15: Muerto en vida.
Ver a mi sobrino es como ver una clara réplica de Daniel: nariz respingada, largas pestañas, labios definidos y puede que sonrisa cautivadora. Todo un Ainsworth. Con intenciones de dejar a mi querida cuñada por fuera. Daniel no esperaba por él, nadie lo hacía. Papá no sabía si estar feliz o volverse loco, pero mamá lanzó el grito al cielo al saber que era abuela, desde ese entonces Nick se ha vuelto nuestro pilar más importante.
Podría mirarlo por un largo tiempo sólo encerrado en su burbuja, no me cansaría. Al parecerse a Daniel también se parece a mí, Layla no juega en este equipo, cosa que agradezco, por lo cual sería como estarme viendo a mí con cuatro años. Lo he escuchado decir que soy su tío favorito, pero que no se lo diga a la tía Zoe porque eso la pondría triste, entonces debo estar genuinamente de acuerdo en cuanto al voto de silencio otorgado por mi sobrino.
— ¡Papi! —el grito del niño rebasa la sala y enseguida tengo a mi sobrino saltando de mi regazo a los brazos de su padre. Daniel lo abraza con fuerza, esparciendo besos por su rostro y haciéndolo reír. Luego me sonríe a mí. Bien sé que Daniel nunca ha sido de sonreír mucho, pero Nick resultó serlo, es bueno saber que él puede hacerlo cambiar tanto su humor como sus expresiones.
— ¿Cómo la pasaron? —le pregunta a él, pero no le contesta porque la película ha comenzado en la televisión y su atención se ha girado a ello. Daniel me mira buscando su respuesta.
—Excelente, Dan. Gracias por dejarlo conmigo estos días.
—De nada —suspira cruzando sus brazos, se deja caer de espaldas al sofá a mi lado. Hacemos silencio por el tiempo en que vemos al niño absorto en el programa.
— ¿Lo dejarías éste fin de semana también?
Mi pregunta no parece sorprenderle, sin embargo, gira su cabeza hacia mí con su ceja arqueada. Poco después su expresión se relaja junto a sus hombros.
— ¿Todavía dolido, hermano?
—No quiero sentirme solo, es todo —sacudo la cabeza por lo bajo. Frunzo el ceño en confusión cuando su risa brota con ganas, niega con su cabeza.
—Espero que todavía no pienses que eres un bueno para nada. Sabes que puedes quedarte con Nick todo el tiempo que plazcas si por mí depende, pero recuerda quién es su madre, y no sé qué es lo ella que piense —se encoje de hombros—. Creo que no tendrá problemas igual. Nick te ama y ella necesita tiempo libre.
— ¿Hablarás con ella? —él suspira, pero me asiente. Le agradezco y volvemos a sumirnos en silencio. Intento sonreírle, más que una mueca no se me escapa. Yo no puedo fingir sabiendo que es Daniel quien se está tragando todo eso.
— ¿Aun no hablas con Cameron?
—No creo volver a hablarle, Dan. Y no quiero hablar sobre eso, no estoy de humor.
— ¿Es por eso que quieres pasar más tiempo con Nick? ¿Para mantener tu mente ocupada? Keith, está-
—Daniel, agradecería algo de privacidad. No quiero ser irrespetuoso, pero realmente no estoy de humor.
—Casi tres semanas sin humor no es sano —alza sus manos en defensa. Suspiro con desgano—. Pero si tú estás mal, entonces me incumbe. Y si necesitas que le parta la cara al muy "heterosexual" —hace comillas con sus dedos—, entonces voy a hacerlo. Nadie se mete con un Ainsworth.
Me hace reír lacónico. Daniel siempre sabría, por más que yo nunca quiera soltar información demás. No soy un libro abierto. Él siempre sacaría su propia conclusión y de alguna manera siempre acertaría. Pasa su brazo por mis hombros, apretándome con fuerza.
»Si necesitas llorar, llora.
—Lloré todo lo que tenía que llorar la primera semana, Dan. Estoy bien.
—Claro. Repítelo hasta que te lo creas —bufa arrancándome otra risa—. ¿Sigues enojado?
—No es pregunta, Daniel. Me barrieron por el suelo en una noche con tres párrafos y cinco minutos. ¿Tú qué piensas?
—Enojado y dolido. Te viera mamá, gran Keith —palmea mi hombro levantándose del sillón—. Zoe viene con papá en un rato, llevaré a Nick a casa.
Lo veo tomar al niño entre sus brazos y por ende mi levanto yo también. Nick no se queja, más bien nos sonríe al vernos juntos.
—Dile adiós al tío Keith hasta mañana —le susurra y el pequeño se gira a mí mientras mi hermano toma sus cosas. Revuelvo su cabello con mi mano.
—Adiós, tío Keith —dice con claridad una vez deja su risa. Está aprendiendo a pronunciar mejor las palabras. Le sonrío a medida que se van acercando a la puerta. Daniel se da la vuelta.
—Y recuerda, aquí estamos si necesitas algo —Daniel guiña un ojo, río cuando Nick hace el amago de imitar a su padre y regreso el guiño a ambos.
— ¡Hasta mañana, enano, te amo! —grito antes de que la puerta cierre.
— ¡Te amo! —grita el niño de vuelta y me encuentro sonriendo melancólicamente a la nada. Le doy una vuelta rápida al lugar. ¿Todo ha vuelto a sentirse vacío, o soy sólo yo? Tras otro suspiro me dejo caer en el sillón de nuevo. Río viendo como Peter Pan salva a Wendy de caer en la pantalla de la televisión, la apago luego.
—Al menos él sí regresa los "te amo" —murmuro para mí, alzando ambas cejas con ironía. Suspiro dejando mi cabeza caer hacia atrás con mis ojos cerrados, y puedo jurar que no han pasado ni quince minutos cuando la puerta de entrada vuelve a sonar y luego oigo la risa de mi hermana tras la de papá. Debo levantarme contra todo pronóstico.
Como un pequeñín indefenso siento correr a los brazos de Zoe, aunque sólo camino hacia ella lo lentitud hasta abrazarla con fuerza, lo siento de otra forma. Porque a pesar de yo ser mayor y de por sí más fuerte; no la he visto en todas éstas semanas desde ese entonces, y necesito de su consuelo.
— ¿Estarás aquí por un rato o planeas irte ahora? —mi mandíbula tiembla, le envío una de esas miradas de cuando éramos niños y necesitábamos del otro, esa que nuestros padres nunca sospecharon.
—No, ¿por qué lo dices?
— ¿Podemos hablar un rato? —mi voz suena en un hilo ahora, papá se ha colado a la cocina, hemos quedado solos en la sala nuevamente—. Por favor.
Ella capta la mirada, sé que lo hace. Asiente enseguida.
— ¿Noche de hermanos? —pregunta dejando su cartera en el sofá, presiono la mandíbula regresando el asentimiento—. Sube, iré en un momento.
Sin más palabras le asiento y la veo desaparecer por la puerta de la cocina, es cuando subo corriendo a mi habitación. Estoy mirando al techo vacío cuando se adentra con embaces plásticos, vasos y una jarra de té frío.
»Ya le avisé a Dallon que- ¡¿Qué demonios le pasó a tu habitación?!
Me levanto sorbiendo por la nariz, dedicándole una sonrisa triste por la que escapa una risa tonta, la ayudo a dejar todo lo que ha traído sobre la cama.
— ¿Te gusta?
— ¿Qué si me gusta? —su expresión es de puro terror—. ¡Ni siquiera recordaba de qué color eran las paredes! ¿Por qué quitaste todos los pósters?
—Ya era hora, supongo —me encojo de hombros metiendo uno de los cubos de queso a mi boca. Vuelvo a sorber por la nariz—. Los puse en aquella caja, puedes llevártelos si quieres.
—No, gracias —sacude su cabeza mirando hacia donde he apuntado—. Tengo suficiente con los míos, ya ni Dallon sabe en dónde ubicarlos.
Me río junto a ella tomando del té directo de la jarra, no me mira mal; ella hace lo mismo. Apuesto a que ni ella sabe por qué mierda trajo vasos si sabía que no los utilizaría.
—Uh, probablemente lo que necesite ahora sea una botella de vodka en vez de una de té, pero por ahora la dejaré pasar —regreso la jarra a mi boca, haciéndola reír. Es reconfortante saber que incluso cuando me siento la peor plasta de mierda puedo hacer reír a alguien. Amaría a ésta mujer por el resto de mis días.
—Keith, ¿pasa algo? —su ceño se frunce con ligereza. Ahí está la pregunta del millón. Parece la Zoe de trece años o el Nick de hace media hora cuando formula la pregunta. Sin embargo, sólo puedo encogerme de hombros.
Yo probablemente siga jodidamente enojado. Yo probablemente siga jodidamente dolido. Yo probablemente no he llorado todo lo que he tenido que llorar. Pero por Dios, ¡soy Keith Ainsworth! ¡El fuerte, el desgraciado! Las personas lloran por mí, yo no lloro por ellas.
—Keith, ¿qué pasó? —me pregunta cuando mis lágrimas comienzan a brotar de la nada. El nudo en la garganta hace que se me dificulte tragar la comida que ha traído, mis labios se presionan. Me siento débil y patético, maldición. Debo estar equivocado en cierto punto, porque no me siento fuerte, pero sí bastante desgraciado.
—No creo que debas quedarte, Dallon te debe estar esperando-
— ¿Dices que me vaya? ¿Estás jodiendo? Te pones a llorar como si estuvieses en tus días, ¿y piensas que me iré? Dallon se puede ir muy a la mierda, yo me quedo contigo.
Mi mandíbula tiembla. No es la primera vez que me rompo frente a Zoe, de hecho, es con la única que me he permitido desahogarme. Ella siempre estaría para mí.
»Dime qué pasa, Keith. Tú no lloras.
Yo no le diría qué es lo que está pasando. No es algo que quiera hacerle saber ahora. Daniel lo sabe, y con eso es suficiente. No me avergüenza, pero prefiero mantenerlo oculto. Por más que a veces ocultar equivalga a mentir. Yo no quiero mentirle a Zoe, pero parece que tendré.
—No es nada, Zo. Nada de qué preocuparse. Nick ha estado últimamente conmigo y me he estado sintiendo bien. Pero me siento vacío. Los extraño. Te extraño a ti, extraño a papá, a Daniel. A mamá. Los extraño.
Toma una almohada posándola en su regazo, aparto todas las cosas sobre la cama para dejarme caer sobre ella. Enseguida comienza a entrelazar sus dedos por mi cabello.
—K, pero me tiene aquí. Papá siempre está, Daniel viene siempre que puede. Quizá ya no vivamos juntos pero con una llamada basta para que estemos aquí. ¿Has esperado cuánto para siquiera decir que nos necesitas?
—Lo siento.
Ella no dice nada, sólo acaricia mi cabeza. Quizás esto era todo lo que yo vendría necesitando. Tener a Zoe es como tener a mamá.
—Tenerte a ti es como tener a mamá —digo, la escucho reír por lo bajo.
—Mamá nunca hubiese dejado que lloraras.
—Tienes razón —susurro—. ¿Cómo está Abi?
—Keith, llorar no es malo. Sé lo que piensas. Si quieres llorar, hazlo.
— ¿Está bien? ¿Qué tal ponquecito? ¿Fueron al doctor?
—Llorar no es de débiles. Préstame atención. Llorar es completamente normal.
—Me alegra que todo esté yendo bien —cierro los ojos, pero la oigo suspirar con exasperación. Sí, quizá soy el más terco de los tres—. Estoy orgulloso de Abi. Todo parece ir bien y ella se ve feliz. No sé qué hubiese sido de mí si no me hubiese perdonado por haberla llamado "puta" cuando supe que estaba embarazada.
—Fue algo inesperado, pero viniendo de ti nos dimos cuenta que no era la gran cosa —conozco a Zoe, ella hace expresiones a medida que va hablando. Sus cejas se alzan con gracia e ironía. Me hace expandir mis comisuras—. Puedes llorar si quieres.
—Ni siquiera sabes por qué estaría llorando.
— ¿Quieres decirme?
—No.
Se hace un silencio en la habitación. Poco a poco me voy haciendo un ovillo en la cama, ella sólo se queda ahí acariciándome. Su mano pasa por mi espalda con calma, en un vaivén constante. Como cuando quiere hacer que Nick se duerma.
—Entonces no lo hagas —dice con calma. He tomado en cuenta sus palabras. Debo permitirme demostrar lo que siento; la almohada se humedece a medida que los minutos pasan, y no quiero hacer nada para evitarlo.
—Tú y Dallon hacen bonita pareja. Igual que Abigail y su amigo. Si ustedes son felices entonces yo también lo soy.
—Son mentiras —besa mi cabeza—. Tú no eres feliz.
—Lo intento —susurro, y me siento más patético cuando a duras penas mi voz se oye. Es una mierda sentirse vulnerable por amor.
—Todavía puedes lograrlo. Aquí no acaba todo.
—Una vez Bailey me dijo que estoy muerto en vida —me río, pero ella no le encuentra gracia a mi comentario.
—Bailey sólo dice mierda, Keith. Por Dios.
—No, yo le creo. Tenía razón. Conocí a alguien que pareció estar más muerto que yo, he intenté que dejara de ser así, pero no lo logré. Acabé peor. Nada más.
De ahí a más ella no dice nada, no creo que sea porque no tiene algo más para decir, porque Zoe siempre tiene algo más para decir, pero uno de sus dones es callar cuando sabe que debe, así que silenciosamente agradezco que sólo se recueste conmigo hasta que me quedo dormido, y con el pasar de las horas, ella sigue a mi lado.
Estoy muerto en vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro