14 - Distanciamiento
Los días restantes de aquella semana, Amanda había ido y venido caminando, importándole poco lo que tardaba o el tiempo que hiciese. Ni siquiera el levantarse antes era un impedimento para que la mujer prefiriese recorrer aquellos kilómetros a pie antes que ir con él en el coche.
Tampoco hablaba con él ni compartían el tiempo del descanso. Sus compañeros los observaban trabajar serios durante la jornada, sin bromas ni risas y entre esquivas y rápidas miradas de las que ninguno de los dos tomaba consciencia.
¿Qué había sucedido?
Simplemente que Amanda se había sentido de todas las maneras posibles tras aquellas últimas palabras de Samuel. Si bien era cierto que la alegría había acudido a ella al escucharlo, también lo era que se había sentido demasiado avergonzada al no saber qué responder. Tras ello, salió huyendo del vehículo, sin decir nada acorde a la situación, cosa que provocó una terrible culpa y una vergüenza desmedida en ella, empujándola sin remedio a tratar de esquivar la situación. Cuando, unas horas después de haber entrado en casa, recibió un mensaje del hombre cuestionando si todo estaba bien, optó por no responder. No sabía qué decirle.
Un rato más tarde, su teléfono sonó avisando de una llamada que, obviamente, no respondió. Llegó un nuevo mensaje mientras ella observaba la notificación de la llamada perdida, en el que él le pedía hablar. Ella no contestó. Media hora después, empezó a recibir mensajes en Whatsapp, los cuáles leyó desde la barra de notificaciones sin seguir la conversación.
Samuel solamente quería saber qué diantres sucedía, pues no había comprendido aquella huida y cómo lo ignoraba tras aquello. Caviló sobre lo sucedido, dando vueltas en su habitación mientras ella, en su hogar, se estresaba más a cada minuto que pasaba. Se estaba comportando como una niñata caprichosa y cobarde, tratando de no confrontar todo aquello. ¿Había hecho él algo malo? No, y sabía bien que era así. Quien había obrado erróneamente era ella y eso la hacía sentir tan mal como para evitar al muchacho quien, confundido, se revolvía el cabello entre gruñidos. Se arrepentía terriblemente de haber confesado sus sentimientos, los cuales sabía ahora no correspondidos.
Finalmente, una muy estresada Amanda, decidió escribirle. Accedió a la conversación, leyó todo nuevamente, y escribió: «Buenas. La verdad es que fue inesperado y no supe qué responder, lamento mi huida».
Él no demoró en leer y responder, aunque a las postres las cosas acabaron mal. El último mensaje de Amanda fue un aviso de que, a partir de ese momento, no seguiría yendo con él, por lo que no era necesario que pasase a recogerla. Él, un tanto fastidiado por todo aquello, escribió un simple «Ok» y salió de la aplicación, dando por finiquitado el tema. Si ella así lo había decidido, no iba a insistir a la desesperada sabiendo que no lograría hacerla cambiar de postura, pues si algo sabía sobre Amanda era que era realmente testaruda.
Tras ese desastroso día, se distanciaron de inmediato, llevándolos a su actual situación. Aquella primera semana fue dura para ambos, aunque ninguno fuese a dar un paso para remediar aquello.
Amanda sabía que él la atraía o, más bien, que él le gustaba, pero no lo diría en voz alta en aquellos momentos. Debía encontrar el instante correcto, la forma perfecta de decírselo, la disculpa más efectiva y las fuerzas para tragarse el orgullo, reconocer su error y confesar sus sentimientos. Lo último, sería lo más difícil, pues su orgullo era de todo excepto pequeño.
No podía evitar preguntarse si, finalmente, algún día sería capaz de dar el paso que debía y quería dar.
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