CAPITULO 24
―¿Me puedes explicar donde se han metido? ―la voz masculina llena de preocupación y enfado hace que Ariadne se arrepienta de inmediato haber decidido llamar a su hermano y contarle lo que estaba sucediendo. Por otra parte para Manuso habían sido días infernales al no saber nada de su querida hermana y sobrina, por arte de magia no podía comunicarse con ninguna, ni siquiera podía encontrar a Katerina.
―Hermanito... ―suplica la mujer por si existiera la manera que el hombre dejara de regañarla.
―Nada de hermanito pony... he pasado las peores cuarenta y ocho horas de mi vida y no he podido tomar el primer avión disponible por que la nieve que ha caído ha cortado todas las carreteras de los alrededores y es imposible marcharme. ―explica de una sola vez sin tomar siquiera un respiro―. Dime por favor que se encuentran bien... tu silencio me está matando hermanita.
―Pero claro si no me has dejado decir ni una sola palabra... ―sonríe sabiendo que recién su hermano se dará cuenta de eso―. Nos marchamos de mi casa, estamos viviendo temporalmente con Donkor. ―dice a sabiendas que Manu al procesar esas palabras se volverá loco.
―¿Qué es eso de que están viviendo con Donkor? ¿Ari, que me escondes? ―a pesar de todo se siente tranquilo saber que ese hombre está cumpliendo con su palabra de protegerlas, pero algo en la voz de la mujer lo hace sospechar de algo más.
―Nicole sabe toda la verdad, ―explica― tuvimos que contarle ya que destruyeron el coche de Don y entraron a mi casa, ―un escalofrío la recorre de solo recordar la imagen de su hogar destruido― dejando amenazas de muerte y más encima habían dejado en la cama de mi hija ratas gigantes. ¿Lo puedes creer? Se metieron con mi pequeña... ―la desesperación en la voz de su hermana lo destroza y el estar tan lejos lo hace sentirse inútil.
―Dios mio pequeña ¿Cómo se encuentra mi niña con todo esto? ―deja su lugar y sale de la casa para que lo golpee el aire frio en la cara.
―Dentro de todo está bien, solo con algunas pesadillas. Es que en realidad hemos tenidos unas semanas muy duras, hace dos días fue el funeral de la mamá de Anggelo, luego el coche, la casa y por último Eusebio... se mató en un trágico accidente de coche. ―relata para que su hermano pueda comprenderla.
―¿Qué dices? ¿Eusebio de la Katerina?
―Ese mismo.
―¡Que mierda es todo esto! ¿Cómo lo tomó Katerina? ―no existía nada que Manuso no supiera sobre su amiga y hermana, por años ha sido su único confidente.
―Intenta sobrellevarlo trabajando más de lo normal, a Sifis se lo lleva Nicole a casa de Donkor. ―ahí estaba de nuevo esa manera tan diferente de decir el nombre de ese hombre. Algo cambia en la voz femenina al nombrarlo, un trémulo algo que su hermano nunca antes había escuchado.
―La comprendo... ―Claro que lo hacía, él ya había vivido eso, ya había perdido al amor de su vida junto a su hija sin nacer.
―Lo siento... ―se disculpa Ari sabiendo que ese es un tema que a pesar de los años transcurridos aun le duelen y lo hará por el resto que le quede de vida.
―Tranquila. Mira tengo una idea pero deja ver unas cosas y te llamo apenas tenga una respuesta. ―dice ansioso comenzando a tramar un plan para las fiestas de Navidad y Año Nuevo que se aproximan―. Pero no creas que se me ha pasado por alto que algo me estás escondiendo. ―la mujer sabe que no se le puede mantener ningún secreto a su hermano, es inútil.
―Por eso te amo... ―sonríe al teléfono―, pero por el momento no puedo decirte nada, necesito estar frente a ti, pero no temas que no es algo malo. ―explica para que no se le pasen malas ideas por la cabeza.
―Eso lo tengo claro mi pequeña... bueno hablamos más tarde. Te quiero muchísimo y te suplico que por favor se cuiden. ―se despide de su hermana. Por un momento se queda mirando el paisaje que le regala su pueblo completamente nevado, los coches cubiertos por completo por nieve y el humo que sale por todas las chimeneas del lugar. Después de tomar una bocanada de aire ingresa a la casa para dirigirse a su despacho y poder hablar con tranquilidad.
Se sirve una taza de café mientras se sienta en su butaca para marcarle a su amigo.
Un toque, dos, tres... y no responde la primera vez así que vuelve a intentarlo una segunda vez.
Un toque, dos...
―¿Quién? ―responde una voz masculina de muy malas ganas.
―Y yo que pensaba que al haberte casado cambiarías ese ánimo. ―se burla de su amigo libremente―. No tengo ni la menor idea de cómo te soporta esa pobre mujer.
―Te aseguro que de pobre no tiene nada. ―aclara de mal humor―. Pero así y todo estoy loco por ella. ―sonríe por último dirigiendo su mirada a la mujer desnuda que se encuentra a su lado en la cama.
―Entonces creo que los he interrumpido en un mal momento.
―Si lo has hecho, ―dice mientras sigue acariciando la panza desnuda que ya comienza a ser notable―. Pero no te preocupes que tengo toda la vida para disfrutarla.
―¡Joder! Eres un imbécil con suerte y el peor por ponerme en mi imaginación a ti haciendo cochinadas. ―Manuso no soporta aguantar la risa algo que contagia al hombre que se encuentra al otro lado de la línea.
―Tú tienes la culpa por ser importuno.
―Perdona, enserio si quieres llamo más tarde. ―se disculpa―. Pero necesito de tu ayuda. ―la seriedad ha vuelto a su voz algo que alerta de inmediato a su amigo, dejando de lado a su mujer se endereza en la cama para ponerle atención a lo que el hombre necesita.
―Ahora si me has preocupado. ―responde―. Dime que necesitas y haré lo posible por ayudarte.
―Te acuerda que te he hablado de mi hermana.
―Si. ¿Está de nuevo en peligro? ―pregunta esta vez más que preocupado. Su amigo le había contado la historia hace muchos años y siempre estaba pendiente a lo que ellas pudieran necesitar.
―Así es. Mijail necesito que salgan un tiempo del país. ¿Tienes aun la casa en Karpenisi? ―Manuso conoció a Mijail ya que por un tiempo el primero se había trasladado a Atenas, para seguir sus estudios, primero había conocido al que ahora era el cuñado del segundo a Strato y pronto junto a Pano se convirtieron en una mafia para las mujeres, todas caían rendidas a sus pies y aunque Manu tuve que volver a su pueblo y Mijaíl se marchó a España por unos años para alejarse del amor que pensaba que debería ser prohibido por la diferencia de edad y el ser la hermana pequeña de su amigo Strato. Él logró tener éxito en su trabajo y a pesar de eso nunca perdieron el contacto. Y la casa que le pedía era el refugio de la pareja que nadie a excepción de los muy cercanos sabían de su existencia.
―Claro que sí, y de hecho aquí estamos en este momento. ―No había duda, su amigo nunca le negaría nada― ¿Cuántas personas son? ―Manuso en ese momento se dio cuenta que su hermana no querría dejar a nadie lejos así que decidió que lo mejor era que todos viajaran juntos y nadie se quedara atrás.
―Son seis y un niño.
―¡Perfecto! Cuando quieras me avisas y estaremos aquí esperándolos. ―acepta el hombre sin ningún problema, mira a su mujer y sonríe. Mijaíl sabe que Elpida nunca se negará a ayudar a alguien y sobre todo a Ari sabiendo su historia.
―¿Estás seguro? ¿No quieres preguntarle primero a tu mujer? ―él no quiere incomodar a nadie y sobre todo ahora que la mujer de su amigo se encontraba en los primeros meses de su embarazo.
―Claro que sí, y te aseguro que acepte porque si no lo hacia mi mujer me cortaría los cojones. ―Manu niega con la cabeza. Su amigo era una persona muy reconocida por todos los medios pero cuando se encontraba en confianza no le importaba como hablar y de palabrotas era experto.
―Entonces agradécele a tu mujer.
―Eso hare apenas co...
―No es necesario que me digas nada. No quiero tener tu imagen en mi cabeza... ―lo interrumpe para que deje de decir tonterías ―. Gracias amigo de verdad.
―Vete a la mierda y no sigas agradeciendo. ―dice por ultimo sin siquiera despedirse de su amigo dejando a un Manuso mirando sorprendido su móvil. "No cambiarás nunca viejo". Le habla al aparato que sostiene en manos.
Mientras tanto Miajil deja el movil en la mesa de noche y vuelve a recostarse al lado de su amada.
―Tendremos invitados. ―anuncia tomando posición frente a la panza que lleva el fruto de su amor.
―¿Quiénes? ―pregunta intentando no dejarse llevar por las caricias del hombre.
―A la hermana de Manuso y unos amigos. ―con las llamas de sus dedos hace caricias circulares alrededor del ombligo haciendo que su mujer se estremezca.
―Entiendo... mmm. ―no puede evitar excitarse al sentir los dedos de su amado acariciándole su intimidad.
―Creo que es hora de volver a lo que estábamos antes de que nos interrumpieran. ―dos de sus dedos acarician los labios hinchados para luego introducirse en ella haciendo que se le escape un suspiro demostrándole a su marido lo bien que se siente. El hombre se pone justo entre las largas piernas de su mujer colocándolas por encima de sus hombros para poder tener mejor acceso a ese néctar que tanto disfruta. Lame la vagina desde atrás hasta llegar al clítoris y darle un pequeño mordisco, lo que hace que Elpida de un pequeño grito pero lo insta a que siga y el vuelve a realizar el mismo movimiento.
―Amor, por favor te necesito adentro. ―suplica― estoy lista para ti.
―¿Tú crees? ―pregunta levantando su rostro para mirar a su mujer. En ese momento para ella Mijaíl es un Dios, su pelo despeinado y los labios rojos y húmedos por sus jugos la hicieron desearlo aún más―. Deja ver cuán lista estás. ―vuelve a ingresas dos de sus dedos. La mujer intenta cerrar sus piernas algo que se le hace imposible con su hombre en medio de ellas―. Las manos por encima de la cabeza. ―la insta y ella obedece de inmediato. Él ingresa un tercero para luego apretar con la palma de su mano el clítoris y hacerla estallar una vez más―. Ahora sí creo que estás lista mi amor. ―se coloca por encima de ella. Mientras admira su belleza y el cómo intenta que su respiración vuelva a la normalidad.
―Te amo... ―la voz casi no le sale, su respiración sigue agitada después del orgasmo.
―Yo más... ―el hombre toma posición por encima de ella quedando frente a frente pero teniendo cuidado de no hacerle daño a su mujer. Elpida no es tonta, sabe que su marido teme, no es el que la follaba meses atrás, y teniendo las hormonas tocando rojo ella lo necesita. Sin esperar, lo empuja para que él se recueste y ella poder tomar posición encima de su miembro―. Con cuidado... ¡oh...! ―la sensación al sentirse hundido dentro de su mujer hace que se le nuble la vista pero no puede evitar preocuparse de no hacerle daño al bebe que espera y toma firmemente las caderas femeninas para que se queden quieta por un momento―. No seas brusca mi cielo... ―suplica.
―Estoy bien... ―intenta moverse pero el hombre aun la detiene.
―Lentamente, ―el hombre le indica los movimientos y ella se deja. Los dos comienzan una danza erótica, en ese momento solo ellos existen―. Así es mi vida... ―él toma asiento, pasando su brazo por la cintura de su mujer atrayéndola para que lo sienta con mayor intensidad en su interior.
―¡Mi Dios!
―Lo sé cielo, soy tu Dios... ―dice recibiendo un golpe en el hombro. El temblor comienza a traspasar el cuerpo femenino, su intimidad se ajustaba al miembro de su amado―. ¡Que apretado esta tu coño! ¡Vamos cielo, dámelo! ―sin esperar un segundo más los dos alcanzaron el clímax, dejándose caer encima de las sabanas que olían a sexo y amor puro.
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