Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7: Pase libre.

7: Pase libre.

—Duele, Keith —jadea—, duele, duele.

Gruño inclinándome más hacia él, tomo con fuerza su cintura, presionando a la altura de su cadera. Él se queja.

—Pasa tu brazo por mi cuello —digo cuando está sobre su pie sano. Él hace lo que yo le indico—. Eso, bien. Intenta caminar un poco, no es mucho.

— ¿Qué parte de que duele no comprendes?

— ¿Entonces qué es lo que quieres? ¿Qué te cargue? Cameron, es menos de un metro de distancia.

— ¡Duele!

— ¡Entonces salta!

Él suelta un gruñido de molestia, comenzando a dar brincos en un solo pie. Es una tortura, puesto a que sé lo mucho que pesa un yeso en una pierna.

»Joder, tú sí que pesas.

—Tengo un jodido yeso, Keith, ¿qué esperas? ¿Las nubes de ciudad Quiéreme Mucho? Idiota.

Suelto un jadeo cuando llegamos al sofá de la sala, dejándolo caer en una de las esquinas. Poso mis manos en mi cintura estando aun de pie, dando un suspiro exasperado.

— ¿No tienes muletas acaso?

—Pues..., sí.

— ¿Y por qué mierda nos las usas?

—Me veo ridículo, Keith, ya ¿sí?

—Te ves más ridículo llamándome para pedirme que venga a tu casa a levantarte del suelo.

Rueda sus ojos.

—Ya puedes irte si te da la gana. Gracias igual.

Su indiferencia es palpable, pero yo no voy a irme. En un suspiro de resignación arrimo la mesa del centro hasta tenerla frente a él y tomo asiento. Ignoro su ceño fruncido, ninguno dice nada. Ladeo la cabeza al quitarme mi chaqueta, la dejo en la otra esquina del sofá.

—No creo que teniendo un yeso la pierna deba dolerte.

—Pues me duele, y no tengo una maldita idea del porqué. Y es en serio, ya puedes irte.

—No me voy a ir. Me necesitas, niño.

—Llamaré a Alice. Ella vendrá.

De la mesa en la que estoy sentado tomo el teléfono y se lo tiendo, dándole la libertad de llamar a la teñida. Si tengo suerte —mucha, a decir verdad— ella no contestará. Espero a que ella realmente esté haciendo todo esto por mí. Aunque eso lo dudo.

Con su ceño fruncido y mi semblante tranquilo lo veo tomar el objeto.

—Si contesta me voy, si no, me quedo.

Lo observo en todo momento con mis codos apoyados sobre mis rodillas, rogando a quien sea que esté en un poder superior al resto que la chica púrpura no atienda.

Me tomo el tiempo para recorrerlo con la mirada. Yo he cambiado mi ropa, he vuelto a mis simples franelas oscuras y jeans rasgados, sin dejar mi chaqueta por fuera, algo tan bonito y genial debe lucirse. Pero él todavía posee la misma vestimenta que cuando vine en la mañana; pantalones de chándal y suéter gris de mangas largas.

Frunzo el ceño, la piel del muslo en donde también tiene su yeso está rojiza, como si se hubiese quemado severamente con algo líquido y bastante caliente. No puedo ver muy bien, el pantalón es largo pero algo se aprecia. Su rodilla y un poco más, me dan escalofríos.

Su chasquido con la lengua es el que me saca de mi trance, regresando mi vista a su semblante fastidiado. Presiono mi mandíbula para no sonreír; Alice no ha contestado.

Alzo mis manos en señal de defensa.

—Imbécil.

—Seré imbécil, pero me quedo —mis comisuras se estiran. Regreso mi atención a su pierna—. Bien, como voy a quedarme, hay un par de condiciones que me gustaría plantear.

— ¡No vas a quedarte en mi casa!

—No te adelantes a los hechos, bien puedo irme en la noche y regresar por las mañanas —ruedo los ojos—. Sólo escucha, niño —son sus ojos los que ruedan esta vez—. La primera condición es que nos dejemos de tratar como la mierda, eres el único agrediendo verbalmente y no creo que sea correcto el que cuide de ti y me agradezcas con insultos.

—Eso te lo mereces, por ser un insolente de mierda.

—Obviaré eso. La segunda: no vas a protestar todo el tiempo, no quiero que taladres mi cabeza, intentaré tenerte la mayor paciencia posible porque realmente quiero ayudarte así tú no quieras mi ayuda y sería genial el llevarnos. No pido que me ames, sólo que seas un poco amable o que lo intentes, puesto a que yo haré lo mismo.

Su ceño fruncido nunca sale de juego, siempre se queda postrado con relevancia en su entrecejo. Sus brazos están cruzados y su mandíbula presionada. Típico aire de cabreo siempre que estoy alrededor, no quiero acostumbrarme por más que me guste verlo así.

» ¿Trato? —extiendo mi mano. Él la mira, luego a mí, y así dos veces más hasta que su rostro se relaja y deshace el nudo hecho por sus brazos.

—Trato —estrecha mi mano—. Pero esto no nos hace amigos, Ainsworth.

—Para nada.

Murmura un "excelente" y quedamos en silencio. Inspiro luego.

» ¿Qué le pasó a tu pierna?

— ¿Cómo?

— ¿Qué le pasó a tu pierna? —repito.

— ¡Me caí de...!

—Hablo de la quemada, Cameron. ¿Cómo te hiciste eso?

— ¿Cómo sabes...? —se interrumpe así mismo—. ¿Te ha pasado antes, no es así? —yo lamentablemente le asiento, no es mentira—. Estaba intentando hacer café ésta mañana y tropecé con la olla de agua hirviendo. Calló en el suelo y por ende sobre mí también.

— ¿Puedo ver? —apunto, él hace un ademán denotando el poco interés.

Prosigo a alzar su pierna desde la estructura del yeso y con cuidado dejo que repose sobre mi rodilla. Sube el pantalón un poco y me deja ver que estaba en lo cierto; la herida se extiende más allá de su rodilla.

—De no haber sido por el yeso probablemente me hubiese quemado toda la pierna —ríe lacónico—. La pierna se me hubiese jodido de todas formas.

Río a su par ojeando por encima todavía.

—No es nada grave, se trata fácil. ¿Ocupas aceite de cocina?

—Encima de la nevera.

Doy un asiento y dejo de nuevo su pierna en el suelo. Camino a paso rápido hacia la parte de reconozco como la cocina y tomo todo lo necesario; aceite y una camisa que he conseguido en una de las sillas. Regreso a la sala sentándome de nuevo en la mesa. Subo nuevamente su pierna a mi rodilla.

—He hecho esto antes, sólo debo hacer que esto esté cubierto de aceite y luego amarrarlo a tu pierna, como un torniquete. Mamá solía hacer lo mismo con Zoe cuando le estaba enseñando a cocinar —me río comenzado con el trabajo. Por el rabillo del ojo lo veo reírse igual—. ¿Qué hora es?

—Van a ser la siete.

Asiento. Luego quedamos en silencio por otro momento. No es un silencio incómodo, yo intento hacer que esto no sea un desastre de aceite por todas parte mientras él observa, sencillo. Pero a pesar de que ha dicho que no seríamos amigos y yo haya aceptado ante ello no hace que mi curiosidad se desvanezca.

Suspiro.

—No quiero parecer entrometido. Me odias y lo acepto, no deberías decirme nada respecto a ello, pero no puedo evitar querer preguntar.

— ¿Qué cosa?

—Bueno..., tienes una jodida y gigantesca casa de tres pisos en donde vives tú solo. No haces fiestas, no invitas a personas, tampoco hay chicas y no hay ningún desastre de por medio a pesar de que no he subido a las otras plantas, la jodida pregunta es: ¿por qué?

Suelta una risa entre dientes. Ha salido como una real, no hay forcejeos ni ironía. Lo he hecho reír de verdad.

—Tienes razón, no debería decirte nada con respecto, pero en vista de que eres un desgraciado grano en el culo y que me joderás hasta obtener una respuesta, lo haré.

Me río por la imagen que ha adoptado de mí. Se me han quitado las ganas de querer estresarlo, o joderlo, o querer divertirme. Pero sólo por ahora, simplemente por ahora, deseo escucharlo.

—Siéntete libre, Cam.

—...Claro —suspira—. Vivo solo porque mi madre se ha ido con mi hermana y su familia para Canadá.

— ¿Canadá?

—Canadá —concede, lanzo un silbido—. Después de una fuerte discusión, decidimos que yo me quedaría acá estando a cargo de la casa. No hago fiestas porque respeto este lugar, no invito a personas porque no me molesto en conocer a nadie, no invito a chicas por la primera razón y está todo relativamente ordenado porque soy un maniático de la limpieza. En lo que cabe.

—Vaya —hago una mueca intentado anudar la camisa. Creo que la he roto—. Así que tenemos a alguien de conciencia —él se encoje de hombros.

—Digamos que sí —volvemos a hacer silencio—. ¿Para qué viniste en la mañana?

De inmediato mi vista sube a su rostro y mi sonrisa se desvanece. Recuerdo la conversación con papá en la mañana, que no obtuve una respuesta concreta y que aun así he decidido huir antes de siquiera darle la oportunidad de explicarse. No he hablado ni he visto a John desde entonces.

Sacudo la cabeza regresando mi atención a su pierna.

—Nada importante —encojo un hombro—. Además, ya sabes, quería disculparme seriamente.

—No te lo creo. Tu reacción habla por sí sola. ¿A qué viniste, Keith?

Debato entre decirle o no. Pero él me ha dicho su razón de vivir solo y lo mío es una idiotez de chico inmaduro, no lo encontraría justo.

—Tuve una... conversación con mi papá en la mañana, nada realmente de otro mundo. Sólo... él... parece que...

—Keith, habla.

— ¡Parece que tiene una novia, o qué se yo! No le di la oportunidad de que me explicara, ni siquiera me dijo algo al respecto. Sólo pareció insinuarlo y yo sólo asumí. Quince minutos después estaba tocando tu puerta.

A pesar de que ya conseguí hacer el torniquete alrededor de su pierna, no la bajo al suelo ni desvío mi vista del punto afectado.

»No tenía a nadie a quien decírselo o descargar mi repentino enojo, mi hermana y sus amigos debían estar en sus asuntos y ahí culminaba mi lista —risoteo—. Creí que sería buena idea sólo venir, y ya.

— ¿Fui tu última opción?

—No tenía muchas, Cameron —termino por bajar su pierna. Me quedo sentado ahí, frente a él, siendo recorrido cada cuanto por sus ojos e intentando limpiar mis manos con mi jean.

—Claro... ¿Sabes? Cuando mi papá dejó a mi mamá, mi hermana y yo quedamos tan devastados que le tomamos odio a mi padre, aun cuando ni siquiera habíamos visto a mamá soltar una sola lágrima. Nunca nos permitió verla quebrada, pero ambos sabíamos lo que sucedía y no era justo.

— ¿Dónde está él ahora?

Él se encoje hombros.

—No sé ni me importa, a nadie en realidad. Se divorció de mamá, se divorció de nosotros. Pero mi punto es que tú tienes a alguien, Keith. Alguien que te ama, que ha estado siempre para ti, que merece otra oportunidad en el amor y es una necesidad de su parte que debes comprender.

»No puedes sólo huir, se sentirá que no puede proseguir con su vida. Todavía si tus hermanos lo aceptan, él querrá hacerte feliz a ti y entonces se alejará de cualquier persona que intente acercársele. ¿Quieres eso?

—Yo... —murmuro cabizbajo—, yo sólo no me siento preparado. La memoria de mamá sigue tangente en mí, ¿comprendes? Estoy... —me río—, estoy muerto en vida, Cameron. Mamá murió y yo..., me fui con ella.

— ¿Qué? —jadea, su tono se torna defensivo de repente. Suelta una risa—. Keith, ¿estás jugando? ¿Es que acaso quieres terminar como yo? ¿Con una maldita casa de tres pisos para ti solo? ¿Completamente solo y jodido? ¿Es eso lo que quieres? ¡Keith, tienes una familia!

— ¡Tú tienes una familia!

— ¡No! Yo lo jodí todo, yo hice que mi familia se fuera a la mierda, estoy solo porque a mí me da la gana, ¿sabes cómo es eso? Tú..., tú tienes a Zoe, Keith, tienes a tu sobrino, a Daniel. Tienes a tus amigos y a tu padre. Amas tu trabajo, eres jodidamente inteligente, tienes un carácter que es fantásticamente de la mierda y tú... Mierda, tú tienes una familia.

Quedo atónito en mi lugar, con ambas cejas elevadas y labios entre abiertos.

»Eres tan... jodidamente egoísta. Podrías tenerlo todo, porque estás en tu capacidad y... aun así eres tan... cobarde. Te quieres hacer la víctima, pero joder, ¡hay más allá de tus pestañas!

Culmina jadeante, yo no he cambiado ni un poco mi expresión.

—Cam... ¿qué pasó con tu mamá y tu hermana?

Él se ríe con su vista en su regazo. Niega con cabeza y no pasa nada hasta que un par de gotas descienden desde sus ojos. Un peso cae en mi estómago y pecho.

—Tenía diecisiete, casi dieciocho cuando se fueron —ríe lacónico—. Mi hermana tenía veinte y estaba embarazada, su novio no se hizo cargo, pero mamá siempre quiso la familia modelo. Llegué a un punto en donde comprendí el porqué papá se fue, y un día se lo dije. Apoyaba tanto a mi hermana que la defendía por todo, pero ella resultó ser igual a mamá.

»Querían que yo fuese un ingeniero, o un doctor, ya sabes, lo típico de madres. Pero estaba... obsesionada. Ella quería hacer de mí alguien que sólo diera dinero. Lo de ellas era el dinero, ¿comprendes? Y Cameron —vuelve a reírse—. Cameron se puede ir a la mierda. Pero lo intenté. Intenté darle lo que quería. Entré a la Universidad, conseguí dos trabajos, le traía buenas notas, pero fuera de eso yo no importaba...

—No eras feliz —murmuro. Él hace un mohín.

—No lo era. Entonces decidí que no era lo que yo quería, salí de la Universidad, me dediqué sólo a trabajar por mi cuenta, por que todo lo que yo hacía para ella nunca era suficiente. Mi hermana era callada, ella estaba de su lado, yo lo sabía. Por eso fue la fuerte discusión. Por eso se fueron. Y ese soy yo.

Todo esto tenía su clara razón. Es por eso que Cameron es como es, es por eso que es cerrado al mundo, el porqué de por qué es mierda tanto consigo como con el resto. Está vacío, sin sentido, sólo respira.

Él sí está muerto en vida.

— ¿No has hablado con ellas?

—Uhm... ¿hace un par de meses? —frunce su cejo—. No lo sé.

— ¿No... sentiste nada?

—Es mi familia, Keith, claro que sí. Mamá... se disculpó. Llamó miles de veces. Ella comprendió, mi hermana también lo hizo. Se arrepintieron.

— ¡¿Entonces?! —me exalto en mi puesto.

— ¿Entonces? —se ríe—. Ni porque quisiera iría hasta Canadá.

—Cameron, el orgullo puede...

—Puedo dejar mi orgullo de lado si me lo propongo. Las amo, y son lo único que tengo, pero ni siquiera podemos costear un boleto de avión hasta Canadá o de regreso. Yo estoy bien como estoy, gano lo suficiente para pagar la casa y algo de comer todos los días, no creo necesitar nada más.

Muerdo mi labio. No creo tener nada cuerdo para decir, nada que pueda sobrellevar algo así. Ha sido una explosión, algo que ha querido desahogar desde hace mucho tiempo y no tengo que darle vueltas al asunto para saber que es así. Está roto, pero no parecer querer ser reparado. Está acostumbrado a estar destruido.

Y llego a una conclusión real, algo que pude haberlo aceptado antes de manera que yo mismo pudiese creerlo, no había sido así hasta ahora; me gusta Cameron. Realmente me gusta.

Me gusta que sea vulnerable. Me gusta que sea decidido. Me gusta su actitud. Me gusta su carácter. Me gusta su forma de ser y cómo no parece darse cuenta de que puede hacer esto, no sólo conmigo, sino que con los demás también.

Pero yo no quiero que él haga sentir a las demás personas así. Quiero ser yo el único que pueda apreciar cuando esté en su punto bajo, quiero estar ahí.

Y me encuentro sonriendo.

—Entonces... creo que papá puede ser feliz.

—Puede serlo.

—Lo será —afirmo soltando una risa, y mi sonrisa se expande cuando lo escucho reírse. Y luego se vuelve a desvanecer—. ¿Cam?

— ¿Tengo que acostumbrarme a que me llames así ahora? —aun tiene su sonrisa postrada en el rostro. Ladeo mi cabeza, realmente no creo que tenga otra opción que aceptarlo—. Dime.

—Uh... ahm... —juego con mis manos, mi vista clavada en ellas—. Me preguntaba si... ahm... cuando...

—Keith. Dilo.

De mis labios sale una mueca.

— ¿Te dolió?

La habitación está a penumbras, ya es tarde, estamos prácticamente a oscuras pero puedo visualizarlo con claridad. Seguimos estando uno frente al otro. Él ríe.

—Bueno..., me caí desde casi cuatro pies de altura, no creo que tener una pierna rota y tres puntos en la cabeza sea algo de qué alegrarse, Ainsworth.

—No, no, yo no hablaba de la caída...

— ¿La quemada? Todas las quemadas duelen, Keith, por Dios.

— ¡Cameron! ¡No es nada de eso! Maldición, escúchame.

— ¿Entonces qué?

—Cuando... —trago saliva—... tú y yo... lo hicimos. ¿Te dolió?

Tomate. Así me siento, como un jodido tomate. Desvío mi mirada al suelo cuando sólo consigo estupefacción de su parte. Me niego a subir mi vista, me niego a encararlo.

MierdaKeith, eres tan idiota.

Justo cuando tomo el valor suficiente para retractarme, hacerlo callar y salir corriendo de esa jodida casa lo más rápido posible, de sus labios se escabulle un casi inaudible "oh..." que va como tiro al blanco hacia mis tímpanos.

—Pues... estuve... unos días con... dolor y... en la cama...

—Había sangre —acabo por completar su entrecortada sentencia—. En la cama había sangre, sí...

—Keith...

—No, no, todo está bien, no hay ningún problema. Eso ya pasó, y realmente me disculpo. Esta vez sí me disculpo por lo que de verdad quería disculparme antes de la caída.

— ¿Me estás jodiendo?

— ¿Qué...?

—Primero me jodes para que hable contigo, ¿y luego simplemente no quieres hablar de ello?

— ¿Tú quieres hablar de ello?

—Lo estamos hablando ahora, no creo que haya vuelta atrás después de esto. Escucha... asumo mi responsabilidad...

— ¡Estábamos ebrios!

—Sí, estábamos ebrios, pero —hace énfasis—, yo te conduje hacia lo demás, Keith. Es mi culpa.

— ¿Nunca has probado la cocaína antes?

—Sólo una vez, en secundaria. Me obligué a olvidarme de todo luego de que la policía nos descubriera en la parte trasera de la escuela. Nos expulsaron y mamá quiso matarme, no preguntes qué hizo para que volviera, pero volví.

—Eres increíble, Cameron Buckley —me limito a carcajear, gesto que imita—. Yo sólo lamento haberte lastimado —me encojo de hombros—. No es algo que hubiese querido que pasara de esa manera.

Vuelvo a jugar con mis manos. Siento mi rostro arder a tope y estoy contando los segundos para huir como el maricón que soy. Me pregunto cómo demonios sigo aquí en vez de estar en casa con una jodida orden de restricción.

Lo voy a considerar como un avance.

—Ninguno, a decir verdad. Yo era... virgen, en ese sentido. Al fin y al cabo la sangre no me sorprendió.

—Pero dolió, joder.

—Estuve dos días creyendo que tendría que someterme a alguna operación para que pudieran reconstruirme el culo, para ser sincero.

Él estalla en un manojo de carcajadas, mientras que por otro lado un gruñido sale desgarrándose desde mi garganta al momento de cubrir mi rostro con mis manos. Debo inclinarme a tomar uno de los cogines y estamparlo contra su cara para callarlo.

— ¡No es jodidamente divertido, niño!

—Sí lo es, mírate, estás rojo —continúa su risa, todo para luego imitar un grueso tono de presentador y decir—: ¡Keith Ainsworth, el Hulk en llamas!

Luego de un par de golpes y uno que otro insulto más de mi parte que de la suya junto a su completa actitud inmadura y toda mi sangre acumulada en mi cabeza, quedo sentado a un lado suyo en el sofá, riéndonos.

Sólo riendo. Y debo admitir que nada nunca me hizo sentir tan bien como el estar riendo junto a él justo ahora.

— ¿Pero sabes? —cuestiona luego de un rato en silencio.

— ¿Qué cosa?

—A pesar de haber sido... doloroso y fuera de contexto, abrumador y un poco traumatizador —me hace reír con él—, sería... sería algo que yo volvería a hacer. De diferente manera, claro está, pero... podría.

No evito mirarlo sorprendido cuando se encoje de hombros restándole importancia. ¿Acaba de darme un pase libre para tener sexo con él?

Balbuceo en respuesta. No quería salir huyendo, pero la circunstancia lo merita.

¿O debería quedarme y disfrutar de ese pase? Maldición, estoy tan confundido.

—Yo... eh... —tartamudeo levantándome del sofá—. Creo que ya es tarde, papá debe estarse preguntando en dónde estoy y...

—Eh... sí, sí. Las muletas están en mi habitación. Segundo piso, primera puerta a la derecha.

Hago un mohín y corriendo subo las escalera de dos en dos. No me cuesta encontrar el par de muletas y bajo con la misma rapidez. Lo ayudo a levantarse del sofá, y mientras él se ajusta entre el par de palos de metal, yo prosigo a tomar mi chaqueta y cuidar que no tropiece.

Es entonces cuando llegamos al umbral de la puerta y nuevamente me veo patéticamente acorralado, no sólo por mi mente, sino que por él también.

—Bien... —murmura—. ¿Vienes mañana? Hay... Netflix y palomitas, dinero suficiente para comida y demás.

—Pues, no creo haya problema, es domingo, así que...

Nota mental: hallar alguna manera de no ponernos a ambos en situaciones incómodas como éstas.

Como el señor patético que soy, tiendo mi mano frente a él.

—Hasta mañana, niño.

—Hasta mañana, grandulón —estrecha la misma. Está en un escalón superior, por lo que está un poco más alto que yo, debo subir mi cabeza para verlo.

Sus labios están brillosos por haber sido lubricados previamente con su lengua y sus mejillas levemente sonrojadas. Sus ojos deslumbran bajo la luz de los faros y puedo apreciarlos nuevamente.

A pesar de tener el mismo color de ojos, yo podría quedarme en esta posición por horas. No me cansaría sólo buscándole una nueva tonalidad.

Lamo mis labios, la tentación me rebasa. Doy un paso al frente, casi teniendo que alzarme de puntas para poder alcanzar sus labios, pero no me es necesario cuando entramos en contacto.

Eso es a primera estancia; sólo un contacto, mis labios cerrados contra los suyos cerrados, de manera que siento un hormigueo en ellos cuando me separo. Ha entreabierto sus labios y me observa.

Inspirando con fuerza vuelvo a acercarme, atrapando su labio inferior con sutileza entre mis dientes, delineando con mi lengua luego y permitiendo mi paso. Beso con fuerza y me siento atareado cuando soy correspondido, pero no me echo hacia atrás.

Sus labios son tal cual los recuerdo; no son dulces ni suaves como suelen decir, de hecho tienen un tacto casi áspero que resulta apetecible y me percato que es por el sabor a café. Me gusta el café.

De repente siento sus manos estamparse contra mi pecho, me empuja con fuerza que me hace dar traspiés hasta quedar estable y lejos de él. Sé que estoy sonriendo, pero él quiere ocultarlo.

—Ya vete, Ainsworth —estira su brazo apuntando a la carretera—. Adiós.

—No soy un cobarde, niño —digo cuando estoy sobre mi moto—. Recuerda tampoco subestimarme.

—Ya no lo hago.

Es lo último que articula antes de cerrar la puerta tras él y antes de que yo parta. Van a tener que joderme para quitar la sonrisa de mi rostro. Es tatuada.

Al llegar a casa papá está sentado en el mueble, con una sonrisa me acerco a abrazarlo y antes de subir a mi habitación le digo que lo amo. Claramente su rostro de confusión no hace falta, pero lo ignoro.

Cuando bajo él sigue ahí con la cena preparada y un partido de fútbol listo para disfrutar. Y entre comerciales le pido que me explique lo de ésta mañana.

La mujer es de nombre Ginger, y en vista de su sonrisa resplandeciente parece ser alguien a quien no debo juzgar antes de tiempo. Escucho maravillas y algo sobre querer conocernos a mis hermanos y a mí, cosa que concedo.

La cena acaba, el partido también, vuelvo a abrazarlo y a decirle que lo amo, porque es cierto. En ningún momento pregunta sobre mi actitud repentina y se lo agradezco internamente. No creo que sea el momento indicado para comentarle algo así.

Con la sonrisa que llegué doy un salto en mi cama. Esa sonrisa molesta no se iría y entonces debería llamar a Alice para contarle, quizá para agradecerle también. Debería.

Morfeo me atrapa y siento calma.

Besé a Cameron Buckley adecuadamente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro