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Interludio IV: Maria

Maria se dirigía a su habitación con una sonrisa de oreja a oreja. Ya había enviado la hora de recogida del cargamento de naves a Artie y los demás.  Estaba orgullosa de sus chicos. Los consideraba como a sus hijos, a pesar de saber su origen artificial. Habían sido muchas sesiones de entrenamiento y muchos lloros. Una infinidad de recuerdos se apelotonaban en su cabeza; los primeros días del escuadrón; cuando sus niños corrían de arriba abajo en el centro de formación jugando al pilla pilla o al escondite o las primeras misiones de campo, donde el escuadrón volvía a la base con resultados sobresalientes.  Pero lo que mas le sorprendía era que Darik hubiese sido uno de los últimos en darse cuenta de la verdad detrás de la Unión. El hecho de ser su instructora, ver como crecían y aún así no poder contarles la verdad le corroía por dentro como si fuese un veneno. Se sorprendió cuando después de la misión de Eridia, Artie y aquellos que se suponían desaparecidos se pusieron en contacto con ella. Le avisaron de su decisión de abandonar la Unión y le comunicaron que lucharían para evitar mas desgracias como las que perpetraba continuamente la mega corporación. En aquel momento, Maria se sintió agradecida por la confianza que Artie y el resto depositaron en ella a la hora de confesarle su traición.

Indudablemente que se entristeció, y aún sabiendo al peligro al que se exponía, decidió prestarles su ayuda. Y se la prestaría des de dentro  Era lo menos que podía hacer por sus "hijos". Des de entonces, se dedicó a pasar información de la Unión al grupo de Artie y los demás.  Cuando más adelante los altos mandos de la Unión le informaron de que habían perdido la señal de los pulsos de Darik y el resto, se le vino el mundo abajo. Aunque los rumores que decían que Darik y el resto habían pasado a ser desertores no tardaron en llegar. Y hoy por fin había tenido la confirmación. A través de un mensaje cifrado, Artie le confirmaba los rumores y además le decía que Darik y el resto se habían unido a su propósito de derrocar a la Unión. 

A pesar de su orgullo por ellos, y ofrecer su ayuda en todo lo que pudiese, no podía evitar tener miedo. El ultimo movimiento que estaban planeando Artie y los demás era peligroso además de  arriesgado, y en más de una ocasión les aconsejaba ir con cuidado y ser precavidos. 

Maria caminaba por los pasillos de  paredes y suelos brillantes de la base, saludando con la cabeza a los militares, médicos y científicos que se iba cruzando en su camino. Tardó aproximadamente 10 minutos en llegar a su habitación. La puerta automática de metal se abrió. La habitación estaba a oscuras. Maria entró, y nada mas entrar, el cansancio arremetió contra todo su cuerpo como si de una avalancha se tratara. Los brazos y las piernas se le entumecieron, y una ligera sensación de mareo se le instaló en la cabeza.

La persiana de la habitación estaba echada, asi que Maria se acercó al cristal, apretó el botón táctil y la persiana subió, abriendo paso a la luz dorada del atardecer. Durante un breve momento le ganó la ceguera, pero su visión se adapto rápidamente.  Maria se volvió hacia la cama, deseosa de tomar por fin un descanso. De hecho, ese día, Maria tenia pensado no ir a cenar, para así disfrutar de más horas de sueño. Se dirigió hacía la cama, pero justo en ese momento alguien llamó a la puerta. Parece que todavía no era el momento de descansar.

-¡Adelante! - gritó Maria. Acto seguido la puerta se abrió y el comandante entró en la habitación. Iba acompañado por dos guardias, a los que ordenó quedarse fuera, haciendo guardia. El corazón se le desbocó como si de un caballo salvaje se tratara. Los nervios se apoderaron de ella, y un perlas de sudor le empezaron a surgir en la nuca y las sienes. Maria intentó relajarse bajando el ritmo de su respiración, pero resulto en vano. Cuando quiso darse cuenta, el comandante ya estaba a su lado. 

- Menudos días estamos teniendo ¿no cree? - preguntó el comandante mientras miraba por la ventana.

- La verdad es que sí, comandante. - respondió con cierto pavor Maria. 

-¿Cómo se encuentra? ¿Debe ser duro para usted, no? Pasaron muchos años juntos, eran casi como una familia - dijo el comandante mientras se apartaba de la ventana y empezaba a caminar por la habitación. Maria tardó en responder. No sabía que contestar, y la presencia del comandante no ayudaba en absoluto. 

-Sí- respondió Maria -. Solamente espero que vuelvan lo más pronto posible.

-Seguimos buscándolos. Los últimos informes apuntan al sistema Tapirus - dijo el comandante.  Maria le miró a los... al ojo biónico. Era inevitable no centrar la mirada en ese ojo. Tenía algo hipnotizante a la vez que inquietante. Maria desvió la mirada hacía a un lado cuando se percató de que llevaba un rato mirando al comandante sin hablar.

-¿Tapirus? - pregunto Maria siguiéndole el juego al comandante.

-Allí fue donde se les perdió la pista. Hemos enviado a varios oficiales, a ver si encuentran alguna pista. Si encontramos algo será la primera en saberlo - dijo el comandante.

-Gracias

Acto seguido el comandante se despidió y abandonó la habitación y nada más salir por la puerta, Maria respiró profundamente. Habían sido a penas 5 minutos de conversación, pero le había parecido una eternidad. Había sido como si le hubiesen estrangulado poco a poco y de golpe la hubieran liberado. No se lo pensó dos veces. Se desvistió y se metió en la cama, esperando a que el sueño llegara. 


El comandante se quedó frente a la puerta de la habitación de Maria, meditando sobre la sospechaba que le rondaba hace varios días. "Habrá que tenerla bajo vigilancia" pensó.




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