Extra: Escapando de una boda.
Corremos con fuerza, vamos tarde y el aliento es algo que nos hace falta con mayor prioridad. Quizá el haber vuelto al mal hábito de fumar nos ha afectado un poco. Un poco bastante. La adrenalina en sí me hace reír, por lo que cuando sus pies se enredan con su valija y cae al suelo, mi carcajada hace eco en la inmensidad del aeropuerto, incluso un par de personas se acercan a ayudarlo, y me apena el no poder cooperar ya que mis piernas se debilitan y debo sostenerme de la pared, todo producto de la risa.
Se levanta sacudiendo su ropa, va a decir algo, de eso estoy seguro, pero nuestro vuelo es anunciado por última vez y no le doy tiempo a sus reproches, tomo su muñeca y lo jalo en dirección a donde abordaremos el avión.
— ¿Te vas a seguir riendo? —explota cuando estamos en la fila de la sala de embarcación. Hago mi nulo esfuerzo de contener mi risa. Negativo a procedimiento, estallo en risas nuevamente. Eso no ayuda a su presunta ansiedad. Lanza un bufido aflojando el nudo de su corbata hasta que llega al punto de desanudarla por completo y abrir el primer botón de su camisa.
—Cam, calma —murmuro en su oído—. Soy yo el que debería estar desesperado, todo esto fue mi idea, yo dejé a nuestras familias embarcadas. Ahora, si sigues así, ¡yo también voy a desesperarme!
— ¡Pues deberías! —masculla con enojo. Ya no está riendo como cuando salimos corriendo de casa, o cuando llegamos al aeropuerto. Su sonrisa se desvaneció y no quedó ningún rastro de ella. Sólo la pura frustración y desesperación. Hace que me asuste.
—Cameron —llamo cuando estamos a dos personas de adentrarnos al avión. La duda se apodera de mí—. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
—Avanza, Keith —ignora mi pregunta entregando su boleto y pasaporte. Titubeo, haciendo el ademán de volver a hablar—. Dije: avanza.
Hago silencio. Siempre he sabido que es mejor el no discutirle. Entrego mi boleto y pasaporte cuando lo requieren y luego una de las aeromozas nos guía hasta nuestros asientos. Es un vuelo casi vacío y la sala se encuentra relativamente vacía también. Ambos respiramos con alivio cuando nuestras espaldas se amoldan a los asientos.
Lo hicimos.
—Lo hicimos —hago a mis pensamientos brotar. Me siento algo intranquilo por todo el caos que dejamos formado en casa, pero esto lo vale. Cam lo vale. Todo ha salido a la perfección.
—Lo hicimos —asiente quedo, sorprendiéndome a mi pesar. No pensé que luego de lo ocurrido hace un par de minutos en la fila lo dejaría de esta manera—. Estás demente por hacerme hacer esto, Keith.
— ¿Estoy demente? —jadeo una risa—. Tú estás demente por aceptar el venir conmigo.
— ¿Es que no debí? Keith, ¡íbamos a casarnos y escapamos de nuestra boda!
— ¡Ya lo sé! Pero... —me callo a mí mismo. Es duro admitir que por una parte él tiene la razón, estoy demente por haberlo traído conmigo y arruinarlo todo. Su mirada es expectante a mí, esperando que continúe—. Cam, te lo dije.
—Pudiste habérmelo dicho antes de aceptar, u organizar una maldita boda, Keith. Tú no estás atado a mí. Yo no te estaba obligando a decir "acepto". Sé que se trata más sobre ti que de cualquier estúpida novela que hayas leído. Empiezo a creer que sólo necesitabas una excusa y que la tal novela ni siquiera existe.
Decido callar para el momento en donde anuncian que estamos por despegar. Él tampoco dice nada, así que tampoco lo molesto, mi vista se pierde en la ventana.
Recuerdo haber leído una novela. Fue bastante emotiva y también resultó ser de esas novelas gay que fanáticos en la internet suelen escribir. Llamó mi atención y la historia simplemente me atrapó. Lo suficiente como para hacer realidad uno de mis momentos favoritos. Poco me costó llegar a la conclusión de que mi vida se asimilaba mucho a una de esas tantas novelas, así que lo pensé y me dije: ¿por qué no?
Yo tenía boletos de avión y una perfecta y sencilla boda organizada. Manos abajo, estaba cagado. Entonces convencí a Cameron de escapar conmigo, de dejar una nota para nuestros amigos y familiares explicando el que no habría una boda, pero que podían disfrutar de la fiesta porque en donde fuese que estuviésemos, estábamos felices el uno con el otro. Y entonces cogimos este vuelo a Nueva Jersey.
Conozco a personas allá, después de todo, ahí me gradué hace unos años, pero las amistades persisten. Perderíamos el vuelo, la boda estaba por empezar, y Cameron sólo perdió mitad de su cabeza, pero negó el dejarme ir así como así. Porque yo me iría. Pero decidió venir conmigo.
Escapamos de nuestra boda a último momento, y yo tengo un punto, ese que le quiero dejar a Cam en claro, pero que no me sale expresar. Me hallo vagando en mi cabeza, con un jodido traje elegante de esos que Zoe y Abigail aman —incluso Denver, Lia y Boa—, con un novio enojado y comenzando a deprimirme.
Aprendo la lección: así como todo lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas; todo lo que pasa en la ficción, se queda en la ficción.
*
—Cameron, no necesitamos casarnos para estar juntos.
Lanza una risa irónica sacando el paquete de cigarrillos fuera de la mochila junto al yesquero, entonces se va al balcón de la habitación de hotel en la que nos quedaríamos hasta que yo alquilara un apartamento, empezaría con eso mañana.
Fumar es la mala maña que regresó a ambos a principios del año pasado, cuando comenzamos a salir nuevamente. Mandé a Tessa a la mierda luego de cacharnos teniendo sexo en mi apartamento en Tampa. Parecía dolida. No exactamente por el hecho de estar engañándola, sino más bien por el hecho de haberla engañado con un hombre, y que encima ese hombre fuese Cameron, cuyo ella había tenido en frente y hasta tratado amistosa y falsamente un par de veces.
El tatuado disfrutó el destruirla con sólo un par de frases, alegando que "primero fue sábado que domingo", y que si fuese él, estaría bastante ofendida que la estuviese engañando con un hombre. Cosa que al parecer Tessa tomó en cuenta porque de hecho sí se ofendió.
— ¿Y cuándo, Keith? Tenemos 34 y 36 años, ¡los cumples hoy! Estuvimos separados 7 años, pero mi amor, ¡7 años no son nada! Deja de medir el maldito tiempo porque es lo que menos importa, Keith.
»Quiero una vida junto a ti, pero si queremos una vida, debemos comenzar por lo esencial.
—Vale, metí la pata, tienes razón. Pero yo sólo te quiero a ti, Cam. No me importa tener hijos, o casarme. Eso lo pensé una vez, claro que lo hice. Pero entonces llegaste tú.
— ¿Entonces llegué yo? —sus cejas se alzan—. ¿Y qué fue lo que hice? ¿Acaso te veías en una vida con Tessa? ¿Arruiné tus planes, Keith? ¿Una perfecta vida hetero, eso era lo que tú querías? Pues entonces ve. Ya te lo dije. No estás atado a mí.
Con sus ojos inyectados en sangre y la ansiedad desbordándose de su interior, enciende otros dos cigarrillos, fumándolos al mismo tiempo. Con desesperación da punta pies y acabo por estallar. Me he cabreado.
—Cameron, ¡¿qué mierda sucede contigo?! ¿Ahora de repente quieres una familia? ¿Quieres la familia Americana de estereotipo perfecto? ¡Porque eso no pensaba el Cameron que yo conocía!
Un gruñido con gran enojo sale de su garganta. Por el balcón tira los cigarrillos consumidos a la mitad y me pasa por un lado, dando zancadas fuertes hasta entrar en la habitación. Puedo comenzar a notar la vena en su frente y cuello, como si estuviese a nada de explotar. Torpemente y con la desesperación intacta posa su valija sobre la cama, la abre y tira varias prendas de ropa arrugada hacia un lado, buscando por algo.
Una carpeta amarilla es tomada y luego estampada en mi pecho por él.
—La próxima vez no seas tan malagradecido y desconsiderado —murmura antes de irse a encerrar a lo que parece el baño, me deja solo en la vacía habitación. Frunzo el ceño ojeando la carpeta, común y corriente.
La curiosidad no tarda en picarme y desgarro el papel hasta obtener su contenido. Algo me dice que debo sentarme para lo que sea que esté por venir, y luego de percatarme de qué se trata agradezco infinitamente el haberlo presentido, porque mi pecho dio un vuelco al analizar todas esas palabras impresas.
Son papeles de adopción.
De repente el balcón luce como un buen lugar por el cual saltar.
*
—Cam —toco la puerta por enésima vez, ya he llegado al punto de llorar. Soy tan imbécil que he llegado al punto de llorar. Pero me ha desesperado que, no importe cuántas veces lo llame, toque la puerta y me disculpe, él no va a salir—. Sé que estás ahí. Ya, por favor, sal. Necesito abrazarte.
Al par de minutos mis piernas no me sostienen más, apoyo mi espalda de la puerta, deslizándome hasta caer sentado en el suelo. El sol ya bajó por completo y la luz de la luna se cuela por las ventanas abiertas, alumbrando a penumbras la habitación oscura. Me pregunto si Daniel o Zoe nos han llamado, o si todo salió bien en cuanto a la nota que dejamos. A penas sí me había quitado el saco y la corbata, porque seguía con la camisa, los pantalones y los zapatos, al igual que Cameron. Y hemos apagado nuestros teléfonos, así no tendríamos problemas.
Apoyo mi cabeza de la puerta. Me veo en la obligación de hablar así él no quiera escucharme, tendrá que hacerlo.
—Cam, ¿por qué no me dijiste? —digo lo suficientemente alto para que se oiga—. Pude habérmelo pensado un par de veces antes de tomar la decisión de escapar. O pudiste haberme detenido y decir que estaba siendo muy idiota, que tendríamos un hijo y que debíamos empezar a comportarnos como padres responsables. No habría dudado ni un segundo el casarme contigo.
Sólo hay silencio durante el tiempo que espero una respuesta, un instante después, puedo oír su risa hacer eco. Enseguida sé que también ha apoyado su espalda de la puerta.
—Quería que fuese como una sorpresa. Ya sabes. Como esas mujeres que están embarazadas y luego de casarse, en la luna de miel dan la noticia a su marido sobre su embarazo, ¿comprendes? Estaba... —suspira—. Nervioso. Era como si yo estuviese embarazado, fue... Extraño el pensar en eso —se ríe, y mierda, sólo puedo imaginarlo—. Keith, jamás me imaginé en éste tipo de situación junto a ti, ¿sabes? Pasaste de ser el estúpido insolente que usaba de joderme cuando le venía en gana a... ser el amor de mi vida.
»Lo pensé tantas veces. Incluso cuando no estábamos juntos. Siempre pensé que mi vida es más fácil cuando estoy junto a ti. Fueron 7 años de puro martirio, ya te lo había dicho. Cuando regresé lo hice por ti, y tenía ese ápice de esperanza que me decía que podría tenerte de nuevo. Y ahora estamos aquí y sólo estoy agradecido de que volviste a mí. Quería hacer las cosas bien por nosotros por primera vez, grandulón.
—... También estoy agradecido de que volviste... Abre la puerta, por favor.
Lo oigo suspirar de nuevo, pero cuando escucho la cerradura abrir ya estoy de pie, mi primer instinto es abrazarlo, así que lo hago. Lo tomo por la cintura y lo apego a mí, hundiendo mi nariz en su cuello. Sus brazos pasan por mis hombros y acaricia mi cabello.
»Lamento mucho ser tan idiota y haberte decepcionado. Sé que pudiste haber cambiado de opinión en todo este tiempo. No sé por qué me dejé llevar. Tú no mereces esto.
—No me decepcionaste —su ceño se frunce levemente y sus manos van a acariciar mi rostro.
Pasa sus dedos fugazmente por mi corto cabello —ahora de un tono algo naranja, a Denver le gusta decirme "cabeza de zanahoria"—, y yo acaricio su cuello. Ha cortado su cabello también, se ha pasado la máquina y puedo asegurar que él es el único al que puede lucirle tal corte. Después de todo, no le quita nada de su perfección. Le ha crecido lo suficiente como para a penas llegarle al inicio de su frente.
»Sólo no te comprendo —encoje su hombro—. También me quedé con la vieja versión de ti en donde te asegurabas una buena vida, con un trabajo estable, un matrimonio e hijos. Y de la nada simplemente quisiste escapar.
Nos guiamos hasta la cama, hacemos nuestro calzado hacia un lado y él toma asiento sobre mi regazo. Rodea mi cintura con sus piernas y yo su cintura con mis brazos. Continúa acariciando mi cabello, haciendo de todo para evitar el contacto visual.
—No es que no lo quiera, es que pensé que estábamos yendo muy rápido.
—Para nosotros ya nada es rápido, Keith. De un lado a otro se nos han ido a eso de 13 años por la borda, ¡yo te necesito a ti! Nada más, nada menos. Sólo a ti. Tú y yo, como al principio. Te amo, y la bendita frase ya me queda pequeña, me hace falta más para expresártelo, ¿entiendes?
—Te entiendo —suspiro juntando nuestras frente—. Te entiendo, niño. De verdad. También te amo. Y de ahora en adelante haremos todo lo que tú quieras, sin más pretextos. Es más, ¿por qué no me hablas sobre el tema de la adopción?
Una sonrisa se ensancha sobre su rostro.
— ¿En serio?
—Sí.
— ¿Estás seguro?
—Sí —casi chillo.
— ¿De verdad?
— ¡Cameron, que sí!
— ¡Te amo!
Sin quitar su sonrisa se lanza sobre mí, atacando primero mis labios, entonces mi cuello y es cuando la ropa comienza a sobrar.
—Ya todo está listo —murmura luego de mucho silencio, con su dedo traza patrones sobre mi pecho.
Sus piernas desnudas se enredan con las mías bajo las mantas. Hacer el amor con él siempre sería uno de mis mayores honores. Apoya su mentón de mi pecho, bajo mi vista para observarlo.
— ¿La adopción? —él asiente, suspiro—. Vaya. Entonces... es un hecho. Seremos padres.
—Así es —susurra ausente—. Será una niña. Recién nacida. Nos permitirán estar durante el parto. La madre es una niña de dieciséis que sus padres obligaron a dar en adopción, pero quiero que estemos ahí para hacerle saber que nos encargaremos del bebé con toda responsabilidad.
—Será asombroso —ladeo mi cabeza—. Yo escojo el nombre.
Él se ríe besando mi pecho, se arrima hasta besar mis labios también.
—Iba a dejarte hacerlo de todas formas.
Me río junto a él y beso su frente, él regresa su cabeza al hueco entre mi cuello y mi hombro y de esa manera caemos rendidos.
Dije que hacer el amor con él es uno de mis mayores honores porque también estaría el casarme con él y ser padre, junto a él. Y no hay que junto a él no sea un honor para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro