Capitulo 8
Ariadne
El escuchar esas palabras de la boca de mi amiga, me sientan como un puñetazo en el estómago y se me corta la respiración; pero en estos minutos es lo único que no me interesa. Mis sentimientos son los que menos importan ahora, el haber pasado estas horas con el que hasta ayer era solo mi cliente, me ha demostrado que es un gran hombre.
A pesar de parecer un hombre rudo y completamente cruel por las marcas que le han dejado los años de combate en su rostro, es todo lo contrario, una buena persona con una paciencia única, la que dejó claramente demostrada cuando Nicole le pidió ayuda para un trabajo del colegio y él no se quedó tranquilo hasta que mi hija lo entendió todo.
Miro a Donkor que se ha quedado blanco como un papel y eso es bastante extraño. La verdad es que imaginé que lo vería enfadado, furioso mejor dicho, pero veo algo más que eso. Sus manos se han convertido en dos puños y sus nudillos están completamente blancos. Cristóbal algo le susurra al oído haciendo que él se relaje y mirándome a los ojos me dice.
―Estoy bien. ―se acerca hasta donde me encuentro sentada y se arrodilla delante de mí―. Estoy acá contigo, no te olvides. ―Él ve la preocupación en mis ojos, esa es la razón de sus palabras. Creo que por fin alguien más que Katerina me puede leer pero no sé si es algo bueno. Donkor se queda unos centímetros lejos de mí, ni siquiera me toca y lo agradezco, mantiene la distancia adecuada para demostrarme que estamos juntos en esto a pesar de que él no conozca la verdad completa y la razón de mi miedo. Cree que es por él y por lo que me contó, pero también es por Nicole, por mi amiga y por mí. Todo esto no es una casualidad, es imposible que ellos estén alojados en el mismo hotel donde Don fue acusado de un asesinato.
―Lo sé. ―le respondo a las palabras que me ha dicho, porque estoy segura que desde el primer minuto los dos estamos comprometidos en este infierno―. Mañana ya sabremos ante quienes debemos defenderte. ―digo ahora mirando a mi amiga y Cristóbal que todavía no puede borrar la sonrisa de su cara. Está feliz por poder ayudar a su amigo a salir de este lio, ellos tienen un código igual como el mío con Katerina, pase lo que pase nuestra lealtad siempre estará primero.
―Sí, ya mañana podremos ponerle cara a lo que nos enfrentamos, ―ratifica mi amiga, como siempre estando de acuerdo conmigo― pero ustedes dos me están ocultando algo y quiero ahora mismo que me expliquen lo que sucede. ―dice un poco molesta tomando asiento justo frente a mí cruzando los brazos por encima de sus pechos y está lista para la guerra y sé que no puedo ocultarle nada, ella tiene que saber exactamente todo.
―Donkor es la persona de la que tu hermana se estaba despidiendo el día de su boda. ―Así sin anestesia ni nada. Ella lo sabe todo de mí así que no sacamos nada con andar con medias palabras. Su rostro es un poema y si no fuera que las cosas son tan delicadas sería la primera vez que tengo ganas de reírme de verdad.
―¡Espera! ¿Qué has dicho? ―interroga esta vez Cristóbal que se mantenía a una distancia de nosotros. Donkor se pone de pie porque sabe que tiene que dar explicaciones―. Quieres decir qué, Katerina ―señala a mi amiga― ¿Es hermana de Iliajtida? ―pregunta incrédulo sin poder creer lo que está sucediendo.
―¡Un momento...! ―sé que para ella está siendo bastante difícil procesar toda esta información― ¿Cómo sabes que Iliajtida es mi hermana? ―claro ya salió la abogada que lleva en su interior y sin dejar nada que caiga al suelo.
―Encontré una foto de las tres ―explica Donkor intentando tranquilizar a la fiera de mi amiga que si la deja por unos segundos más estoy segura que se volvería loca―. Y Ariadne tuvo que explicarme. Hay demasiadas cosas que al parecer nos unen más que nada.
Nos quedamos los cuatro en un silencio acogedor, sé que cada uno está tratando de procesar todo lo que sucede. Kate me mira intentando saber si yo he contado la parte que me toca de la historia, pero le doy a entender que no, todavía no es tiempo de que se enteren.
―¿Eso quiere decir que eras mi cuñado? ―pregunta animada, con la intención de aliviar el ambiente pero el rostro de Don solo eso no me muestra, a pesar que a ella la mira para luego regalarle una dulce sonrisa mientras levanta los hombros quitándole la importancia a sus palabras.
―No lo creo. Has dicho que tu cuñado llegó ahora a Italia y yo llevo años. ―dice demostrando una tranquilidad que me estremece por completo ¿Es posible que sea tan bueno para mentir? Porque yo sé que en estos momentos está sufriendo con cada palabra que dice, él me lo confesó sigue amándola como la primera vez y sus ojos y la postura de su cuerpo me lo dicen.
―Bueno no...
―Es hora de descansar. ―los interrumpo. Katerina es un ángel pero muchas veces no sabe cuándo debe detenerse. Mira su reloj...
―¡Joder...! ―se pone de pie lo más deprisa que puede― tú hermano con el niño llevan horas solos y no sé qué casa encontraré.
―Conociendo a Manuso como lo hago, creo que lo más probable es que no la encuentres. ―Rio al ver la cara de terror que pone mientras sale corriendo de mi oficina gritando un "Buenas noches" para luego escuchar el portazo que da al salir de mi casa.
―¿Quieres decir que Katerina aparte de ser tu amiga, es también tu cuñada? ―me interroga incrédulo Cristóbal tomando asiento justo donde segundos antes estaba mi amiga.
―No. ―no puedo evitar reír ante la imagen que me viene a mi mente con la parejita que harían mi hermano y ella― él acaba de llegar hoy, viajó para visitarnos por nuestro cumpleaños, pero como no puede quedarse acá por lo de Don, tuvo que ir donde ella. ―trato de explicarle lo más simple que puedo.
―Osea... espera un momento ¿Eso quiere decir que estás hoy de cumpleaños? ―a él eso no se lo dije antes y apenas se entera.
―Y no solo ella ―agrega Donkor intentando no reír y la verdad es que no entiendo la razón―. Katerina también lo celebra hoy, las dos han nacido el mismo día. ―explica un poco más al ver que su amigo aun no reacciona.
―¡Son los peores! ―se queja tomándose la cabeza― ¿Cómo pudieron hacerme algo así?
―¿Y yo por qué? ¿Qué hice? ―ahora sí que veo que mis estudios muchas veces no sirven para entender a la gente.
―Fueron capaces de dejarme pasar toda la tarde con ella y ni siquiera felicitarla.
―Perdona, pero no sabía que era tan importante. ―me disculpo a pesar de que no sepa la razón de su molestia.
―No te disculpes Ari. ―dice Donkor sonriéndome con travesura― mi amigo acá, ―llega a su lado colocando las manos en los hombros de Cristóbal― está un poco colado por tú amiga.
―Eres imbécil. ―lo regaña el afectado― después de mucho tiempo me gusta alguien y quieres sabotearlo. ―en otras personas, si escucharas algo así pensarías que comenzarán un conflicto, pero el tono de sus palabras es amigable―. Me quieres soltero, solo para ti.
―Claro Arturito, yo sin ti no vivo. ―su voz demasiado dulce, hace que rompa a reír y los dos me acompañan. La verdad es que nunca pensaría que dos hombres con su físico y aspecto, podrían actuar de tal manera entre ellos sin importarles que hay alguien presente.
Las horas que siguen fue un poco de lo mismo hasta que vuelvo a mi cama por fin a descansar. Donkor está en su habitación también, a pesar que me confesó que no podría dormir por la ansiedad de lo que sucederá mañana. Algo me dice que nada será fácil y tengo un mal presentimiento, uno muy muy malo.
Al día siguiente, la música de mi despertador me saca de un sueño bastante inquieto. Mi respiración agitada y mi frente perlada en sudor, son las pruebas de que acabo de tener una pesadilla. Nada bueno sucederá hoy, eso lo tengo más que claro y mis sueños nunca me han traicionado, es una señal que alguien me da para tener cuidado y sé quién me la manda.
Me giro y tomo la foto de mi tía que se encuentra en la mesita de noche al lado de mi cama. Nos parecíamos tanto que no fueron pocas las veces que nos pasaron por madre e hija.
"Me haces tanta falta tía" pienso a la vez que acaricio el rostro sonriente de la fotografía, ya son diez años de su partida y aun siento que fue tan injusta ¿Por qué tuvo que estar ella ahí en ese momento? De otra manera sería otro el cuento y ella me estaría llorando ahora.
Pero mejor no pensar en eso en este instante porque tengo un día bastante difícil por delante. "Te quiero tía" le doy un beso y dejo el marco en su lugar mientras me levanto para irme a bañar.
Al salir de mi habitación me topo con Donkor quien va saliendo del baño con una toalla enredada en su cintura dejando ver todo su cuerpo bien trabajado y algunas gotas que resbalan por su pecho perdiéndose en la toalla. Menos mal que Nicole no duerme en este lado de la casa porque no quiero pensar en cómo reaccionaría ella al encontrarlo así, si a mí se me ha instalado el calor en el pecho, el que mi corazón pertenezca de por vida a otra persona, el no interesarme o querer tener alguna relación con alguien, no significa que sea ciega y no aprecie a un hombre guapo cuando lo vea.
―Discúlpame. ―me doy cuenta que se siente bastante incomodo al haberlo pillado de tal modo―. Pensé que estarían dormidas. ―se justifica.
―Siempre me levanto a estas horas para alistarme y poder prepararle el desayuno a Nicole. ―le explico― Pero vete a preparar antes de que...
―¿Mamá? ¿Don? ―demasiado tarde al darme vuelta me encuentro con la cara de sorpresa de mi hija y las manos en la cintura, interrogándonos con la mirada. Y como si nos hubiéramos puesto de acuerdo le respondimos a la vez "NO ES LO QUE CREES". Nos miramos y sin evitarlo nos ponemos a reír y es ese minuto que aprovecha Donkor para escabullirse y logra esconderse en su habitación, quedando yo con una pequeña que todavía espera respuesta de mi parte.
―Buenos días mi vida. ―le doy un beso en la cabeza y sin decir una sola palabra entro al baño dejándola sola en el pasillo.
―¡Mamá...! ―se queja detrás de la puerta― no te escondas.
―Hija vete a preparar que hoy tenemos que irnos muy temprano dentro de poco llegarán por Donkor. ―gruñe pero la escucho que se marcha.
No demoro nada en bañarme, una vez con el pelo seco y recogido, maquillada lo justo y necesario, abro la puerta lentamente para ver que no se encuentra nadie por el pasillo y ajustando el cinturón de mí bata lo más posible a mi cintura salgo casi corriendo hasta mi dormitorio.
Elijo una falda tubo de cintura alta que me llega hasta un poco más abajo de las rodillas de color negro y una camisa blanca que tiene un cuello bastante particular con pliegues y capas, así como tres botones a un costado, las capas se prolongan hasta por debajo del busto. Saco rápidamente mi ropa interior y mis medias para luego vestirme con la ropa elegida. Me doy un último retoque con mi lápiz labial escarlata el cual resalta en mi rostro.
Una vez lista y ya encima de mis tacones negros de diez centímetros tomo mi maletín y me dirijo hasta mi oficina a buscar unos últimos papeles antes de dirigirme a la cocina por un café.
Al ingresar encuentro a Donkor de nuevo mirando desde el ventanal que tengo, me he dado cuenta que esa vista lo hipnotiza, ayer cuando estuvimos conversando por casi una hora yo me puse a trabajar y él estaba ahí mirando sin decir una sola palabra.
―Buenos días. ―trato de no asustarlo pero es imposible y veo como da un brinco en su lugar. Diciendo una palabrota que no alcanzo a escuchar, pero veo como intenta mantener una taza con lo que parece café, un poco alejada de su ropa ya que al haber dado el brinco ha manchado su mano con el líquido caliente―. Disculpa no quise asustarte. ―le digo mientras le entrego un pañuelo para que se limpie.
―No te preocupes. ―deja la taza encima de mi escritorio y se limpia. Es la primera vez que lo veo tan moderado. Tiene el pelo bien peinado hacia tras y ha recortado un poco su barba, el color azul resalta en sus ojos. Lleva puesto un traje de tres piezas de un color azul oscuro hecho a medida, el hombre que tengo en este momento frente a mí no es el luchador de artes marciales que conocí en prisión, este hombre es el informático, es un hombre de oficina que se impone a quien se coloque frente a él y si no fuera por algunos moretones que aún se notan en su rostro nada indicaría todo lo sucedido en los días anteriores― es para el mal de ojo, ―me dedica una sonrisa nostálgica― así siempre decía mi madre cuando tiraba alguna bebida o rompía algo, que era para espantar el mal ojo. ―me explica.
―¿Tu mamá era griega? ―pregunto mientras termino de meter todos los documentos en mi maletín.
―No, ella era italiana, pero estuvo muchos años trabajando en el campo, en las tierras de mi padre. ―A pesar del brillo que aparece en sus ojos al nombrar a su madre puedo escuchar el cambio de voz al nombrar a su padre y no es nada bueno.
―¡Ah por eso lo del mal de ojo! ―intento hacer desaparecer el mal sabor que le dejó nombrar a su padre.
―Sí, creo que los muchos años que estuvo allá se le contagiaron todas las prevenciones habidas y por haber. ―ríe seguro al recordar más de una anécdota con ella.
―Bueno mejor vamos a tomar desayuno que pronto llegan a buscarnos. ―digo mientras salgo de mi oficina con él a mis espaldas y nos dirigimos hasta la cocina donde mi hija ya tiene listo nuestro desayuno.
Entre anécdotas y algunas instrucciones de mi parte para cuando les toque a ellos dar su testimonio pasa la hora y tocan el timbre.
Soy yo quien me levanto para recibir a los oficiales encargados de trasladar a Donkor hasta el juzgado y a pesar de que explico que no es necesario que lo esposen ellos hacen lo que deben por su parte.
Don sale a nuestro encuentro y sin poner ninguna resistencia se deja esposar, veo como Nicole al mirarlo se le llenan los ojos de lágrimas. Mi niña es tan pequeña y sentimental que estoy segura que esto será un cambio radical para ella aunque a mí no me parezca algo demasiado frustrante después de todo lo que he visto. Para mi hija el ver a alguien que quiere y admira tanto, en esta situación la hará madurar de golpe.
―¿Puedo? ―pregunta a los oficiales, señalando donde se encuentra Nicole y ellos lo aceptan. Se acerca con las manos amarradas y las pasa por encima de la cabeza de ella tomándola en un abrazo paternal, si es que lo puedo llamar así. Mi hija en ese momento rompe a llorar y se aferra a las solapas de su chaqueta. Donkor le susurra algo y le besa la cabeza quedándose por unos segundos así hasta que mi niña está más tranquila. Me sorprende la manera en que ellos se comunican y la relación que tienen pero no puedo decir que me molesta, espero que hoy salga todo como corresponde.
Ya más tranquila Nicole se aleja de él, limpia las lágrimas que corren por sus mejillas, y mira atentamente como salen del apartamento hasta el ascensor con su amigo para llevárselo hasta la patrulla que lo espera. Nosotras también tomamos nuestras cosas y al bajar, Cristóbal ya nos está esperando para llevarnos en su coche.
A pesar de que son las nueve de la mañana hay bastante tráfico pero no perdemos de vista el coche que lleva a Donkor.
―¡Mierda! ―dice por lo bajo Cristo haciendo que solo yo lo escuche y no Nicole.
―¿Qué sucede? ―pregunto intentando que mi hija no comprenda nada.
―Hay un coche siguiéndonos desde que partimos de casa ―me explica― pensé que era idea mía pero ya estoy seguro.
―¿Cómo, estás seguro? ―mi presentimiento sale y lo peor es que llevamos con nosotros a mi pequeña.
―Sí, pero tranquila que estamos por llegar y no harán nada para involucrar a la policía.
―No estoy segura. ―Y esa es la verdad, no sé si los que quieren hacer desaparecer a Donkor les importará algo semejante. Los minutos que siguen hasta llegar al juzgado son de un sinfín de emociones, temiendo lo peor. Pero como dijo Cristóbal, no han hecho nada, tomo el número de la matrícula del coche que nos seguía y apenas pise la acera lo primero que haré será poner a alguien a buscar quien es el maldito que nos seguía.
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