CAPITULO 25
―¿Ahora te pasarás el día completo con esa sonrisa de bobo? ―pregunta Cristóbal al ingresar a la oficina de Donkor quien se encuentra perdido en los recuerdos. La sensación de completa tranquilidad y felicidad solo se reducían a un nombre "Ariadne" a pesar de todo lo que habían vivido los últimos días él se sentía completo. No puede dejar de pensar en los besos y las caricias de la mujer que por fin ha logrado revivirlo.
Donkor solo mira a su amigo y vuelve a sonreír dirigiendo su mirada de vuelta a su móvil el cual le muestra una imagen de su amada durmiendo, la foto la había sacado él la noche anterior mientras conversaban sentados en el sillón y a ella la había visitado Morfeo dejándola por completo dormida en los brazos masculinos. Para Donkor no existía hasta ese instante imagen más hermosa, Ari parecía un ángel de pelo negro.
―¿Así estarás de hoy en adelante? ―vuelve a preguntar el recién llegado tomando asiento frente a su amigo― ¡Hombre que tenemos que trabajar! ―de un solo movimiento se levanta y logra quitarle el móvil de las manos.
―¡No te pongas celoso cariño¡ ―Donkor no puede evitar estar de buen humor, se recuesta en su asiento―. Sabes que siempre estarás primero. ―dice por ultimo lazándole un beso a su amigo que lo mira de mala manera.
―No seas idiota... ―lo regaña pero sin poder evitar sonreír al ver a su amigo de tan buen humor―. ¿Sabes? ―pregunta esta vez mucho más serio―. Nunca antes habías tenido esta cara de bobo, ni siquiera cuando convivías con Iliajtida, no sé si la palabra es radiante o te parecerá demasiado cursi, pero de verdad amigo que en los años que nos conocemos primera vez te veo así.
―Nunca me había sentido así, ―concuerda―. No sé cómo explicarlo, ―se coloca de pie acercándose hasta los ventanales de su oficina deseando tener en ese momento la vista que tiene desde la oficina de Ariadne y no el cemento que a pesar de ser una vista de casi todo Roma, a él solamente logra agobiarlo―. ¿Te acuerdas que una vez te conté que soñaba con unos ojos que me miraban atormentados? ―Cristóbal asiente a pesar de que no es visto por su amigo―. Fue el día en que se casaron Niko e Iliajtida, Ari los miraba desde la puerta de la iglesia y al girarse para salir corriendo de ese lugar ella me miró, sus ojos estaban llenos de lágrimas y sus mejillas completamente mojadas por ellas. ―el hombre no puede dar crédito a lo que le cuenta su amigo―. Desde esa vez quise salir corriendo detrás de ella y protegerla pero siendo un hombre y al cual le habían destruido el corazón pensé solamente en mí en ese momento, tenía que aclarar primero las cosas con la mujer que ese momento pensaba que era mi todo y al fin para ella no fui nada. ―Donkor se encoge de hombros quitándole la importancia a sus últimas palabras, esa mujer ya no lo hacía sentir absolutamente nada, de lo único que se arrepentía era de no haber salido tras la ayuda de Ari en ese instante.
―¿Pero cómo? Si tú no tenías idea de quien era. ―esta vez la voz sorprendida de su amigo lo hace girarse para poder mirarlo mejor y quedar frente a él.
―Lo supe en el funeral, ella me miró con la misma tristeza pero sin una sola gota de lágrimas. ―aclara―. Ari es una mujer ¿Cómo decirlo?
―¿Con palabras? ―se burla Cristóbal.
―Imbécil...
―Gracias cariño... ―responde lanzándole un beso. Así son ellos nunca pueden conversar demasiado rato con seriedad, uno de los dos diría alguna tontería para aligerar el momento.
―Como decía... ―le lanza una mirada a su amigo para que no diga nada y solo lo escuche, algo a lo que él asiente sin poder dejar de sonreír―. Su fuerza, su carácter pero también su debilidad desde el primer momento me cautivaron, cuando la vi por primera vez sonreír supe que necesitaba hacerla feliz. Los días que estuve en su casa sentía que me encontraba en el lugar correcto con las personas perfectas. No sé si me entiendes pero con Ari no ha sido desde siempre una atracción solamente física, y como ella misma me dijo he tenido que romper el escudo que había construido con la cara de mi lindo hermanito, pero reconozco que aún hay demasiado camino por delante, pero estoy seguro que poco a poco ella sentirá lo mismo que yo.
―Ella lo siente, ―asegura― se le nota cuando te mira en momentos que tú no te das cuenta, ―aclara al ver a su amigo levantar las cejas sorprendido ante sus palabras―, en la manera en que se deja cuidar por ti, cosa por lo que ha dicho Katerina, ni siquiera a su hermano lo dejaba cuidarla de tal manera. Ella teme Don, después de todo lo que ha vivido, ella teme abrirse y los pasos que dan son de un bebe antes que comience a caminar y se lance a correr.
―Tienes razón... ―acepta el hombre mientras piensa en las palabras dichas por su amigo. El sonido de su móvil lo saca de ese estado pero su reacción no es tan rápida como para evitar que su querido acompañante responda el llamado.
―Don... ―habla Ari al otro lado de la línea.
―Buenos días licenciada, ―saluda el hombre de muy buen ánimo.
―Buenos días Cristóbal, ¿Tienen trabajo? Mejor llamaré en otro momento. ―se apresura ella a decir, lo último que desea es interrumpir.
―Me encantaría decirte que estamos trabajando, pero mi amigo hoy se niega a hacerlo, su cabeza esta en otra parte. ―trata parecer serio pero el intento de su amigo para quitarle el móvil se lo hace bastante difícil.
―¿Qué sucede? ¿Se encuentran bien? ―esta vez Ari se preocupa al escuchar la voz agitada del hombre.
―Si tranquila, pero te paso a este desesperado que me cortará la cabeza si sigo quitándole tiempo de tu llamado. Hasta pronto Ari. ―se despide y por fin rendido entrega el móvil a su amigo.
―Espera un momento... ―dice como saludo a la mujer, pero primero se despide de su amigo que sabe que en ese momento sobra del lugar―. Hola... ―vuelve a tomar asiento esta vez donde se encontraba su amigo segundo antes.
―¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien? ―pregunta preocupada intentando que su voz no la delate.
―Sí, tranquila. Solo que mí querido inspector Cristóbal ha venido a inspeccionarme, pero en realidad es que hoy no tengo ánimo de trabajar... ―a Donkor no le interesa quedar como un adolescente frente a la mujer que le ha robado el corazón. Él lo único que desea es ser completamente sincero.
―Yo tampoco... ―Ari también llevaba horas en su oficina. Lo primero que había hecho era llamar a su hermano y poder contarle lo que estaba ocurriendo, pero desde ahí en adelante su mente se dedicaba solo a pensar y recordar al hombre que le estaba removiendo los sentimientos. Donkor no puede evitar sonreír al escuchar a su amada, al fin y al cabo Cristóbal tenía razón, ella también está enamorada de él.
―¿Voy por ti? ―la esperanza en su pregunta no pasa desapercibida por la mujer. Desearía refugiarse en sus brazos, sentir la calidez de su cuerpo y el sabor de sus labios.
―Me encantaría, de verdad, pero... ―los segundos después de ese "pero" a él le parecieron interminables. La mujer solo buscaba la manera de decirle lo que su hermano había hecho.
―¿Qué sucede cariño? ―para él esa mujer siempre sabía que decir y ahora su silencio lo agobia, ¿Se abra arrepentido? Pensó y su corazón dejo de latir en el momento que sostenía la respiración a la espera de la respuesta a sus dos preguntas.
―No te preocupes, no sucede nada y tampoco me he arrepentido de lo que hemos comenzado. ―ella había escuchado esas dos preguntas a pesar de que la segunda había salido casi en un susurro―. Si fuera así ¿Crees que hubiera perdido toda mi mañana con solo pensar en ti y tus caricias? ―para ella lo más importante es ser sincera, y ese hombre aún necesita de sus palabras para no sentirse que solo él tiene sentimientos en esa relación.
―¿De verdad que eso has hecho? ―pregunta incrédulo ante esas palabras― ¿Tú una mujer de hielo y dedicada a su trabajo se ha pasado la mañana entera pensando en su...? ―que podía decir ¿amigo? ¿Novio? A lo que ellos tienen aún no se le puede poner nombre.
―En el hombre que me ha devuelto la esperanza. En aquel que ha sabido romper el código para entrar en mi corazón. ―el silencio reina entre los dos, ella no puede creer que se ha declarado de tal manera y él no da crédito al escuchar esas palabras―. Y pasaré por alto que me has llamado mujer de hielo por la única razón es que tú eres el culpable de que ese hielo se haya derretido.
―Ha sido todo un honor licenciada... ―sonríe derretido ante las palabras escuchadas―. Pero dime porque no puedo ir por ti.
―Debemos de dejar todo listo hasta el viernes.
―¿Y eso? ―toda su atención sigue en Ari sin darse cuenta que una vez más su amigo ingresa a su oficina tomando asiento junto con Anggelo en el sillón de cuero negro que se encuentra en el lugar.
―Manu ha hablado con un amigo suyo y quieren que viajemos para las fiestas.
―¿Dónde? ―pregunta interesado.
―A Grecia, en Karpenisi.
―Pero Ari, vamos a la boca de lobo. Ellos sabrán que viajamos. ―ahora los ojos de sus acompañantes caen sobre él preocupados antes las palabras escuchadas.
―Tranquilo... la casa de Mijaíl no la conoce nadie y él nos emprestará el avión, de esa manera no podrán perseguirnos, así que avísales a Cristóbal y Anggelo que el viernes nos vamos, y por favor dile a ese pequeño que venga a mi oficina que necesito hablar con él.
―¿Iremos todos? ―pregunta incrédulo.
―Creo que es lo mejor, ―asegura― después de todo lo que ha sucedido pienso que nos merecemos unas vacaciones lejos de toda maldad.
―Concuerdo contigo cariño, ―acepta― pero igual pasaré por ti más tarde.
―Te espero, ―si definitivamente nunca había sabido que era ser una adolescente enamorada y que no le importara gritarlo a los siete mares― beso...
―¿Solo uno? ―la voz de niño no se le pasa desapercibida y no puede evitar sonreír.
―Cuando vengas te los daré en persona...
―Voy... ―dice en el momento listo para marcharse al encuentro con su amada.
―¡Don! ―ríe Ari a carcajadas.
―¡Está bien, está bien! ―se rinde dándose cuenta en ese momento que no se encuentra solo en su oficina―. Te quiero. ―dice sin pensarlo. El silencio los invade pero como siempre Ari piensa demasiado y no se encuentra preparada para decir ese "yo también".
―Nos vemos más tarde. ―responde ella dando por terminada la llamada.
Donkor a pesar que se encuentra un poco decepcionado ante la respuesta de la mujer, reconoce que para ella es demasiado pronto para decir cualquier cosa.
―¡De verdad que te tiene mal! ―se burla con cariño Cristóbal sabiendo que su amigo se encuentra completamente colado por esa mujer.
―¿Qué hacen aquí? ―pregunta sin darle importancia a las palabras dichas por su amigo.
―Yo vine a ver si por fin te dedicarás a trabajar y Anggelo me lo encontré afuera. ―dice señalando al joven que se encuentra a su lado a quien Donkor lo mira sorprendido ya que no esperaba esa visita.
―Primero que nada, ―aclara el hombre― el viernes nos vamos de viaje todos, así que Anggelo te vendrás a mi casa para marcharnos juntos, y tú... ―dice esta vez mirando a su amigo―, bueno lo veremos después.
―Pero... ―comienza a protestar el joven que no esperaba algo así.
―Nada de peros. Tu jefa ha dicho y creo que por nuestro bien será mejor no traerle la contraria. ―dice por último encogiéndose de hombros.
―Bueno, hablaré con ella. ―acepta el joven.
―Como tu desees, pero... ―hace un mohín Donkor haciendo reír a sus acompañantes―. No creo que sea buena idea decirle que no.
Los tres se quedan en un completo silencio, Cristóbal ansiaba marcharse por unos días a pesar de no saber si era bueno el estar mucho tiempo cerca de Katerina. Anggelo necesitaba vacaciones para alejarse de todo lo sucedido con Nicole ya que lo tiene bastante confundido, necesita el consejo de su amigo y protector él sabe que Donkor podrá comprenderlo a pesar de que no sabe cómo reaccionará al saber que él está enamorado de su pequeña sobrina. Por ultimo Don necesita alejarse de toda la maldad que los rodea y poder proteger a su familia, sí porque ellas ya eran su familia, no existe nada más importante para ese hombre y el solo hecho de estar junto a Ari ya lo había convencido que ese viaje era lo mejor.
―Entonces señores, ―dice Cristóbal mientras se coloca de pie― yo me iré a trabajar, a ver si mi jefe en algún momento decide imitarme.
―Imbécil, ―lo regaña con cariño―. Apenas termine con Anggelo voy a tu encuentro.
―Está bien cariño... ―dice el hombre en el momento que abre la puerta para luego marcharse. Dejando a los dos hombres negando con sus cabezas sin poder evitar reír.
―¿Qué sucede con Nicole? ―pregunta esta vez el mayor colocándose completamente serio llamando de esa manera la atención del joven.
―No... yo... como... ―Don lo toma por sorpresa, el joven nunca esperaba esa pregunta por parte de su amigo.
―Deja de tartamudear, ¡hombre que ni soy ciego! ―se queja― los he visto y estoy seguro que ya todo se han dado cuenta con excepción de ustedes dos.
―De uno... ―aclara el joven dejando confundido al hombre que tiene frente a él. Donkor no puede evitar instarlo a que siga para que puedan aclarar ese tema―. Sé que querrás matarme con lo que debo contarte, pero en realidad Don necesito tu consejo, no sé que hacer...
―A ver, tranquilízate. ―el hombre se levanta de su asiento para dirigirse a tomar lugar junto a su amigo―. Me contarás todo y luego juntos encontraremos la mejor solución, pero...
―¿Pero qué? ―pregunta preocupado.
―Vas evitar decirme cosas demasiado intimas, no sé si soportaré no romperte la cara. ―dice completamente serio.
―¡Joder Don mejor me voy! ―intenta ponerse de pie para marcharse pero el hombre se lo evita.
―Siéntate y habla. ―lo insta.
―Sabes que a Nicole siempre la he visto como una simple amiga.
―Eso dices tú... ―lo interrumpe el hombre recibiendo una mirada asesina por parte de su amigo. Don levanta sus manos en modo de defensa y deja que el joven siga hablando.
―Nunca la había visto de otra manera, siempre fue tu pequeña protectora y una amiga o mejor dicho una compañera del gimnasio, ―esta vez se coloca de pie sin ser interrumpido por su amigo―. En realidad no sé cuándo eso cambio, de un día a otro se hizo demasiado importante para mí, sabiendo hasta su menor reacción, se hizo demasiado transparente, como si yo tuviera el poder de leer su mente y ella la mía. ―Don sonríe al darse cuenta que su amigo está enamorado hasta las patas de su sobrina, pero no lo interrumpe, sólo sigue escuchando―. El día en que mi madre falleció, ―un nudo se le pone en la garganta y tose para volver a encontrar sus palabras―. Ella estaba en mi casa, conversábamos y una cosa trajo a otra y nos besamos. A pesar de todo lo que estaba sufriendo yo en ese minuto me sentí vivo. Pero ella pensando que había sido por el momento y que yo le diría que era un error, Nicole se alejó primero diciendo ella todo eso, pero sé que lo hizo por protegerse.
―Hija de su madre. ―susurra Don más para él que para su amigo.
―Desde ese momento ella no ha querido conversar conmigo y yo me estoy muriendo lentamente. ―el joven está seguro de sus sentimientos como de los de Nicole y eso lo agobia, él quisiera estar para ella y poder protegerla en estos momentos―. Estoy seguro que me dirás que me aleje de ella, que tenemos una gran diferencia de edad y toda esa mierda, pero Don de verdad no puedo.
―Nunca diría algo así, parece que no me conoces... ―dice bruscamente―. Yo lo único que deseo es que mi pequeña sea feliz y tú también te lo mereces. Lo primero que deben hacer es no sacar conclusiones por ustedes solos y sabe conversar, ser sincero y pelear por lo que desean.
―¿No te niegas a que yo luche por ella? ―pregunta sorprendido―. ¿Tengo tu apoyo?
―Siempre y cuando, ―dice colocándose de pie para estar frente a frente a su amigo― no la hagas sufrir porque ahí te juro que no seremos amigos y tú cuerpo no será encontrado. ―lo amenaza.
―Yo no quiero hacerla sufrir, ―se defiende― quiero hacerla feliz, necesito verla sonreír.
―Entonces tienes mi apoyo, pero has las cosas bien y con paciencia.
―Eso tenlo por seguro. ―acepta―. Gracias Don.
―No hay de qué. Ahora vete que tu jefa quiere hablar contigo.
Los hombres se despiden con la promesa que entre los dos harán a esas mujeres felices...
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