve pensando en ese nombre, y recuerdo haber leído una historia en la biblioteca de mi palacio cuando era una muchacha joven —comenzó a decir, recordando—. La Reina Mirmidona era única y perturbadora, y su apariencia reflejaba la de las hormigas mismas. Sus ojos, esos que parecían mirar desde el mismo corazón de un enjambre, estaban coronados por tres pares de antenas que emergían de las esquinas de sus ojos. Vestida en ropajes desgastados, su elegancia no se veía comprometida en absoluto, y una capa majestuosa la envolvía, aumentando su misterio.

Diana se encontraba en medio del grupo, todos atentos a su relato. Los destellos de la hoguera iluminaban su rostro mientras sus palabras tejían la historia de la Reina Mirmidona. El grupo asentía, absorbido por la narración de Diana. Era como si estuvieran siendo transportados a aquel antiguo mundo de dioses y titanes.

—Ella creó su propio ejército, los "Mirmidones", guerreros tan dedicados como las hormigas, que seguían cada orden suya con lealtad inquebrantable. Conquistaron territorios y doblegaron enemigos, consolidando su poder —Diana continuó, sintiendo la energía de la historia fluir a través de sus palabras—. Sus habilidades eran asombrosas, un conjunto de poderes que la convertían en una especie de diosa entre las hormigas. Podía controlar hormigas y agigantarlas, su fuerza sobrehumana, su regeneración rápida, su sentido de comunidad, su camuflaje de hormiga, su creación de hormigas a partir de su esencia y las temibles hormigas destructoras, hacían de su ejército y de ella misma alguien a quién temer.

—Pero su legado no se detuvo ahí —Diana continuó, su voz firme—. En un enfrentamiento épico, se encontró con el titán conocido como la reencarnación de Surt, un titán capaz de transformarse en el fuego eterno que nunca se apaga. Dos fuerzas poderosas colisionaron en un mundo dominado por lo divino. La lucha fue impresionante, con el ejército de Mirmidones y el poder de la reina enfrentándose al inmenso poder del titán.

—La Reina Mirmidona luchó con valentía, pero al final, el titán prevaleció. Sin embargo, su legado perduró —Diana concluyó, su voz resonando con un tono de admiración—. Su sacrificio y su lucha por la conquista de poder y el legado de los Mirmidones resonarán en la eternidad. Su figura, temida y enigmática, será recordada como una de las más formidables de su tiempo, una parte indeleble de la historia de aquel antiguo mundo.

Un silencio reverente llenó el aire después de la narración de Diana, el grupo había sido transportado a un mundo de mitos y leyendas para ellos. 

—¿Por qué no habías mencionado eso antes? —Preguntó Mathew, esta vez. 

—No lo había recordado hasta hoy cuando vi a los niños jugar con el resto. Si ven el suelo debajo de sus pies, esta cubierto de numerosas hormigas. Esa fue la señal que me hizo recordar aquel nombre —confesó ella—, Siendo honesta, creí que se trataba de un simple mito en mi mundo, pero me parece demasiada casualidad, de la cual no creo, que justo estemos hablando de esa figura. 

—¿Crees que esa criatura provenga de tu mundo? —Preguntó Jan, esta vez. 

—No lo sé, pero creo que pueda estar relacionada. AL final, aquella hidra con la que luché hace varias semanas atrás, me parecía tener una conexión con esta, pero completamente atemporal. Es como si el tiempo y el espacio funcionaran diferente. 

—Y lo hace —afirmó Bionic—. arlen y yo duramos un siglo con El Soberano, tú y Lance, si lo que dicen es cierto, deben tener milenios encima. Es posible que las líneas del tiempo se estén uniendo por ese portal, y aparezcan criatura no solo de otros mundos, sino de otros tiempos. 

—Creí que todo esto era una locura, pero verlos sopesar la situación tan seriamente, me hace pensar que hablan en serio —agregó Pestilence, esta vez con el ceño fruncido—.  ¿Cómo podríamos derrotar a criaturas tan temibles como ella los describe? 

—Mi pueblo son solo humanos —dijo Zahra, horrorizada. 

—Mi ejército, si bien es grande, dudo mucho que pueda contra un grupo como ese —añadió Nathan. 

—Y mi pobre hijo Obhá, ha perdido sus poderes y yo, solo soy una anciana curadora, no tengo habilidad en combate —dijo Amunet.

Sortelia y Joshue, que habían permanecido callados, se vieron entre sí ante la intervención de la anciana Amunet, y asintieron. Mathew iba hablar, cuando todos vieron a los niños, iluminándoles los ojos, se tomaron de las manos, y aquella luz verdosa resplandeciente les cubrió por completo, y ambos dijeron, alzando las manos hacia Obhá: 

—Debido a la naturaleza actual de tu corazón, El Soberano ha hablado. —Y dicho eso, luz salió de sus manos e impactaron el cuerpo de Obhá. Entonces, aquel cuerpo debilucho y grisáceo, de pronto tomó color y nuevos músculos aparecieron, revitalizando al viejo—.  Si tu corazón vuelve a corromperse, ha sido dictaminado que se remueva tu poder, permanentemente. 

Claramente, lo que sucedió, dejó sin palabras a todos. Obhá, había recuperado sus poderes. 

—Zahra —hablaron los niños, nuevamente, como si estuvieran en trance ambos—. No te preocupes por los pobladores, con el poder de Nathan, puede convertirse en parte del ejército de escorpiones sin que sufran ningún daño, a menos que Nathan muera. Mientras eso no suceda, aunque reciban un daño letal, revivirán.  

—Amunet, eres de vital importancia para curar a aquellos que necesiten de una mano sanadora y de un corazón dispuesto a ayudar —añadieron—. Y el resto, puede contar con el ejército de muertos de Pestilence y que El Soberano estará con ustedes. Ha llegado el momento de que descubran quién es y lo que puede hacer. Aunque lamentablemente, alguien se revelará contra ustedes. 

Y dicho eso, el cuerpo y los ojos de los niños se apagaron. Se miraron entre ellos, un poco confundidos, y Diana fue la primera en acercarse a ellos y agacharse a la altura de estos: 

—Con que eso es lo que son ustedes —dijo de pronto la rubia, con una amplia sonrisa. 

—¿A qué te refieres? —Preguntó Mar, curiosa. 

—Ellos son un puente entre este mundo y El Soberano, por eso, la verdad habita en ellos —respondió Diana. 

—Es un honor contar con esa habilidad, niños —dijo Lance, orgulloso. 

Otro momento de silencio se presentó. Mathew indagaba con su mirada el semblante de todos, hasta que Nathan habló. 

—Bien, no hay de otra —declaró—. Si este es el momento que estábamos esperando para salir de Marsa Matrouh, que así sea. 

—Entonces, cuenta conmigo, con los niños y todo el pueblo —agregó Zahra. 

—Yo me encargaré de llevar mis tropas y a todos los que quieran apoyar —agregó Obhá, de pronto, y miró a Adrián—. Sé lo que hiciste conmigo, pero lo que acaba de suceder ha restructurado mi mente como era antes, pero me has hecho ver que puedo ser alguien más ahora, así que gracias. 

Adrián tragó grueso y asintió. 

—Pueden contar conmigo, seré su médico en el campo —dijo la anciana, con una amplia sonrisa, tomada del brazo de su hijo. 

—Entonces, con esto, debemos dirigirnos al desierto de Libia. Vayan a sus ciudades, cuenten a su pueblo lo que han oído, y prepárense. Una guerra de otro mundo se aproxima —dijo Mathew, con determinación, y un pequeño nudo, mezclado de nervios y susto oprimiendo su pecho. 

Pero ya no había marcha atrás. 

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