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━ Capítulo 2.

Ali parecía una máquina repetidora. Desde el inicio de la semana había estado tratando de persuadir a Daniel para que fuera a la fiesta de Susan. Pero no se necesitaba de mucho, para saber que la cuestión era pura presión social para no quedar mal. Porque antes de Daniel, Susan era esa clase de amiga que siempre estaba tratando de escucharla, al menos todo lo que podía. Pero luego el chico nuevo llegó, y la atención de Ali se desvío de sus amigas para estar en él. Quizás Susan le guardaba cierto rencor a Daniel, aquel que no era camuflado ni quería serlo.
Cómo si fueran una especie de niños de primer año, peleando por tener a la misma niña como mejor amiga.

Pero Ali deseaba que todos pudieran convivir en un espacio sin más discusiones. Ya suficiente malos ratos habían pasado —en especial Daniel—, como para iniciar una rivalidad tonta, por situaciones tontas. Ali quería ir a la fiesta de Susan, pero no quería ir sin Daniel, Daniel no quería ir y Susan no podía creer como Ali le insistía tanto al otro. Indignación era lo que sentía por la situación.

—Daniel. —llamó, apoyándose de manera rápida en el casillero continuó al de él chico. — Por favor. Serán solo dos horas y nos vamos.

—Ya dije que no quiero ir Ali. —dijo el chico. Cerrando su casillero. La chica soltó un bufido de molestia.

Alejándose del niño delgado, comenzó a caminar lejos. Daniel movió la cabeza haciendo un berrinche muy silencioso y casi minúsculo, que no se notó, para ir tras ella. Corrió hasta quedar al frente de Ali, mirándola. No era una persona de fiestas, sobre todo en esas fiestas que solo estaban rodeadas de personas que vivían en las colinas. Se sentiría muy fuera de lugar.

—Solo dos horas, Ali. No me quedaré más. —terminó diciendo. — Ahora, dejemos el tema de lado. Siento que Susan me mira fijamente. —señaló con la cabeza hacia donde estaba la chica, de brazos cruzados junto a su otra amiga mirando a Ali.

Ali sonrió triunfante. Mirando a lo lejos como el grupo de chicos Cobra —ex pero el título siempre quedaría—, parecían estar hablando de algo. Daniel volteó hacia donde estaba mirando. No sin sentir un escalofríos, por fugaces malos recuerdos.

—¿Quieres que vaya por ti o tú vienes por mí? —preguntó la rubia. Volviendo a tener la atención en Daniel. — Mañana es sábado. La fiesta empieza a las ocho.

Daniel hizo una pequeña mueca con la boca. Tenía que ver el lado positivo de la situación, uno de ellos es que podría pasarla bien junto a Ali por fin, de forma total, dejar de lado un poco los estudios y poder estar en una fiesta en paz.
Finalmente terminaron decidiendo que Daniel iría a buscar a Ali en su propio auto, aquel que el señor Miyagi le había regalado. De esta forma quedaban listos para solo ir a la casa de Susan y no terminan en un enredo demasiado grande.


Apenas bajaron del auto comenzaron a escuchar la música. Daniel se sintió un poco cohibido ante tanta gente, saliendo de aquella gigantesca casa. Quizás ni siquiera iban la mitad de los invitados aún, porque seguramente querían llegar más tarde en ambiente. Aún así, Daniel se sintió medio perdido, mientras Ali lo sujetaba del brazo para tironealó de manera inevitable hacia adentro del lugar.
Se había pasado unas dos horas mirando diferentes camisas que tenía, evaluando cuál sería preferible para tal ocasión, terminó eligiendo una al azar porque según su madre, como sea se vería galán. Lo dice porque es la mamá, había pesando Daniel.

—Esto está demasiado genial, ¿No crees? —quiso saber Ali, elevando un poco su cabeza para mirar al chico. Este movió ambos hombros. Realmente la casa si le parecía genial.

No pudo evitar observarla, mientras también notaba que no conocía a nadie más en aquel lugar. Aparte de la misma Ali y la anfitriona. Mills se soltó de su sutil agarre, caminando hacia un grupo de chicas que la miraron con alegría para lugar darle un corto beso en la mejilla, era obvio que ella si conocía a la mayoría ahí. Se llevó las manos a los bolsillos, algo incómodo, casi sintiéndose demasiado expuesto parado en medio de la gente, que cada tanto chocaban su hombro sin querer.

—¡Daniel, ven aquí! —gritó Ali, sonriendo en su dirección. Suspirando, Daniel se acercó, no tenía otra opción pero a la vez no quería verse demasiado pegote al lado de ella. — Ellas son unas amigas de por aquí. Él es Daniel, vamos a la escuela juntos. —informó.

—Hola, Daniel. —saludaron en sincronía ambas chicas. Una era más alta que la otra.

Antes de que alguno pudiera añadir algo más, a una quizás muy incómoda conversación. Ali sostuvo entre sus manos unos vasos desechables, con un fuerte aroma de cerveza como contenido, extendió una de sus manos hacia Daniel, señalando con su mirada que lo sostuviera.

—Bueno, supongo que un poco no hará mal. —añadió. Dándole un sorbo a su vaso.

—Claro que no. Además, por cualquier cosa. Yo estaré aquí. —afirmó Ali, muy segura de su promesa.

Pero las dos horas pasaron y ninguno de los dos había dado señales de querer irse de la fiesta, mucho menos que ahora parecía ir en la mejor parte. Ali se había ido alejando casi sin querer del lado de Daniel, hasta que se perdieron de la vista uno del otro. La chica rubia estaba muy ocupada en conversaciones al azar, con gente que conocía y estaba conociendo, olvidando en plena sala de estar a Daniel, quien estaba sentado en el sofá tomando un nuevo vaso de cerveza en aquella extensa fiesta.

Al principio había estado totalmente rígido, mirando a cada minuto la dirección en la que Ali había partido, hasta que después de algún rato, todo rastro de incomodés o timidez se fue disipando de su cuerpo, porque estaba más concentrado en lo que estaba tomando.
Trató de levantarse, algo mareado riendo por el casi tropiezo que tuvo, sosteniendo el brazo de la persona que estaba más cerca, perdido también en bullicio de la música, aquella persona no se quejó del repentino apretón.

—Deberías tener más cuidado. —trató de regañar. Daniel podía notar que era un tipo más alto que él. También sostenía uno de los vasitos con cerveza.

— Y tú deberías dejar de verte tan atractivo. ¿Qué eres, un modelo? —preguntó la voz atrasada, soltó una risita.

—¿Estás solo? —interrogó de vuelta, acercándose un poco a Daniel. Daniel asintió. — Yo también, mis amigos me dejaron. No sé dónde demonios están. —acercó su rostro un poco el oído del chico moreno, causando un escalofrío en su espalda. — ¿Nos hacemos compañía?





Daniel podía aún sentir la música, detrás de esas paredes habían cientos de chicos saltando y bailando al ritmo de la melodía. Pero lo único que él sentía era el fuerte agarre de unas manos recorriendo sus muslos. La noche parecía tan eterna y maravillosa, que simplemente se entregó al momento cuando los labios de aquel sujeto lo besaron como nunca nadie lo había besado antes. Suspiró, mientras soltaba una risa, antes de que la cosa no tuviera vuelta atrás.

Casi como si fuera un sueño lejano, una sensación lo hizo arquear la espalda.
Sosteniendo con fuerza, casi enterrando sus escasas uñas, en la espalda de aquel que sería un único, en aquella fiesta, en medio de una noche eterna en la que no habría un rostro que recordar.

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