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19 - Sin resultados

El fin de semana transcurrió sin más señales por parte de Samuel, cosa que a Amanda la sepultó bajo los restos de sus esperanzas.

Llegado el lunes, caminó hasta el trabajo con los ánimos muy bajos. ¿Le vería? Quizá, pensó, si llegaba pronto como había sucedido el viernes anterior, tendría la ocasión. En realidad, ni siquiera tenía claro qué le iba a decir en caso de poder hablar con él, pues todo el valor que reunió tiempo atrás parecía haberse evaporado con el pasar de los días. Pero ahí estaba el hecho de que le escribió para felicitarla, ¿podía eso significar algo? Deseaba que, al menos, implicase retomar la amistad que tenían antes de aquella confesión que tan desprevenida la pilló.

Aceleró el paso, dispuesta a llegar antes de lo previsto, para intentar encontrarse con él y agradecerle por la felicitación, en persona, sin que pudiese ignorarla como había hecho a través del teléfono. Logró llegar diez minutos antes de su habitual hora de llegada, se cambió de ropa con prisa, se repeinó y se dirigió a la cadena de montaje en la que pasaba cuarenta horas de su vida semanalmente. De lejos, pudo ver que él estaba allí.

— De ésta, no te escapas —murmuró mientras llegaba, consciente de que él no la escuchaba.

Una vez allí, en lugar de ir a su puesto, se colocó a su lado y saludó con la voz firme, aunque todo su ser parecía titubear ante aquel paso. El hombre la observó con sorpresa, sin estar seguro de si debía responder o era mejor fingir que no estaba allí. No tenía idea de qué diantres decirle, pues sabía que él también había obrado un tanto erróneamente al distanciarse y cambiar el turno de trabajo sin siquiera hablar con ella. No tenía las fuerzas para hacerlo, ni el valor para tratar de aclarar las cosas. No sabía qué había hecho aquella mujer con él, pero lo había convertido en un manojo de nervios y dudas que empeoraba cuando ella estaba cerca. Además, su huida fue asimilada por él como un rechazo, lo cual se auto confirmó cuando ella procedió a ignorar sus intentos de hablar.

Y, de pronto, estaba junto a él saludándolo como si nada.

Amanda mantuvo su mirada sobre su rostro, admirando sus facciones y el color de sus ojos.

— Necesito hablar contigo —informó—. ¿Crees que puedas?

— Tengo que acabar el turno, me faltan diez minutos —respondió.

— Justo entonces empiezo yo —evidenció algo que ambos sabían—.

— Lo sé.

Amanda agachó la cabeza y deslizó su mirada hasta el suelo, pues sentía que no había modo de salvar el muro que los dividía. Se sintió sofocada y la desilusión que había sentido los últimos días hizo mella en ella, arrojando su decisión y seguridad por un abismo de negatividad. Samuel se percató del cambio en su postura y actitud, pero no dijo nada y se dio la vuelta para seguir trabajando, pues la cinta transportadora con las piezas no se detenía.

La mujer se alejó sin decir ni una palabra más, se aproximó a su habitual puesto y realizó el relevo regalándole a la otra mujer una sonrisa que no le llegó a los ojos. Poco después, el hombre abandonó el lugar junto con sus compañeros sin mirarla ni decirle una sola palabra.

— Otro día de mierda —comentó de un modo desganado y en voz apenas audible.

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