24 - Despedido
¿El tiempo perdido? Ya estaba más que recuperado cuando se despidieron a las seis de la tarde.
Habían hablado, se habían aclarado las cosas y sus inconmensurables orgullos habían quedado relegados a un segundo plano, permitiendo que pudieran disfrutar del tiempo juntos, avanzando en aquella historia que se traían. También, como él llevaba en mente, la había besado hasta la saciedad y ella, rendida ante aquel hombre decidido, se permitió pensar solamente en su conexión. En realidad, su mente perdió la capacidad de razonar una vez sus bocas se encontraron.
Cuando Amanda llegó al trabajo al día siguiente, se encontró a Samuel con cara de pocos amigos en su puesto, manipulando sus piezas con evidente desdén. A las seis, cuando los relevos ya estaban hechos, Aarón apareció con el rostro lleno de hematomas en distintas tonalidades, puntos en una ceja y un ojo inyectado en sangre. Tenía también una herida en el labio que empeoraba aún más el cuadro.
El hombre no le dedicó ni una mirada, cosa que ella agradeció. Sabía que aquellas heridas se las había hecho Samuel cuando se quedó a solas con él en aquel cuarto y, aunque estaba mal que lo hiciese, sintió cierto orgullo al verlo tan hecho polvo.
En el descanso, se enteró de lo que se cuchicheaba por toda la fábrica: Samuel le había golpeado sin razón aparente, él había ido a pedir atención médica al despacho del supervisor y había contado todo -lo que era su versión de pobrecito inocente-, por lo que cuando Samuel llegó a las diez de la noche se encontró con una reunión en el despacho de recursos humanos, un expediente y, puesto que no quiso ir a pedir disculpas como le estaban exigiendo, el consecuente despido por el conjunto de infracciones.
Así pues, Samuel estaba despedido por defenderla, mientras que Aarón seguía trabajando sin sanción alguna. Aquello, la indignó.
Harta, dejó el almuerzo a la mitad y se fue al despacho del supervisor dipuesta a dejar las cosas en claro.
- Quiero hablar con usted -exigió nada más abrir la puerta, sin siquiera haber llamado.
- ¿No sabe usted llamar? -La retó.
- ¿Y usted contrastar informaciones? -Retrucó con disgusto.
- Creo que no tiene usted muy claro que este comportamiento con un superior le puede costar el puesto, señorita -informó mientras apoyaba la espalda en el respaldo de la silla.
- Verá, señor -dijo con recochineo-, me viene dando igual ahora mismo. La cosa es que, como supervisor que es, no puede simplemente creer lo primero que le dicen; la gente miente más de lo que se debería.
- ¿A qué se refiere? -Hizo un gesto para que terminase de entrar al despacho y cerrase la puerta.
- A Samuel. Dudo que Aarón le haya contado la verdad. Ustedes han despedido a Samuel por algo que hizo, que estaba mal, sí, pero había una razón.
- Comprendo... -dijo por decir algo, porque aquello le parecía que no iba a ninguna parte-.
- No quiero que me diga qué le contó Aarón, pero le voy a contar yo mi versión, señor. Ayer, cuando fui a coger dos cafés a la maquina tras acabar mi turno, Aarón trató de propasarse conmigo. Samuel llegó en ese momento y me ayudó. Le empujó, entonces me fui y los dejé solos y esperé a Samuel frente a los vestuarios. Tardó un poco, luego me contó que le había golpeado y que no se me iba a acercar más si no quería que él fuese a explicar en recursos humanos lo que había sucedido.
- Pero le golpeó -insistió el hombre.
- ¡Sí, pero por defenderme! Si Aarón no hubiese tratado de... bueno, si no hubiese hecho nada, Samuel tampoco.
- Así que usted dice que como Aarón trató de abusar de usted, Samuel le golpeó para salvarla -Amanda asintió-. Bueno, señorita, eso no soluciona nada. Ambos actuaron fuera de lugar. El despido de Samuel se mantiene, lo único que quizá puedo hacer es expedientar a Aarón, aunque ya bastante tiene él con cómo le han dejado la cara.
Amanda no podía creer aquello. ¿Lo que Aarón había hecho no importaba lo suficiente? Se levantó de la silla y se dirigió a la puerta, donde volvió a mirar al supervisor y dijo: «esto es una vergüenza».
Cuando salió, fue directa al despacho de recursos humanos, donde la conversación fue completamente distinta a pesar de ser por la misma razón.
- ¿Cómo sabemos que esto es cierto y no un intento desesperado por ayudar a Samuel? -Inquirió una de las dos oficinistas.
- Es fácil, tienen ustedes cámaras de seguridad por toda la fábrica. Hay también en la sala de descanso, miren ustedes si me invento una sola palabra.
Tras aquello, se despidió y regresó a su puesto. Cuando el turno terminó, llamaron a Aarón a la oficina. Esperaba que aquello hiciese justicia.
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