Imperfección
El hombre que jugó a ser Dios yacía muerto en el suelo. Su sangre discurría por las arrugas de su rostro como un gran río cruzando una montaña.
Su creación, el hombre perfecto, sostenía una pistola; una bala decoraba la nuca de su progenitor. Ahora, el arma temblaba en sus manos de seda como sonaja en los dedos de un infante.
El hombre perfecto soltó una lágrima.
La perfección está en la ausencia de sentimientos, recordó.
El hombre perfecto acercó la muerte a su propia sien.
El hombre perfecto no puede morir.
El hombre imperfecto disparó.
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