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━ Capítulo 8.

La señora Brown era una mujer diferente. No le gustaban las fiestas en Encino Country y siempre estaba sosteniendo algún libro entre sus manos. Leyendo con fascinación libros de fantasía, como de crímenes y detectives adictos a la deducción.
Ella amaba la música clásica, tanto como alguna canción de rock. Amaba viajar por las calles de Reseda en busca de buena comida casera, en lugar de exóticos platos —deliciosos sí—, pero dejando con gusto a poco.

Ella no era como el resto de señoras. Le había enseñado a su hijo, la educación exacta para ser un chico de bien. Le mostró lo que una relación de amor mutuo podía hacer, dejando como claro ejemplo al señor Brown y ella misma. Una relación de dar y recibir, de compañeros y amantes. Aliados, uno al lado del otro. Sin ser la sombra de “la cabecilla familiar”. Aquello obviamente había traído risas, los maridos de la alta sociedad creían que el señor Brown era un mandado, un hombre no podía cocinar si para ello había una empleada o la mujer. Y la señora Brown recibió largas indirectas, de no estar funcionando bien como esposa o madre.
Pero Bobby aprendió a manejar esas conversaciones, sus padres ponían todo su empeño en enseñarle lo mejor, pero lo mejor no siempre solía ser del todo “rudo”. Y Bobby como cualquier niño, quería ser rudo. Incluso si su madre lo había educado en el mejor ambiente de respeto y amor.

Y durante un periodo de tiempo Bobby se perdió. Solo un poco, pero la señora Brown solía decir, que cualquiera que notará sus errores y los arreglará, merecía ser llamado valiente. Sobre todas las cosas, si eso significaba ir en contra de sus amigos. Porque no sé era menos amigo, por tratar de emparejar el camino del resto. Significaba ser el mejor, porque estaba notando que había algo mal.
Por eso, Bobby estaba contento con su propio progreso, de despejar su mente de las risas burlescas muy mal intencionadas o los golpes sin sentido que había dado. Estaba caminando por un nuevo riel, y su madre le sonría feliz.

Pero algo le picaba en la garganta y no lo dejaba dormir por las noches. Algo que había hecho y que le dolía en el alma, porque no pudo ser más grande que Kreese. La patada que le dio a la rodilla de Daniel, los gritos del chico y sus ojos llorosos. Ese dolor, le calaba en lo profundo, pese a que su madre le decía que todo estaría bien.

Había estado planeando sus palabras desde hacía un tiempo, desde que lo vio caminar bien, sin alguna mueca dolorosa en su rostro. Hasta que algo ocurría y terminaba escapando del lugar, porque estaba arrepentido y parecía un perrito apaleado. Quizás lo que debía hacer era solo correr y decirle lo que sentía. Verlo y acercarse, no dudar, solo hacerlo.

Aún así, verlo desde lejos, en las múltiples clases que compartieron, mientras había pensando en lo que iba a decir. Noto cosas que antes ni siquiera había visto, porque simplemente no tenía porqué. O solo por haber actuado de manera indiferente a su alrededor.
Notó que algunas personas miraban a Daniel, como habían mirado a su madre durante mucho tiempo. Con esa mirada extraña, susurrando diferente, inaceptable o “inutilizable”. La señora Brown era una lista de cosas que no cabían, ni querían caber, en la visión obligada e impuesta que el mundo le quería dar.

Pero por eso mismo, no entendía porqué Daniel. “Mira LaRusso, no estás hecho para esto. Pero dado que el director cree que es necesario está tonta política absurda, te daré solo una oportunidad. Y por cierto, ese es el arco. Intenta no lastimarte el pie”.
Y sea lo que fuera eso, lo arruinó.

“Fue su culpa. ¡El me golpeó señor!”.

“Chico. Aquí se golpea, si vas a estar lloriqueando por esto, y quejándote. Entonces no sirves para esto. ¡Estás fuera!”. Y su tono había sido grosero, con molestia, como si tuviera la razón de algo. Nunca entendió sobre qué, pensó que se trataba de que LaRusso era muy delgado, inclenqué para el fútbol. Pero algunos chicos le miraron con burla. Una burla extraña, no la de Dutch y Johnny. Ni siquiera la que él tuvo. Una burla asquerosa. Directa hacia alguna parte que no pudo ver en Daniel.

—Suele dolerme cariño. Porque me han llamado de muchas formas. Formas que espero jamás pronuncies. Porque ya deberías saber, lo injusto que es el mundo con quién ve la injusticia.

Bobby tragó saliva, recordado las palabras de su madre. Aquellas que le dijo alguna vez, cuando peleó con sus tíos en la casa de la abuela.

Daniel LaRusso por algún motivo le recordaba a su madre, perturbador en algunos aspectos, pero en otros cálidos y dolorosos. Bobby siempre creyó que los chicos de su clase hablaban de Daniel como el chico pobre que trataba de intentar algo con Ali. Una chica rica. Lo cierto es que. Jamás escuchó el resto de palabras imperdonables, hacia Daniel, sobre las cosas que quizás había estado haciendo para atraer a los Cobra Kai en ese tiempo, ni el apodo guarro que le pusieron cuando la noche del Halloween fue perseguido por ellos.

Y si lo viera. ¿Qué haría?

Enderezó su vista, notando a LaRusso acomodar su bicicleta. Házlo ahora, gritó una voz dentro de él. Y antes de pensar en lo que haría, simplemente se acercó.
Trotando lentamente, esperando no llegar tarde.

—Hola, Daniel. —dijo. La espalda del chico se sentó, volteando para mirar a quien lo había llamado. Bobby notó que quizás se debía a qué él era quien lo llamaba. A su presencia. Trató de sonreír, pese a que su sonrisa parecía nerviosa.

Daniel lo miró un instante, mirando también de reojo sin poder evitarlo.

—Hola. —respondió, formando de igual forma una sonrisa. Estaba poniendo el candado de su bicicleta en la cadena.

—Daniel. —volvió a decir Bobby. Se sentía tonto repitiendo el nombre otra vez. — Lo siento. De verdad lamento lo de tu pierna. Yo no quería, demonios. En serio lo siento.

Daniel se le quedó mirando fijamente, con sus enormes ojos marrones —Johnny tenía razón, parecía un ciervo o un tonto personaje de las películas de Disney, qué demonios. Pero que rudo había sido para el rubio, apodarló como la criatura más linda del mundo—, Bobby se quedó quieto en su lugar. Por un motivo esperaba un golpe en la cara o incluso una patada. Cualquier cosa, menos una sonrisa extendida. Mirar fijamente a LaRusso, sin la necesidad de verlo un instante, para buscar pleito era extraño. Y que le sonriera, lo era aún más.

—Todo está bien, Bobby. Sé que no querías. Y te perdono. —dijo por fin. Tocado de repente uno de los cabellos claros del chico. Bobby sintió que algo le hacía corte circuito en la mente. Entonces Daniel, añadió: — Tenías una pelusa. Deberías preocuparte más por esas cosas, hombre.

“Bobby por Dios. Acomoda tu mochila bien, se te caerán los libros”. Realmente Bobby Brown no sabía porqué estaba asociando a Daniel con su madre. Asintió confundido, mientras el alivio del perdón calaba sus huesos. Algo nuevo entraba para inquietarle. Cuando Ali llegó, Daniel se marchó y aún cuando había desaparecido por el pasillo, Bobby se le quedó mirando.

—Te lo dije. Uno de ellos tenía algo con él. —dijo una voz a sus espaldas, pero Bobby no entendió de qué hablaban.

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Ali lo llama: El síndrome de ser padre. O algo por el estilo. También puede asociarse a cuando se es hermano mayor. Es como un tic que nace, por la costumbre y la simple maquinaria de protección, aún cuando se está frente a alguien que comparte la misma  edad o incluso la multiplica. Pero a Daniel no le gustaba para nada el síndrome de la paternidad, que está teniendo, se parece a su madre y eso lo asustá. Es algo aterrador, porque siempre dijo que no sería un “aguafiestas” como ella.
Y ahora, él mismo anda buscando servilletas para limpiar el desastre de Ali con su ropa, incluso pudo notar una minúscula pelusa en el cabello de Brown. Era perturbador.

Se había enojado con un tipo alto, que le quitó el almuerzo a un chico de primer año.

—¡¿Qué acaso no ves que es un niño?! —gritó alterado, con las manos en las caderas. La profesora de ciencias se le quedó mirando.

Fue un momento extraño, todos se quedaron quietos en sus lugares y aquel que estaba siendo regañado terminó devolviendo el almuerzo con un postre como plus, de manera lenta, siguió mirando a Daniel, sin entender su propia reacción.
Luego de que el ceño fruncido de Daniel se relajara, sonrió en dirección al chico más joven.
Siguiendo su camino, con la reacción instantánea de lo que hizo, LaRusso abrió los ojos aterrados ante su propio actuar. El resto se disipó, siguiendo su camino, olvidando el extraño momento.

Daniel negó, sintiendo como una vergüenza nunca antes sentida, lo consumía, sus mejillas se calentaron un poco. A unos metros pudo ver la silueta de Bobby, parecía muy entretenido hablando con sus amigos, se detuvo más tiempo del que le hubiese gustado, para mirar al rubio entre medio. Johnny estaba sonriendo por algo, Daniel escuchó la voz de Ali, dejando de ver lo que estaba viendo, agregando más cosas a su lista de sucesos extraños que había comenzado a realizar.

—¿Hoy irán al médico? —preguntó Ali, caminando al lado de Daniel. Mientras el chico pedaleaba de manera lenta en su bicicleta junto a la acera.

—Sí. Dijo que era importante realizar los chequeos desde un principio. Para ir viendo que todo estuviera bien. —dijo. Tratando de ignorar las acciones que realizó en la escuela. — El señor Miyagi no sabe. Le dije que estaba enfermo.

—¿Pero cómo? Debes decirle. Es, él te apoyo en un momento crucial de la vida. Sé que no dejara de hacerlo ahora.

—Lo sé. ¿Pero qué clase de equilibrio demostraré tener, si se lo digo?

—El simple hecho de que pudieras tomar una decisión, y afrontar eso. Es suficiente. Estoy segura que pasará lo que pasará, él seguiría ahí para ti, Daniel.

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Johnny tenía el ceño fruncido, mientras escuchaba lo que Bobby le estaba diciendo a los chicos. La base del perdón, es suficiente para sentirse libre. Que tontería, pero estaba sorprendido, sabía que lo ocurrido en el torneo había marcado a Bobby de una manera muy fuerte. Lo había hecho sentir débil, era como el punto de encuentro más vulnerable de todos ellos. Algo que los había destrozado y sin embargo, unido como nada más lo haría.

—Dijo que estaba bien. Y, no saben lo aliviado que me sentí. Es como que puedo respirar en paz. —añadió por último. Tommy asintió, entendiendo el punto de su amigo.

—Entonces ahora que todo está mejor, ¿Qué tal si vamos a dar una vuelta? —preguntó Dutch. Con energía en sus ojos. — Creo que hace tiempo no hacemos una carrera en moto, ¿Qué dices, Johnny?

Los ojos de sus amigos se posaron en él, buscando una respuesta definitiva. Johnny se sintió extraño. Pese a todo, ellos seguían esperando su palabra, seguían viendo en él, ese líder que fue. Asintió, suavizando su ceño, pensando en lo bien que les haría una carrera, entre semana por All Valley. Podían volver a esos ámbitos que los hacían sentir vivos.

—Me di cuenta de algo. ¿Sabes? —dijo Bobby, acercándose a Johnny, cuando el grupo fue a tomar su propia moto. — Creo que nunca nos dimos cuenta de lo que causamos en Daniel. Nunca quisimos saber más de él. Tengo la impresión de que está enfermo y que algo tienen en su contra los chicos del grupo de Michel.

Reputación de roba novias. Johnny asintió, fingiendo estar interesado en el tema. Porque lo único que quería, era que el chico viviera su vida, sin afectar el rumbo que estaba tomando la suya propia. Sin saber que en algún punto tendrían que chocar.



N/A: HolAa, este capítulo fue escrito el mismo día que el anterior. (Si que estaba inspirada ah). Me faltaban algunas cosas y aquí va. Considero que las palabras buscando perdón por parte de  Bobby y esa pizca de interés, son el comienzo de un puente de conexión importante entre Daniel y Johnny ;0 Ojalá les gustará el capítulo osí.

Tengo una playlist de la historia en YouTube, son canciones que me ayudan a escribir y van muy acorde a la historia. En caso de que la quieran escuchar, me dicen aquí, para ponerla pública uwu

Gracias por leer besitos💕

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