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CAPITULO 5

El dolor que siente es insoportable, pero como siempre ni un simple quejido saldrá de su boca. Donkor es un hombre acostumbrado al dolor y esta no será la última vez que sufra, de eso está más que seguro.

Las heridas comienzan a sanar, pero su cabeza no deja de trabajar. El que tuviera a Ariadne como su abogada lo tiene por una parte más tranquilo, pero una cosa no puede comprender, le ronda días, pero no sabe a quién preguntarle. La mujer es simplemente profesional frente a él y a pesar que Nicole pasa bastantes horas en la habitación del hospital, ella nunca aparece si no es por algo sumamente importante.

Con esa actitud le demuestra que a pesar de creer en su inocencia, no quiere tener ninguna relación más con él, lo mantiene al margen, él aun le habla de usted y eso ya lo empieza a cabrear, es como si ella lo odia por alguna razón, y estaba dispuesto a encontrarla antes o después. Ellos dos tienen una conversación pendiente.

―¡Hoy te dan el alta! ―Anuncia Cristóbal mientras ingresa a la habitación con dos cafés en mano― Así que espabila. ―le grita sacando a su amigo de los pensamientos en los cuales se halla perdido.

―No comprendo por qué tanta prisa, si no salgo hasta en unas horas. ―se justifica Donkor― primero tiene que venir el medico a examinarme y después darme el permiso.

―Pero hombre vístete que afuera están... ―sin poder continuar la puerta se abre de par en par dejando ver a Nicole quien va acompañada de Ariadne y Katerina, que mientras él no saliera de ese lugar no dejará a su amiga que lo visite sola―. Te lo advertí...―le susurra para que solo su amigo lo escuche mientras deja los cafés en la mesita al lado de la cama.

Donkor no puede evitar una mueca de disgusto, porque la verdad, la manera que tienen las dos mujeres de tratarlo no le hace mucha gracia.

―¡Don! ―Nicole corre al encuentro de su protector y se abraza a él sin ningún cuidado haciéndolo sentir dolor, algo que no ha demostrado en ningún momento. Esa niña es su mejor remedio, le alegra los días y a pesar de su carácter explosivo siempre logra tráele paz. Algo que no puede decir de su madre.

A Ariadne le es imposible no sentir dolor al ver esa imagen, ese hombre que no le trae ningún recuerdo feliz, envolviendo a su hija con tanto cariño. ¿Pero qué puede hacer? La única solución es decir la verdad y eso no se lo hará a su hija por nada en el mundo.

―Buenos días. ―saludan las dos a la vez.

―Buenos días a ustedes también. ―Las saluda Cristóbal mientras se acerca a ellas como todo un caballero, dándole a cada una un par de besos en sus mejillas.

―Don, tengo algo que pedirte. ―dice Nicole mientras se aparta del abrazo del hombre que la mira atento―. Pero por favor déjame terminar lo que te tengo que decir y luego dices tú lo que quieras; pero... ―anuncia colocándole un dedo delante del rostro masculino y poniendo su carita de ángel―. Te digo desde ya que no aceptaré un no por respuesta. ―agrega tomando asiento al lado de su amigo.

―Veamos que está tramando esa cabecita loca. ―responde Don mientras le pasa la mano por la cabeza despeinando a la joven, algo que ella detesta que le haga cualquiera, pero él es otro caso.

―Verás... ―En ese momento se le vinieron los recuerdos de la noche anterior: «Ariadne había llegado tarde del trabajo junto a Katerina y pensando que ella dormía comenzaron a conversar sin preocuparse si serían escuchadas por la hija de la primera.

―Mañana le dan el alta y tendremos que arreglar que siempre este la casa bajo custodia. ―Había dicho Ariadne.

―Tienes razón, después de lo sucedido en prisión y en el hotel, lo mejor será que no se encuentre solo. ―Agregó su acompañante. Nicole se había levantado al escuchar que su madre había llegado, pero al darse cuenta que hablaban de Donkor decidió quedarse a escuchar―. El que intentaran matarlo dentro de prisión seguro tiene que ver con algo muy muy malo. ―la joven intentó ahogar la exclamación que se le escapó, cubriéndose la boca con sus manos. Nunca pensó que las cosas con él fueran tan peligrosas. A ella le habían dicho que solo había estado involucrado en una pelea y no que habían intentado quitarle la vida. Nicole se dirigió rápidamente a su habitación y marcó el número de Anggelo.

Un timbre, dos timbre, tres, cuatro y cinco; pero no había caso, el joven no respondía sus llamadas. A la sexta vez que le marcó, la voz agitada del hombre respondió.

―¿Quién habla? ―no había alcanzado a ver quién le marcaba. La joven por un momento se quedó hipnotizada, la respiración agitada que escuchaba justo en su oído la estaba haciendo sentir un calor que le traspasaba toda la columna y llegaba hasta lo más íntimo de su ser.

Anggelo al ver que nadie le respondía miro la pantalla de su móvil y vio el nombre de Nicole.

―¿Nicole eres tú? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ―preguntaba preocupado y perdiendo la paciencia al ver que nadie le respondía al otro lado de la línea. La joven al escuchar su nombre reaccionó y una vez que se sintió más tranquila decidió hablar.

―¿Anggelo me escuchas? ―preguntó intentando disimular el por qué no hablaba antes.

―¡Mujer que me has quitado la vida! ¿Por qué no me hablabas? ―se quejó un poco más tranquilo tomando asiento en el suelo con la espalda en la pared. Al haber terminado recién su rutina en el gimnasio, se encontraba todo sudado y lo único que deseaba era ir a meterse bajo la ducha.

―No lo sé. Yo te hablaba pero tú no escuchabas nada. ―mintió ella descaradamente―. Perdona que moleste pero necesito tu consejo en algo que tiene que ver con Donkor. ―Anggelo al escuchar el nombre de su amigo se tensó ¿Qué era tan importante para esa niña?

―¡Por Dios Nicole! ¿Qué sucede? ―la joven le contó todo lo que había escuchado hace poco, dejando a su amigo sin palabras y lo peor de todo era que estaba al tanto de todo lo que sucedía, pero todos le habían pedido que callara―. Entiendo. ―fue lo único que pudo responderle.

―¿Entiendes...? ¿Es lo único que me puedes decir? ―atacó desesperada― No puedo creer que no tienes nada más que decirme. ―le parecía demasiado extraña la reacción del joven ya que aún no podía olvidar lo afectado que lo había visto ese día en el gimnasio sufriendo según él por su amigo; pero Nicole estaba segura que algo mucho más importante lo tenía así.

―Tranquilízate para que podamos hablar. ―Él ya había avisado a Ariadne de cómo reaccionaría la joven si se enteraba por casualidad, pero no le hicieron caso― si no me dejas hablar no podré decirte que podemos hacer, así que o te callas o hablas sola. ―agregó totalmente serio intentando a su manera hacer que la joven escuchara lo que tenía que decir.

―¡A ver! ¿Qué podemos hacer según tú?―ella no iba aceptar que ese hombre le hablara de tal manera. Sostuvo su posición y lo dejó que hablara, no podía ser de otra manera en ese momento necesitaba de su ayuda.

―Bueno, si ya estás más tranquila, ya puedo explicarte. ―dijo lleno de ironía―. Como has escuchado la primera solución es, que esté en prisión a domicilio y con guardia 24/7, ósea sin quedarse solo en ningún momento. ―Tomó una bocanada de aire y rascó nervioso la parte trasera de su cabeza. Conocía demasiado bien a esa pequeña que tenía al otro lado del teléfono y apostaba su cabeza que la decisión que tomaría sería la siguiente―. La segunda posibilidad es que su abogada, en este caso tu mamá decida que lo mejor es que se quede con ustedes en la casa y como ella es su defensora no hay caso que se lo nieguen.

―¿Eso es posible?

―Sí, pero... ―no alcanzo a terminar la frase porque ya su móvil le indicaba que desde el otro lado de la línea no se encontraba nadie. Claro la joven apenas tuvo la respuesta afirmativa, cortó el llamado y se dirigió corriendo donde se encontraba su madre y Katerina.

―Él dice que no tiene enemigos, fuera del ring, claro está. ―Le dijo Ariadne a su amiga mientras servía un par de cafés, sin darse cuenta que su hija se encontraba de pie en la puerta de la cocina―. Pero estoy segura, cómo que mi sangre es roja, de que algo me esconde y si no es sincero conmigo, no podré ayudarlo. ―agregó por último.

―Pues yo tengo la solución mami a tus problemas. ―las interrumpió la joven, haciendo que las dos mujeres dieran un respingo por el susto.

―¡Por Dios monitoPi! ―se quejaron las dos a la vez llevándose las manos al corazón, pero sin levantarse de donde se encontraban sentadas.

―Y ¿Qué es eso de solución? ¿Solución a qué? ―preguntó intrigada su madre― ¿De qué hablas Nicole?

―Simple... pedirás que Don se quede con nosotras. ―terminó de decir con la boca llena al introducir en ella un corneto casi completo.

―¿Cómo se te ocurrió algo así? ¿Nicole has estado escuchando detrás de las puertas? ―inquirió Katerina quien no le quitaba el ojo de encima.

―¿Yooo...? ―la cara de inocente que puso en ese instante les dejó claro a las dos mujeres que esa joven ya lo sabía completamente todo. No sacaban nada con negar que algo sucedía, porque entonces a Nicole le saldría la otra personalidad que era mejor que siguiera durmiendo. De verdad lo peor para ella era que la hicieran pasar por una niña tonta.

―Ok. Ya lo sabes todo. ―aceptó Ariadne― pero te olvidas si crees que por esa razón Donkor se podrá quedar en esta casa mientras dure su juicio. ―Por primera vez estaba decidida a no rendirse ante su hija, a pesar que sus ojitos de pena le rompían el corazón. Ella era su todo...

―Pero mamiii... ―dijo jugando su última carta― así él podrá confiar en ti y al revés. ―levantó su ceja dejándole claro a su madre que nada le pasaba por alto― ¡Por favor mamita! ―por último se abrazó al cuello de su madre por detrás de esta, dándole pequeños besos en las mejillas. Sus últimas palabras no le dejaron opción― Mami él es como mi padre, pero más que eso es mi mejor amigo, mi apoyo si te dijeran que la tiapi tiene el mismo problema ¿Qué harías? ―agregó refiriéndose a la que siempre conoció como su tía, Katerina.

Las dos amigas se quedaron en silencio por un momento. Las dos sabían ese sentimiento y conocían de antemano la respuesta a lo que le había preguntado la joven. Ellas eran más que amigas y las dos ya habían demostrado hasta donde podían llegar si la otra lo necesitaba.

―Está bien... ―Derrotada se sentía Ariadne al volver a aceptar lo que deseaba su hija y sin poder negarse a ello― pero... ―agregó señalándola con un dedo― eso no significa nada. Apenas se declare su inocencia él regresa a su casa y aunque me gustaría que no lo volvieras a ver, no te pediré algo así. ―cansada se despidió de su hija con un abrazo y de su amiga con un beso en la mejilla. Katerina supo de inmediato lo mal que se sentía su amiga por tener que acoger a Donkor en su hogar, como madre le preocupaba el bienestar de su hija y estando al lado del boxeador su hija también corría peligro, aunque eso supusiera que su hija fuera infeliz... »

―Así que te vienes con nosotras. ―declara tan simple, para ella. Porque en realidad esas palabras a él lo dejan de piedra e intenta encontrar en la mirada de su abogada algún signo que indique que aprueba tal decisión, solo se enfrenta a la mirada fría de la letrada―. Mamá y yo ya lo hemos conversado y ella también cree que es lo mejor para tu seguridad ¿cierto mami? ―pregunta descaradamente a su madre a pesar de que sabe que no está de acuerdo con todo esto, pero no le queda nada más que hacer.

―Cierto. ―responde sin más y se dirige hasta donde se encuentra Cristóbal―. Como trabajas con él ―le explica― tienes derecho a visitarlo. Debes firmar estos documentos ―le entrega unos cuantos papeles― si quieres los lees. ―Pero el hombre no tiene por qué desconfiar de aquella mujer, así que sin leer una sola línea firma y se los regresa de inmediato― Entonces señor Donkor, ―se gira para mirarlo esta vez directo a los ojos― apenas esté preparado lo estaremos esperando afuera con la policía que lo custodiará hasta nuestro domicilio y ahí se quedará un guardia que se cambiará cada ochos horas.

―No creo que sea necesario. ―el hombre completamente descompuesto por la forma en que le habla esa mujer intenta negarse.

―Lo es. ―dice Nicole adelantándose, sin dejar hablar a su madre― así que por favor prepárate porque digas lo que digas ya mi mamá lo tiene todo listo.

Donkor mira a su amigo y este por su parte se encoge de hombros. No le queda nada más que acatar lo que dicen. No alcanza a dar las gracias porque cuando reacciona las mujeres ya han salido de la habitación dejándolo solo con Cristóbal para prepararse.

Una hora después ya están ingresando los tres al condominio de edificios en Aventino, es la única zona tranquila en el centro histórico. Sus vecinos son en su mayoría extranjeros, debido a su proximidad a la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU y escuelas internacionales. Detrás de unas inmensas paredes de piedra que se imponen un portal se abre para darle el paso.

El departamento de la mujer está situado en el tercer piso, al salir del ascensor se encuentran con el guardia de seguridad que vigilará el lugar hasta que termine el arresto domiciliario del boxeador.

―Buenos días ¿Puedo tener sus identificaciones? ―Ariadne le entrega su pasaporte junto al de su hija y Donkor le muestra la pulsera que lleva en el tobillo como GPS que manda una señal a la central indicando donde se encuentra en cada momento. El hombre al revisar los documentos y también a los recién llegados para asegurarse de que no llevan ningún arma con ellos, les deja pasar.

Al abrir la puerta, la primera en entrar es Nicole que va directo a la cocina para preparar café para todos, detrás de ella va su madre dejando su bolso sobre un mueble situado en el pasillo cerca de la entrada del salón y por último Donkor que al dar dos pasos y mirar al suelo se encuentra con un papel de color blanco. Lo toma en sus manos, y al desdoblarlo se encuentra con una frase escrita en color negro intenso, antes de leerlo cierra la puerta dejando al guardia afuera quedando así los tres solos.

Lentamente la lee y no puede creer lo que está ahí escrito. Piensa por un momento que es lo mejor que puede hacer. Buscar respuesta con ayuda de Cristóbal o mostrárselo a Ariadne y así por fin poner todas las cartas sobre la mesa y por una vez descubrir qué es lo que sucede.

Camina rápidamente por el pasillo hasta que ve en una esquina de la habitación a su abogada mirando por el ventanal, pensativa y con las manos cruzadas sobre el pecho. Desde que salieron del hospital no han intercambiado palabra alguna y ahora esa postura le demuestra a él, que ella está demasiado incomoda con esta situación.

Se acerca a ella en silencio quedándose justo a su lado, Ariadne siente su presencia, pero no dice nada hasta que ve que su cliente le entrega dicho papel.

―¿Me puede explicar que significa esto? ―pregunta entregándole el papel, el cual recibe la mujer con bastante precaución. Con mucho cuidado la abre acallando con su mano delante de la boca el grito que se le escapa. Donkor ve por primera vez en los ojos de ella, que hace días demostraba ser de mármol, ahora puede ver el pánico instalado en su interior y no es para menos, ese papel les indica que cosas peores están por llegar. Desde luego la frase que les da la bienvenida procede de alguien que no tiene buenas intenciones.

"Desde hoy comienza el verdadero infierno"


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