CAPITULO 15
DONKOR
Cuando salí de casa me pareció buena idea ir en la moto y volver a sentir a Ariadne tan cerca de mí, que me cubriera con su cuerpo como lo había hecho hace unos días atrás, a pesar de todo lo que ha sucedido con Anggelo y su madre todos hemos tenido que retomar nuestras rutinas, claro que eso para mí no ha sido fácil. Desde el momento que Ari me rebeló que Nicole es mi sobrina no he podido dejar de darle vuelta al asunto, creo saber quién es el padre pero no puedo comprender la razón del porque no están juntos, aún faltan demasiadas piezas en este rompecabezas pero no estoy seguro de querer ver el cuadro completo, no sé si me gustará todo lo que tiene contarme todavía; pero tiene que hacerlo porque algo me dice que esos tres no están aquí por casualidad.
Por otra parte está ella, Ariadne se está metiendo muy dentro de mí, no hay noche que no sueñe con ella y uno de esos sueños fueron los que me llevaron a pedirle que fuéramos a cenar, claro que yo le dije que era para agradecerle lo que hizo por mí en mi caso y poder también aclarar las cosas y ella aceptó de inmediato, pero de solo recordarlo mi corazón comienza a latir excitado.
"Me encuentro en la orilla de un rio, creo conocer el lugar pero no estoy seguro... el lugar es tranquilo y lo único que se escucha es el agua al correr y uno que otro pájaro cantar. Al girarme ahí la veo a ella de pie bajo un árbol gigante. Nunca en mi vida había visto un árbol de tal magnitud. Algo me hace caminar a su encuentro, aprecio su figura que está envuelta en un vestido negro sin mangas que le llega hasta las rodillas, su cuello redondo sin escote y sin mangas la hacen ver sexy pero también muy elegante, dejando su cuello a la vista ya que su pelo esta tomado en alto en un moño como los que llevan las bailarinas, y todo eso acompañado con sus tacones altos hacen que el calor recorra mi sangre y se instale en un lugar específico.
Veo como sus hombros tiemblan, ¡Está llorando! Al darme cuenta me olvido de todo para correr y tomarla en mis brazos. Ari hunde su rostro en mi cuello para seguirlo haciendo en silencio, sin poder soportarlo levanto su rostro colocando mis manos en sus mejillas, veo como corren sus lágrimas y me doy cuenta que es la primera vez que la veo llorar.
―No llores, te lo ruego ya verás que todo se solucionará. ―le digo mientras intento detener las gotas de dolor que salen desde sus ojos.
―No deberíamos estar aquí... ―dice temblando pero sin dejar de mirarme― tengo que salvar a mi hija, él vendrá por mí y yo ya no lo amo.
―Ariadne no te preocupes que Nicole está bien y te juro que nadie vendrá por ti, primero tendrán que matarme a mí.
―No... no... ―niega e intenta alejarse de mi pero no la dejo―. Él sabe que te amo y quiere matarte. ―esas palabras me hacen reaccionar de una manera que no esperaba. Lo sabía, tenía la certeza de que ella me amaba a pesar de que se negara a aceptarlo y asegurar de que su corazón le pertenecía a otro. No la dejo que siga hablando y la beso, un beso que en un principio es un reconocimiento de nuestros labios, los míos gruesos cubren los de ellas que tienen un sabor salado por las lágrimas que ha dejado correr. Ella se agarra con fuerzas a mis brazos enterrando, en ellos sus uñas que en vez de lastimarme hacen que sienta su necesidad y eso me da la certeza de seguir con lo que tanto he deseado. Mi lengua sale despacio para tantear el labio inferior de ella y pedir permiso para ingresar a su boca algo que acepta de inmediato y es su lengua dulce y pequeña que me da la bienvenida, nuestras lenguas se acarician, se conocen y se enredan entre ellas sin dejar escapatoria. No suelto su rostro, no quiero que piense que me quiero aprovechar de ella.
Tragamos nuestros suspiros, Ariadne ha pegado su cuerpo al mío buscando calor, lo que me hace gruñir y romper nuestro beso por obligación para poder respirar y apartarme un poco de su contacto pero juntando nuestras frentes, mis manos aún siguen en el mismo lugar y las de ella también.
―Todo lo solucionaremos mi diosa, nadie podrá dañarnos mientras estemos juntos. ―tenemos los ojos cerrados intentando recuperarnos; pero al volver abrirlos me sorprendo al ver a Ariadne vestida de blanco, me recuerda de inmediato a la Diosa Ariadne de la mitología griega, su vestido cae hasta el suelo, ahora solo un hombro va cubierto y su cintura es marcada con un cinturón de oro, su pelo ya no está peinado en su moño tan serio sino que ahora lleva algo que creo que se llama trenza pero quedan pelos sueltos cayendo ondulados frente a su rostro y todo eso amarrado con algo que parecen hojas de olivo. Me miro, y yo también estoy vestido con algo de esa época.
―Tenemos que irnos porque Hades vendrá por ti para vengarse. ―dice ella esta vez acariciando lentamente mi rostro mientras que en ella no hay ni siquiera rastros de lágrimas― tengo que salvarte cueste lo que cueste.
De repente aparecemos en mi casa pero como estábamos vestidos en un principio, yo ya me encontraba mareado, no sabía que era lo que sucedía exactamente pero ahí ella volvió a acercarse a mi siendo Ari ahora la que da inicio a nuestro beso que esta vez es un poco más necesitado, ella enreda sus dedos entre mi pelo mientras que yo esta ve la sujeto con una mano donde la espalda cambia de nombre y la otra intenta desarmar su peinado para poder dejar su pelo libre.
―Te deseo Donkor. ―nunca pensé que en mi vida, el escuchar mi nombre salir de su labios en un momento como este me excitaría de tal manera―. Quiero que seas tú quien me vuelva hacer sentir mujer. ―besa mi cuello― Necesito que con tus carisias me hagas olvidar mi pasado, ―pasa su lengua por encima de mis labios dándole un pequeño mordisco que hace que mi miembro se ponga más duro de lo que ya estaba― anhelo que me hagas tuya. ―ella es quien tiene el control, me vuelve a besar con pasión y desesperación esta vez.
―Mi Diosa, sin saberlo tú ya eres mía. ―la tomo en mis brazos y sin separar nuestros labios la llevo hasta mi habitación en la que nunca ha entrado ninguna mujer.
La dejo de pie justo frente a mí, me quito mi camisa lo más rápido posible y ella solo admira mis movimientos, al quedarme solo con los pantalones y mis zapatos la miro a ella, es preciosa... sus labios ya están hinchados por nuestro beso y sus mejillas han tomado un color rosado. Su pecho se mueve por su respiración excitada pero no dice ni pide nada, espera por mí, quiere que yo sea quien le vuelva a enseñar el arte de amar, eso me hace sentir dichoso pero también un terrible miedo a la vez, está entregándose a mí, sin ningún obstáculo.
Lentamente me acerco a ella y vuelvo a tomar su rostro entre mis manos, levantando de esa manera su vista hacia mí.
―Te amo. ―mi voz sale irreconocible― y mis palabras no se las llevará nunca el viento. ―beso delicadamente sus ojos los cuales hace poco no dejaban de llorar―. Seré yo quien esté para ustedes, Nicole es mi hija y tú mi mujer, mi Diosa de eso no te olvides nunca.
La beso, demostrándole todo lo que siento por ella, pero esta vez no dejo mis manos en su cara sino que buscan el cierre de su vestido en la parte baja de su cuello. Lentamente comienzo a deslizarlo algo que la hace estremecer. Me separo de sus labios para ir dejando un regadero de besos desde la esquina de su labio, mandíbula, cuello y mientras voy retirando la tela por encima de sus hombros también hago lo mismo. Mis dedos reconocen su piel la cual van dejando erizada a su camino.
Ariadne no hace más que jadear ante mi tacto, el vestido cae por completo sobre sus tacones dejándola ante mí solo con su ropa interior de encaje y color negro.
―Eres una obra de arte. ―mi boca desea saborear su piel y mis manos arrancar la tela que cubre sus partes mas intimas―. Eres una Diosa, eres mi Diosa Ariadne. ―delicadamente la vuelvo a tomar en mis brazos y con suma precaución la recuesto en el medio de la cama. Me paro a los pie de ella y admiro su belleza, mis ganas de hacerla mía me están haciendo perder el control, pero debo recordar que ella me ha dado el privilegio de ser yo el que vuelva hacer que sienta todo lo que el verdadero amor hace.
―Por favor Don. ―suplica pero mira atenta como me deshago de mi pantalón quedando solamente con un bóxer del mismo color que su ropa interior.
―Tranquila, ―digo mientras la cubro con mi cuerpo. Paso mi lengua entre sus pechos y ella los acerca aún más a mí, demostrándome que quiere más de mi contacto. No se lo niego, comienzo a besar sus pezones por encima del encaje haciendo que de su boca salgan solo suspiros de excitación. Abre sus piernas y las enreda por detrás de mi culo para atraerme a su cuerpo, uniendo nuestras intimidades algo que me hace gruñir. El calor que se siente a pesar de la tela que las cubre endurece aún más mi miembro si eso fuera posible―. Déjame disfrutar de ti, quiero sentirte y que sientas como es alcanzar el cielo...
―Te amo... ―sujeta mi rostro y mira directo a mis ojos, pestañeo y al volver a abrirlos me encuentro mirando el techo, solo en mi habitación..."
Ese ha sido el sueño más intenso que he tenido en toda mi vida, ni siquiera cuando estuve locamente enamorado de Iliajtida soñé algo tan, tan... no tengo ni la palabra correcta para definir lo que viví, porque lo viví con cuerpo y alma. Nunca imaginé que volvería a sentir algo tan intenso, no pensé que una mujer lograría introducirse en mi ser haciendo que la desee hasta en mis más locos sueños.
Al llegar al condominio me encuentro con mi sobrina.
―¿Para donde vas pequeña? ―me gusta que Nicole no sea de las jovencitas que a pesar del frio van vestidas como si fuera verano.
―Hoy me quedo con Anggelo pero se me hizo tarde. ―me saluda con un beso en la mejilla e intenta irse, pero la detengo. No pienso dejarla ir sola un camino que no nos llevará más de diez minutos. Le aviso a Ariadne que me tardaré unos minutos y ella solo agradece.
Como todo hombre sé que no pienso como lo hacen las mujeres, el deseo de sentir a Ariadne me hizo no pensar en que ella podría tener alguna dificultad, algo que me recordó Nicole.
―Sabes que mi mamá no se subirá por nada del mundo en eso... ―dice señalándola.
―¿Por qué lo dices? ―pregunto mientras la ayudo a tomar asiento justo detrás de mí.
―Primero, ―pone un dedo justo delante de mi rostro para que le preste atención― mi mamá odia estos aparatos, les llama "Maquinas del demonio" por si no lo sabías. ―dice como si fuera lo más natural en la vida. Estoy seguro que si le cuento de que sí se ha subido conmigo en ella comenzaran las preguntas y nada hará que llegue a mi hora por Ariadne ―. Y segundo, ―ahora hace lo mismo que anteriormente pero con dos dedos―. No creo que le haga mucha gracia subirse con vestido y tacones para pasar por este maldito frio que está haciendo. ―dice por ultimo mientras se coloca sus guantes y yo le entrego el casco de reserva. Por nada del mundo la llevaría conmigo sin protección.
―Creo que tienes razón pequeña, no lo había pensado. ―En realidad nunca pensé que Ariadne se vestiría con un vestido para salir a comer conmigo y sobre todo con este frio que hace. Pero el recuerdo de un vestido negro y tacones altos del mismo color me hacen sonreír como bobo. Nicole me mira extrañada y frunce el ceño, intenta preguntarme pero el ruido del motor al cobrar vida la detiene haciendo que se agarre con fuerza a mi cintura.
A los veinte minutos ya estoy de vuelta y le aviso a Ariadne a que baje. Estoy recostado en mi moto con los brazos y piernas cruzadas, quien me viera diría que estoy de lo más relajado, que no siento que mis rodillas se doblan al verla aparecer en la puerta de su edificio, que mi corazón no late a más de mil por hora al darme cuenta que va vestida como en mis sueños.
Mientras se acerca hasta mí, trago el nudo que se me ha instalado en la garganta, pero sonrío al verla con el ceño fruncido como hizo hace un rato atrás su hija, niega con la cabeza.
―No hay caso de que suba a eso con esto. ―señala su ropa y luego sus zapatos, tacones negros, estoy realmente jodido―. Y menos con el frio que hace.
―Lo sé, así que iremos con el tuyo. ―digo de lo más normal. Intentando que no se dé cuenta de la decepción que siento, porque de solo pensar que sus piernas estarían a mi lado casi desnudas. "Donkor detente ¡Ya..!"
Aceptando nos dirigimos hasta donde lo tiene estacionado y nos dirigimos al restaurante donde tengo reservada una mesa para dos.
Es primera vez que estamos los dos en un coche, solos y sin que nadie nos persiga, la sensación es extraña, sentir su perfume tan cerca de mí me está afectando demasiado y el dolor crece a cada segundo, me salvo solo porque el trayecto es corto. La ayudo a descender y le entrego las llaves al chico encargado.
Tengo un presentimiento extraño y comienzo a mirar para todos lados ya que siento a alguien vigilándome pero no encuentro a nadie. Coloco mi mano en el término de su espalda para entrar y tomar asiento en nuestro lugar.
Y de repente ahí están, no puede ser... los tres están a unas mesas más atrás de Ari, ella no se ha dado cuenta y ellos tampoco... los malditos...
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