CAPITULO 20
Nicole ni siquiera se da cuenta cuando sale de casa y en el momento en que ingresa en el coche. No puede apartar de su mente la imagen de las ratas encima de la que hace pocas horas había sido su nido para relajarse. Un escalofrió recorre todo su cuerpo, cubre su rostro con las manos y se deja llevar por el llanto, el miedo la supera. Eran años los que no sentía tal temor, podía compararlo solo con lo que había sentido con lo sucedido a su amiga.
Ariadne no la deja de abrazar, ella va sentada a su lado intentado darle calor y tranquilidad algo que sabe que no lo logra al sentir a su pequeña temblar de tal manera que le rompe el corazón.
El coche se detiene en el momento en que ingresa en el garaje del edificio de Donkor. Él se da vuelta en su asiento para mirar a sus acompañantes.
―¿Vamos? ―las insta para salir del coche― hemos llegado.
―Hija... ―susurra Ariadne pero no obtiene ninguna respuesta de su pequeña― Creo que se ha quedado dormida. ―le indica al hombre que las mira preocupado.
―No la despiertes. ―sale con elegancia del coche y abre la puerta trasera. Primero le entrega las llaves de su departamento a la mujer y le devuelve también las del coche para que lo cierre. Con total naturalidad y sin ningún esfuerzo Don toma en sus brazos a la pequeña quien sin darse cuenta se agarra de su cuello.
―Papi no me dejes caer... ―dice ella en su sueños sin ser consiente. El hombre se tensa pero también la abraza aún más a su cuerpo.
―Nunca lo haré pequeña. ―susurra para que solo la joven lo escuche en sus sueños sin darse cuenta que Ari lo ha escuchado todo y no puede negar que se siente tranquila con la relación de ellos dos, sabiendo que él sí estará siempre para su hija y ella.
La pareja camina en silencio, intentado que Nicole no despierte, él indica por donde deben ir y señala la puerta que tienen abrir. Una vez adentro esta todo a oscuras y la voz gruesa del hombre suena en la oscuridad.
―Luz... ―y como por arte de magia las luces del lugar se encienden solas dejando bastante sorprendida a Ariadne―, vamos a llevarla al cuarto donde se queda Anggelo cuando viene, ―le indica a la mujer y la insta a que lo siga. Llegan a una habitación no muy grande pero sí bastante cómoda. Donkor con mucha delicadeza deja a la pequeña en la cama―. Si quieres algo de ropa, hay en ese closet ―señala las puertas de vidrio que están a un lado del dormitorio―, aunque le quedarán un poco grande es lo único que tengo para darles hoy, mañana veré como ir a su casa y traerles ropas. ―su voz decidida le demuestra a la mujer que él ha tomado el mando del asunto y no aceptará que se niegue, y en realidad Ariadne en estos momentos se lo agradece, siente que no tiene las fuerzas para soportar todo lo ocurrido.
―Gracias Don por todo lo que haces por nosotras.
―No hay nada que agradecer, ―dice mientras se acerca a ella y toma el rostro femenino entre sus manos―. Le prometí a tu hermano que yo estaría siempre para ustedes, ―acaricia las mejillas de la mujer y ella se deja. Necesita sentirse querida y protegida―. No te olvides que son mi familia... ―sin pensarlo junta sus labios con los de la mujer en un beso tierno, solo toca sus labios. Ella sostiene con sus manos los brazos del hombre, no se aparta, a pesar de todo ella se siente tranquila y en paz.
El hombre es el que rompe el beso y junta sus frentes.
―Siempre estaré para ustedes, ―explica con la respiración agitada― son mi familia y suceda lo que suceda siempre, escúchame bien Ari, siempre buscaré que ustedes dos sean felices. ―vuelve a darle un pico en los labios y sale del lugar sin esperar una sola respuesta por parte de ella.
Ariadne queda pegada con la vista en la puerta por donde hace unos segundos Donkor desapareció. Con dos de sus dedos acaricia sus labios, ese beso no tiene nada de parecido a los besos que Nico le daba, esos siempre fueron de posesión y según ella de amor; pero este fue una caricia llena de compresión y algo más, algo que no sabe muy bien como definir. El llanto de Nicole la saca bruscamente de sus pensamientos. Toma lugar justo al lado de la pequeña, pasando una mano por sus hombros y con la otra le acaricia el pelo para que la joven vuelva a relajarse.
Mientras tanto Donkor busca un trago para tomar mientras saca su móvil.
Un timbre, dos timbres...
―¿Qué sucede? ―la voz preocupada de Cristóbal se escucha al otro lado de la línea.
―¿Dónde estás?
―Nos encontramos aun con Anggelo. ―señala el hombre mientras mira preocupado a Katerina y a su joven amigo.
―A pasado algo y tuve que traer a Nicole y Ari a mi casa. ―les explica― la pequeña ya se encuentra dormida pero Ari está con ella porque ha pasado un gran shock.
―¿Hermano qué pasa...? ¡Me estás asustando! ―esta vez Cristóbal no se puede quedar sentado, se levanta para salir al encuentro de su amigo― ¿Ellas están bien? ―pregunta por último.
―¿Qué sucede Cristóbal? ¿Qué le pasa a mi amiga? ―pregunta Katerina al darse cuenta de que están hablando.
―Espera un momento que me explique Donkor y te digo. ―ruega el hombre ya que no puede hablar con los dos a la vez.
―Coloca el alta voz. ―manda la mujer y él acepta.
―Hermano estas en alta voz, ―anuncia Cristóbal a Donkor que espera al otro lado de la línea.
―¿Don que sucede? ¡Habla por una vez! ―exige la mujer perdiendo la última gota de paciencia que le quedaba.
―Katerina tranquila, ―ruega Donkor― ellas están bien pero han pasado un gran shock. Cuando llegamos a casa ―les relata― todas las paredes estaban pintadas como mi coche, así que les dije que fueran a buscar ropa para largarnos de ese lugar y al llegar a la habitación de la pequeña su cama estaba llena de ratones con una muñeca por debajo de ellos la cual habían destruido.
―¡Por Dios mi pequeña! ―Katerina no puede creer lo que ha sucedido y de solo pensar los que vivieron sus amigas a ella le corren lagrimas por sus ojos― voy para allá. ―sentencia.
―Por favor Katerina, tranquila. ―ruega Donkor sabiendo lo afectada que se encuentra la mujer―. Ellas están bien y ya están acostadas, así que vengan por la mañana todos para ver que hacemos.
―Ahí estaremos. ―esta vez responde Anggelo que hasta el momento se había quedado aparte, el solo hecho de pensar por lo que había tenido que pasar Nicole le estaba carcomiendo el alma― yo llevo los cornetos. ―sonríe amargamente algo que imitan los demás.
―Los esperamos, entonces. ―concuerda Don.
―Cuídalas... ―suplica Katerina bastante afectada.
―Con mi vida...
―Buenas noches hermano. ―se despide Cristóbal.
―Nos vemos en la mañana. ―responde antes de cortar el llamado Donkor.
―¿Cómo reaccionó mi amiga? ―pregunta Ariadne quien había escuchado toda la conversación por parte del dueño de casa.
―Creo que más afectada que tú. ―dice por ultimo con una mueca que hace sonreír a la mujer que se encuentra apoyada en el margen de la puerta.
―Estoy segura... ―concuerda― Nicole está dormida ya un poco más tranquila. Aunque no creo que las pesadillas la dejen por un tiempo. ―la mujer sabe que no puede hacer algo por el momento para ayudar a su pequeña y eso es lo que más la molesta.
―Todo se solucionará, encontremos la forma de que no vuelvan a hacernos daños. ―asegura el hombre― si quieres ve a dormir a mi habitación.
―¿Y tú? ―pregunta preocupada.
―Por el momento no tengo sueño y bueno si me da, mi sillón es muy confortable. ―dice en un intento de aliviar la situación.
―Yo tampoco podré dormir pero me gustaría darme una ducha y poder cambiarme de ropa. ―lo mira con culpa, pero todo el día con la misma ropa y lo sucedido en su casa le urge quitarse de encima toda esa maldad.
―Yo te presto un pijama, aunque claro está que te quedará bastante grande, pero mañana Katerina te traerá a primera hora ropa para que tengan.
Como un buen dueño de casa, Donkor acompaña a la mujer a la que es su dormitorio. Ari queda sorprendida con la vista que tiene desde el umbral. El octavo piso en un lugar como ese da un cuadro espectacular de roma. Con el Coliseo alumbrado por completo a esas horas de la noche te llena de una sensación extraña, como si estuviera en otra época.
―¡Maravillosa...! ―exclama mientras admira el paisaje que se extiende frente a ella.
―Bueno no tanto como el paisaje que tienes en tu oficina, ―dice hundiéndose en sus hombros―, pero también es hermosa.
―¿Estás loco? Esto es un cuadro del mejor pintor Don. ―Ariadne nunca pensó en ver algo de tal magnitud desde una habitación, pero la construcción de la casa ayuda bastante. El departamento cubre la mitad de la planta y el dormitorio se encuentra justo en una de las esquinas dejando de esa manera dos de las cuatros paredes como ventanales con una pequeña terraza afuera pero sin impedirles la vista. Las otras dos paredes son espejos los cuales se abren y dan paso a una habitación más pequeña que hace de closet, toda la ropa ordenada por estilo, una mujer de seguro que la envidiaría y a un lado se encuentra una pequeña puerta de vidrio polarizado la cual da paso al inmenso baño. En todo el lugar los colores negro, gris y blanco resaltan.
Donkor abre un par de cajones y saca las prendas que le prestará a Ariadne.
―Ojala tuviera otra cosa para darte, ―se disculpa avergonzado― pero nunca se me pasó por la mente que alguna vez una mujer pisaría mi casa y pasaría la noche en mi cama. ―al decir esas palabras se arrepiente de inmediato al ver la cara d sorpresa que le regala su invitada―. Cambia esa cara por favor. ―ríe intentado quitarle importancia al momento―. No es algo tan difícil de creer ¿o sí? ―pregunta mientras dobla un poco su cabeza hacia un lado esperando la respuesta de Ari que aún lo mira sorprendida.
―Perdona, ―se disculpa pero sigue mirándolo con incredulidad sin poder creer lo que le dice su anfitrión― Se me hace difícil creer que un hombre como tú, ―lo señala con uno de sus dedos― nunca haya traído una mujer a esta casa.
―Eso Ariadne, ―sus palabras salen un poco más bruscas de lo que desea― significa que no has creído nada de lo que te he contado. Iliajtida fue con la única mujer que compartí mi casa, en la que había vivido con mi madre. Después de ella ninguna mujer fue tan importante en mi vida para entrar a mi hogar, mi lugar sagrado.
―Discúlpame... ―es lo único que sabe decir la mujer― no fue mi intensión ofenderte. ―baja su mirada, no puede mirarlo por la vergüenza.
―No importa... creo que cualquiera pensaría lo mismo. ―no le gusta cuando Ari baja su mirada, ella no es una mujer débil pero ante él son barias las veces en que lo hace. Como si le tuviera miedo―. Ari... ―la nombra pero ella no lo mira y en dos zancadas se encuentra frente a ella levantándole el rostro con sus manos en las mejillas femeninas― Ari, no te escondas de mí, ―suplica― sé que es muy poco el tiempo en que nos conocemos pero quiero que sepas que nunca te mentiría, no me gustan las mentiras, las odio y creo que eso es desde muy pequeño por todas las mentiras de mi señor padre. Prefiero no decir nada y quedarme callado. ―la mujer no aparta su mirada del hombre que tiene frente a ella y sabe muy bien que sus palabras son sinceras "¿Cómo sería volverlo a besar?" de repente se encuentra preguntándose, sorprendiéndose a ella misma. Nunca había deseado besar a alguien en esos dieciocho años que se encontraba en Italia y ahora el hombre que tiene frente a ella le estaba comenzado a remover el piso.
Donkor se da cuenta que la mirada de la mujer se ha oscurecido y su respiración comienza a ser un poco más agitada, él no quiere hacer algo de lo que después se arrepentirían los dos, porque está seguro que todo el estrés vivido ese día le está pasando cuenta, no a él ya que el hombre tiene muy claros sus sentimientos hacia su acompañante, sino que a ella que en este momento necesita refugiarse en alguien, sentirse protegida y de seguro se encuentra confundida con el beso que unas pocas horas antes Don le había regalado.
―Vete a bañar. ―demanda Donkor con la voz gruesa llena de deseo―. ¿Deseas algo? ―pregunta pero al percatarse de que su pregunta puede tomarse con otro sentido de inmediato a corrige―. ¿Quieres comer o tomar algo?
―No te molestes, ya bastante has hecho por nosotras. ―dice apartándose del contacto que mantiene con el hombre.
―¿Quieres comer o tomar algo? ―vuelve a insistir sin darle importancia a las palabras que le acaba de decir la mujer― Creo que nos caería bien algún sándwich.
―Y un té, por favor. ―agrega la mujer sabiendo que con él las tiene todas de perder y se lo asegura Don con la inmensa sonrisa que se le dibuja en su rostro.
―Entonces te estarán esperando cuando salgas del baño. ―se gira para marcharse pero antes lo detiene la mujer tomándolo del brazo.
―Espera...
―¿Qué sucede? ―frunce el ceño y la mira bastante sorprendido― ¿Te encuentras bien?
―mmmm... ―piensa ¿Qué le diría? ¿Qué quiere que la vuelva a besar? ¿Qué teme y que no la deje sola? No, no es posible decirle nada de todo eso.
―Ari sabes que puedes confiar en mi ¿Qué sucede? ―pregunta volviendo a colocarse frente a ella.
―Gracias por todo. ―dice por último y desaparece tras la puerta del baño, dejando a Donkor con una sonrisa en los labios, teniendo por seguro que la mujer que le ha robado el corazón también comienza a tener sentimientos hacia él.
Una vez bajo la ducha la mujer no puede creer lo que ha comenzado a sentir, para ella está prohibido involucrarse con Donkor, pero es imposible no sentir algo por el hombre que le ha demostrado que el querer no está solo en los besos. Hay un montón de maneras para gritar te quiero sin decir esas palabras y ella las escucha en cada momento salir de la boca del que ha sido su protector desde el primer momento en que entró a sus vidas.
Ariadne siente crujir algo en su interior y se da cuenta que son los pedazos del escudo que había construido con la imagen de Niko para que ningún otro hombre tomara su lugar. Para ella no es cosa de que Donkor tomará el lugar de Niko, sino que el primero se ha ganado un lugar especial que nunca tuvo el segundo. Don ha sido su primer amigo, su protector y sabe que cuando él dice que daría su vida si fuera necesario es la verdad, así lo siente ella.
¿Qué hubiera pasado si él no estuviera con ellas en ese momento? Ahí sí sería una verdadera pesadilla... los golpes en la puerta y la voz preocupada de Donkor la sacan de sus pensamientos.
―Ari ¿te encuentras bien?
―Sí, ya terminé. ―dice a la vez que cierra el chorro de agua― en cinco minutos estoy afuera.
―bien... ―se le hace bastante difícil al hombre alejarse de donde sabe que su invitada se encuentra como llegó al mundo, pero él es un caballero y a pesar de todo lo que desea él sabe respetar y tener paciencia...
Ari sale con su melena negra y larga húmeda cayendo en sus hombros. La camisa del pijama que leva puesto es bastante grande así que ha doblado las mangas hasta un poco más debajo de los codos sin poder evitar que el escote sea bastante profundo para sus gustos. El pantalón menos mal que lleva cordón en la cintura y puede ajustarlo a la de ella, doblando también lo largo hasta un poco más arriba del astrágalo. Para cualquier persona esa imagen sería graciosa, pero para Don el verla aparecer en la cocina, intentando cerrar su escote lo hizo desearla aún más...
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