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La Momia

"La soberbia, cual arena movediza, atrapa al arrogante en su propio laberinto de vanidad. Como una momia envuelta en capas de orgullo, su corazón se petrifica mientras la peste de la arrogancia corroe su alma. Solo cuando la humildad se erige como antídoto, la arena se vuelve firme, la momia despierta a la compasión y la peste de la soberbia encuentra su fin en la pureza del espíritu."

Capítulo 6

Habían decidido descansar esa noche. Estaban nerviosos de que le tomaran por sorpresa, pero Diana había colocado gárgolas de dragón en los cuatro hemisferio del pueblo —claro, para un observador detallista, sabría que los egipcios jamás usarían gárgolas y mucho menos con forma de dragón—. Estaban allí de vigías, y, para suerte de todos, la noche fue realmente tranquila. Pero no era de ese tipo de tranquilidad que te hacía sentir calma y paz, sino de esa que te inquieta, como cuando las aguas agresivas del mar se tranquilizan, avecinando una desgracia. 

Por eso, bien temprano en la mañana, estaban todos llenando una carreta —¡Sí, una carreta!— con alimentos, objetos de primera necesidad, prendas de vestir, y jarrones repletos de agua y aceite. ¿De dónde habían sacado una carreta medieval? Pues, resultaba que el poder de Diana era materializar todo lo que pensara. No sabía cuál era el límite de su imaginación y su poder, pero al menos para formar una carreta como las que conocía del Primer Mundo y camellos para cada individuo del equipo, funcionó. 

—¿¡Está todo listo!? —Preguntó Mathew, queriendo ratificar la partida. 

—Sí —suspiró Skyler—, pero todos tenemos dudas hacia dónde iremos. 

—Iremos a la ciudad —dijo finalmente. 

Todos, exceptuando a Lance y a Diana que no eran de ese mundo, colocaron semblantes cargados de preocupación. 

—¿Estás loco? —fue lo primero que Jan soltó, y eso que el hombre casi no hablaba.   

Mar frunció el ceño, mirando a Mathew con inquietud.

—Mathew, entiendo que estemos en peligro aquí, pero ¿realmente crees que es seguro dirigirnos hacia la ciudad? Sabemos que FACTORY la resguarda y que hay bandas de humanos y mutantes delictivos por allá. Podríamos estar enfrentándonos a un peligro aún mayor —expresó Mar, su voz cargada de preocupación—. Yo misma decidí alejarme de las ciudades grandes por esa razón. La misma por la que me encontraron aquí.

Jan asintió, compartiendo la misma inquietud.

—Estoy de acuerdo con Mar. No podemos subestimar la peligrosidad de la ciudad. Si nos adentramos en ese ambiente hostil, podríamos poner en riesgo nuestras vidas y nuestra misión. ¡Y los niños!

Adrián, por su parte, mostró una expresión pensativa. Se apoyó en la pared, cruzando los brazos.

—Comprendo sus preocupaciones, pero también debemos considerar que quedarnos aquí no es una opción segura. FACTORY ha puesto sus ojos en este lugar, y si nos quedamos, tarde o temprano nos encontrarán. Al menos en la ciudad de El Cairo, podríamos tener más posibilidades de pasar desapercibidos y encontrar recursos para seguir adelante.

Todos miraron a Adrián, por supuesto. Era la primera vez que se colocaba de parte de Mathew. El silencio fue abrumador por esa causa. De modo que Skyler, con su mirada intensa, decidió intervenir en la conversación, pensativa cono lo que él había expuesto.

—Aunque la ciudad pueda parecer un lugar peligroso, también podría ofrecernos oportunidades para obtener información valiosa. Podríamos averiguar más sobre las actividades de FACTORY y buscar aliados que estén dispuestos a unirse a nuestra causa. ¿Acaso, no es la finalidad de todo este grupo? Yo podría encontrar algo sobre mi hermano. 

Paper, con una expresión decidida, se pronunció, también pensativa. Había estado dudosa de lo que Mathew había dicho, al igual que todos, pero oyendo a Adrián y lo que Skyler mencionaba, lo sopesó un poco:

—Sé que el riesgo es alto, pero confío en la habilidad de Mathew para tomar decisiones inteligentes. Si él cree que es la mejor opción, debemos apoyarlo y encontrar la manera de mantenernos seguros en la ciudad.

Mathew asintió, agradecido por la confianza de Paper.

—Entiendo las preocupaciones de todos, pero necesitamos actuar y buscar una solución. No podemos quedarnos estáticos y esperar a que FACTORY nos encuentre. Podemos tomar precauciones, movernos con cautela y estar atentos a cualquier peligro. Debemos enfrentar los riesgos para poder avanzar en nuestra misión.

—Mathew lo cree realmente —dijeron Joshue y Sortelia, usando su poder sobre Mathew haciendo uso de su vista iluminada—. Él realmente confía en sus instinto, así que nos sumamos. 

Lance y Diana, quienes habían permanecido en silencio hasta ese momento, intercambiaron una mirada significativa. Lance habló con voz pausada y segura.

—Yo provengo de un mundo en el que el peligro y la adversidad son constantes. He aprendido a enfrentar situaciones difíciles y a sobrevivir. Estoy de acuerdo con Mathew, debemos arriesgarnos y buscar nuevas oportunidades para alcanzar nuestro objetivo. Si confiamos en nuestra experiencia y en nuestra capacidad para adaptarnos, podremos superar cualquier obstáculo que encontremos en la ciudad.

—Y si encontramos oposición nada mejor que una conquista —dijo Diana, con aquel atisbo de seguridad que todos comenzaban avistar siempre en ella, y una sonrisa ladina. La hacía ver soberbia, ¿pero quién iba a cuestionarla?—. Lance y yo iremos en la carreta conduciendo a los camellos, estoy segura que ninguno de ustedes ha usado una de estas. 

—Totalmente de acuerdo —dijo Adrián, al mirar el transporte tan ortodoxo que iban a llevar. 

—Bien, si todos hemos llegado a esta conclusión, entonces,  estas serán nuestras posiciones —comenzó a explicar Mathew—. Paper y Skyler irán en el frente, para hacer uso de sus poderes ilusorios y mantenernos invisibles a los enemigos; Jan irá detrás de ella, para protegerlas; Diana y Lance, se quedarán en el medio, bajo el control de la carreta, mientras que Adrián y Mar, custodiarán sus laterales, por si algo sale mal e intentan robar nuestros recursos; Sortelia y Joshue seguirán, y yo estaré detrás de todos ustedes. ¿Entendido? 

Mar y Jan no estaban tan de acuerdo en ir a la ciudad, pero al ver al resto tan decidido, y ante la intención de cumplir lo que se habían propuesto, no hicieron más que llegar a un consenso con ellos mismos, y aceptaron la decisión de Mathew.

Con parsimonia, comenzaron su aventura. Decidieron irse por la salida sureste, debido a que todo el sur estaba los dispositivos rastreadores de FACTORY. Pero sabían que esa era la dirección perfecta, para aproximarse a la ciudad más cercana. En algún punto, debían desembocar al sur, pero lo harían una vez pasaran aquel perímetro. 

El día, aunque joven, ya se desplegaba en todo su esplendor. A las ocho de la mañana, los rayos del sol acariciaban con suavidad las dunas y las piedras desgastadas, iluminando cada relieve y confiriendo un brillo especial al paisaje. La luz se filtraba a través de los pliegues de las velas que cubrían la carreta, creando un juego de sombras danzantes sobre el suelo arenoso. El silencio reinaba en aquel rincón olvidado del mundo. Solo se escuchaba el susurro del viento, que acariciaba las dunas con una caricia invisible. El desierto, con su vastedad infinita y su belleza implacable, parecía desafiar a todo aquel que se aventurara en su abrazo abrasador. El sol se alzaba majestuosamente en el horizonte, tejiendo su manto dorado sobre las interminables dunas de arena. El aire seguía siendo seco y cálido, vibraba con una quietud casi sobrenatural, interrumpida únicamente por el suave tintineo de las campanillas que adornaban los cuellos de los camellos.

Los camellos que Diana había creado, eran tan elegantes y altivos como ella, avanzaban con paso seguro sobre la suave arena. Sus patas acostumbradas a la aspereza del terreno se hundían sin esfuerzo en la fina capa de polvo que cubría el desierto. Con sus cuerpos curvados y sus hocicos erguidos, parecían ser los señores indiscutibles de aquel reino de aridez y misterio. Entre ellos, estaba una carreta, que era arrastrada por dos de los camellos, y se deslizaba con lentitud sobre la superficie. Sus ruedas de madera crujían con cada giro, mientras que la estructura de hierro y cuero resistía las inclemencias del ambiente. La carreta, cargada con recursos preciosos y provisiones, dejando a su paso una estela de polvo que se perdía en la inmensidad.

Mientras andaban, Mathew no había dejado de rondarle en la cabeza, el hecho de que Adrián se hubiera puesto de su parte. Se suponía que eso no debería molestarle, pero sí lo hacía. Por eso, decidido a acabar con sus sospechas, se acercó a Joshue y Sortelia, ahora que estaban distante de Adrián y habían pasado tiempo suficiente con él, a propósito. Estos estaban montados en sus propios camellos. Sabía que esta era la oportunidad perfecta para hablar con los niños en privado.

—Joshue, Sortelia, ¿puedo hablar con ustedes un momento? —dijo Mathew con una sonrisa cálida, intentando transmitir confianza y tranquilidad, y con una voz suave para que nadie les escuchara. Lo bueno, es que el viento del desierto podía ayudar con ello.

Los niños asintieron y detuvieron un poco sus camellos, permitiendo que Mathew se acercara, para luego retomar el paso al mismo ritmo. Mathew observó los ojos de los niños, buscando cualquier indicio de engaño o confusión, pero solo vio inocencia y curiosidad.

—Quiero hablarles sobre Adrián. Sé que han estado pasando mucho tiempo con él y quería saber cómo se llevan. ¿Confían en él? —preguntó Mathew, manteniendo su tono tranquilo y sin levantar ninguna sospecha.

Joshue miró a Sortelia y luego a Mathew, ambos iluminados sus ojos para escudriñar y conocer sus intenciones, antes de responder.

—Adrián es muy amable con nosotros, nos cuida y nos enseña muchas cosas. Creo que podemos confiar en él, ¿verdad, Sortelia? —dijo Joshue, buscando la aprobación de su hermana.

Sortelia asintió, con una sonrisa en su rostro.

—Sí, Mathew, Adrián es como un hermano mayor para nosotros. Nos trata bien y nos hace sentir seguros. No tenemos razón para desconfiar de él —afirmó Sortelia, con convicción en sus palabras.

Mathew se sintió desconcertado. Su intuición le decía que Adrián no era lo que parecía, pero los niños no mostraban ningún indicio de duda. Por increíble que pareciera, no podía creer lo que había oído de estos. Sin embargo, no podía poner en riesgo la seguridad de los niños sin pruebas concretas. Decidió seguir adelante con cautela.

—Entiendo, chicos. Solo quería asegurarme de que estuvieran bien. Si necesitan algo o sienten algo extraño, no duden en decírmelo, ¿de acuerdo? Estoy aquí para protegerlos y velar por su seguridad —dijo Mathew, tratando de transmitirles confianza y protección.

Los niños asintieron con una sonrisa, agradecidos por la preocupación de Mathew. Con eso, reanudaron su viaje por el desierto, de la misma forma que este había planteado que debían viajar. No obstante, Mathew, se sentía inquieto. Aunque los niños no mostraron signos de sospecha, algo en su interior seguía desconfiando de Adrián. Sabía que tenía que mantenerse alerta y descubrir la verdad sobre él, por el bien de todos.

Paper, que había visto el acercamiento de Mathew por mera casualidad hacia los niños, sabía que había encontrado el momento justo para indagar lo que habían hablado días anteriores. Mathew, que seguramente había estado leyendo sus pensamientos, le hizo señas para que se acercara. 

—Skyler, toma el control de la ilusión por ti misma, Mathew me necesita. 

—Está bien, ve —dijo ella, sin ningún problema, mientras movía sus manos con elegancia, como si se tratara de una danza. 

La ilusión que estas arrastraban, se trataba de un torbellino hipnótico, danzando en el aire con furia y desenfreno. Engañando los sentidos y creando una visión aterradora. A medida que la bruma de polvo se elevaba, una supuesta oscuridad se adueñaba del horizonte, engullendo la luz del sol y sumiendo todo en una penumbra amenazante. Los vientos se convulsionaban, azotando el suelo con ráfagas salvajes y creando un estruendo ensordecedor. El zumbido ensordecedor resonaba en los oídos de aquellos que se atrevían a presenciar la ilusión. Las partículas de arena se agolpaban en el aire, creando un caos de granos ardientes que golpeaban con violencia cualquier superficie a su paso.

La tormenta de arena se convertía en una marea implacable que amenazaba con engullir a cualquiera que se atreviera a desafiarla. El viento susurraba en tono siniestro, susurros que parecían advertencias macabras de un destino oscuro e inexorable. La intención, es que todo el que la viera le diera una sensación de claustrofobia y desesperación; que el miedo se apoderara de sus pensamientos, llenando sus mentes con visiones apocalípticas y la certeza de su inminente perdición. Pero para ellos, ajenos de la terrible visión ilusoria que Paper y Skyler habían ideado, el sol abrasador del desierto caía implacablemente sobre ellos en un desierto silencioso y tranquilo. 

Paper se había acercado a Mathew, finalmente, y se encontró a este sumergido en sus pensamientos. Lo vio apretar los puños con rabia, y luego alzó la vista para mirar a Adrián, quien caminaba más adelante junto a la carreta —a su derecha—, del otro lado estaba Skyler, aparentemente tranquilo y sin sospechas. 

—¿Tan malo es? —Preguntó la chica al final.

Mathew no podía evitar sentir frustración al verlo tan impune, especialmente después de las dudas que había albergado en su interior.

—¡Maldita sea, Paper! ¿Cómo es posible que los niños no hayan visto nada? ¿Cómo pueden confiar tan ciegamente en Adrián? —exclamó Mathew, su voz cargada de rabia.

Paper miró a Mathew, notando su expresión furiosa. Abrió los ojos al encontrar la respuesta, pese a que este no se lo había dado. Era claro que los niños lo habían visto inocente. Como si toda la carga que había tenido sobre él, debido a ese hecho, apreció disiparse. La verdad es que su confianza estaba en esos niños y no se tambaleaba.

—Mathew, debemos confiar en la intuición de los niños, entonces. Ellos poseen una conexión especial con la verdad, una capacidad de percibir lo que los demás no pueden. Si ellos dicen que Adrián es inofensivo, debemos considerarlo seriamente —respondió Paper, manteniendo la calma en contraste con la ira de Mathew.

Mathew se pasó una mano por el cabello, intentando encontrar la calma en medio de su enojo. Sabía que Paper también desconfiaba de Adrián, pero la confianza de los niños los desconcertaba.

—Pero... ¿y si ha encontrado formas de burlar la verdad? No podemos permitir que nos ponga en peligro, Paper. Debemos protegernos a toda costa —dijo Mathew, con determinación en su voz.

Paper asintió, comprendiendo la preocupación de Mathew. Sin embargo, no podía ignorar el instinto de los niños, esa capacidad especial que poseían.

—Ahora si debes tener cuidado —dijo ella, evaluando la situación—. Debes determinar si lo que crees tú, no sea realmente un tipo de psicosis que se está exponiendo y no te das cuenta. 

La mirada de Mathew, no la tranquilizó.

—Escucha, estoy de acuerdo en proteger a los niños, Mathew. Pero también debemos ser cuidadosos. Si los niños no perciben ninguna amenaza en Adrián, tal vez sea hora de cuestionarnos nuestras propias dudas. El chico, incluso te apoyó esta vez. Tal vez, se esté esforzando contigo. 

Mathew suspiró, comprendiendo el punto de vista de Paper. Sabía que ella también tenía razón y últimamente estaba demasiado paranoico. ¿Sería posible que todo estuviera en su cabeza? 

—Tienes razón, Paper. No podemos saltar a conclusiones precipitadas. 

Paper asintió, y cabalgó rápidamente para tomar su posición de nuevo. 

 El desierto podía ser un lugar hermoso, pero al mismo tiempo, podía ser un emisario del mal que buscaba poner a prueba tu cordura y tu paciencia, pues podías ver el mismo interminable paisaje sin que nade cambie. Daba la sensación de que nunca habían avanzado. Las horas habían avanzado, el sol comenzaba a hacer mella sobre ellos, por lo que Diana no dudó de colocarles a todos ellos, enormes sombreros que les protegiera del sol. Eran tan amplios que les daba sombra a todo el cuerpo. Pero por supuesto, debían luchar con el viento para que no se los derribara. 

El sol del desierto seguían castigando con fuerza, pero en ese momento era mucho más tolerable. 

—Hubiéramos llegado de una vez por todas, si al menos hubieras construido un helicóptero —se quejó Adrián.

—No sé que es eso —respondió ella, como si nada—. Y dudo mucho que sepan cabalgar un dragón. Con ellos ya habíamos atravesado todo este paso árido. Es más, con el ejército que dominaba en El Primer Mundo, ya toda esa empresa y su gente estarían a mis pies. 

—No lo subestimes, Diana —dijo Lance—, ya sabes lo que sucedió aquella vez en tu boda, y como terminó para los que no entendían el verdadero enemigo de ese Primer Mundo. 

Diana se calló. Fuera lo que significaba sus palabras, parecía traer recuerdos terribles para Diana. 

—Lo sé,  mi pobre Akudomi... —negó ella con la cabeza. 

De repente, un grito cortó el aire. Fue Mathew quien parecía detectar algo. 

—Estamos rodeados —dijo, desmontando a su camello. 

Todos miraron a su alrededor, pero nadie avistaba nada entre la arena. 

—No vemos nada —murmuró Paper, intentando entender que estaba pasando.

—Están debajo —chilló Sortelia, asustada, señalando la arena.  

Todos los ojos se dirigieron hacia donde la niña señalaba, y allí, en medio de las dunas, la arena comenzó a removerse revelando a extraños individuos. Habían estado enterrados, como si las arenas hubieran sido sus tumbas. Tenían apariencia momificada y cubierta de vendas desgastadas y perturbadora, pero una de esas figuras se destacaba entre unas docenas de cadáveres momificados similares, dispuestos a su alrededor. Su piel estaba marchita y descompuesta, mostrando signos de deterioro y putrefacción. Sus ojos brillaban con un resplandor mortecino, y una pestilencia densa que, se destilaba con tanta fuerza que todos tuvieron cubrirse la nariz.

Adrián fue el primero en romper el silencio, con una expresión de horror en su rostro.

—¿Qué ha sucedido aquí? Estos cadáveres... ¿fueron obra de él? —preguntó, con un tono lleno de incredulidad y repugnancia, señalando al que más destacaba entre los cadáveres.

Los niños se les iluminaron los ojos, pero fue Joshue quien habló:

—Sí, cada uno de ellos representan víctimas de él —Joshue señaló al hombre que todos miraban por obviedad—. Pestilence, un mutante cuyo poder es tan aterrador como su apariencia. 

—Ha dejado su marca en este lugar, esparciendo enfermedad y muerte a su paso —añadió Sortelia. 

—Adrián y Mar, resguarden a los niños. Diana y Lance, cuiden la carreta...

—Para eso está Lance —dijo Diana, bajándose de la carreta, interrumpiendo a Mathew—. Yo confío en que mi amigo podrá resguardarla por su cuenta, pero yo pelearé. 

—Bien, los demás nos encargaremos de todos ellos. Es seguro que no vienen en busca de amigos. 

—Pero sí lo que dice Joshue es correcto, es peligroso acercarnos más —advirtió Skyler, con voz firme pero llena de preocupación.

—Cuídense de no ser tocados por él —dijo Joshue, nuevamente, asustado. 

—¡Los matará si los alcanza! —agregó Sortelia. 

Una mirada fría y despiadada, se alzó. La niebla tóxica que lo envolvía parecía intensificarse, llenando el aire de un aroma más putrefacto de lo que estaba.

Todos se fueron en vómito en ese momento. Pestilence sonrió. Sin embargo, ese era la señal de todos para desmontar a sus camellos y prepararse para lo que se avecinaba. 

—¿Han osado adentrarse en mi dominio? —dijo, con voz ronca y resonante, cargada de un tono amenazante y despiadado. Sus ojos mortecinos escudriñaron a los chicos, sin mostrar señales de reconocimiento—. ¿Acaso buscan la muerte y la enfermedad?

Mathew, mostrando su determinación, se adelantó y respondió con voz firme:

—No buscamos la muerte ni la enfermedad, solo estamos partiendo a la ciudad. Ni siquiera sabíamos que vivías aquí. Déjanos pasar y evitemos un conflicto. 

Pestilence soltó una risa siniestra y se paseó con lentitud alrededor de los chicos, su mirada fija en ellos.

—¿Dejarlos pasar? ¿Creéis que podéis detenerme? Soy Pestilence, el portador de plagas y enfermedades. Mi poder es inquebrantable, y ningún mutante ni humano puede resistir mi toque mortal.

Sortelia, temerosa pero valiente, le habló con audacia.

—¡Nosotros también tenemos poderes, y estamos unidos para detener a aquellos que amenazan con hacer daño a los demás! ¡No subestimes nuestro espíritu y nuestra determinación!

Pestilence observó a Sortelia con interés, como si estuviera analizando la valentía de la niña. Luego, miró a los demás chicos, evaluándolos con una mirada penetrante.

—Son jóvenes y arrogantes. Pero vuestra valentía no los salvará de mi poder. Podéis intentar detenerme, pero pronto sentiréis la furia de mis plagas y enfermedades.

Con estas palabras, Pestilence extendió su mano, liberando una oscura energía de su interior. La niebla tóxica se volvió más densa y se extendió en todas direcciones, envolviendo a los chicos en su malévolo abrazo. La arena del desierto se agitaba y las dunas temblaban bajo el poder de Pestilence y sus doce momias mutantes. 

—¡Está intentando doblegar nuestros sentidos! —Vociferó Mathew, usando sus ropajes para cubrirse la nariz, al igual que el resto—. ¡No bajen la guardia!

—¡Deben destruir sus corazones! —gritaron los niños desde el camello, con Adrián y Mar rodeándolos—. Ese es el punto débil de esas momias.  

Skyler desplegó su destreza en las artes marciales, moviéndose con una gracia felina y aprovechando su capacidad de manipular la realidad. Creó ilusiones y distracciones para confundir a las momias, mientras su telepatía le permitía comunicarse con los demás, coordinando estratégicamente cada movimiento.

"Estarán viéndonos como que si no nos hubiéramos movido. Aprovechen ese elemento sorpresa y den golpes certeros" 

Todos oyeron las indicaciones tanto de los niños como a Skyler. 

Paper se posicionó con determinación, empuñando sus armas de fuego con precisión, las cuales llevaba como siempre debajo de sus ropas.  Disparando a discreción, dos balas perforaron a una de las momias, haciéndolas caer. 

Pestilence vio la escena, con el ceño fruncido, según lo que observaba ninguno se había movido. 

—¡Atrápenlos! —rugió. 

Por un lado, Jan, con su poder de teletransportación, se enfrentó a una de las momias. Se teletransportó hábilmente, evitando los primeros golpes, pero esta era rápida y persistente. Cada ataque era poderoso y amenazaba con atraparlo. Aprovechó su capacidad de desaparecer y reaparecer en diferentes lugares para mantenerse fuera del alcance de la momia y buscar una oportunidad para contraatacar.

La momia lanzó un puñetazo poderoso, directo a su pecho, que apenas logró evadir. Sin embargo, en su intento de esquivar, recibió un golpe en el costado que lo hizo retroceder. La momia aprovechó la oportunidad y continuó su asalto, lanzando una serie de golpes certeros y rápidos. Jan se movía con agilidad, desapareciendo y reapareciendo en un intento desesperado por evadir los ataques, y aunque lograba esquivar la mayoría de los golpes, algunos impactaron, dejando marcas en su cuerpo. La determinación de Jan no flaqueó; sabía que debía encontrar una oportunidad en su enemigo.

Con su ingenio y agilidad, Jan logró desequilibrar a la momia con un movimiento rápido y preciso. Y aprovechando el momento, se teletransportó detrás de ella y lanzó un ataque directo a su corazón marchito. Su puño se conectó con fuerza, rompiendo las vendas y destruyendo el corazón de la momia. Un silencio cayó sobre el campo de batalla mientras su enemigo se desmoronaba en un montón de polvo y arena. 

Tres momias asechaban a Lance, quien buscaba resguardar la mercancía y la carreta. El chico se mordió los labios con osadía. Estaba deseoso de acabar con aquellas pestes. Entonces, las criaturas, con sus ojos resplandecientes, avanzaron hacia él con determinación. La arena del desierto se agitó a su paso, creando una atmósfera de tensión y desafío.

Las momias, ágiles y rápidas, rodearon a Lance, lanzando ataques coordinados desde diferentes direcciones. Lance se movió con gracia, esquivando los golpes y contrarrestando con rayos fotónicos ardientes que estallaban en explosiones de luz intensa. Sin embargo, descubrió que las vendas que les cubría eran más resistentes, y que continuaban acercándose decididas a abrumarlo.

Entonces, en un asalto directo de las tres, este formó una cúpula de energía solar que, al expandirse y golpear el cuerpo de las momias, una explosión de luz brillante y calor intenso ocurrió. La energía luminosa devoró las vendas desgastadas y las momias se desintegraron en un torbellino de arena y polvo.

Diana, por su parte, se encontró enfrentándose a diez momias mutantes en el desierto. Las avanzaron hacia ella con una determinación sombría. La niebla tóxica que le rodeaba, creaba una atmósfera opresiva. Y entonces, con una sonrisa desafiante en su rostro, manifestó su poder y creó una docena de lanzas tipo jabalina en sus manos. Las lanzas relucientes brillaron bajo el sol del desierto, mientras ella las sostenía con confianza. Sabía que se divertiría en esta batalla.

Las momias se abalanzaron sobre Diana, lanzando golpes y arañazos con ferocidad. Sin embargo, la chica esquiva los ataques con agilidad, moviéndose con gracia y destreza. Con cada movimiento, arrojó las lanzas con precisión, empalando a las momias una tras otra. 

Las lanzas atravesaron los cuerpos marchitos de las momias, dejando rastros de polvo y arena. Las criaturas se retorcieron en agonía mientras la energía negativa que las sostenía se desvanecía lentamente. Diana, implacable, continuó su avance, creando más lanzas y arrojándolas con precisión milimétrica. Las momias, desesperadas por detenerla, intentaron contrarrestar sus ataques. El desierto se llenó de gritos de angustia y el choque metálico de las lanzas contra las momias. Ella se movía con gracia y rapidez, su risa resonando en el aire mientras disfrutaba de la batalla. La niebla tóxica que rodeaba a las momias se volvió más densa, pero Diana parecía inmune a sus efectos en ese momento por su voluntad inquebrantable.

—Si bien esta peste es inaguantable, jamás va a compararse al olor de la prole en una era medieval donde el baño era considerado un pecado —dijo empalando a la última momia a su alrededor. Y cuando la última momia cayó, se encontró en medio de un campo de cadáveres empalados.  Diana se limpió la sangre y el polvo de sus manos, satisfecha con su reciente victoria.

Adrián, montado en su camello, vio cómo dos momias mutantes se acercaban peligrosamente a los niños, con la intención de atraparlos. Sin perder la calma, sabía que debía actuar rápidamente para proteger a los más jóvenes del grupo. Con un gesto de su mano, Adrián canalizó su poder, y su mirada se volvió intensa y penetrante.

Las momias se detuvieron en seco, sus movimientos ralentizados por el control mental de Adrián. Sus acciones se volvieron torpes y descoordinadas, incapaces de avanzar con su objetivo. Adrián aprovechó la oportunidad y descendió de su camello, acercándose a las momias con cautela. Con otro movimiento de su mano, las momias parecían confundidas, sus ojos vacíos reflejando algo que solo él sabía. Y cuando otras dos momias se acercaron, estas destrozaron sus corazones. Lo que hubiera hecho Adrián, hizo que estuvieran bajo su voluntad.

Por el lado de Mar, otras dos momias mutantes se acercaban rápidamente a los niños, con la clara intención de atraparlos. Sin perder un segundo ella, sabía que tenía que intervenir y proteger a los más vulnerables del grupo.

Con un salto ágil, Mar se lanzó desde el camello al suelo, preparada para enfrentar a las momias. Su poder de metamorfosis se activó instantáneamente, y su cuerpo se transformó en una figura musculosa y poderosa. Su fuerza aumentada y su resistencia mejorada la convertían en una formidable adversaria.

Las momias, confiadas en su número, avanzaron con determinación. Sin embargo, Mar no se amedrentó. Se abalanzó sobre una de las momias, esquivando sus ataques y contraatacando con una serie de golpes precisos. Sus puños se convirtieron en rápidos proyectiles, impactando contra la momia y enviándola hacia atrás.

Pero la segunda momia no se quedó de brazos cruzados. Aprovechando la distracción de Mar, se lanzó hacia los niños con rapidez. Mar giró en el aire, desplegando su agilidad sobrehumana, y se interpuso en el camino de la momia. Ambos chocaron con fuerza, desencadenando una lucha cuerpo a cuerpo.

La momia, con su fuerza sobrehumana, intentó agarrar a Mar, pero ella se movía con destreza y fluidez. Utilizó su poder de metamorfosis para duplicar sus músculos, aumentando su fuerza aún más. Con un poderoso golpe, logró derribar a la momia y ganar una ventaja momentánea.

Sin embargo, la resistencia de las momias era notable. Se levantaron rápidamente y retomaron el ataque, decididas a atrapar a los niños. Mar sabía que tenía que actuar con rapidez y contundencia. Con un rugido de determinación, Mar utilizó su poder para cambiar su brazo en una hoja afilada y cortante. Con un movimiento certero, atravesó el pecho de una de las momias, causando que se desintegrara en polvo y arena.

La segunda momia, impactada por la rápida acción de Mar, retrocedió momentáneamente, y no percibió como las dos momias que Adrián manipulaba se habían puesto detrás de esta, y usando sus manos  atravesaron su corazón, convirtiéndola en polvo. 

—¿Has sido tú? —Preguntó Mar, maravillada.

—De nada —le respondió Adrián con sarcasmo. 

—El agradecimiento es intrínseco. Deja de hacerte el arisco conmigo y dime ¿cómo lo haces? 

No lo vieron venir, pero justo dos momias se desenterraron por sí solas, justo a los pies de los camellos de Joshue y Sortelia, estos se asustaron un poco, y cuando intentaron huir los camellos, los hicieron caer, haciendo rodar a los niños contra la arena.  Joshue y Sortelia, mientras se quitaban la arena del rostro, vieron como dos de esas cosas se movían con una lentitud implacable. Sus vendas desgastadas se balanceaban al viento, revelando sus rostros marchitos y ojos vacíos.

Los dos niños, de inmediato, en un acto ahora de supervivencia, resplandecieron sus ojos.  La primera momia extendió sus manos huesudas y se abalanzó sobre Joshue, pero el niño se adelantó, esquivando su ataque con agilidad. Aprovechando su capacidad de descubrir la verdad, Sortelia detectó una abertura en la defensa de la momia y señaló a Joshue su punto débil.

—¡Allí! 

Lo impresionante para todos que veían que los chicos parecían estar en problemas, Mar y Adrián intentando barrer la fila de momias que se interponían para que no lograran alcanzar a los niños, fue ver como Joshue, confiando en los instintos de Sortelia, aprovechó el momento y lanzó un golpe preciso hacia el corazón descompuesto de la momia, apoyando scon su otra mano su codo, solo para ejercer la fuerza que necesitaba para atravesar el corazón. Su puño conectó con fuerza, desmoronando el órgano putrefacto y reduciendo la momia a un montón de vendas inerte.

Mientras tanto, la segunda momia se aproximó silenciosamente a Sortelia, con la intención de atraparla. Sin embargo, Sortelia anticipó el movimiento de esta. Y con una destreza asombrosa, se agachó justo cuando esta saltaba para atraparla por su espalda, y aunque envió varias patadas para aplastar a la niña, la vieron rodar y rodar, hasta que se detuvo, alzó sus manitos, su cuerpo destelló, y tal destello hizo emitir un chillido a la criatura. Para cuando todos podían ver la escena, ya la momia se había vuelto polvo. ¿Qué había hecho la niña?

Mientras tanto, el viento soplaba furiosamente por el desierto, levantando las dunas de arena como si supiera el enfrentamiento que se llevaba en aquel sitio. Skyler, además, se enfrentaba a una docena de momias. Estas avanzaron lentamente, moviéndose en perfecta sincronía mientras rodeaban a Skyler. Sin embargo, ella se mantuvo en calma, enfocada en el desafío que tenía por delante. 

Entonces, con un gesto de su mano, Skyler creó una ilusión de espejismos a su alrededor. Las momias se confundieron, sus movimientos se volvieron erráticos al intentar alcanzar a su objetivo. Skyler se movió con gracia entre ellas, esquivando sus ataques con precisión milimétrica. Y aprovechando su poder de manipulación de la realidad, Skyler creó duplicados de sí misma que rodeaban a las momias. Los clones atacaban desde todas las direcciones, confundiendo a las momias y haciéndolas retroceder momentáneamente.

Sus movimientos eran fluidos y precisos, evadiendo los golpes de las momias mientras contraatacaba con una serie de patadas y golpes certeros. Cada golpe era ejecutado con una gracia y fuerza impresionantes.

Con cada movimiento, Skyler manipulaba la realidad para crear ilusiones más complejas. Las momias se encontraron enfrentándose a proyecciones de sus peores pesadillas: serpientes venenosas que se enroscaban a su alrededor, arenas movedizas que los atrapaban y pesadillas de su pasado que los atormentaban. Y mientras luchaban por liberarse de las ilusiones, Skyler aprovechó la oportunidad para atacar. Con una serie de rápidos movimientos marciales, desarmó a varias momias y las dejó inmovilizadas en el suelo. De esta forma, con movimientos ágiles y precisos, Skyler derrotó una momia tras otra, desplegando una combinación letal de golpes y técnicas marciales. La arena se levantaba a su alrededor mientras ella se movía, creando una danza letal en medio del caos de la batalla.

El tiempo se ralentizó mientras Skyler esquivaba los ataques con una agilidad sobrehumana. En un instante, creó ilusiones de espejos que reflejaban los ataques de las momias, haciendo que se golpearan entre sí. La escena parecía una danza caótica y deslumbrante, llena de movimientos elegantes y evasiones precisas. Finalmente, con un último y poderoso golpe de artes marciales, Skyler desarmó y desintegró a las últimas momias restantes. La niebla se disipó lentamente, revelando a Skyler en medio de la arena despejada, victoriosa.

—Solo quedas tú —dijo Mathew, viendo a su alrededor con orgullo todo un campo sin rastros de aquellas criaturas—. Lo que sea que vayas hacer, te enfrentarás a mí.

—Sí así lo deseas —siseó Pestilence, sin amenguar sus palabras, ni mucho menos intimidarse delante de todos ellos—. Pero sus soberbias no les ha hecho entender. No tienen ni idea del tiempo que tengo vagando en esta zona del desierto. Es un territorio que ni FACTORY se atreve a atravesar. Nunca han podido atraparme, y es por esta razón...

Pestilence alzó las manos, y pese a ser de día, todos lograron ver pequeñas motas resplandecientes debajo de la capa superficial de la arena, y para cuando comprendieron de qué se trataba, se vieron rodeados de miles y miles de momias, con ojos centellantes, cuencas abiertas, moribundas, vendas deterioradas, pero con el rostro tan lleno de un semblante violento que los paralizó a todos. 

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