Hallazgo del Desierto
«El desierto, en general, es un buen lugar para encontrarse a sí mismo. O perderse» - Maynard James Keenan.
Capítulo 1
Algunos piensan que el desierto es un lugar para las almas en penas. Otros dicen que es el escenario perfecto para escuchar cantar el viento. Pero sea uno o lo otro, o tal vez algo más, nadie puede negar que bajo una situación de estrés, supervivencia y obligación —para nada turístico—, el desierto puede representar un verdadero infierno.
Era el calor sofocante el causante de la inquietud de Mathew. El chico estaba dando pasos alrededor de aquel suelo duro pero arenoso, con los pulmones agobiados y extasiados de que incluso el aire fuera caliente. Paper estaba sentada, pero con la mirada perdida y con el típico semblante de alguien sumergido en sus propios pensamientos, como si ese hecho fuera la única forma de poder olvidarse del terrible calor. Por otro lado, Lance estaba inmutable, parecía alguien inhumano por completo, puesto que, tan siquiera sudaba y estaba demasiado tranquilo, con una sonrisa de oreja a oreja al ver como Mathew parecía desesperarse.
Obstinado, golpeó una pequeña roca que chocó contra un montículo de arena que trajo consigo un pequeño derrumbe, que lo que hizo fue levantar arena y que esta se mezclara con el viento, y por efecto, les entrara en los ojos.
—Si sigues de esa manera, terminaremos sepultados en este lugar —Paper tosió, dándole una mirada de muerte a este—. Solo compórtate y aguanta un poco ¿Qué esperabas de un lugar como este?
—¡Vamos! —rugió este en respuesta—. ¡No tenemos que morir en este lugar tampoco! Estoy realmente agotado de todo esto... No sólo por el calor, la sed y la falta de comida, sino por tener que vivir huyendo de FACTORY. Si quisiéramos podríamos destruir ese lugar —vociferé irritado.
—¿Por qué mejo te calmas? Estás hablando como un trol, o más bien como el hijo de una elfina y un humano —respondió Lance, recordando a un amigo—. Creo que sólo estás de mal humor y el calor comienza afectarte —Se sentó en la arena, recostando su espalda sobre una duna, y cerrando los ojos para evitar molestias del sol en ellos, mientras colocaba su cabeza sobre sus brazos, como alguien que buscaba un buen bronceado—. Si es cierto lo que ustedes han dicho, no sería tan sencillo como mencionas. Y aunque yo pueda ayudarlos, es posible que el resto de aquellos soldados especiales y experimentales, de los cuales ustedes han hablado puedan convertirse un lío real.
—Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿qué haces aquí, Lance? —Le miró con seriedad. Hacía muy poco que este había llegado, y era cierto que les había ayudado, pero no sabían el real propósito de este con ellos.
—Ya lo verán, cuando el tiempo haya llegado —respondió, suspirando de tal forma que mostraba una relajación, que pare ser honestos, ni Paper ni Mathew comprendían.
—Creo que mejor salgo un momento —concluyó el refunfuñón, puesto que sabía que si permanecía en ese lugar terminaría destruyendo todo el refugio.
—Ve por alimento, ya necesitamos renovar nuestras reservas —le dijo Lance, como si este fuera el jefe de ellos.
—¡Toma! —Paper arrojó una pulsera de color negro, con una placa metálica con su nombre—. Será una buena conexión entre nosotros si algo te pasa.
Mathew se colocó la pulsera en la muñeca derecha, con los ojos emblanquecido. Volvió a mirar a Lance, y no podía creer que verdaderamente estaba degustando del sol. ¿De dónde mierda había salido ese hombre?
Lance era un hombre no mayor de unos treinta y tanto de años. Tenía el cabello castaño, con una piel bronceada por el sol, y unos ojos avellanas que asemejaban al mismo desierto. Por algún motivo, sus ropajes eran de color amatista. Cualquiera que lo hubiera visto hubiera creído que este había sido sacado de alguna abadía o monasterio, sin que ameritara tener el corte típico que a estos los representaba. Pero Mathew no podía negar que parecía alguien que había experimentado más de lo que aparentaba y él lo sabía.
Como estaban fuera de la gruta, Mathew solo tuvo que emprender su caminata, bajo el imponente sol, mirando hacia los médanos formados por la arena que se extendían hacia una nada infinita. Casi podía oler la misma desesperanza. Siguió su trazo en línea recta, mirando los bastones de madera que Lance había diseñado y enterrado en la tierra para marcar el camino, mientras pensaba en la grandiosa casualidad de haberse encontrado con la gruta. Recordó correr con desespero aquella noche, y aunque el paso que habían llevado fue consumido por el cansancio, siguieron caminando con determinación de escapar de aquel lugar. Tenían hambre, pero parecía una irónica tener que pensar tan siquiera en ello, cuando la compañía estaba a la persecución de ellos. sin embargo, terminaron cayendo en la arena, donde se quedaron dormidos. Y cuando la arena comenzaba a calentarse al día siguiente, vieron que justo a un costado de ello se encontraba aquella cripta. Pensaron que se trataba de un espejismo causado por el cansancio y el sol y que cada vez tomaba más fuerza, pero resultó lo contrario.
Pero, lo impresionante no fue haber hallado una especie de cueva subterránea bajo las capas de arenas del desierto, sino que, en su interior, había elementos que señalaban que alguien había estado viviendo allí. No solo había agua, sino una cama improvisada con madera y telas, una mesa, dos bancos, e incluso una especie de chimenea que podía usarse como asadero, incluso tenía la ventilación por donde corría el humo.
—Yo duermo en el piso —dijo Lance sin problemas al llegar—. Ya he dormido en el suelo antes.
—Yo también —añadió Paper, como si nada.
En ese momento, se sintió realmente mal de que fuera la única persona a la que le iban a dejar una cama que, si bien no era una cama real, siempre iba a ser mejor que dormir en el suelo.
—Creo que tú deberías dormir allí —sugirió Mathew a Paper, pero esta solo emblanqueció los ojos en respuesta.
—El hecho de que sea mujer no significa que deba tener privilegios —mencionó—. Además, aprendí a adaptarme a lo que fuera en mi entrenamiento en Venezuela, deberías saberlo —Sí, por supuesto aquellas palabras habían sido bastante agrias.
El resto de los días, creyeron que la persona que hubiera estado viviendo allí volvería en cualquier momento, y ellos estaban preparado para recibirlo, pero no, no había sucedido. Incluso, no habían visto a ninguna persona en días en el perímetro del lugar. Y, el sentido de clarividencia de Mathew era ideal para ubicar cualquier ente vivo, por lo que cazar, le era un asunto sencillo. Ahora, aunque sabía ubicar donde había comida, lo difícil era precisamente cazarlos. No era lo mismo intentarlo que hacerlo. Y era de los que intentaba pero no lo hacía,. Paper y Lance, sin duda eran otra cosa. Ahora, para detectar algo era el mejor.
—¿Decidiste venir? —Le preguntó al hombre detrás de él.
—Sí, supuse que tendrías problemas para cazarlos y quise darte una mano —le contestó.
—¿No era lo suficientemente placentero tomar el sol?
—¡Vamos!, no tienes porque enojarte por eso —le dio unos golpecitos en el hombre Lance a Mathew—. Mira, vayamos allá, es un bonito cactus, podemos extraer agua de ella.
Mathew le siguió a regaña dientes. Pero sí, aquel no era un simple cactus, era enorme y tenía un flor superpuesta en su corona. Vio que Lance había traído las cantimploras del refugio —algo que él había olvidado por su rabieta—, y avergonzado, le vio agacharse un poco, y un rayo de luz salió de su dedo índice como un láser, y segundo después, agua salía de este. Allí llenó las cantimploras.
—Lamento mucho tener que hacerte daño.
Sí, Mathew le escuchó hablarle al cactus como si fuera a responderle.
—Estamos mal... —murmuró más para sí mismo, sin poder creerlo.
Aprovechando el que el sol no estaba perpendicular a ellos, se sentó en la sombra que el cactus podía generar, y cerró sus ojos. Según percibía, no había nada vivo cerca de donde ellos estaban. Y, tal vez, ese había sido el motivo por el que el inquilino anterior se fue de la gruta, sabía que no era un buen lugar para vivir porque escaseaba la comida. Entonces, concentrándose, y tomando numerosas respiraciones lentas y suaves, comenzó a visualizar imágenes rápidas de distintos pasajes del desierto, así como el cielo, el imponente sol, lugares muchos más áridos y secos, sin una pizca de arena, la fortaleza de FACTORY a varios kilómetros de ellos, un oasis en el que, por supuesto debía haber recursos, pero algo más llamó su atención, había una ciudad que parecía desolada. Sus calles estaban en ruinas y sucias, las casas hechas de barro y telas, que en su mayoría estaban dañadas y deterioradas. Sin embargo, mientras se movía por sus calles, entre una imagen y otra, se dio cuenta que en ese lugar habían dos chicos escondidos entre las sombras de unas de las casas. Sus ojos brillaban con un color fluorescente y, por algún motivo se dio cuenta que ellos les podían mirarle.
Entonces, los ojos de los niños destellaron una fuerte luz que hizo que este tuviera que abrir los ojos y la conexión se perdió.
—¿¡Me han visto!?
—¿De qué hablas? —Preguntó Lance, sin entender.
—Siempre he tenido la habilidad de ver todo lo que he deseado si me concentro en hallarlo, pero jamás me había pasado que alguien pudiera cortar dicha conexión con su propia habilidad —dijo este—. Son dos niños. Están ocultos en un pueblo cerca de aquí.
—¿Eso que significa?
—Qué creo que están en peligros —respondió.
Mathew se levantó rápidamente del suelo, y comenzó a correr por la pila de barrotes de madera que trazaban el camino de vuelta hacia la gruta. Lance le siguió, sin dejar las cantimploras. al llegar, se adentró al oscuro lugar, estaba la chimenea encendida y con una cacerola hirviente que desprendía un olor a carne, y vio a Paper sentada en uno de los banquitos junto a la mesa.
—Pensé que traerían algo de comer —dijo ella, decepcionada—. Lo único que nos queda es esa liebre que se está cocinando.
—Y será lo único que tendremos por ahora, debemos hacer una caminata larga a un pequeño pueblo a un par kilómetros de aquí —señaló, mientras tomaba una mochila, arrojando cosas que necesitarían.
Paper miró a Lance, y este solo se encogió de hombros.
—¿Estás seguro de ello? ¿No sería peligroso exponernos así de esa forma? Pueden estar barriendo la zona como siempre. Además, recuerdas las naves invisibles —le volvió a sugerir la chica, ahora preocupada.
—Créeme que sino fuera por el presentimiento de que uno niños podrían estar en peligro no lo haría. Además —le miró fijamente—. Son como nosotros. Si queremos hacer lo mismo que Christopher y Ransell están haciendo necesitamos un equipo. Todo mutante servirá para ese cometido.
—Él tiene razón —dijo Lance, sin remedios ante esa lógica—. Creo que será mejor que vayamos todos juntos.
—Según mis cálculos sólo tomarían un par de horas en llegar a ese lugar. Mucho antes de que caiga la noche —siguió hablando, terminando de ajustar la mochila—.Debemos ir hacia el norte.
—Bien, pero sí vamos a ir, lo vamos hacer primero con el estómago lleno —aseguró, sin derecho a réplica.
Mathew miró a Lance, pero el chico solo se sentó en la mesa sin más. Él no podía creerlo.
No le quedó otra más que esperar a que sirvieran, y si bien en un principio estaba negado en aquella situación, al terminar de comer, agradeció mentalmente en haberle obedecido. Paper, además, sacó algunas prendas que estaban ocultas en un agujero del anterior inquilino, que consistía en numerosas telas y prendas que les permitía protegerse del sol, y con toda la pinta de un hombre del desierto, los tres salieron de la gruta para caminar en dirección a la que Mathew guiaba.
El viento también era un problema porque arrastraba pequeñas partículas de arena que, de no ser por la tela que llevaban sobre su cabeza, hubieran tenido un obstáculo más. Y aunque hacía calor, al menos, no sentían el ardor que representaba tener la piel expuesta al solo durante mucho tiempo.
—Entonces, ¿no nos contarás un poco más de tu mundo? —Preguntó Paper, al sonar de las botas enterrándose y saliendo de la arena.
Lance, sonrió, parecía hacerle ilusión hablar de eso, pero al mismo tiempo, como si habían pasado milenios desde que había ocurrido.
—La verdad he experimentado tres mundos —Sonrió. Claramente, Mathew no parecía tan alegre como Paper se mostraba—. el primero donde me origino y donde me enseñó el valor de la tristeza, el sufrimiento y la dureza de la vida, el segundo es un paraíso que, sin duda, si todo sale bien, tal vez conozcan algún día. Ese mundo, es el epicentro de todo los mundos, y no existe el llanto, ni el dolor, ni la tristeza; de hecho, les puedo asegurar que aprovechen de llorar lo que puedan, porque luego se pierde esa capacidad en ese lugar. Y ahora, estoy aquí, un mundo que me parece una aventura, como las que vivía en Las Colinas de los Héroes. ¡Y mira que se viven aventuras valerosas en ese lugar!
—¿Las Colinas de los Héroes? —Se preguntó Paper, con una sonrisa rimbombante por el nombre de aquel sitio—. Suena al mejor estilo de historia medieval.
—Bueno, la llamaron así solo para aquellos que querían probar su valor. Pero, en realidad, es un lugar que cambia según tu esencia, por eso, aunque todos puedan pasar la prueba, nunca será la misma.
—¿Y hay más como tú? —Preguntó Mathew, esta vez, avergonzado de que le vieran interesado en el tema.
—¿Cómo yo? —parecía extrañado—. Nunca habrá nadie como yo o como ustedes, todos somos parecidos pero completamente auténticos y únicos. Y si conocieran mi primer mundo hubieran visto que habían más de una sola especie; difícilmente te toparías con alguien igual que tú.
—¿Vampiros, dragones, duendes? —Preguntó Mathew, recordando el momento en el que llegó y comprobó sus propios recuerdos. Aunque, había un acceso de su mente el cual no podía entrar.
—Sí, también habían titanes, gigantes, trols, ¡De todo! —sonrió—, incluso había un hombre que había sido una estrella.
—¿Una estrella? —Paper soltó una risilla, Mathew no podía creer lo que decía. De hecho, en ese momento había pensado que Lance tenía poderes que le permitía reflejar cualquier imagen a quienes invadiera su cabeza como él lo había hecho.
—Sí, una estrella. En este momento, seguramente estará alumbrando un sistema entero —sus palabras sonaban exageradas, y era raro o inusual de ver en un hombre tan adulto como él. La mirada emitía ese brillo que solo los niños tenían debido a su inocencia, pero que con el tiempo se iba perdiendo. Excepto para Lance, aparentemente.
—El primer mundo de donde provengo era un planeta que, a mi parecer, era mucho más grande que este. Al igual que nosotros en este momento, debíamos caminar si queríamos llegar a otro punto, sino se contaba con alguna carreta, carruaje o algún corcel que pudiera llevarte. Aunque habían brujas y magos que podían teletransportarse de un lugar a otro como si nada —explicó, moviendo las manos emocionado por su relato—. Poseía muchos reinos, pero cinco de ellos eran los principales. A su alrededor habitaban todo tipo de criaturas mágicas, pero como en la mayoría de los mundos, el mal siempre está a la espera de encontrar una oportunidad de ataque. Nuestro mundo no solo se vio amenazado, sino que murió por completo. El sol enrojeció debilitado y la tierra se secó, al igual que los mares y los ríos, pero Gaia, El Gran León, El Rey Águila o por el nombre que s ele conozca acá, nos salvó y nos llevó a un nuevo mundo donde es imposible que surja la maldad. Los que allí habitan, han sido completamente transformados y purificados...
—¡Es allí! —le interrumpió de pronto Mathew, al ver el pueblo delante de ellos, luego de que hubieran pasado por encima de una enorme colina de arena.
La ciudad parecía estar en ruinas. Tenía en una parte cimientos de sillares de piedra, adobe y juncos , de las cuales eran las zonas que más se veían deteriorada. Por otro lado, habían estructuras hechas de piedras, cemento y ladrillos, y eran los que más se preservaban. Pero todos tenían la misma tonalidad amarillente de la arena, y telas de colores se entrelazaban de una estructura a otra por las calles, sucias, harapientas y deterioradas.
—Parece que tenías razón, chico fantasma, había una ciudad en este enorme desierto —mencionó Lance, silbando extasiado de ver el poblado en medio de la nada.
—¿Chico fantasma? —se extrañó Paper.
—Sí, ya sabes... por como hace esos viajes astrales y puede ver todo lo que quiera...
Paper miró a Mathew, este solo negó con la cabeza, dando entender que no iba a omitir comentarios.
—Bueno, al menos no moriremos de hambre —exclamó Paper, con una sonrisa en el rostro.
—Yo no estaría tan seguro —añadió Mathew pesimista—, pero es mejor morir en el intento que no hacer nada.
Finalmente se adentraron al poblado, se dieron cuenta que, al igual que en la antigüedad, las casas egipcias no tenían ventanas exteriores, sino que todas daban al patio interior para protegerse del calor. La casa también parecían haber sido pintadas de blanco para evitar la absorción de calor. Si se analizaban las casas egipcias desde una perspectiva moderna, se puede considerar que se construyeron según principios bioclimáticos, utilizando materiales locales como el adobe para mantener fresco el interior de la casa y considerando la orientación de las ventanas para evitar la entrada directa de luz. Las casas de los ricos estaban construidas con piedra, y fueron los primeros en considerar el jardín como un elemento recreativo del hogar, y todo eso estaba plasmado en ese pequeño pueblo.
Las calles por otro lado, tenían piedra, pero la arena sin limpiar había recubierto la mayoría de ellas, dándole un aspecto mucho más desolado. El viento corría y movía las telas harapientas que colgaban por encima de ello, dándoles el temor de que, en algún momento, todas colapsaran y cayeran sobre ellos. Vieron locales cerrados, otros que quedaron completamente abiertos después de lo que hubiera pasado en ese lugar, pero lo que sí tenía en común es que todos ellos habían sido saqueados. Mathew sabía que un pueblo en las condiciones en la que ahora se vivía el mundo, era más peligroso que estar en la intemperie del desierto; ladrones, carroñeros, esclavistas y quien sabe que otro tipo de gente eran los que más rondaban lugares como esos, y por esos le urgía conseguir a esos chicos. ¿Cuánto tiempo estarían divagando solos?
—Creo que primero debemos ver si hay comida en alguna parte, y luego buscaremos algún refugio seguro. Puede que tengamos suerte y haya agua en este lugar e incluso energía —comentó Paper, con mucha firmeza.
Mathew y Lance parecían estar de acuerdo. Y con mucho cuidado, comenzaron a entrar de un lugar a otro. Alimento no había en ninguno de los lugares que entraron, y mucho menos energía, pero por lo menos aguas si habían encontrados en tarros de arcillas en pequeños sótanos de algunas casas que, consideraron de gente "rica". Se hidrataron e incluso decidieron tomar un baño por turnos, con jabones de azufre que habían encontrado, sintiéndose todos revitalizado.
Lance comentaba que tenía milenios que no sabía lo que era tomar una ducha como la que había tomado, no solo por el hecho de que en su mundo de origen era escaso las veces que se bañaban, sino que en el segundo, no había necesidad de tomar dichas. Sus cuerpos no sudaban, no se ensuciaban, no olían mal ni se deterioraba. Por eso, le fue toda una sorpresa volver hacerlo.
Retomando entonces la idea de seguir explorando, justo cuando entraban a lo que parecía haber sido una tienda de verduras, Mathew hizo señas de que se detuvieran, indicando que sentía una presencia en ese lugar. Estaba en el vestíbulo cuando hizo las señas para que no se movieran, y vio a Paper tomar un arma de cañón corto y apuntarla como toda una experta. Lance, en cambio, tomó una pequeña navaja de su pierna derecha que había traído consigo desde nuestra escapatoria y la colocó en diagonal, levemente inclinada, que mostraba también su experticia con esta. ¿Dónde había aprendido? fue la duda que le surgió a Mathew mientras le observaba.
Aquella presencia estaba detrás de un enorme mueble, hice señas a Lance y este, haciendo brillar el filo de su nava, envió una fotónica en una línea horizontal, que cortó el espaldar del mueble en dos. Se escuchó un grito, seguido de ver una silueta saltar hacia un costado, el cual el trío rodeó rápidamente. Allí, con el revolver de Paper apuntándome amenazantemente, estaba un chico de apenas unos doce años de edad, era escuálido y estaba sucio; su tez era bronceada y el cabello de un negro azabache, con una mirada pardusca.
Paper transformó toda la habitación, en una especie de oasis, con la finalidad de relajar el chico. Los tres tenían posturas relajadas en aquella ilusión, pero cuando el niño destelló sus ojos con esa luz intensa fluorescente —tal cual como Mathew le había visto ver en su viaje astral—, todos vieron como la ilusión acabó y se seguían viendo, en la realidad, apuntando a este. No se confiaban. Paper solo le vio perpleja de que este acabara con su ilusión como si no hubiera sido nada.
—¿Dime quien eres y por qué nos espiabas? —Preguntó Mathew, con el ceño fruncido, pero curioso.
El muchacho miró primero a un lado, luego a otro, y se levantó rápidamente para huir. Lance alzó sus manos a su costado, y toda abertura de aquel lugar —ventanas, puertas, arcos—, que daba hacia el exterior, reflejó una capa amarillenta de energía fotónica. El chico se detuvo de inmediato, viendo que le habían encerrado, y cuando Lance envió un pedazo de escombro hacia una ventana, al chocar este con su energía, se desintegró por completo.
—Si intentas escapar por allí, terminará realmente mal y no queremos que eso suceda —explicó Lance, con cuidado, intentando que este pudiera entenderlo.
—¿Crees que hable nuestra lengua? —Preguntó Paper, un poco extrañada.
Sin previo avisó, el chico se abalanzó contra ella, y por mero acto reflejo, una patada en el pecho envió Paper, mandando a volar al niño contra la pared.
—Joshue ya akhi!... —¡Joshue, hermano! Gritó una chiquilla de unos nueve años de edad; de cabello corto negro, con ropajes largo y sucios, y la piel igual de bronceada que le muchacho—. Hill taradat ladhaille? —¿Te han hecho daño?, fue la voz robótica que tradujo lo que la niña decía, del traductor universal que Paper llevaba consigo.
—Abtaid! inha khatira! —¡Vete! ¡Ellos son peligrosos!, le respondió el chico. Paper, Lance y Mathew se miraron entre ellos. Él solo estaba cuidando de su hermana.
—¿Cómo es que eso traduce lo que ellos dicen? —preguntó confundido, Lance.
Paper señaló el dispositivo que llevaba colgando en su cuello. Sabía que explicarle a Lance como funcionaba era demasiado tedioso, y no era buen momento para hacerlo. Así que, pasó de eso y se acercó con cuidado a los chicos. Vio el miedo reflejado en ellos, y con mucha sinceridad y sonriendo—intentando corregir el efecto que su patada había hecho en ellos—, y dijo en su idioma:
—Utzar an grada alti atetaha lek ، kel ma fe al-amar an gusdy yathark minn telka nafsa bespep al-tadrib al-dhay telkite —Me disculpo por la patada que te di, es solo que mi cuerpo se mueve por cuenta propia debido al entrenamiento que he tenido, le dijo Paper, mientras apartaba un poco el cabello de la chica en su pequeño rostro—. Siconon bakhir ، lin nouthihim ، nahin nabhath fakt an mccann letnaul al-tam walnom. akal ma narideh ho izajiham —Estarán bien, no vamos a hacerles daño, solo buscamos un lugar para comer y dormir. Lo menos que queremos es molestarles... —Paper no había terminado de hablar, cuando el chico tomó su brazo con fuerza, y nuevamente brillaron sus ojos.
—¡Paper! —Gritó Mathew de pronto, dispuesto a hacer algo de ser necesario.
El chico al ver su postura, vociferó:
—¡Yo sé dónde pueden quedarse, pero no nos lastimen, por favor!
—Hasta que finalmente habló en nuestro idioma —aseguró Lance—. ¿Cómo es que no lo habías hecho antes?
—No podía hacerlo, —soltó a Paper, quien le miraba con el ceño fruncido, mientras esta masajeaba la zona afectada—. Es por eso que te tomé de pronto, necesitaba conocer tu lenguaje. No sabemos por qué, pero todo a lo que nuestros sentidos se expongan, tanto mi hermana y yo, podemos llegar a conocerlo y aprender de ello. Un aroma, un sonido, una visión, una comida, el tacto —resumió—. Tu idioma fue parte de lo que he aprendido ahora que te he tocado. También conozco sus habilidades
—Por eso fue que pudiste verme —agregó Mathew, curioso.
El chico asintió.
—Mi hermana y yo bloqueamos tu poder para permanecer ocultos, pero parece que lo hemos hecho demasiado tarde —mencionó él. La niña le tocó, sus ojos también brillaron y todos supusieron que, al igual que él, solo estaba aprendiendo el lenguaje—. Podemos ver todo y conocerlo —aseguró.
—Impresionante —murmuró Paper, perpleja.
—En mi mundo conocí a alguien que lo sabía todo —argumentó Lance, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bueno, luego hablaremos de ello. ¿Qué te parece si nos dicen dónde podemos quedarnos para comer y dormir? —preguntó otra vez con mucha calidez, Paper.
Mathew la miró un momento, porque aquella amabilidad y calidez, llevaba meses que no la había visto en la chica. De hecho, se mantenía tosca y sarcástica con él. Pero con esos niños, es como si algo bueno aflorara en ella naturalmente.
El chico se levantó, y dijo, mirando a su hermana en el suelo.
—Sabemos donde llevarlos.
Lance quitando su encierro, permitió que el niño y la niña, tomados de la mano, salieran mientras el trío les seguía. Aquel pueblo, según el comentario del muchacho, se llamaba Madina Shams, que se traducía como La Ciudad del Sol. Los niños le condujeron por varios callejones, y entre una calle y otra hacían brillar sus ojos, tocando los edificios para comprobar que no hubiera nadie allí antes de cruzar o atravesarla. Al final, llegaron a una casucha que tenía toda la parafernalia de haber sido de un lugar para ricos, donde contaba con varios patios en el recinto, llenos de vegetación un tanto descuidada. Claro que a simple vista se veía tan deteriorada como el resto y que no era habitada.
Atravesaron el primer patio, que los condujo al interior de la casa. Al atravesar el largo pasillo, vieron otro patio con una fuente en el medio y montón de maleza y flora común de aquel sitio. Habían pilares que sostenían el techo y más habitaciones por encima de ello, entre los balcones que delimitaban un rectángulo. Pasando por más pasillos, llegaron finalmente a una puerta que, al abrirla, mostraba una escalinata que iban hacia el subterráneo. Era el sótano.
Al bajar, se dieron cuenta que el lugar era demasiado oscuro. Mathew, quien estaba atento pues sabía que en esos tiempos no se podía confiar fácilmente, comprobó con su propio el que sitio estaba completamente deshabitado, así que no podía tratarse de una trampa. Entonces, cuando Lance iluminó el lugar haciendo brillar su propio cuerpo, se revelaron en el fondo innumerables cajas de comidas. Paper corrió hacia ellas para comprobar lo que sus ojos veían, y quedó atónita de ver que era una realidad.
—¿Lo han reunido todo ustedes? —Preguntó.
—Sí, llevamos años recolectando comida —respondió el muchacho.
—Esto es impresionante —volvió a exclamar Paper.
—¿Puedes hacernos gelatina? Joshue no sabe hacerlo —dijo la niña, un poco apenada.
—Claro —le sonrió ella—, haremos gelatina, pudines, y toda clase de comida rica con todo esto. ¿Cómo te llamas linda? —Le preguntó finalmente, al ver que no sabía nada de ella.
—Sortelia —dijo la niña, insegura.
—Bueno, Sortelia, es un gusto conocerte —le respondió Paper, con alegría.
—No puedo asegurarlo, pero estoy seguro que esa comida serviría para varios meses —dijo Lance, pensativo.
Esa misma tarde, gozaron de un buen banquete como había asegurado Paper. Un perfecto plato de arroz, con carnes y puré de patatas, más salsas con especias. Y cuando la noche cayó, todos estaban como nuevos, tanto ellos como los niños habían vuelto a tomar un baño, y pudieron escoger cada uno una habitación para dormir, que, a diferencia de la gruta, habían camas verdaderas, polvorientas, pero nada que pudiera arreglarse con cambiar las sábanas. Además, sirvió mucho que cada uno limpiara un poco. Y a la mañana siguiente, despertaron como nunca lo habían hecho.
Luego de desayunar, Lance había decidido jugar con los niños a las encondidas dentro de la enorme casa. Paper, se veía radiante, no solo le había caído bien la noche, sino que parecía feliz por primera vez. Tomando un pan con vegetales, y un posillo de té, Mathew dijo:
—Vaya, parece que alguien ha amanecido de buen humor.
—Sí, y parece que otros han amanecido con un rango mayor de inteligencia —respondió ella, mostrando que la antigua Paper seguía allí.
—¡Auch! Eso ha dolido...
—Y apenas comienzo —sonrió ella, mostrándole que solo bromeaba—. ¿Qué haremos ahora? ¿Esos chicos parecen necesitarnos?
—No puedes encariñarte con ellos. No podemos arriesgarlos a todo esto —dijo esta vez, con un semblante más serio.
—Ya están en riesgo, Mathew, ellos han sobrevivido solos en este lugar y parece que somos los únicos humanos que han visto desde hace mucho tiempo. Dejarlos no hará la diferencia, solo seremos parte de aquellos que le han hecho mal. Créeme, su infancia ha sido destruida y cuando se pierde la inocencia, eso jamás vuelve y aún tengo esperanza en ellos.
Mathew miró a los chicos desde la mesa del comedor hacia el arco, y el pasillo donde los veía ocultarse de Lance entre los pilares del patio. Sonreía, y había un brillo en los ojos que le recordó a su hermana. El corazón s ele puso chiquitico en ese momento, y si no fuera porque tomó una bocanada de aire ene se momento, hubiéramos visto al hombre derramar lágrimas.
—No lo sé, Paper, solo no te encariñes —finalizó—. Vigilaré un poco.
Subió al piso superior y llegando a un balcón que daba hacia el pueblo, se sentó en una fea silla de mimbre. Se dio cuenta que el ambiente no estaba tan caluroso como solía estarlo siempre. Tomó una pequeña pajilla que había en el costado de un muro para masticarla un poco —al mejor estilo de un vaquero—, y suspiró. Se había sentido agobiado un poco allá adentro cuando recordó a su hermana.
Lo bueno de vigilar, es que te permitía pasar horas pensando y admirando a detalle el panorama como la hacía él en ese momento. Y, desde ese balcón —que resultaba estar por encima de todas las edificaciones del pueblo—, lograba mirar incluso hacia el desierto. Entonces, imágenes le llegaron sobre una chica, de ropajes oscuros, cabello corto y ondulado, corría en dirección al pueblo. Detrás de ella, una enorme nave de FACTORY la perseguía y enviaba disparos que, si amenguaba su corrida, iba a ser alcanzada. Hubo una explosión, y ese fue el sello que le permitió saltar desde el balcón hacia la otra estructura enfrente de él, para luego comenzar a correr por los techos hacia aquella dirección. Finalmente, bajó por uno de los callejones, cerca de la entrada, donde se ocultó en unos enormes tarros de arcilla vacíos.
Allí, notó que la chica tenía destreza pues corría de derecha a izquierda, trazando líneas en zig zag para evitar las balas. Eso hablaba de que tenía tiempo huyendo, y sabía como hacerlo. El problema, es que si lo traía hasta el poblado, los pondría en peligro a ellos. Por eso, debía ayudarla.
Estando allí, se concentró lo suficiente y comenzó a ver el interior de la cabina. Al menos, había unos cuatro agentes, y una docena de robots rastreadores en el fondo, a la espera de ser usados. Con la misma concentración, se adentró en la mente del piloto. Descubrió a través de él, que la chica a la que perseguían se llamaba Skyler Colmenares.
—¡Ha desaparecido! —Vociferó uno de los agentes.
Cuando Mathew vio los monitores donde la chica estaba siendo reflejada, vio que efectivamente esta no estaba. Pero, Mathew todavía podía sentirla. Sabía que estaba haciendo algún uso de camuflaje para despistarlo, entonces, controlando al piloto, maniobró la nave con la intención de que se estrellaran contra el suelo. Las alarmas comenzaron a sonar en la cabina, los gritos de los agentes creyendo que se había vuelto loco; un disparo surgió, desconectado a Mathew de la mente del piloto —supo que lo habían matado—, y segundos después, vio la nave desplomarse, seguido de una explosión.
Sintió la presencia de la chica atravesar el arco del pueblo, pero no la veía, y agachándose un poco para que no le viera, justo cuando pasó a su lado, le metió el pie haciéndole caer. El sonido del golpe, más el sonido del gemido al caer, escuchó, revelando a la chica. El sol golpeó su piel morena, y descubrió que estaba llena de prendas doradas. Skyler le miraba perpleja.
—Creo que tenemos que hablar —dijo Mathew, mirándole de pie.
—¡Ni lo sueñes! —la chica, así en el suelo iba a aplicarle una llave para tumbarlo, cuando de pronto, vio una pistola por su rabillo del ojo, justo en la sien.
—Yo tú, no haría eso —dijo Paper, con el ceño fruncido, apuntándole. La chica se dio cuenta que había otro hombre más allá. Estaba rodeada.
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