21 - Sinceridad
Pasados unos tres minutos, un largo texto apareció en el chat. Amanda parpadeó lentamente, sorprendida.
— Dame un momento para leer, ¡es largo!
— Ok.
Bebió agua y se dio ánimos a sí misma, nerviosa por saber qué debía haber escrito él en aquellas líneas., «Sea lo que sea, tienes que leerlo y comportarte madura tras ello. Recuerda las palabras de De, ¡no seas orgullosa!», se señaló.
— He intentado alejarme de ti porque así lo quisiste. He intentado tragarme mis sentimientos para seguir adelante lo mejor posible. De verdad que lo he intentado. Pero luego, te veo con él y me hierve la sangre. ¿Por qué no podía ser yo con quien hablabas tan animada? ¿Por qué no puede ser conmigo con quien vas en el jodido coche, como antes? Porque me enteré de que te traía él y me dolió en el alma. ¡Y estoy hasta la polla! No soporto seguir apartado, ni no poder saludarte, ni dirigirte la palabra, ni soporto no poder escucharte cantar en el coche, ni llevarte a tu casa para asegurarme de que estás bien. No lo soporto, Amanda. ¿Por qué debo hacerlo? ¿Por qué cuando lo único que quiero es simplemente estar contigo? ¿Tan terrible sería? ¿Tanto como para huir cuando te confesé mis sentimientos y esquivarme de aquel modo? ¿Tan horroroso se te antojaría estar conmigo? ¡Maldición! Sé que no somos nada, ahora ni siquiera tenemos una amistad, lo sé... Pero eso no evita que me ponga celoso si te veo con él, porque quizá él se gane el lugar que yo quería y eso me revienta. ¡Me revienta, joder! Y ¿sabes? No puedo más con esto. No puedo seguir así.
Amanda leyó el mensaje dos veces, con un nudo en la garganta y un extraño cosquilleo en el vientre. Se desconectó de inmediato, pues necesitaba pensar y verlo a él en línea era equivalente a sentir presión porque él esperaba una respuesta. Lo único que necesitaba eran dos minutos; simplemente poco más de cien segundos, lo necesario para respirar y asimilar aquellas palabras.
Había pasado de decirle "creo que me gustas" a explotar a causa de unos celos ilógicos, pues ella no tenía —ni pretendía tener— nada con Aarón. Es más, no lo conocería siquiera si él no hubiese cambiado de turno sin decir ni media palabra. Aquello le dio un comienzo para su respuesta, así que se volvió a conectar y empezó a escribir: «Mira que puedes llegar a ser melón, Samuel. Celoso de alguien que no formaría parte de mi rutina diaria si no fuese por ti, ¡melón! Fuiste el culpable, te cambiaste de turno escapando de la situación que había entre nosotros, y como consecuencia lo metieron a él en tu puesto. ¿Crees que me hizo un mínimo de gracia? ¡Yo no necesitaba eso! Yo estaba bien, bueno, no, eso es una vil mentira... Yo me apañaba con las cosas como estaban, esperaba reunir el valor para acercarme y solucionar las cosas. Me costó, pero lo conseguí. Y justo cuando lo consigo, vas y te piras al turno de noches y me dejas allí sola con un tipo desconocido que, tengo que decir desde ya, no me cayó bien. Me estuve yendo sola, todo el camino a pie, sin morir en el intento porque ya estaba acostumbrada, hasta que un día que iba a llover me recogió. Y sí, fui varias veces con él, pero por esa razón, por el mal tiempo. El resto del tiempo he ido y venido sola, porque no necesito repetir la historia extraña que hemos tenido tú y yo con otro tipo, la verdad. ¡Mierda! Es que de verdad que eres un tonto, macho. ¿Crees que conecto del mismo modo que contigo con cualquiera que se me cruza? ¿Crees que para mí ha sido fácil? Bah... He sido un alma en pena todo este tiempo, y te negabas a verlo. Te negabas a hablar conmigo cuando lo he intentado. Te negaste a esperar que aclarase mi mente, y huiste. Cobarde».
— Tú también huiste, y fuiste la primera. Me dejaste en el coche con cara de gilipollas y rehuiste cualquier acercamiento que intentaba. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Seguir torturándome a mí mismo con tu presencia a mi lado? Ah, no, que decidiste que no me necesitabas más para ir a trabajar —recriminó él.
Amanda comprendía que estaba dolido, pues ella, por otros motivos, también lo estaba. Estuvo pensando en qué decir, pero él se adelantó.
— Y me llamas cobarde, cuando tú también lo eres.
— Eres un cobarde y un celoso —apuntilló ella.
— Pues sí. Soy un jodido celoso.
— Te voy a decir una cosa más...
— Dime.
— He comprendido otra cosa de tu mensaje, pero necesito que me lo confirmes. Aún te gusto, ¿cierto?
— ¿En serio me lo tienes que preguntar?
— Sí.
— Pues sí, tontolina... Todavía me gustas. No sé cuándo podré superarlo.
— No lo hagas.
— ¿Pretendes que sufra eternamente?
— No, melón. Pretendo decirte que tú también me gustas, y no quiero que lo superes porque, aunque suene extraño y a destiempo, quisiera intentar algo contigo.
Samuel se desconectó y Amanda se quedó como tonta observando la pantalla durante un buen rato. «Así que así es como se siente que no respondan a tu confesión...», murmuró con mirada triste. Poco a poco, se le fueron aguando los ojos y tuvo que reprimir las ganas de llorar. No lo haría, se negaba a hacerlo. No habían empezado una relación de pareja y no estaba dispuesta a llorar como si hubiese perdido una relación de años. No, no lo haría.
Cerró la aplicación, apagó el teléfono, puso la alarma en el despertador verde que tenía sobre la mesita y se acostó. Se colocó de lado y se abrazó a la almohada mientras respiraba lo más hondo que podía y, tras eso, cerró los ojos y trató de conciliar el sueño. Se sentía un tanto derruida pero, pensó, en unas horas empezaría un nuevo día y haría lo que fuese para poder con él. Con ese pensamiento, logró alcanzar un punto que, si bien no era un sueño como tal, le permitía obtener cierto descanso. Y el día, terminó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro