2. Siena
«La vida está llena de coincidencias, casualidades lo dudo»
Me movía intranquila en la cama. Las ganas de levantarme eran nulas. Las palabras del casero retumban en mi cabeza, instalando automáticamente en mí la voluntad de ponerme de pie.
Mi primera opción para buscar empleo. ECar. Tal vez, soy una chica demasiado soñadora. Tal vez podría dirigirme a lugares de menor categoría, no ir directamente a lo alto de la pirámide. Pero, soy fiel a lo que quiero y yo quiero trabajar ahí.
Después de una larga ducha, en la que he tardado mogollón, prosigo a secar mi cabello. Recuerdo al inicio de llegar aquí, creía enormemente que el agua saldría hirviendo. Me metí de lleno en la ducha esperando mi tan ansiada agüita caliente y cuando salió casi me convierto en piedra de hielo. Decir que estoy bien duchándome a esta temperatura es mentira, a lo malo nadie se acostumbra, pero al menos se pasa.
Mientras me seco el cabello, con una secadora de pelo que logré comprar hace dos meses, el viejo cacharro vibra. Usualmente, mi teléfono solo se siente cuando postean noticias ECar. Dada la situación de ser un ave sin hogar, no hay probabilidades que me escriba nadie.
«La clave del éxito está en ponerle empeño a todo aquello que te motive cada día. Los sueños se trabajan, se luchan, se consiguen. Que no te frene ni siquiera un dolor, haz de ello la fuerza».
—Identificador procesando información. Señor usted sufrió mucho, no tengo pruebas, pero tampoco dudas —comento al teléfono como si estuviese irremediablemente loca.
¡Qué no tener padres, novio o amigas te detenga a conversar!.
Aplico crema en mi piel. Una con olor identificable, pero bueno, algo es mejor que nada. Estaba en rebaja y a caballo regalado no se le mira el colmillo. Es especialmente un regalo, pues en las tiendas hay cremas con precios que es mejor ni mirar.
Me coloco unos jeans. El pantalón es el último que me compré, tiene al menos dos puestas, pero está en estado «rondando lo sin estrenar». Además, este me encanta, porque se adhiere a mi piel y es de corte alto. Alcanzo el pulóver blanco con la palabra «Smile». Este pulóver, lo he comprado adrede y tras mucho sacrificio, por supuesto. Cada vez que lo veo me acuerda de la sonrisa, la que terriblemente dejó de aparecer en mi vida. Busco mis tenis blanco favorito. Desde que me los compré hace un año, los guardo como si fuesen cristal.
Ahora mismo yo me siento como JLo desfilando por la alfombra roja de los Billboard. Independientemente del vestuario, la seguridad es arrolladora.
Tomo dos mechones en mi pelo y los junto en mi cabeza con una hebilla. El resto del pelo se queda ligeramente suelto.
Me observo al espejo aprobando mi apariencia. Tomo mi antigua cartera y guardo en ella el poco dinero que me queda y mi viejo cacharro. Alcanzo mi prueba de haber pasado el estudio necesario.
Ahora mismo un taxi sería una mala estrategia para mi economía, pero si tomo el bus hay altas probabilidades de no sobrevivir al arreglo y la apariencia es importante para una entrevista de trabajo.
Al pasar por la cocina me encuentro con la cajita que guardaba las croquetas. No fue un sueño, me las han enviado. No quiero hacerme ilusiones, pero solo Erling conocía sobre mi fascinación por ellas.
Busco en la caja, alguna etiqueta o identificación que me ayude a encontrar al remitente de tal agrado regalo, pero no había nada.
Maldita sea, ni siquiera guardé para después.
Salgo de casa y camino dos cuadras. Es entonces que veo venir un taxi y le hago seña, pasando de «los costos están por encima de los ingresos en tu economía Siena».
Me mantuve de pie alrededor de tres minutos mirando embobada la majestuosidad que se levantaba frente a mí. Tiene, el edificio, estilo futurista. Enormes cristales, líneas neoclásicas y detalles en dorados conformaban el exterior. Las letras de ECar resaltaban grandemente al centro, conteniendo también ese dorado.
Son el presente y el futuro, ellos llegaron para quedarse.
Camino con prisa al interior, presa de mi propio locura. Realmente el simple hecho de pisar este suelo se convierte en un pedazo de sueño logrado.
Dos hombres de dos metros aproximadamente y vestidos de impecables trajes se concentraban en la puerta, impidiendo mi paso.
—¿Usted es? —pregunta uno de ellos.
—Siena Muller. Busco empleo. Tengo los estudios pertinentes...—no me dejó terminar.
Busca su móvil y teclea algo. Tarda algunos segundos hasta que finalmente
—Puede pasar señorita Muller —comenta.
—Gracias —respondo y agrego una discreta sonrisa.
Los gorilas ni se inmutan. A estos le descuentan del salario si muestran empatía, probablemente.
Acelero mi paso, la desesperación por tener mi empleo me carcome.
¡Dios mío esto es increíble!
El interior también destacaba, tanto como el exterior. Los detalles en dorado seguían estando esparcidos por todo el sitio. Póster de grandiosos autos colgaban encuadrados en la pared. Una vitrina enorme mostraba las colecciones de auto producidas por la corporación.
El techo no pasaba con un blanco insípido, el techo tenía gran cantidad de formas impregnadas en dorado.
La nube a la que había subido, mirando con fijación todo el lugar, se rompe cuando choco con algo y caigo de bruces al suelo.
Dejé de mirarme yo, para identificar lo que me provocó tales puntos menos a mi apariencia. Gasté en un taxi para caerme aquí. Eso sí es una cogida de la vida.
Una mujer de larga cabellera negra, vestida, peinada y maquillada perfectamente, a pesar de haber caído, me observa con notoria molestia.
Estaba dispuesta a pedirles disculpas, pero, el tumulto de personas que se acercaban a ella me detuvieron. Me escruta con la mirada y después, de lograr levantarse, se acerca a mí a paso acelerado.
Cuando se ubica frente a frente a mí, se nota claramente su altura superior, por los elegantes tacones de incontables centímetros. No me amilana ni su tamaño, ni su cara de querer matarme, así que, separo mis labios dispuesta a hablar.
—Nombre —indaga dejando en evidencia el vaso de vinagre que bebió en su desayuno.
—Sie...—contesto y soy interrumpida por ella.
—¿Nombre? —repite otra vez.
¿Es sorda u oye por un sitio que está tapado con tela?
—Siena —contesto.
Mi voz no sale fuerte y eso me provoca fastidio conmigo misma. No es miedo, es instinto, precaución, de no querer tener problemas aquí y ahora.
—¿Ese es tu nombre?. Realmente no me suena de nada. Dime Siena, ¿acaso te viste en un espejo antes de salir?.
Los demás, que se hacían espectadores de acto, se burlaban.
«JLo en la alfombra roja. Independientemente del vestuario, la seguridad es arrolladora»
Hoy nadie puede hacerme sentir diferente. Me gusta mi atuendo. Padezco de síndrome de la pobreza, pero estoy totalmente convencida que no tengo que montarme en unos tacones kilómetros y apretarme con el vestido de marca más caro para sentirme segura. Con mis simples tenis, mi jeans de dos puestas y mi sencillo pulóver prometedor de sonrisas puedo comerme el mundo.
—Sí señorita...—respondo con calma esperando por su nombre. Que de la furia se retuerza otra.
—Faith, soy Faith Savage.
Ese apellido me recuerda a alguien. Un pinchazo atraviesa mi estómago. Ignoro la sensación que percibe mi cuerpo y me concentro en la chica.
—Es una pena que tu nombre no me suene de nada. ¿Quién eres? ¿Eres alguien?. Deberías cuidar bien los pasos que das, cuida de no tropezar con personas equivocadas...
—Lo siento —la interrumpo.
Realmente no tengo ganas de seguir con esto. He venido para algo importante y esto me distrae.
—Hoy estás de suerte, querida Siena y debido a ello no voy a indagar en la razón por la cual estás pisando esta compañía, pero anda con cuidado porque si surge otra situación así no contarás con la misma suerte.
Ella tuerce los ojos y se marcha. Pegado prácticamente a su trasero iba una mujer. Más me confirma el hecho de ser de gran importancia aquí.
—Menuda estúpida —farfulla cuando ha dado unos pasos.
—Maldita creída —comento en baja voz.
Al fin.
¡Señor podrías eliminar el vinagre en el desayuno de los ricos! ¡Somos nosotros, los simples mortales, los que tenemos que vivir con las consecuencias y es realmente un fastidio!
Camino a la recepción y me encuentro con una rubia también con porte impecable. Sus ojos, con unas pestañas de tamaño ridículo me observan.
—¿Si? —inquiere y su vista regresa a los papeles delante de ella, como, si enfrente estuviera alguien que no valiera su atención.
No puedo evitar que la ira me invada. Siempre he sido esto «la común e insignificante chica que los que se creen superior pisotean».
Mi mente actúa al instante y me repite la frase: “Eso cambiará muy pronto. No sé cómo pero pasará. Dejaré de ser a la que los demás miran sobre el hombro”.
—Me podría orientar, a quién tengo que dirigirme para buscar empleo —comento rígida. Ya estoy extremadamente molesta.
—Cariño sin previo acuerdo de entrevistas, no hay probabilidades —asegura sin mirarme siquiera.
Lo que antes sentía, aumenta. Y no sé hasta qué punto soy capaz de aguantar.
—Esperemos cariño a la hora de salida de tu jefe. Usted es simplemente una porta voz, las órdenes no le conciernen —expreso.
Ahora sí me observa. El enfado que me provocó ella se lo devolví.
—¿Quién eres tú? —pregunta despectiva.
Cuando estaba a punto de responder una voz me distrae.
—Señorita Muller, acompáñame —expresa otra rubia pero menos plástica que acá mi vecina de espacio.
—Muller... Siena Muller. En algún momento los papeles se invertirán y a ti no se te olvidará mi nombre —le digo y no espero contestación o mueca de su parte, sencillamente, sigo a la otra rubia.
—El señor te atenderá —explica mientras tomamos el elevador—. Normalmente, se sigue ciertos procedimientos para dar el empleo, pero hoy tal vez es tu día de suerte. Se te atenderá, sin programación previa y es el mismo señor el que se encargará de ello. Su decisión es definitiva e irrevocable.
Asiento.
Llegamos a la planta trece. Los enormes cristales permitían que esta planta estuviese increíblemente iluminada y con bonita vista al exterior.
Había tres puertas en este piso. Ernest Shaun marcaba la puerta del medio y dónde la rubia tocaba ligeramente.
Hablaré directamente con el jefe. He visto en algunos post la marca de E.S. Por fin la vida me recompensaba las cogidas tan malas que me ha hecho antes. Esta es mi oportunidad de tener empleo en el lugar de mis sueños. «O es ahora, o no será nunca»
—Puede pasar señorita Muller —comenta esta y se marcha.
La puerta está levemente abierta. Doy pasos hacia ella sintiendo como el nerviosismo va caminando por mi cuerpo. Suspiro como si de esa forma aquellos crueles miedos se desaparecerán de mí.
Entro sin más y reparo en el señor Shaun. Su pelo ya mostraba dispersas canas. Su rostro no tenía ni siquiera una muestra de cicatrices y su cuerpo, podemos decir que mantenía el estado de fuerte. No obstante, era madurito, bastante, se notaba. Todos no son team JLo, team Thalía. La edad no puede negarse.
—Siéntese señorita Muller —ordena—. Bienvenida a ECar.
—Gracias —respondo mientras me siento en una silla frente a su mesa.
—Y bien, que le hace merecer un empleo en ECar —indaga.
—No sé si la palabra correcta sería merecer —digo—. Cualquiera que ame lo que hace y se esfuerce por hacer lo mejor es merecedor de un empleo. Digamos que estoy específicamente aquí buscando un empleo, porque desde que empecé mis estudios he sido fiel seguidora del corporativo. Me gusta la forma en que se manifiestan y dirigen. Además, he concluido mi período de estudio de cuatro años. Experiencias, evidentemente no tengo, pero las ganas de trabajar en esto, de crecer y hacerlo excelente sobran.
—Específicamente, que carrera ha concluido.
—Ingeniería mecánica —contesto.
—No es una carrera fácil —dice—. Ha traído usted prueba de ello.
—Así es —respondo mientras le extiendo el sobre con la prueba de mi período de estudios terminados.
—Excelentes notas señorita Muller. Es usted muy inteligente —alaga mirando los papeles—. Sabes, si ECar fuera una empresa de fácil acceso no estaría dónde está. Implica constancia y mucho trabajo. Ninguno ha llegado a dónde está sin más. Todos han empezado desde cero. Lo he hecho yo. ¿Está segura de querer pertenecer a este corporativo?
—Sí —contesto sin dudas.
—Empezará como asistenta del Ingeniero Matteo. Matteo se encarga de la creación y desarrollo de nuevos modelos de vehículos, desde la concepción inicial hasta prototipo y pruebas. Ahí obtendrás toda la práctica necesaria. Podrías posteriormente moverte como asistenta del Ingeniero de Desarrollo de producción y manufactura; del Ingeniero de Pruebas y Validación y del Ingeniero de Automatización y Robótica. Entonces estarías en la capacidad de elegir en que sitio desempeñarte como Ingeniera y no como asistente. Solo será posible, señorita Muller, si se prepara correctamente, demostrando que usted puede hacerse responsable del proceso que atenderá.
Dios. Me encanta. Los deseos de comenzar con el trabajo brotan en mi cuerpo. He logrado entrar a ECar. Lo he logrado joder.
—Estoy lista, señor —contesto con seguridad.
—Debido al nivel de ECar se llevan a cabo herramientas de seguridad. Todos los empleados deben mostrar la absoluta responsabilidad y entrega al corporativo. Se les presenta al aceptar el empleo, que claramente fue explicado, un contrato —me extiende un sobre—. El contrato trata las pautas sobre confidencialidad en los procesos que lleve a cabo la empresa. Puedes leerlo con calma y regresar mañana con tu respuesta y lista para trabajar en caso de aprobación de tu parte al contrato.
Estoy segura de lo que quiero y un instinto vía corazón me indica que firme, sin embargo, mi mente se niega rotundamente a aceptarlo sin lectura y conocimiento previo. Así que dejo el documento en mi mano y me levanto de la silla.
—Un gusto señor Shaun. Volveré mañana —comento extendiéndole mi mano. Él la toma sin problemas.
—El gusto es todo mío, señorita Muller —expresa.
Salgo de esa oficina con una felicidad que no me cabe en el pecho. ECar. Estoy aquí. He conseguido empleo en el lugar de mis sueños.
Mientras bajo el elevador mi estómago ruge.
¡Maldito estómago, que débil eres!
En casa me queda un trozo de carne, que si lo devoro ahora me quedaré sin municiones.
Decido pasar por el puesto de Doña Carmen a tres manzanas de mi casa. Carmen vende los mejores chicharrones que he comido. Ahora mismo hubiese optado por croquetas, pero indiscutiblemente no he encontrado un puesto como el de Franki en mi antiguo barrio.
Saco cuentas y solo puedo acceder a dos paqueticos. Quedan quince días para terminar el mes y el dinero que me queda no alcanza ni para ir al súper. La verdad, la gente le nombra a las compras una vez al mes mensuales, para mí son quincenas, se acaban los alimentos en quince días y eso que yo ahorro.
—Buenos días, Doña Carmen, podría ponerme dos paquetitos de chicharrones —pido.
—Cuántas veces te digo que me llames únicamente Carmen niña —regaña—. Ya te esperaba. Estamos en la segunda quincena del mes.
Si, Carmen ya se ha dado cuenta, que nada más vengo a comprar cuando pasan los primeros quince días.
—No me ha dado tiempo de cocinar nada. He salido a buscar trabajo.
—¿Cómo te ha ido? —pregunta mientras coloca los chicharrones en la bolsita.
—Bien. Solamente me queda firmar un contrato.
—Tú vas a lograr muchas cosas, niña, puedo percibirlo —me entrega la primera bolsita con chicharrones y mi estómago ruge, desesperado porque acabe de llevarme uno de esos chicharrones a la boca.
—Gracias Carmen —comento mientras busco para pagarle.
—No. Hoy invita la casa. Aliméntate y échele ganas a su nuevo trabajo —dice mientras pone en mi mano, dónde extendía el dinero, otro paquete aún más grande con chicharrón.
—Carmen no...
—No me contradigas niña. Ve a casa y descansa.
—Gracias Carmen —agradezco con una sonrisa.
Al llegar a casa ya había comido un paquete de chicharrón. El otro lo dejaría para después. Con esto pasaré el día.
Voy directo a mi vieja butaca a leer el contrato. Paso de los titulares, directo a lo que me interesa.
El empleado se compromete a mantener total discreción sobre los procesos que tenga que llevar a cabo.
El empleado se mostrará con respeto hacia sus superiores.
El empleado tiene que trabajar una vez aceptado el contrato mínimo un período de un año. No sé aceptará renuncias antes.
El empleado tendrá que aceptar las consideraciones de su jefe.
El empleado tendrá cambiar de área de trabajo siempre y cuando su superior así lo indique. Esto es irrevocable y no vale quejas.
Todos y cada uno de los puntos indicaba prácticamente lo mismo. Respeto al jefe y confidencialidad.
Las únicas desventajas que puedo leer son el período mínimo de trabajo de un año. En caso de que una situación me sobrepase no podré renunciar. El otro aspecto sería, que el jefe puede cambiar de área siempre que lo disponga. Si no me gusta, tendré que aceptarlo sin protestar.
Son factores de peso, para no tomarme este contrato a la ligera.
Me levanto de mi vieja butaca y camino desde la cocina al balcón y desde el balcón a la cocina pensando.
Tengo que pagarle la renta de este sitio, tengo que comer, algo que ya ni hago. Es la mejor compañía para ejercer la carrera. Si me esfuerzo mi currículum sería grandioso. Si algo no funciona, en un año podré acceder a otras empresas.
Se acabó la duda.
Alcanzo un bolígrafo y tomo de apoyo la mesa. Marco mi nombre sobre la línea que indica la firma del empleado.
Hecho.
Soy parte de ECar.
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