18: ¿Buscarlo?
Seis llamadas perdidas, trece mensajes que no abro. Hoy es... ¿Miércoles? El número exacto de la semana pasada. Quiere decir que mañana y pasado serán ocho llamadas perdidas y once mensajes que tampoco abriré. El sábado vendrá, el domingo respiraré, hasta el lunes que comience con otra tanda. ¿Debería memorizar el número de mensajes y llamadas de los lunes también? Bufo apagando el teléfono. Me pregunto si Pamela le habrá enseñado ese truco.
—Keith.
—Daniel.
—No puedes ignorarlo toda tu vida.
—Pues mírame hacerlo —muestro mis manos caminando a la nevera con desinterés. Le da una mirada a papá. Posando mis aperitivos sobre el mesón los ignoro también. No tengo ganas de que jueguen con mi cabeza ahora mismo.
—Keith, hablamos sobre esto —dice mi padre. Estoy a nada de creer que en serio ha llamado a Daniel por el simple hecho de conspirar en mi contra, porque desde que Daniel llegó hace una hora ambos se han empeñado en hablar conmigo. No tengo nada interesante qué decir, soy monótono. ¿Qué demonios es tan importante?
Uh, claro, recordé: Cameron. Según ellos, no yo.
—Lo hablamos, ¿y eso qué?
— ¿En serio te rendiste? —cuestiona Daniel incrédulo ante mi falta de interés. Encojo un hombro tras tomar de mi vaso, dándole a entender mi respuesta. Él jadea.
—Hijo, Cameron ha estado vinieron desde la semana antes pasada en cuanto ha podido y tú sólo me haces cerrarle la puerta en la cara —John frunce su ceño—. Él te quiere, por amor a Cristo.
Debo alejar el vaso de mi boca para poder reír, de lo contrario ocasionaría un desastre en la cocina. Sigo riendo aun cuando sus miradas acribillan mi cuerpo de un extremo a otro. Ha puesto el nombre de Cameron y el verbo "querer" en una misma oración. Lo ha hecho.
—Cameron a duras penas si se quiere a sí mismo, papá —respondo sombrío, desviando mi mirada de ellos—. No sé qué pretenden que haga.
—El chico puede que sea un idiota, pero es igual de idiota que tú, así que son dos idiotas enamorados —me giro para ver a Daniel sonreír ante su analogía, le doy una mala mirada pero no se inmuta—. Él es un idiota porque te hirió primero, y tú eres un idiota porque ahora que se arrepintió, tú te "rendiste".
— ¿Me "rendí"? —pregunto irónico a su seña de comillas—. No me "rendí", Daniel, me rendí. Y no soy su estúpido perro faldero, no es cuando a él le dé la gana. Si se jodió, se jodió. Le toca sufrir. Ya yo pasé.
Y en un movimiento dramático salgo de la cocina subiendo las escaleras hasta mi habitación. Sé que tengo razón. En lo profundo la tengo; Cameron no puede jugar conmigo siempre que le venga en gana. Semana tras semana me convencí de que no lo necesitaba, de que no era indispensable en mi vida, ni siquiera en año nuevo estuvo presente en mi mente. Pero al parecer su propósito de año nuevo era el hacerme la vida imposible, porque comenzó a llamar y mandar mensajes como un desquiciado, e incluso si papá le cerraba la puerta en la cara, ¡él seguía viniendo!
La puerta suena tres veces y luego la voz de Daniel pidiéndome entrar resuena. Lo dejo pasar pero él se queda en la puerta.
—Bailey está afuera.
— ¿Bailey?
—Pensé que necesitabas un consejo de alguien diferente, y tu amiga la teñida desapareció, así que me dije: oye, Keith necesita algo de ayuda y eres su hermano, los hermanos suelen ayudarse por más imbécil que alguno sea, ¿por qué no llamar a Bailey?
Suspiro pestañeando lento. Hago un ademán con la mano.
—Primero le dices a papá y ahora haces que Bailey venga. ¿Cuándo llamarás a la abuela para decirle también?
—Déjame ser buen samaritano por primera vez en mi vida, Keith —mueve sus manos soltando una risita que imito—. Sabes que estaba leyendo; se dice que el armario es para la ropa, no para las personas.
—Ahora lee —ironizo para mí alzando las cejas—. Y se vienen cosas peores.
—Le diré a Bailey que suba antes de caerte a piñas. Tengo un hijo del cual encargarme. Nos vemos, hermanito.
Vuelvo a suspirar. Hubiese querido decirle que trajera a Nick, después de todo el niño me distraía y no pensaba en autodestruirme, pero no podía si es día de semana y ahora menos que Bailey ha decido venir. La fuente de convencimiento de Daniel es algo que ninguno posee, pero que mamá sí hacía. Zoe y yo hubiésemos matado por ello, pero no todo se puede tener.
Bailey entra con su característico escándalo, y como su manera de ser se lo indica, se lanza a mi cama de un salto.
—Tu hermano llamó pero no sé por qué —dice acomodando una almohada bajo su cabeza y posa sus manos entrelazando sus dedos en su regazo una vez está cómodo—. ¿Para qué soy bueno?
Me convierto en un manojo de suspiros, giro en mi nueva silla de escritorio, Zoe me ha conseguido una de oficina. Decido ir sin rodeos.
—Soy gay. Me enamoré de Cameron. Él me mandó a la mierda. Pero ahora que yo lo mandé a la mierda, él regresó. ¿Qué hago?
Quisiera poder haber tenido mi cámara encendida para fotografiar su rostro, porque fue una expresión digna de una foto. Sin dejar de verme con sus ojos abiertos retoma su postura sobre la cama.
—Qué grata manera de enterarme de tu sexualidad —murmura. Entonces sacude su cabeza y frota sus manos—. Muy bien, lo que necesitas es un consejo. Puedo con esto. Estoy lleno de consejos. ¿Dices que regresó?
Claramente no creí que no fuese a aceptarlo, pero tampoco creí que su aceptación fuese a ser inmediata. Saliendo de mi sorpresa, pestañeo varias veces y le asiento.
»Genial, eso quiere decir que te está buscando porque quiere hablar sobre esto contigo. Exigiría que me dijeras qué sucedió desde un principio, pero Cranberg no anda jodiendo por ahí, así que deberías ir a buscarlo.
¿Buscarlo?
— ¿Buscarlo? —frunzo mi ceño—. Me mandó a la mierda... ¿Y voy a ir a buscarlo?
—Él ya dio el primer paso, vino a buscarte primero —encoje su hombro—. No conozco a ese tipo, pero a leguas se nota su orgullo. Casi tan orgulloso como tú. ¿Piensas que le fue fácil el venir luego de casi destruirte? Porque has dicho que te enamoraste. Sé lo que siente cuando la persona de la cual estás enamorada te da la espalda, y supongo que en tu caso no fue muy bonita la manera en la que sucedió.
Lanzo un jadeo por mis labios entre abiertos.
—Se supone que me rendí. No voy a ir a buscarlo, Bailey. Tengo dignidad.
—Dignidad —bufa rodando los ojos—. Eso no se llama dignidad, es idiotez mezclada con ceguera. Tú sigues enamorado de él. Es por eso que tu ánimo bajó tanto las últimas semanas. Cambiaste de Cajita Feliz a McPollo, ¡sin el pollo! Y con más lechuga y mayonesa.
Él frunce su ceño para sí mismo, haciendo una mueca de disgusto. Frunzo mi ceño a su par, luciendo incrédulo. Lo que ha dicho no tiene sentido. Me preparo para un sermón.
—Bailey, ¿me estás-?
—No, cállate, escucha. Necesitas darle una oportunidad, Keith. Necesitas darle una oportunidad tanto a él como a ti. Siempre supe que eras un imbécil, pero soy tu amigo, somos imbéciles juntos. Y como tu imbécil personal, debo decirte qué es lo que estás haciendo mal.
—Es como querer hallar una aguja dentro de un pajar, Bailey. Por Dios. Jamás voy a conseguir nada de querer intentarlo.
Su risa —que debería ser irónica pero es real— me distrae cuando se sienta en el borde la cama.
—Encontrar una aguja en un pajar es fácil. Sólo quema la paja —se encoje de hombros—. Se trata de ser inteligente. Te estás hundiendo en un vaso de tequila.
Mis hombros bajan. He tenido un colapso. Ya no sé ni qué pensar. Siempre vi a Bailey como un tipo que podía hacer de todo, menos utilizar el cerebro para el bien, y ahora que está aquí me es difícil de creer. Camina hacia mí a paso lento para frotar mis hombros.
—Yo que te lo digo, dale una oportunidad. Te vas a arrepentir y sabes que es cierto, porque fue lo que pasó con Sandra y te arrepentiste todo ese tiempo hasta el sol de hoy. No vas a dejarlo pasar de nuevo. Me ayudaste muchas veces en el pasado, Keith, siempre estuve más jodido que tú, y ahora es mi turno de regresarte el favor. Habla con él.
Palmea mi hombro y sale de la habitación, dejándome vagando en mi cabeza.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro