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━ Capítulo 7.

-¡58!

Estaba sintiendo como el sudor bajaba por su frente. Una de las sensaciones de entrenar era poner su propio cuerpo al límite, incluso más. Pero en momentos así, apesar de que el nuevo sensei no les pedía demasiado, Johnny no podía evitar dejar ir su rutina en casa. Era algo inevitable, una costumbre que jamás lo abandonaría.
Porque ante todo, en momentos cuando sus brazos ardían porque ya no querían hacer más flexiones, Johnny solo auto exigía. Había aprendido a no tener piedad de él mismo y en momentos así, solo se mostraba una vez más, como él único que siempre le exigía, sería la misma voz suya.

La piedad es para los débiles. Aquella frase le erizaba la piel, tener más tiempo del que antes tenía, es suficiente para hacerlo pensar en las cosas que ignoraba o que no quería admitir que estaban allí. Su vida había sido manejada en torno a no tener piedad, llorar era de perdedores y demostrar que algo que le afectaba lo era aún más. Por eso mismo, las conversaciones con su madre se habían ido volviendo escasas con el pasar del tiempo, en algún punto, aquello había ocasionado una tristeza inmensa en Johnny, porque su madre era su mundo entero, pero ella siempre le dijo que era un precio que debían pagar por tener una buena vida.

Mucho mejor de la que solían tener.

Pero eso significo reducir lo que fue, en una mansa violenta llena de ira que Kreese supo usar bien. Aunque el hombre jamás pudo entender, que todo aquello había convertido a Johnny en un chico que terminaba odiandóse a si mismo.

Paró sus ejercicios, caminando hacia la ducha en busca de quitar el sudor que tenía sobre él. El silencio de la casa, fue cubierto por el agua cayendo con fuerza contra la cerámica de la tina.
Miró el techo, suspirando, dejando ir la tensión en sus brazos, el pelo ahora de un rubio oscuro por el agua, se pegaba a su frente, con una mano lo peino hacía atrás.
La sensación de soledad y verse fuera de los planes de cada uno de sus amigos, -porque los chicos tenían una vida propia que manejar-, Johnny pensó en lo bien que le haría poder volver a pasar otro rato con la morena de la fiesta. A él no solían irle las morenas, en All Valley todo siempre estaba lleno de chicas rubias o cabellos claros. Pero la poca piel expuesta que recuerda, estaba bronceada, casi del color de los caramelos que solía servirse en navidad.

El problema es que no puede encontrar a alguien que no vio y que lamentablemente no recuerda. Sería absurdo poner carteles «Se busca morena sexy, si eres tú, no dudes en llamarme». Sería algo extraño y se vería muy raro. Apagó la ducha, saliendo para envolverse con una toalla y desperdiciar parte de su mañana en pensar sobre cosas que no podría hacer. Cómo buscar a la morena. Suspiró de manera triste, las cosas buenas nunca le duraban demasiado.




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Daniel había pedaleado en su bicicleta hacia la orilla de la playa. Quería poder contemplar la tranquilidad del mar y el sol de la mañana. Al sentarse en la arena, el viento movió algunos de sus cabellos, suspiró de alivio sin notarlo, cuando los dedos de sus pies, se enroscaron en la arena. Como su madre solía decirle, estaba disfrutando de los paisajes que aquel Jardín del Eden tenía por ofrecerle. O quizás estaba tratando de alejarse de casa y la situación pronta a la que tenía que enfrentarse.
No estaba muy seguro de muchas cosas, en su vida siempre hizo todo de manera impulsiva, era como una chispa que no toleraba que otros se burlaran de él, aunque muchas veces quedará mal por el simple hecho de alegar. Había sido imprudente y actuaba sin pensar, aquellas cosas habían cambiado cuando el señor Miyagi decidió enseñarle karate y de alguna manera, hacerlo parte de su vida, le enseño cosas que su madre había creído innecesarias, aunque la respuesta solo consistía en que Lucille tenía demasiado trabajo para poder estar un rato en paz, y cuando lo había conseguido, había siempre dicho cosas tales como: Un LaRusso jamás se rendí. O cosas, como «usar tu cabeza, porque el mundo es complejo».

Y sin embargo, es como si todas esas valiosas enseñanzas, de ambas partes. Tanto de su madre como el señor Miyagi, ahora no tuvieran sentido. Como si fuera otra vez el niño impulsivo que era cuando llegó a All Valley o el niño que ignoro las palabras de su madre, porque era demasiado pequeño para notar porqué él y su prima jamás podían jugar al fútbol en la escuela.
La decisión estaba tomada. Daniel ya lo había pensado, quería lo que estaba creciendo dentro de él. Pero eso no significaba estar listo para ver los ojos de su madre llenos de tristeza.

Sostuvo sus rodillas atrayéndolas hacia su pecho, hundiendo su cabeza entre ellas. Haciendo el ejercicio de respiración que el señor Miyagi le había enseñado, trato de tranquilizarse. El aire ya estaba cálido, junto al aroma combinado de la brisa marina, el poleron de color rojo, que llevaba Daniel, dejo pasar algunos roces del viento, poniendo la piel de sus brazos algo erizada.


-¿LaRusso? -preguntó una voz. Daniel alzó la vista, encontrándose con unos ojos marrones, no como los de él.

Freddy, el chico lo había evitado y había estado murmurando cosas de él, desde que fue la pelea en la playa.

-¿Sí? -interrgó, acomodándose, mejor, tratando de camuflar el temblor en su voz.

-No te había visto. Digo, somos vecinos, pero yo. -sus palabras se cortaron de pronto. Pero él, había estado tratando de no verlo. - ¿Cómo has estado? La pelea fue increíble.

-Ah. He estado bien, y sí, supongo que sí. -respondió, moviendo su cabeza.

Freddy se acomodó a su lado en la arena, acercando uno de sus pies aún con zapatillas, al lado de los pies cubiertos de arena. Daniel, se alejó un poco. Quería tranquilidad y definitivamente Freddy no podía dársela, el chico había ignorado su presencia durante todo este tiempo en la escuela y cuando se cruzaban en los departamentos, sonría con burla. Podía caber la posibilidad de que se arrepintiera de sus palabras, porque Daniel sí sabía patear caras. Sin embargo, luego de un rato de silencio, ninguna palabra demasiado metiche le acompaño, nada como: Enséñame de eso o haz esto.

Daniel sintió algo en el vientre y de manera inconsciente, aún cuando sabía que faltaba para sentir, quiso sentirse apoyado. Esa fue la primera vez, que Daniel tocó su vientre con la palma cálida a través de su poleron y camiseta corta.

-Fuiste a la fiesta de Susan. -dijo de pronto Freddy. Daniel se tensó en su lugar. - También estaba ahí.

Contuvo la respiración un instante mirando el rostro de quien era su vecino.

-Eso es increíble. -comentó, fingiendo ser causal.

-No sabía que eras un Homme. - dijo de pronto. Daniel se volteó, esta vez su rostro de torno serio. - Taylor dijo que te vio acostarte con un tipo. -siguió hablando, Daniel no sabía quién carajos era ese. - No pensé que buscabas niños ricos Daniel.

El tono de voz, hizo que Daniel quitará todo modo gentil-fingido, de su rostro.

-Si fuera así. No sería asunto tuyo.

Freddy sonrió.

-Entonces es cierto Daniel. También tuviste sexo con Jerimy y Ben a la misma vez. Al menos eso dijeron que había pasado. -dijo de pronto, totalmente convencido de las palabras que había escuchado de los chicos.

Daniel abrió los ojos, mirando al otro seriamente. Los problemas solían seguirlo de muy cerca, muchos de ellos, asociados a situaciones incómodas solo por malos entendidos o palabras inventadas, que sonaban verídicas para idiotas como ellos. Aquellas palabras habían disminuido desde el torneo, nadie quiere hablar mal de alguien que puede dar una paliza. No cuando ha demostrado poder ser mejor que quienes lo molestaron.

Pero eso no significaba poder callar la boca de esas personas necias, de quienes rodaban los ojos cada vez que Daniel era mirado con admiración o algo así. Porque era molesto, y porque Daniel jamás quiso acercarse a nadie de su edad con la intención de acostarse o tener citas. No había estado interesado y no tuvo tiempo para pensarlo.
Y aún así, estaban esas palabras salidas de Freddy, con una tonta convicción.

-¿Y tú les crees? ¿En serio crees esa mierda? Me viste ser perseguido por esos Cobra Kai. Y luego vienes a hablarme solo de esto. ¿Qué demonios te pasa hombre? -pregunta con molestia. La calma que estaba buscando fue borrada, se levanta rápidamente, alzandóse en toda su altura.

Freddy parece pensarlo un momento. Evidentemente arruinó algo.

-Los chicos lo dijeron. Te vieron en la fiesta, joder. No puedes simplemente decir que fue una mierda que ellos inventarían.

-¿No? Estoy segurisímo de que Ben fue quien quiso acostarse con Bárbara pero ella se negó. ¡La llamo zorra por eso! Así que guarda mejor tus palabras Fernández. Porque si lo vuelven a repetir, yo mismo haré que te ahorres tus palabras. -dijo por último, mirando fijamente al chico. Antes de comenzar a caminar, lejos de la playa, en busca de su bicicleta.

Freddy no tenía porque saber que él nunca lo golpearía realmente. Pero necesitaba poner límites.

Mientras arrastra los pies, Daniel siente unas horribles arcadas. Inician por el repentino enojo que siente y la falta de alimento que tiene en el cuerpo. No quiere pensar demasiado, pero es inevitable. Da unas cuantas vueltas, tratando de despejar la ira que le consume. Sin embargo, no es suficiente, porque sabe que las cosas no serán como antes. Daniel nunca ha sentido un interés particular por lo que puedan decir en la escuela, mientras él sepa la verdad. Aún así, no sabe qué pensarán de él. Será tan genial para aquella multitud que lo ama o será un nuevo chisme para aquel grupo que siempre tiene una lista de calificación sobre quién está más buena/o.

Lucille cerró la puerta de su auto, guardando las llaves, cuando su visión se enfocó en un pequeño bulto sentado en la escalera fuera de los departamentos donde vivía. Aquella imagen parecía un dejá vu, la sensación de saber que algo andaba mal fue una alerta inmediata en ella. Y le aterraba la sola idea de pensar que la situación se repetía. El sonido de sus tacones de plataforma baja, hicieron eco en el silencio del lugar. La figura se levantó de prisa, Lucille se acercó más rápido con el corazón latiendo fuertemente en su pecho. Su pequeño niño estaba llorando, y no había cosa que le doliera más en el mundo que ver lágrimas en los dulces ojos marrones de su hijo.

-Santo cielo. -susurró, llevó sus manos al rostro de Daniel. - ¿Por qué lloras aquí afuera? Cariño, tienes que decirme que pasa. -la preocupación en evidente en su rostro, mientras trata de buscar la mirada de su hijo, pero Daniel solo trata de mover su rostro lejos del toque de su madre.

-¿Qué pasa? -pregunta, con un tono irónico en su voz pese al temblor del llanto en él. - No debimos haber venido nunca a este sitio. Éramos felices. Pero tú no me escuchaste. -señaló a su madre, caminando casi desesperado lejos, rodeando el lugar, Lucille le seguía de cerca. Daniel golpeó con molestía la pared. - ¡Odio esto! ¡Lo odio!

La última palabra salió entre cortada, por el nuevo llanto que amenazaba con comenzar. Lucille se acercó a su hijo, volviendo a acariciar su rostro.

-Daniel, ¿Por qué? Ganaste el torneo. Ya nadie te molesta. -y quiso que sus palabras fueran ciertas, temiendo algo nuevo otra vez.

Daniel miró a cualquier sitio en el piso, lleno de una molestia que no podía controlar.

-Es por un bebé. -habló por fin, con el ceño fruncido mirándola.

-¿Ali? -preguntó con una sonrisa, tratando de encontrar felicidad en el momento.

El chico negó.

-No mamá, ella es más inteligente.

-Entonces, ¿De qué hablas? Tú eres mí bebé. -añadió, dando caricias a las mejillas morenas de su hijo.

-Era tu bebé. Ahora tengo el mío.

-¿Bromeas?

Pero su hijo simplemente negó, llevándose una mano inquieta a su cabello por el nerviosimo. No era una broma. Lucille busco algo más en la mirada de su hijo, pero solo encontró molestia y tristeza. Una angustia que se le hacía conocida. Tragó saliva, temblorosa, entiendo que esta vez la historia no se repetía, no había alguien insistiendo en imponer sus reglas sociales en All Valley.
Pasó sus manos por los brazos delgados de su hijo, atrayendo su cuerpo a ella, abrazándolo.

-Perdón mamá. -susurró Daniel. Escondido en el manto de la mujer. Lucille sonrió, con los ojos también aguados.

-Vamos, te haré un té. Podremos hablar con más calma en casa.

Así, perdidos en la noche, alumbrados por las pequeñas farolas, Lucille caminó junto a su hijo, sosteniéndolo con su brazo hacia su pequeño hogar.
La puerta de madera vieja, color aguamarina se abrió lentamente, dejando entre ver el rostro de un anciano llenó de preocupación. El señor Miyagi miró el piso un instante, con el ceño fruncido. «Daniel- San será grande. Miyagi enseñar karate porque ver grandeza en él». La paciencia era una virtud, todo a su tiempo sabría que tendría que ser, para que la noticia llegará directamente a él. Respetando la privacidad del joven Daniel- San, cerró la puerta. Dando su apoyo silencioso a su único estudiante.






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Lucille siempre creyó que Daniel era terco en algunas cosas. Alguna vez su hijo llamo la atención de Judy, y aquello era un escándalo, pero la niña estaba dispuesta a luchar contra el mundo para ver feliz a Daniel. Había sido una época extraña, según recuerda, la pequeña niña flaca tanto como Daniel, se paraba en su puerta, con chocolates en mano o con flores cultivadas en el jardín de su abuela. Siempre con una sonrisa o un moretón en su mejilla, porque una niña como ella no debía pensar en ser una guerrera para proteger a Daniel. Era inaceptable, pero el cuento tradicional era aburrido. Fue un romance lento y tierno. Puro.

Pero no vio a su hijo mirar a nadie más como lo hizo con Judy. En el fondo sentía que no solo era por el cariño que se habían tenido, si no por las circunstancias. Daniel era un alma libre que había estado orgullosa de criar, como madre viuda las cosas eran difíciles. Solo ella y Daniel. Siempre le decía que debía estudiar, porque el hecho de no tener un título universitario siempre fue un motivo de menosprecio, aún si sabía más que cualquiera que sus compañeros de trabajo. Como madre, había previsto mejorar la vida de su hijo al cien por cien. Que no tuviera que pasar por las cosas que ella paso, sin embargo, eventualmente había cosas que no pudo evitar que pasaran. Muchas cosas.

Se pregunta si está es una de esas. Pero conoce a Daniel, siempre hay una razón para todo. Y un tigre indomable no puede simplemente ser domado. El agua caliente está humeando de sus tazas, uno frente al otro en su pequeña mesa. Toma un sorbo de su té, sin saber por dónde empezar.

Su pequeño Daniel LaRusso está embarazado. Espera que empiece él y sepa que puede decir cualquier cosa. Lo que sea.

-Me hice la prueba hace poco. -comienza. Puede verlo suspirar, evitando explotar. Aquella sensación no le gusta, verlo tan desesperado solo la desespera a ella también. - Creí que estaba enfermo. Algo así como un resfriado, pero no. Yo, yo quiero tenerlo ma. -dice por fin. Mirándola con seguridad a los ojos, para que noté lo serio de su decisión.

Lucille asiente, comprensiva. Aún así no entiende la desesperación que vio en su hijo hace poco.

-¿Él te amenazó o te dijo algo? -pregunta, ante la mención de un él Daniel se acomoda en su asiento. Lucille apreta un puño debajo de la mesa, sobre su regazo.

-No. No. -sonríe, aunque en realidad se asemeja a una mueca. - No existe un "él" aquí ma. No existe, porque. -mira hacia un lado. - No lo recuerdo, no sé quién fue. Yo, fue en la fiesta, estaba muy distraído del mundo real, simplemente ocurrió. Y fue demasiado estúpido de mí parte.

Lucille se fija en el salero sobre la mesa. Pensando nuevamente en todo. No hay un él, solo es Daniel y el próximo miembro de la familia, no fue amenazado ni metido en líos por la situación, solo serán ellos tres y está bien. Solo que la noticia es demasiado, no puede dejar de pensar que Daniel solo tiene diecisiete años y que el resto de las personas no son amables con eso. Daniel no está casado, pero está bien, no sabe quién es el otro y eso está bien. Ahora mira nuevamente cada esquina de la casa, analizando algo.

-Tendré que llamar a tu tío Loui, le gustará saber que el barco LaRusso está creciendo. -Sonríe. - Esperemos que no saque tu carácter, imagínate luchar contra un tú. -Rió. - Recuerdo que odiabas todo lo que tuviera brócoli. ¡Y amabas el postre de nuez!

Daniel sintió como el nudo de su garganta comenzaba a disminuir y el dolor en su pecho a dejar de presionar.

-Tendré que aprender tu receta. Seguro la amara tanto como yo. -añadé, sonriendo.

Lucille se levanta de su asiento, empujando la silla algunos centímetros, sus brazos envuelven con fuerza a su hijo, acurrucándolo en ella. Daniel soltó un pequeño sollozo. Sabría karate pero a veces una madre era el mejor salvavidas que podría tener.


N/A: HolAaaa, aquí el comienzo de una nota larga como el capítulo, ah, ha sido el capítulo más largo de la historia, por el momento.

Dato: Empecé a escribir ayer, después de terminar mí último examen y no ha sido editado en caso de algo mencionar las fallitas.

Homme: Significa literalmente «Hombre» en francés. Sin embargo, como llamar a esta categoría de la humanidad como «creadores» me pareció extraño en cierta forma, los que son como Daniel serán llamados Homme, tipo: Mujer, hombre y homme. Para que lo tomen en cuenta jsjs

Espero que estén muy bien y que tuvieran un buen termino de año. Está historia estoy segura que será más larga que (SEA), la cual costa de 18 capítulos. Aún falta para que Johnny se entere que él es el padre, según el orden cronológico del tráiler chafa que hice, Tommy se entera que Daniel está embarazado, lo cual no significa que Johnny pensara que él es responsable. Si no, que se repleanterán sus hechos por individual ante lo que hicieron con Daniel antes del torneo.

Por consiguiente, si Tommy se entera es porqué algo pasará :0 No sé, pero en lo personal me está gustando mucho está historia, como al voy elaborando, esas cosas. Como también porque, mientras se avanza en la trama inicial, va tocando muchos puntos que me parecen importantes, junto con el desarrollo personal ante la situación, como el hecho de seguir viviendo luego de lo paso. Espero que no se sientan incómodxs con ello, por ejemplo el hecho de las palabras de Freddy, no sé, recordé que luego se alejó de Daniel por no saber del todo karate, así bien cool. Además, que usualmente como cierta clase de chicos habla sobre que tuvo sexo con x persona, altiro le creen y dejan mal a esa persona. Ah, recordé el capítulo de Cobra Kai y cuando miran mal a Sam por creer que toco al Kyler. Y como esto es los 80, tengo la sensación de que todo sería muy complicado.

La escena dónde Daniel le dice a su mamá lo que pasa, me gusta mucho en el trailer. Porque los diálogos falsos quedan perfectos con la desesperación que irradia la situación. Es de mis favoritas ah. Y ojalá que la hayan imaginado como salía ahí en el trocito :(

¿Sabían que saque cuentas, y cuando Daniel y Johnny tengan la edad que tienen en Cobra Kai, su bebé tendrá como 33 años? :0

Tengo la fecha exacta del nacimiento uwu

Bueno, antes de despedirme. Decirles que me di cuenta que esto es como tristeza, tristeza, dolor y risas. Ya verán, estarán como súper angustiadxs y luego riendo de las desgracias de Johnny en el embarazo porque de alguna forma Daniel tenía que vengarse. Besitos besitos nos vemos 💕

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