6 - Galletas
Ya lo sabía. ¿Ya lo sabía? ¿Cómo puñetas podía saberlo?
Amanda lo observó contrariada, boqueando como un pez.
— ¿Cómo que ya lo sabías?
— Bueno, era evidente —respondió mientras daba el último giro antes de llegar al portal de la muchacha—. Demasiada casualidad que se te averiase el coche el día antes de empezar, ¿no crees?
— Pues coló.
— Coló porque están empanados —dijo entre risas—. Yo hice igual hará ya año y medio, cuando empecé en mi puesto, por eso he sabido ver las señales —añadió entrecomillando con los dedos las últimas dos palabras.
Amanda sonrió ante aquello. Sin duda, Samuel era realmente agradable; demasiado incluso, pensó. Su sonrisa se desvaneció poco a poco antes de preguntar: «¿se lo dirás?»
Él negó con la cabeza mientras sonreía con cierta calidez, estiró un brazo y le dio un leve toque en el hombro antes de bromear una vez más.
— ¡Olvídate! Si te echan, ¿quién me hará compañía en los trayectos de ida y vuelta?
Tras reír nuevamente, se despidieron y ella bajó del coche, quedaron en la rotonda el lunes y empezaron cada uno por su cuenta el fin de semana por separado.
El lunes a las cinco y treinta y cinco de la mañana, Amanda esperaba puntual en el punto exacto donde él acostumbraba a recogerla. Hacía un poco de fresco, pero no se estaba mal allí. Lo único malo era la oscuridad. Eso, y que le preocupaba que volvieran a confundirla con una prostituta como había sucedido el jueves anterior. No sabía muy bien cómo tomarse aquello y, avergonzada, no lo había hablado con nadie.
Un coche deteniéndose frente a ella captó su atención y volvió a la realidad. Vio a Samuel a través de la ventanilla y se apresuró a subir al vehículo. El hombre la observó levemente mientras saludaba y ella se acomodaba, ya habiendo cerrado la puerta.
— ¿Estás bien? -Cuestionó.
— Sip.
— Mm, ya veo.
No la creía. Veía en su rostro que le daba vueltas a algo, parecía preocupada o, mejor dicho, algo indignada. En realidad, ella seguía cavilando sobre el incidente del jueves. Realmente le molestó que la tomasen por lo que no era, ¿sería que había algo en su aspecto que inducía a tomarla por una profesional de ese campo?
Bufó algo molesta y pronunció un tenue "estoy bien" que no le restó intriga al varón, quien se concentró en seguir manejando hasta llegar a la fábrica. De pronto, recordó algo.
— A ver si te alegras... Te he traído una cosa, está en esa bolsa —dijo haciendo un gesto que indicaba a qué bolsa se refería.
— Oh, ¡gracias!
Amanda estaba sorprendida a la par que extrañada por aquel detalle. Tomó la bolsa, abrió el paquete que había dentro y exclamó emocionada: «¡Galletas!»
Él rio sonoramente ante su reacción.
— ¿Las has hecho tú?
— Casi. Mi sobrina estuvo en casa y me pidió hacer galletas juntos, aunque casi todo lo hizo ella. Ese es el resultado.
Cuando quiso darse cuenta, habían llegado al trabajo y el coche estaba ya aparcado. La mujer sonrió agradecida y cogió sus cosas, galletas incluidas, bajó del auto y esperó al hombre mientras éste ponía el seguro. Empezaron a caminar y ella agradeció varias veces por haberle traído galletas y, siendo sincera consigo misma, agradecía también por pensar en ella. Al fin y al cabo, era un compañero y no había necesidad ninguna de que la recordase en su tiempo fuera del trabajo. Sin duda, Samuel era realmente un encanto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro