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37 - Jungkook

Miré como las luces se apagan, tal y como lo hacía mi corazón.

Ella no iba a venir.

—Jungkook ¿te quedas un rato más? —me preguntó el profesor al verme aún sentado dentro del local de la exposición.

—Si, yo cierro, se puede ir tranquilo —le avisé, él asintió.

—Excelente exposición, Jungkook, vas a tener un futuro brillante como artista —me dijo antes de salir e irse.

Si supiera que yo no quería ser artista, la inspiración hacía rato que no iba de la mano conmigo, solo había surgido estando con ella, estando con ella a mi lado podía dibujar horas y más horas, sin ella, ni siquiera sabía como comenzar a mover un lápiz o un pincel.

¿Y ahora que haría? Ya terminé mi carrera, ya estoy graduado, y ni siquiera tengo trabajo, ¿que será de mi vida justo ahora? Estando con Sunhye lo tenía claro, ahora lo único que tenía claro era que ella no iba a venir y yo me iría a mi casa a dormir toda la noche solo, sin sentir sus brazos. La había echado tanto en falta estas dos semanas que aunque me cubriera con diez sábanas encima, seguía teniendo frío como nunca.

Esperé al rededor de diez minutos más después de que mi profesor saliera. Suspiré cansado, agotado, dolido, en resumen, echo mierda, para después levantarme, observar los lienzos aún expuestos para nadie, miré sus ojos en uno, sus labios en otros, su rostro completo en otros, su perfil, su cuello, su abdomen con su lunar, su cuerpo, su cabello, miré a Sunhye en cada lienzo pintado por mi, de la manera más perfecta que existía, pero ella no lo vería, ni recibiría lo que escondía el bolsillo derecho de mi pantalón.

Me acerqué al interruptor de la luz para apagar la misma e irme a casa. Era tarde y estaba un poco cansado. Cuando todo se quedó en completa oscuridad, me acerqué a la puerta.

—¿Jungkook? —mi corazón casi se me sale del pecho cuando escuché mi nombre proveniente de una voz femenina, estaba lejos, pero estaba —¿Jungkook, donde estás? —preguntó, era ella, su voz la reconocería en donde fuera. Porque cada vez que la oía me hacía sonreír como tonto.

Ella parecía estarme buscando, y salí al exterior a ver si la veía, y la vi, estaba mirando por todos los locales a ver si me encontraba, me puse de frente a ella, y cuando me vio, que sus ojos azules resplandecieron con la luz de la Luna, que me miraron a mi, quise llorar, pero me aguanté al verla venir hacia mi a paso apresurado. Cuando la tuve de frente, tan hermosa como siempre había sido ella, tuve el instinto de apretarla contra mi en un abrazo eterno, pero tal vez estaría invadiendo su espacio, así que no lo hice.

—Eres tonto —fue lo primero que dijo, parecía enojada —La carta me llegó mil años después de que la entregaras, idiota, ¿no pensaste en eso antes? Llegué tarde y tengo sueño, ¿cómo me quitas mi horario de sueño de esta manera, eh? —mi sonrisa no podía ser más grande, verla enojada era mejor que no verla, al menos me estaba dirigiendo la palabra. Me estaba hablando —¿Y porqué te ríes, idiota? ¿Acaso no vez lo enojada que estoy, eh? —mis ojos se aguaron.

—Te extrañé mucho —ella se quedó callada el verme, y yo lloré como un niño, con suspiros, mocos y todo, ahogándome en mi propio llanto.

La verdad era que pensé que no la vería más, habían sido dos semanas, pero si no venía hoy, a este momento especial, si que se había acabado todo, porque Sunhye nunca faltaba a un momento especial, si faltaba, era porque ya no le interesaba, y si no llegaba a venir, claramente era porque yo ya no le interesaba, pero ella estaba aquí, tarde pero estabas, recriminándome, en carne y hueso. Y eso era todo para mi.

Sunhye me vio llorar durante unos minutos, en los que no se movió, tal vez sorprendida por mi ataque de llanto, pero luego se acercó y me abrazo. Me sentí tan cómodo en sus brazos, sentí una casa, un hogar en ellos, encontré cariño, amor. Ella era todo para mi. Independientemente de lo que hubiera hecho, ella no tenía la culpa, ella no tenía porqué salir lastimada, pero yo seguía amándola como la primera vez que la vi bailando, desde ese momento algo en ella me dijo que tenía que buscarla, y a este punto, estaba tan enamorado de ella que no era capas de soportarlo siquiera. No podía soportar amarla y tenerla tan lejos de mi alcance, la necesitaba conmigo, era egoísta, pero egoísta por amor.

Me resguardé en su cuello, mojando el abrigo que la cubría de la fría noche con mis lágrimas, pero a ella no le importó, y me dio palmaditas en la espalda intentando calmarme. Sorbí mi naríz varias veces, e intenté minimizar el llanto para separarme de ella en contra de mi voluntad, pero quería mirarla a los ojos, grabar nuevamente su mirada de ojos claros y estrellados.

—¿Mejor? —preguntó, con las cejas caídas.

Me encogí de hombros y me limpié con el dorso de la mano el resto de las lágrimas.

—Estás aquí, y eso ya me hace sentir feliz —contesté, ella pareció aguantar una media sonrisa al oírme —Pensé que no vendrías —le dije.

—No iba a faltar a tu exposición de graduación, Jungkook, esas cosas son importantes, solo que no sabía que era hoy y decidiste que era buena idea dejarme una carta diciéndome —comentó ella, yo chasqueé la lengua.

—Lo siento, no fui inteligente —admití.

—No, no lo fuiste —una pequeña sonrisa se apareció en sus bonitos labios, yo me quedé embelesado.

—Sunhye...

—Espera —me detuvo, levantando la mano, la misma avanzó hasta mi rostro y lo acarició con cariño, todo mi cuerpo reaccionó ante su toque cálido —El perdón se gana, y tú tienes que ganarte el mio, Jungkook, pero también debo de admitir que tampoco puedo soportar estar lejos de ti, porque te amo —sonreí como un tonto y quise llorar de nuevo.

—Lucharé mucho para ganarme ese perdón, eso tenlo por seguro, Sunie —se acercó a mi, haciendo que yo bajara mi cabeza y nuestras frentes se juntaran.

Su perfume dulce me envolvió, su aliento rozó mis labios necesitados de los suyos en un regocijo que no quería perder nunca. Y su boca tocó la mía, solo un toqué, suficiente para hacerme sonreír y cerrar los ojos.

—¿Puedo besarte? —pregunté, necesitado de más, sin soportarlo por más tiempo.

Ella asintió.

Acuné su rostro entre mis manos y ambos cerramos los ojos cuando nuestras bocas se encontraron. Sus labios se sintieron suaves, dulces, adictivos, y yo suspiré en alivio, ella sujetó mis brazos, arrugando la tela de mi camisa negra, cuando abrimos nuestros labios en busca de un encuentro más íntimo, encontrando nuestras lenguas, robándonos las respiraciones al instantes. Permanecimos en un beso lento y apasionado durante unos minutos, para luego separarnos y dejar nuestras frentes pegadas, sintiendo las respiraciones irregulares del otro.

—Necesitaba mucho esto, te necesitaba mucho, Sunie —confesé, acariciando su cuello delicado.

Ella no dijo nada, tampoco necesitaba que se expresara, podía sentir el martillar continuo y fuerte de su corazón contra mi pecho. Era música para mi alma. Combustible para mi corazón.

Recordé entonces que tenía una sorpresa y regalado para ella, y decidí actuar de inmediato.

—Estamos solos, así que puedes ver la exposición tranquilamente —le comenté, separándome de ella.

—A eso vine, ¿no? —se encogió de hombros.

Sujeté su mano arrastrándola hacia el local. Encendí las luces y dejé que ella observara todo con calma. Avanzó sorprendida, con la boca abierta y sin saber que lienzo mirar primero, supongo que no se lo esperaba en lo absoluto.

—Jungkook, esto... Dios —se quedó sin palabras.

La observé, no me aparecía más nada en el mundo que mirarla a ella, en mi cabeza ella seguía siendo la protagonista, el centro de atención.

—Eres tú, Sunie, aunque no lo creas, siempre te estoy observando, desde el cabello más largo, hasta la punta del dedo de los pies. Tú hiciste posible esto, cada momento a tu lado, era una inspiración para mi, eres mis ojos —comenté, ella giró para mirarme, tenía los ojos cristalizados, a punto de llorar.

No quería verla llorar, no de nuevo.

—No lloro de tristeza, tranquilo, es de felicidad, nunca me habían hecho ni dicho nada parecido. Yo fui tu primera vez, Jungkook, pero tú también lo haz sido en muchos términos más allá de lo sexual —me mordí el labio.

Ella se acercó a mi, y me abrazó.

—Esto es muy hermoso —añadió, moqueando en mi camisa.

—Te voy a contar una leyenda, —nos separamos y ella me prestó atención —estuve buscando sobre flores amarillas, y la primera que me salió fue el girasol, y significa lealtad y fidelidad, porque en la mitología griega, la ninfa Clytia se enamoró locamente del Dios Sol, Apolo, el cual no sentí la mismo por ella, ella murió de amor y se convirtió en un girasol, donde persiguió al sol a donde fuera, pero lo que realmente quiere expresar, es que Clytia, no se dio por vencida nunca, ella siguió todo el tiempo al Sol, su amor no iba a acabar hasta que dejaran de existir girasoles en el mundo. Y por eso yo te traigo un regalo —saqué el collar de cadena fina y dorada, con un colgante de girasol de oro.

Sus ojos resplandecieron y sonrió.

—Hagamos que nuestro amor no termine, hasta que no haya más girasoles en el mundo —añadí.

Ella asintió.

—Hagámoslo.

Volvimos a besarnos.

Si Clytia perseguiría al Sol toda su vida, perseverante en su amor, yo también perseguiría a Sunhye a donde quiera que fuera, demostrándole lo mucho que la amaba.





(•••)
Y aquí es donde decimos Fin ¿no?

Ah no, todavía todavía😁.

Bueno, hola, decirles que a Cockiness no le falta tanto como pensé, no le daré tanta larga como quería antes. Las cosas cambian, porque como el mundo da muchas vueltas hace cambiar mucho las cosas, por eso, Cockiness se está acabando.

Tal vez le falten diez capítulo, tal vez siete, tal vez cinco, depende de como se organiza mi cabecita.

Tal vez mañana vuelva a haber actualización, así que ya saben.

La semana que viene si que no podré actualizar, la tengo muy complicada, imposible escribir con tantos exámenes que tengo.

📌Pregunta:
¿Si tuvieran que ir a un lugar con su pareja/amigos/familia a donde irían?

En fin, espero que les haya gustado.

Nos vemos.

Lxs sarangheo

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