Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6: Te necesito.

La actitud de mi padre ha estado cambiante estos días. Parece que está encerrado en una burbuja propia, siendo ajeno a todo lo demás. Además de que ha estado taciturno, también se le ha visto sonriente. Ahora mismo lo tengo frente a mí, en la mesa del comedor, sonriéndole a su teléfono.

Todos sabemos que, en nuestro sano juicio, sonreírle a la pantalla de tu teléfono celular se reduce a dos cosas sumamente similares: o algo te hace reír, o es alguien quien te hace reír.

Conociendo a mi padre, no es la clase de persona tecnológica. Verlo manejar un teléfono a éstas alturas de la vida me resulta verdaderamente cómico y no puedo evitar sentirme atraído por su actitud. Frunzo el ceño cuando carcajea. No me está prestando la más mínima atención, siendo sólo él y yo los que estamos en la mesa y en la casa de por sí.

Aclaro mi garganta.

— ¿Papá? —de su garganta sale un "uh" que asimilo a pregunta. Dejo mi vaso con jugo en la mesa—. ¿Se puede saber qué es tan gracioso?

Su mirada expectante sube a mí, casi sin querer despegar su vista de la pantalla. Me reprimo una sonrisa que sé que me saldrá como pícara y me limito a fruncir el ceño, llevando cereal a mi boca. Él vuelve a reír antes de negar y regresar su atención al teléfono.

»Papá, estamos desayunando, por favor —una risa se me escabulle. Él resopla dejando el aparato a un lado, enfocándose en su comida ahora.

—Cuando Daniel, Zoe y tú lo hacían, tu madre y yo debíamos quedarnos en silencio y dejarlos vivir.

—Éramos adolescentes, querido John. Además, ¿qué es lo que tienes? En mi entorno, sonreírle a la pantalla de un teléfono significa estar conversando con alguien. Soy tu hijo, y como el del medio merezco saber qué es lo que tiene a mi padre feliz.

— ¿Ahora yo supongo decirte? —alza sus cejas, yo le asiento—. Keith, por amor a Cristo, no es nadie.

—Lo mismo decía Daniel cuando estaba saliendo con Layla, ¿recuerdas? —tomo de mi vaso—. Te apuesto a que lo último que recuerdas es: tú, con nosotros, en la sala de una clínica, esperando ver a Nick en buen estado.

Lo hago reírse y no evito reírme con él. Ver a mi padre feliz después de todos estos años puede ser una gran recompensa por la ausencia de mamá. Cada vez que escucho a John reírse a carcajadas, siento que vuelvo a nacer. Justo como me hacía sentir mamá.

—Prometo que te diré en algún momento, pero por ahora prefiero callar.

—Oh, ¿así que sí hay alguien?

— ¡Keith! —alarga en reproche.

— ¿Pero qué? —carcajeo—. Es una simple pregunta. Vamos, papá, puedes decirme.

—No se trata de eso, hijo, se trata de que me estoy sintiendo bien por primera vez en un tiempo y ahora estás acá haciéndome sentir incómodo.

— ¿Esto se siente ser padre? Porque puedo jurar que eres yo cuando tenía diecisiete. Puedo jurarlo. Todo un jovencito.

—Recuerda que sigues bajo mi techo, Keith. Sigues bajo mi techo.

—Papá, óyeme...

— ¿Y qué si estoy con alguien, de todas formas? —resopla—. Soy un hombre ya. Como tu padre, merezco respeto ante eso.

Frunzo mi ceño. Siento un revoltijo en el estómago de repente. Mi comida pasa a un segundo plano. Él está nervioso.

—Papá, ¿hay alguien? —pregunto en mi forma más seria. Él se ve entre la espada y la pared, comenzado un balbuceo que acaba en un suspiro.

En cuestión de minutos, sólo estamos él y yo sentados frente a frente. Yo esperando a que él formule alguna palabra u oración en defensa, pero sólo obtengo un suspiro resignado de su parte. Me veo jadeando.

Su respuesta es obvia, y yo simplemente no sé cómo sentirme al respecto, por lo que sólo me limito a dar otro par de bocados a mi desayuno y acabar el zumo de una sentada. Con rapidez me levanto de la mesa, dirigiéndome a la cocina para dejar todo ahí.

—Keith... —me llama cuando me ve poniéndome mi chaqueta—. Si quiera has cambiado tu ropa.

—Parece ropa de yoga, papá —murmuro sin mirarlo—. Está presentable.

—Hijo, puedo explicarlo...

—Que sea más tarde, pah, ¿sí? —dejo un rápido apretón a su alrededor mientras ocupo las llaves de mi motocicleta—. Hablamos después.

—Keith, ¿adónde vas?

Lo último que oigo es su exhalación sonora antes de cerrar la puerta principal. Veo mi vestimenta. Mi pijama realmente parece jodida ropa de yoga. No puedo creer que vaya a salir de esta manera, puedo asegurar que me veo ridículo con una chaqueta de cuero encima de un pijama, pero jamás me había valido tanta mierda.

Me quedo parado frente a mi moto buscando qué hacer. No quiero cruzar con papá ahora.

Sé que siento impotencia cuando no hago más que acelerar mi respiración al caminar de un lado a otro en el garaje. ¿Se supone que es esta la clase de situación en la que llamas a un amigo para desahogarte?

Maldición. ¡Hay alguien! ¡Jodidamente hay alguien!

—Mierda... —mascullo cuando después de cuatro llamadas Alice no contesta su teléfono.

Ha pasado una semana ya desde la última vez que hablamos, esa vez cuando estaba ansiosa porque fuese a casa de Cameron al día siguiente. Pero no encontré el valor suficiente, y fui lo suficientemente cobarde para huir y dejar de contestar mi teléfono cada vez que la chica llamaba.

Puede que ahora esté cobrándome venganza por ello. En un gruñido subo a la motocicleta. ¿Adónde demonios se supone que iré ahora? Zoe debe estar en el hospital con Dallon, Abigail debe estar descansando por su embarazo, Nathan, a pesar de ser buen amigo, no creo que sea una opción, y es justo ahí donde acaban mis opciones.

Estar solo en esta jodida vida es una puta mierda.

Mi mente repasa el papel desgastado que Alice dejó en mi poder el día que vino a casa. Todo por el tema de Cameron.

En el papel sigue su dirección, esa que, de tanto leer el bendito papel, ahora la sé de memoria. Ha quedado grabada en mí, incluso podría decir que hasta cada detalle del papel se ha planteado en mi memoria.

Claramente me he puesto a pesar en Cameron. Claramente se me ha hecho difícil dejar de pensar en él, dejar de recordar todo lo sucedido. Me veo debatiendo conmigo mismo en sí debería o no ir a casa del trigueño. Si debería encararlo de una buena vez.

La impotencia y desesperación te pueden dar cojones. Los suficientes como para tomar tu motocicleta y conducir en dirección a un solo destino, casi sin pensarlo. Casi en piloto automático.

Las calles están medianamente llenas, no hay mucho tráfico. Si no me equivoco, apenas serán las once de la mañana. Probablemente huir de mi padre por su silenciosa declaración no fue lo correcto, pero no creo estar pensando con claridad puesto a que me dirijo a casa de Cameron.

Al llegar me doy cuenta de que no llegué a detallarla lo suficiente la primera vez que vine, por supuesto que no tuve la oportunidad de hacerlo. La fachada hace ver a la casa enorme, demasiado para que sea él quien viva solo aquí. Es de un blanco pulcro, con dos ventanas visibles en la parte superior y una gran puerta de madera barnizada.

Podría decir que aquí vive una gran familia adinerada si no fuese porque sé la verdad detrás de ello. Quisiera indagar en el por qué Cameron, teniendo una vivienda aterradoramente grande, se encuentra en su misma soledad.

Pensarlo mucho no me está haciendo bien, y sé que la conversación con mi padre sigue martillándome el cráneo. Yo simplemente necesito saciar toda mi energía, toda mi impotencia. Y no sé si esta sea una buena manera, pero veo que no hay una necesaria vuelta atrás una vez mis nudillos colisionan con la bella madera tallada de la puerta.

Quizá unos minutos pasan, pero no desvío mi vista de la puerta. Vuelvo a tocar y lejanamente oigo un "voy" proveniente del otro lado. Entonces caigo en cuenta de que estoy frente a la puerta de la casa de Cameron, que venir aquí ha sido un completo error, que va a patearme las bolas hasta el cansancio y que debo correr.

Sí, correr. Eso parece una buena opción.

— ¿Keith?

¡Maldición, demasiado tarde!

Río nerviosamente. De nuevo mis piernas han empezado a temblar involuntariamente, y por primera vez en mucho tiempo, me agrada retener un sentimiento para mis adentros.

—Eh..., hola —presiono mis labios en una línea. Él se cruza de brazos en todo el umbral. Puedo percatarme de su yeso en la pierna derecha y que aún posee una bandita desechable en un costado de su cabeza, donde aparentemente le tomaron las puntadas.

— ¿Qué haces aquí?

—Quería saber cómo estabas.

Él se ríe, pero yo no lo hago. Muerdo la parte interior de mi boca. Por lo bajo lo oigo mandarme a la mierda instantes antes de intentar cerrarme la puerta en la cara. Como acto de reflejo me veo impidiéndolo posando mis manos y creo que mi pie también, porque comienza a dolerme como la mierda.

— ¡Cameron! ¡Joder, sólo déjame entrar!

No doy mi brazo a torcer hasta estar dentro de la casa, obteniendo su enojo palpable como respuesta. No me sorprende, al fin y al cabo.

—Escucha, estaba bien sin que vinieras a joderme la existencia. Tengo suficiente con una pierna rota y la cabeza punzando, ¿sabes?

—Debí venir a verte desde antes, pero sabía que no querías verme. Lo siento.

—Ni antes, ni ahora, ni después. Hazme el jodido favor de salir de mi casa ahora, Ainsworth. ¡Ahora!

—No lo haré —presiono mi mandíbula—, sólo quiero saber cómo estás, ¿bien? No es un jodido pecado el preocuparme por ti.

— ¡Estoy bien! ¿Feliz? No necesito que nadie se preocupe por mí, y mucho menos tú. Sal ahora o llamaré la policía. Y desearías que estuviera jugando, Keith.

—Mierda, ¡deja de ser tan paranoico! Agradece que a alguien le importes y que no quiera dejarte solo a pesar de que sigues siendo un bastardo imbécil.

Escupo fuego por la boca. Intentar hablar con él siempre acabaría en pelea. No recuerdo una sola vez que haya hablado con Cameron donde no acabemos triturándonos el uno al otro con el solo emitir sonido.

»Supuse que necesitabas ayuda o compañía siquiera, joder. Deja de creer que sólo quiero joder tu existencia, Buckley.

Su respiración se torna sonora a medida que mis palabras van fluyendo. Tengo mi vista en él todo el rato, lo veo pasar de tener su ceño fruncido a tenerlo levemente fruncido y luego a mordisquear sus labios. Es ahí donde me obligo a detenerme.

Inspira con fuerza.

—Supusiste mal. Alice ha estado viniendo, no necesito tu ayuda. No necesito la ayuda de nadie, estoy bien, te lo aseguro.

— ¿Has hablado con Alice los últimos días?

Él se inmuta en su puesto, negando luego. Puedo ver su mandíbula presionarse y las aletas de su nariz expandirse a momentos.

—De todas maneras, no te necesito, Ainsworth. Estos días he estado por mí mismo y estoy de maravilla.

—Puedo asegurar que el segundo piso es un asco —sonrío por lo bajo. Sus ojos se abren.

—Ni se te ocurra, Keith. Voy a llamar a la jodida policía.

—Puede que sí —me encojo de hombros con diversión—, pero yo no tengo un yeso en la pierna y por ende soy más rápido que tú.

— ¡Keith!

Pero ya yo me he apoderado del teléfono de la casa, siendo más alto que él, logro posarlo en una gran repisa al fondo del lugar, saltando por los muebles como si fuese mi casa. Probablemente me gane una buena patada en las bolas, pero al menos esta vez lo voy a merecer.

Me hace gracia cómo en cuestión de minutos se ha tornado de un rojo carmesí por el enojo. A duras penas ha podido moverse de su lugar y gruñe por lo bajo.

— ¿Me dejarás cuidar de ti?

— ¡Maldición, que no te necesito!

—Sube las escaleras.

— ¿Qué?

— ¡Eso! Que subas las escaleras.

— ¿Para qué mierdas querría yo subir las escaleras ahora mismo?

— ¿Te vas a quedar parado ahí todo el rato? —alzo mis cejas—. Sólo puedes pasearte por esta planta, subir las escaleras sé que te es un martirio. Me he fracturado ambos tobillos y una rodilla antes, mi casa es de tres plantas, como esta. Créeme, sé de tu lucha, amigo.

Descaradamente me dejo caer en el sofá, subiendo mis pies a la mesa del centro. Por primera vez le echo un vistazo al lugar, todo se ve en su lugar y puede que sólo haya un par de cosas en cada esquina y uno que otro vaso sobre la mesa, pero nada más.

—Pues, veamos qué dice la policía sobre eso —dice posando lo que sé es su teléfono en su oreja. En un movimiento veloz salto del sofá, llegando a tiempo para arrebatarle el celular de la mano y que éste caiga en el piso.

Por supuesto que comienza a gritarme, por supuesto que me importa una mierda. El teléfono yace en una parte del suelo y al ver que ha quedado intacto, lo dejo en el mismo lugar que el teléfono de la casa; fuera de su alcance.

— ¡¿Qué mierda sucede contigo?!

— ¿Sabías que en las películas, decir ese tipo de cosas sólo acelera la acción del villano?

— ¡Algún día voy a joderte, mierda!

—Déjame cuidar de ti.

— ¡Yo no te necesito!

—Eso fue mi culpa —apunto a su pierna enyesada—, estás así por mi culpa.

—Gracias por reconocerlo, Keith, de verdad. Todo eso va a hacer que mi pierna sane y que recupere toda mi dignidad. Sí, felicitaciones, en serio.

—Cameron —suspiro rodando los ojos—, déjame cuidarte. Sé que vives solo, no me importa la jodida razón, pero me siento culpable y siento que yo debo hacerme cargo de lo ocasionado. A la mierda que me odies, a la mierda que no quieras verme, necesitas a alguien, y yo no estoy dispuesto a irme.

Sus ojos inyectados en enojo me miran en todo momento sin siquiera tener la necesidad de pestañar. Pero suspira y sus hombros se relajan. Me doy una medalla como recompensa por lo que —según yo— he logrado; que lo piense.

—Mira —sacude su cabeza, quitando su vista de mí para posarla en algún punto en el suelo—, yo te haré saber si te necesito, ¿de acuerdo? Por ahora sólo acabas de invadir mi privacidad de la manera más estúpida, irrespetuosa e inmaduramente posible y quiero estar solo. Te pediré el favor de que bajes mis teléfonos de allá arriba y que dejes mi casa. Esta vez como un favor.

Dejo escapar aire de mis pulmones. No es lo que me esperaba, pero me siento algo satisfecho. Asintiendo me dirijo hacia donde he dejado el par de aparatos, girándome luego para encararlo. Poso los objetos frente a él, pero cuando va a tomarlos los vuelvo a alejar. Cierra sus ojos tomando aire.

—Promete que me llamarás si realmente necesitas algo, Cameron —él abre sus ojos—. Promételo.

—Lo prometo.

—Si no lo haces, me veré obligado a "estúpida, irrespetuosa e inmaduramente" invadir tu privacidad —hago comillas con mis dedos—. Promételo.

— ¡Lo prometo! —exclama, y dejo que tome los teléfonos de mis manos. Le pido que desbloquee su celular para poder anotar mi número y, sorpresivamente, él lo hace y me deja.

Luego de una despedida que se torna incómoda porque prácticamente vuelve a cerrar la puerta tallada en mi nariz, subo a mi motocicleta dirigiéndome a casa. No logré mi propósito, pero pude distraerme y descargar energías. Y sin la necesidad de un cigarrillo.

Llego a casa para hallarme solo nuevamente. Papá no es de las personas que dejan notas o ese tipo de cosas, por lo que desconozco su ubicación. No hay nada que hacer un sábado cuando no tienes planes, ni amigos tampoco, es cuando Netflix se convierte en tu mejor amigo.





Mi teléfono sonando hace que Morfeo me suelte de sus garras. Mi cuello duele como la mierda. Suelto un gruñido tanteando la mesa hasta obtener mi celular entre manos. Con los ojos entrecerrados reviso, dos llamadas perdidas de Cameron. Una hace media y otra hace un minuto. Espero a que vuelva a repicar, pero no pasa, así que soy yo quien le marca.

—Cameron —pronuncio con voz ronca—, ¿todo bien? ¿Qué pasó?

—Pensé que nunca contestarías, maldición —gruñe. Ruedo los ojos dejándome caer en la cama—. No sé para qué me dices que te llame si no contestarás.

—Mira, estaba durmiendo, ¿bien? Lo siento, en serio. Ahora, dime, ¿para qué me necesitas?

—No te necesito. Al menos ya no.

—Cameron —reprocho, su resoplido choca contra su parlante. Se tarda en responderme pero no me inmuto.

—Me caí por las escaleras. No me puedo levantar, ya tengo una hora intentándolo. Ha sido un completo martirio. Y la pierna me duele si hago mucho esfuerzo.

—Vale, tranquilo, ya voy —aviso comenzando a vestirme. Me detengo—. Acéptalo.

— ¿Qué cosa?

—Me necesitas —la diversión se escabulle por mi tono. Otro resoplido de su parte—. Admítelo, niño.

—Necesito a alguien, no exactamente a ti. Tú lo dijiste, Hulk.

—Si no lo dices no voy a ir. Bien puedes quedarte ahí hasta que a Alice se le ocurra aparecer o alguien más se acuerde de ti.

—Eres un...

—Dilo.

—No.

—Cam, dilo.

—No me llames así. Y te recuerdo que tú me dijiste que te llamara, así que si hago esto es por interés. Ya deja tu inmadurez y ven a ayudarme. Mucho estoy haciendo en considerarte.

—No te cuesta nada. Niño amargado. Pero ya que tanto insistes, pues me puedo quedar.

— ¡No! Keith... Ugh —comienza a soltar gruñidos adjuntos a maldiciones y respiraciones pesadas.

Muerdo mi labio reprimiéndome una carcajada. Si cierro mis ojos puedo imaginarlo claramente tirado en el inicio de las escaleras, donde anteriormente habíamos estado en la mañana, y para ser sincero, no sé si se me hace tierno o realmente triste. Quizá un poco de ambos.

— ¿Sí? —canturreo.

—... Te necesito.

Ha salido como un pequeño murmuro. Uno indefenso. Sin insultos de por medio o malas palabras para complementar. Me hace saber que no tiene más opción y que depende de mí, aunque sea por algo como esto.

Quiero reprimir mi sonrisa tras morder mi labio, pero no puedo reprimir el cosquilleo en el estómago, ni mi pulso acelerándose, o mi respiración entre cortándose. Aclaro mi garganta antes de contestarle.

—Voy para allá.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro