11: Eres bastante especial.
Not any woman can make you feel the way I do.
Cuando le dije a Daniel que Cameron podía decir cosas tanto ridículas como interesantes, no mentí.
Me he dado cuenta de algo, y tuve que escarbar un poco más allá en mis pensamientos para llegar a tal conclusión: todo lo que tenga para decir me resulta interesante.
Puede estar leyendo un bendito libro de historia sin parar, yo lo escucharía. Es el tono de su voz.
La televisión está encendida, pero creo no estar prestándole atención. Cameron también está hablando, y lamento tampoco estar prestando mucha atención a lo que dice. Y probablemente me considere una mierda por no hacerlo, pero me he desconcentrado.
Él me desconcentra. Es casi impresionante la manera en la que logra despegarme de mi mente con el solo movimiento de sus labios. Quisiera decir que me cautiva. Me cautiva.
Cuando llegó a mi habitación, pude observarlo mirando a todas partes, de forma curiosa. Pero ciertamente no dijo nada, sólo sonrió. No perdimos el tiempo y utilizamos la primera caja de condones, junto a un lubricante que ha comprado de camino acá.
Y los cigarros no me hicieron falta esta vez. Realmente. Con él es suficiente.
-Keith, ¿me estás escuchando? -tironea mi brazo. Pestañeo varias veces.
-No, lo siento.
Él sonríe. Me doy cuenta de que me gusta su sonrisa también. Toda una hilera de dientes perfectos que deslumbran al estirar sus comisuras.
- ¿En qué pensabas?
Suspiro girando mi vista al techo, encuentro la respuesta enseguida.
-En que... Quizá tener posters de bandas por todas partes siempre fue muy gay.
Suelta una carcajada que sigo con gusto. Creo que también me gusta su risa. La manera en la que vivaz cierra sus ojos y líneas de expresión se muestran a ambos lados, cómo no se priva de mostrar su dentadura.
-Me gusta el de Kurt -apunta a una esquina en el techo-. También el de Blink-182, Simple Plan, Linkin Park -va apuntando a medida que va nombrando, sólo sigo con mi mirada-. El de Frank Iero, y el de Billie Joe.
-A Zoe le encanta Tré Cool, es como su secreto. Piensa que traicionará a Billie de alguna forma. Le es ciegamente fiel -ambos reímos-. Me debe parte de su adolescencia. Yo la inculqué en las bandas a partir de los 2000.
-Uh, conozco a la mayoría de las bandas a partir de los 2000, casi de memoria. No me digas que escuchaban a bandas como Fall Out Boy, Panic! At The Disco o My Chemical Romance.
-La Emo Trinity, así es. Y todavía. Le molesta que no agreguen el signo de exclamación siempre que escriben "Panic!". Y creo que el póster de Frank te da una idea, ella tiene cientos.
-Uh, la palabra "idea" siempre es mala -hace una mueca, sólo puedo reír-, siempre.
-Zoe te amaría, de verdad. Ama a todo aquel que comparta sus gustos. Pero -hago énfasis-, habían bandas además de esas, vamos. No somos tan típicos.
- ¿Le dolió la separación de My Chemical Romance? ¿A Zoe?
-Puedo asegurar que me dolió más a mí que a ella. Y créeme que lloró un buen.
Cubre sus ojos con su brazo cuando ríe, desvío mi cabeza para verlo y vuelvo a desviarla cuando aparta el brazo.
- ¿Quieres mucho a Zoe, no?
-Solemos decir que somos mellizos, sólo porque deseamos serlo. Tenemos dos años de diferencia y los rasgos no son problema, nos creen así sea, lo cual nos satisface bastante.
»Amo a mis hermanos, jamás los cambiaría por nada. Muchos no tienen la dicha de tener a sus hermanos como mejores amigos, es asombroso saber que yo sí.
Él asiente bajando su mirada. Recuerdo su posición; está lejos de su familia, y yo sólo soy un imbécil que se lo recuerda inconscientemente.
» ¿Y cómo se supone que conoces todas esas bandas? -cambio de tema ágilmente. Me alivia que vuelva a sonreír.
-Todo adolescente común y corriente pasa por su etapa emo, grandulón.
-No me sorprende de tu parte.
Callamos luego de reír. A veces, cuando estamos juntos, las palabras se hacen innecesarias. Nos sumimos en un cómodo silencio hasta que alguno se percata de la hora y debemos regresar al mundo real. Con nuestros trabajos y respectivas vidas fuera del sexo.
- ¿Sabes? Yo... -muerdo mi labio-. Le dije a mi hermano sobre esto, a Daniel.
No lo miro, probablemente sea lo peor que le estaré diciendo en un tiempo, en mi opinión. Su ceño se frunce.
»No reaccionó mal. Daniel siempre fue comprensivo. Me deja vivir mi vida como me plazca y sólo se molesta en apoyarme y aconsejarme cuando se lo pido. Del resto, él por su lado y yo por el mío. Es un buen hermano.
-Tú... ¿Necesitabas hablarlo con alguien acaso?
-Claramente, Cam. No es por nada, pero esto es algo... Nuevo para mí. De no hablarlo con alguien podría estarme ahogando ahora mismo. No sé si te has sentido así, pero si no, tampoco te lo deseo. Por más que sea bueno desahogarse en ocasiones.
Su ceño se frunce todavía más y parece estar analizando lo que he dicho. Su expresión de niño concentrado me hace gracia. Esta es quizás la primera vez que no fumamos luego de tener sexo un par de veces, y se siente algo extraño.
No es a lo que me he acostumbrado, pero me gusta hablar con él. Como he dicho, resulta interesante.
-Supongo que lo comprendo. Si era lo que necesitabas, lo comprendo. No lo he sentido de esa forma. Es sólo sexo, Keith. Ese soy yo.
Ese es él, claro que sí. Cómo no fui capaz de notarlo, qué maleducado de mi parte. Gilipollas.
Suspiro pesadamente subiendo nuevamente la vista al techo. No le contesto y él tampoco dice nada, cosa que internamente agradezco. Siento la necesidad de pasar mis manos por mi rostro, una punzada de dolor en mi frente me detiene.
»Yo creo que de todas formas en algún momento tendré que decirle a Alice -suspira él-. Creo que ya está comenzando a sospechar algo. Se supone que te odio, Ainsworth.
Suelta una risa que debo seguir, más por obligación que por necesidad. Si supiera que su amiga la linda teñida y su necesaria traición es la causante de incluso estar teniendo esta conversación ahora mismo.
-Pues yo no tendría problemas. Alice se ve como alguien de confianza.
-Y lo es -asiente repetidas veces-. Desde que mamá se fue con Tiara, ella ha sido la única que ha estado conmigo. Es la única persona en la que puedo confiar plenamente y que sé que no me defraudará.
Siento un ápice de culpabilidad invadirme. A veces es malo confiar tanto en una persona que no sea de tu familia. Pero yo mismo alguna vez llegué a confiar en Bailey de esa forma.
Y ahí estaba Alice, poniendo a su mejor amigo que no tenía a nadie más además de ella a merced mía.
-Entonces bienvenida sea -sonrío, pero la punzada en mi cabeza regresa. Hago una mueca. Lo veo fruncir su ceño y entonces acercarse a mí.
-Keith, tu frente.
- ¿Qué tiene?
-Sangra. Espera.
Toma una camiseta del suelo, la posa sobre mi frente. ¿Está preocupándose por mí? Lo veo levantarse y colocarse su ropa interior. Sí, está preocupándose por mí.
Sale de la habitación y regresa con un vaso de agua. Suerte que me deshago de mi sonrisa bobalicona antes de que vuelva a acercarse a mí. De rodillas se arrastra por la cama, con cuidado toma la camiseta y la humedece para volverla a poner sobre mi frente.
Le agradezco algo confundido, no sólo por su repentina preocupación, sino también sobre el por qué de mi frente sangrante.
Al parecer capta mi expresión confusa, porque su risa abarca el espacio.
-Había olvidado tu golpe en la frente, ese que te hiciste el día que fui a tu trabajo. Y por lo que veo, tú también lo olvidaste.
Todo toma sentido, quedo tranquilo. De hecho sí había olvidado la cortada. Pero es ahora mi risa la que toma lugar cuando realizo algo, y es su ceño fruncido el que se muestra.
-Cada vez que vamos al trabajo del otro, alguno sale lesionado -menciono durante mi risa, presionando la camiseta aun en mi frente. Él carcajea y cuando lo creo necesario retiro el trapo.
-Y que lo digas. Agradezco ya no tener que lidiar con ese bendito yeso. ¿Qué hora es?
-Casi las tres -suelto en un bostezo, agradeciendo de igual manera pero internamente que el yeso haya desaparecido. Su tobillo nos hizo el favor de sanar con rapidez y pudieron removerlo en la mañana de ayer.
-Mjm -hace un sonido con su garganta-. ¿Tienes sueño? ¿Cuando supone regresar tu padre?
-Nope -contesto estirándome en la cama, arrancándole una risita que me hace reír también. Disfruto de hacerlo reír, pero creo que disfruto aun más el escucharlo-. Y no lo hará hasta más tarde.
No evito sonreír como un pequeño que acaba de realizar una travesura -que de hecho, fue similar a una- mientras me escondo bajo las sábanas. Por una fracción que ha quedado descubierta me percato de su mirada acusadora.
- ¿Qué le dijiste, Keith?
-... Nada... Precisamente.
-Keith.
-Le dije que se tomara la noche porque quería regresar temprano de su cita con Ginger para no dejarme solo todo ese tiempo. Que un amigo vendría a jugar a la consola, que dejara de preocuparse porque no estaría solo y además soy mayor.
Quizás es el fastidio en mi voz que lo hace reír de nuevo. O lo que he dicho. Realmente no lo sé, pero llego a darme cuenta de una cosa más: me he convertido en el eslabón débil, y no he podido evitarlo. Trato de esconder mi sonrisa, pero en algún punto se me hace imposible.
- ¿A jugar a la consola? Ha sido lo más colegial que te he escuchado decir desde que te conocí.
- ¡Eh! Fue lo primero que me vino a la mente -golpeo su brazo cuando su risa no cesa-. Además, hasta ahora no te has quejado.
-Y tampoco lo haré -sus manos se alzan en defensa-. Me gusta esta adrenalina de ser descubiertos. Me devuelve a los tiempos de secundaria. Pudimos haber ido a mi casa donde sabemos que podemos estar en paz, pero esto es más interesante.
-Viva la adrenalina -ambos reímos-. ¿Tú tienes sueño?
-Quisiera decir que sí, pero la verdad es que no. Jamás había estado en esta posición, es interesante.
- ¿De qué manera? ¿Hablando con alguien después de tener sexo?
-Después de tener sexo y a las tres de la mañana -vuelve a reír.
-... Cam, ¿tú realmente acostumbras a acostarte con alguien y luego sólo irte por donde viniste?
-Keith -suspira-, ¿cuántas veces tengo que repetirte...?
-Que ese eres tú, sí, ya lo sé -finalizo su sentencia con fastidio. Ladea su cabeza sin decir nada-. Pero, uh -silbo-, si nunca has estado así con alguien, ¿eso me hace especial?
-No te pongas gay.
-Dejame informarte, querido niño antipático, que soy tan gay como tú -doy una sonrisa, queriendo parecer burlista. Mis palabras, sin embargo, escupen algo de la verdad que quiero hacerle ver.
Exhala pareciendo verdaderamente fastidiado con la situación.
-Keith, ya te dije que no soy gay. Me gustan las mujeres.
-Si mi pene entra en tu trasero y lo disfrutas, siendo hombre tu también, lamento decirte que eres gay. ¿Por qué no simplemente lo aceptas, niño?
-No se acepta lo que no es cierto -risotea-. Y creo que debes cortarte el cabello.
Dejo que deslice sus dedos por lo largo de mi cabello, que está llegando a mis hombros, por cierto. Eso me ha enojado, como la puta que sí. Pero no debo hacérselo saber, porque pedirá explicaciones que no estoy dispuesto a darle. No ahora.
-No cortaré nada. Te arrepentirás luego. Aseguro que te gusta mucho más verme con el cabello largo.
-Eso yo no lo sé -retira sus manos-. Keith.
- ¿Qué?
- ¿En serio te molesta que no acepte el ser gay?
-No me molesta.
-Claro que sí. Tu semblante lo dice.
-Mi semblante no dice una mierda. Sólo digo que si por una parte yo lo acepté, no comprendo el por qué tú no. Simple.
-No porque tengamos sexo voy a decir que soy gay. Somos amigos, Keith, y yo no tengo ningún problema con que tú lo seas. Es más, me alegro por ti, pero yo no pertenezco a ese grupo.
-Exacto, somos amigos -un peso cae en mi estómago al decir eso. Me siento en la cama para mirarlo con detenimiento-, y como tu amigo, siendo que no tienes muchos a decir verdad, está en mi deber hacer que aceptes tu realidad.
-Joder, Keith, ¡no voy a...!
-Si vuelves a decir que te gustan las mujeres cuando no has tocado a ninguna en semanas, juro que haré hasta lo imposible por hacerte cambiar de opinión.
Mi voz suena firme, determinada y sin titubeos, me hace sentir orgulloso de mí mismo, y joder, se siente increíble. Tiene sus labios entre abiertos y cejas casi tocando el nacimiento de su cabello. Estupefacto.
-Yo... -balbucea, sin salir de su asombro-. No es mi culpa. Me gustan las mujeres -se encoje de hombros-. No creo que puedas hacer algo para cambiar eso.
Estoy oficialmente cabreado, y me aseguro de demostrárselo en una mueca.
-Te lo advertí, niño. Dije que no volvieras a subestimarme -murmuro tirando de las cobijas. Me siento a horcajadas sobre él. No le doy tiempo a quejas, tiro bruscamente de su cuello acercándolo a mí.
Lo beso con furor, sin dejarlo escapar en ningún momento, ni siquiera cuando forcejea para que lo deje ir. No doy mi brazo a torcer hasta que acaba por ceder y gemir mi nombre.
Cubro su boca con mi mano cuando bajo mis besos hasta su cuello, luego por su pecho y abdomen hasta que doy con la elástica de su bóxer. Subo mi vista, bajando la ropa con lentitud, sin quitar mis ojos de los suyos que, a pesar de la tenue iluminación en la habitación, puedo notar que se han tornado opacos.
Termino por remover prenda y tirarla al suelo. Despejo la cama, quitando todo aquello que me impida proseguir. Estoy por hacer algo que nunca he hecho, pero que tampoco me molesta hacer.
Jadea cuando mi mano toma su miembro y comienzo a besar desde la base hasta llegar al glande. Sin esperar, lo introduzco a mi boca. Disfruto el verlo arquear su espalda y cerrar sus ojos con fuerza.
Los abre cuando subo y bajo mi cabeza, al compás de sus gemidos. Lento y luego rápido. Sus jadeos me hacen saber que está complacido, siento la necesidad de entrar ahora entre sus delineados glúteos. Parece gélido por la agradable sorpresa.
Sus novias, e incluso la tal Pamela de la cual hasta ahora sólo he escuchado maravillas, nunca estaban del todo dispuestas a darle sexo oral. Les daba asco, decía.
Lo observo acomodar la almohada bajo su cabeza para tener mejor ángulo de la imagen ante él. Enreda sus dedos en mi cabello y su cadera se mueve a mi ritmo.
Lo dejo ir cuando está a punto de correrse, ignoro sus quejidos. No puedo dejar que eso pase.
- ¿Te gustó? -susurro, levantándome y lamiendo mis labios. Sé que le gusta que lo aludan.
-Lo haces estupendo -suelta entre dientes, creo que se sorprende a sí mismo-. Hace mucho que no tenía un oral así... eres...
- ¿Asombroso? -doy una risa-. Ya lo he escuchado antes, niño. De espaldas -le ordeno, arruga su entrecejo extrañado. Y es que es la primera vez que lo trato como sumiso, pero no tarda en obedecerme.
De la mesa a un lado tomo el lubricante y uno de los condones en la caja. Acaricio y pellizco sus nalgas, luego su cadera y dejo que mis manos corran por su espalda antes de colocarme el condón. Todo con tortuosa lentitud. Verlo esperar deseoso es asombroso.
No soy un jodido eslabón débil. No quiero serlo. Soy mucho más que eso. Debo hacerle saber que está equivocado, es mi objetivo. No puedo permitirle ver mi debilidad.
Debo demostrarle que yo también puedo jugar este "juego", y que puedo ser tan bueno que llegaría a ganarlo si por mi cuenta corre. Lo dejaría a la deriva y sin más opciones.
Deslizo mis dedos lubricando su entrada y luego mi erección. Separo sus muslos y entonces entro en él, fuerte, haciéndole soltar un sonoro gemido y me hace agradecer el que John no esté en casa. Porque lo que más quiero ahora es oírlo gritar.
Sus dedos se incrustan en la sábana a los costados, muerde la almohada ahogando cualquier sonido emitido por él. Con habilidad lanzo la almohada al suelo también.
-Quiero oírte gritar -jadeo en su oído-, y más te vale que no hagas nada para impedirlo.
Una embestida fuerte le arranca un gruñido, sonrío inconscientemente. Pego su espalda húmeda de mi torso también húmedo, quedando ambos de rodillas. Sigo embistiendo con fuerza, mi mano derecha toma su erección y comienzo a masturbarlo. Su mano se desliza hasta mi trasero, puedo sentir cómo clava sus uñas y eso sólo me hace aumentar mis movimientos.
Mi brazo duele, producto de la masturbación que le proporciono, pero no es importante; sus gemidos lo recompensa.
Muerdo su cuello y su hombro, ocupándome se dejar marcas visibles para su baúl de recuerdos. Tira de mi cabello, su lengua colisiona con la mía en un grandioso vaivén. Sólo estoy pensando en una cosa.
-Una mujer no puede hacer esto -murmuro entre dientes, dando otra fuerte estocada para remarcar mis palabras. Ahoga un gemido. Paso a acariciar su cadena, entonces vuelvo a masturbarlo. Debe sostenerse del barandal de la cama para no caer de boca-. Ninguna mujer puede follarte así.
La madera de la cama cruje y sé que estoy haciendo mi trabajo correctamente. Embisto fuerte y desesperado, llega un punto en donde sólo es mi cadera moviéndose contra él. Siento tensarme.
-Me... v-vengo -gime. Acaricio sus muslos y beso su espalda por última vez. Le permito venirse conmigo.
Una última embestida fuerte y llego en el condón dentro de él. Casi al instante llega él, ensuciando mi mano y soltando un gruñido desgarrado. Caigo parcialmente sobre él, apoyando mis manos en el barandal a cada lado de las suyas.
Salgo de él, dándole la vuelta. Jadeante y con su rostro colorado y sudoroso no deja de observarme.
Atrapo su labio inferior entre mis dientes, ahora lo beso con lentitud y ternura. Rozo su nariz con la mía, me parece perfecto. El brillo en sus ojos reaparece. Sin dejar de mirarlo susurro:
-Ninguna mujer puede hacerte sentir de la manera en que yo hago.
Dejo un último beso sobre sus labios antes de caer a su lado, le doy la espalda. Y exactamente antes de caer en mi ensueño, lo escucho murmurar:
-Sí. Sí eres bastante especial, Keith.
No soy un eslabón débil.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro