━ Capítulo 10.
Básicamente no quería negarlo. Había hablado con su madre luego de la cita con la doctora Davis. Y al llegar a casa, luego de haber pasado a comer, decidió, que era momento de contarle al señor Miyagi.
De alguna manera sentía la misma angustia que sintió cuando tuvo que decirle a su madre, solo que a diferencia de aquel momento, ahora no tenía el rastro de la rabia en él, si no, más bien una tranquilidad que estaba tratando de mantener mientras caminaba, al ir respirando de forma pausada.
Entro con calma pasando la cerca, sabiendo que el señor Miyagi estaría ocupado en la casa, muy probablemente meditando. Siguió caminando, aún cuando sus manos parecían querer temblar. Hasta que lo vio y su cuerpo se quedó congelado en su sitio, Daniel espero no ser visto, ni sentido, porque de pronto tuvo ganas de vomitar. Y, no, en realidad si tenía ganas de vomitar, el aroma a incienso, que antes le había parecido tan encantador y adictivo, ahora estaba causando náuseas.
Soltó un pequeño quejido, dando media vuelta, con los ojos llorosos, buscando aspirar el aroma del aire puro y evitar un momento aún la vergonzoso. El señor Miyagi, salió tranquilo, sonriendo al chico, que mantenía una de sus manos presionada contra su boca.
—Hey, Daniel- san. —sonrió.
—¡Señor Miyagi! —respondió demasiado feliz, cuando quitó su mano de la boca, sabiendo que no tendría algún problema.
La idea de haberlo evitado, postergando los entrenamientos porque se sentía cansado, y el hecho de no hablarle, se sentía ahora como una mala idea. Sonrió, contagiándose de la calma que el hombre mostraba. Sabía que no habría ninguna mirada juzgadora en su rostro, pero era demasiado importante para él. Fue su primer gran amigo en ese lugar, le instruyó en cosas importantes sobre la vida, no solo en el karate. Lo defendió de los problemas.
Era la figura paterna que creyó jamás poder tener, no después de tantos años.
—Ven Daniel- San, ven. ¿Doler mucho la pierna? ¿Por eso no venir? —preguntó, bajando la mirada por un instante, a la rodilla.
—No señor Miyagi. Está bien, estoy bien. Pero tengo algo que decirle. Es importante. —dijo. El hombre lo miró un momento, estudiando quizás su mirada.
Asintió. Dándole señales para que lo siguiera dentro de la casa. Daniel se sintió algo incómodo, por el aroma. El señor Miyagi no tardó en darse cuenta de aquello, no tenía el brillo particular cuando el aroma de cerezo inundaba el lugar.
Se sentaron uno al frente del otro, en la pequeña mesa. Aquella mesita había sido el acompañante de charlas que mantuvieron durante los últimos meses.
—Dime, Daniel- San. ¿Qué pasa?
Hubo un momento de pausa. Daniel jugo con sus dedos, estaba buscando evitar la mirada del otro hombre, que seguía atento a sus movimientos.
—Estoy embarazado señor Miyagi. —dijo por fin. Cerrando los ojos con fuerza. Dejando escapar un suspiro agobiado.
Al abrirlos. Una sonrisa genuina era lo que tenía al frente, con sus ojos brillando de alegría, el señor Miyagi lo miró.
—Serás un gran padre Daniel- San. Si que lo serás.
Daniel soltó una risita, negando. De pronto su corazón pareció apretarse y mientras un montón de lágrimas bajaban por su mejilla. Daniel, como muchas veces había dicho, no era alguien que llorara. Incluso si su vida hubiera dependido de ello. Pero ahora, en estás semanas, ni siquiera podía entenderse a si mismo. Llorar fue una de las cosas que no habría hecho, sin embargo, al hacerlo, se sentía tan bien, que no podía parar de soltar lágrimas o quejidos.
El señor Miyagi se levantó de su lugar, avanzando hacia él, sosteniéndolo en un abrazo fuerte. Protector y de consuelo.
—Estoy un poco asustado. —murmuró entre el llanto.
Los brazos lo sostuvieron más fuerte. Miyagi recordó la noche en la que, Daniel se escuchaba afligido, con rabia, y quizás algo más. Mientras le decía un montón de cosas a su madre, entre ellas la misma noticia que le dio a él. Daniel era tan importante, como la familia. Porque de alguna forma el chico era eso, familia. Y lo menos que quería, era que se perdiera en un mal camino o que creyera que nadie lo apoyaría incluso en las peores situaciones que pone la vida.
Luego de que el llanto paró, ambos brindaron con un vaso de jugo, riendo por ello. Para finalmente acabar, podando bonsais.
Daniel pensó por un momento, que a su bebé le encantaría estar en la casa del señor Miyagi. Un lugar de tranquilidad en medio de All Valley y sus problemas.
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El día era raro. No pudo evitar pensar en eso. Cuando Daniel acomodó su bicicleta para caminar hacia el casillero y poder dejar algunos libros en este, lo menos que esperaba encontrar, era a Bobby Brown apoyado justo al lado. Esperando por él. Es decir, en qué clase de mundo el chico estaría esperándolo, cuando ya pidió una disculpa. Pero el nerviosismo y el hecho de que fuera el único —probablemente hasta el momento—, que se acercó para disculparse por todas las cosas que hizo, causo en él una simpatía.
—Hola, Daniel. ¿Eso pesa mucho? —preguntó amablemente, quitando las manos de su bolsillos en la chaqueta. Se acercó un poco. Esperando no interrumpir el espacio personal.
—Nah. Tranquilo, puedo con ello. —respondió, abriendo su casillero, para dejar la mitad de libros allí. — ¿Y tus amigos? —quiso saber, mirando de reojo el lugar habitual de los chicos.
Bobby alzó ambos hombros. En realidad los chicos aún no llegaban, y como solía ser habitual debería estar esperando parado junto a su moto. Pero había decidido que quería un rumbo nuevo, tomar su camino de redención, algo tarde para disminuir el dolor, pero no tanto, como para evitar que el chico lo volviera a sentir.
Los pasos de Ali se detuvieron para poder observar mejor a Bobby, mantenía una mirada de interrogación, aún detrás del chico delgado. Volteó hacia el lugar vacío.
—Hola Bobby. —comentó. Él alzó su rostro en señal de saludo.
Comenzaron una pequeña charla, y pareció casi por un momento, como si realmente jamás hubiese existido ningún mal recuerdo entre ellos. La campana sonó. Justo cuando los antiguos chicos de Cobra Kai, estacionaron sus motos a la par. Johnny miró confundido, como Bobby se veía, sonriendo al lado de LaRusso. Aquello lo confundió. No le gustaba sentirse confundido justo cuando estaba aclarando las cosas.
Pero siempre supo que Bobby era mejor que todos ellos. Dejándose llevar por la corriente, pero jamás se perdido en aquello.
Sin embargo, estaba molesto. Temía no poder seguir el ejemplo de su amigo.
Al finalizar la primera clase, los muchachos no tardaron en rodear a Bobby, tenían la clara intención de hacer un montón de preguntas.
—¿Es enserio? Pensé que se suponía que nos íbamos a mantener lo más lejos de él. —comentó Tommy.
Dutch asintió, mirando con el ceño fruncido a Bobby.
—Quiero hacer las cosas bien, ¿Saben? No podía dormir, sin escuchar los gritos de dolor. Pude ser mejor que Kreese, pero no lo hice. Además creo que está enfermo. Daniel parece enfermo. Entonces, no quiero que lo pasé mal. Ya no, chicos.
Tommy negó, riendo.
—Joder. ¿Qué demonios contigo? Eres demasiado bueno, maldición. —alegó lleno de frustración. Pero no era una mala frustración. Era una sobre no entender, que decisión tomar por si mismo.
Johnny no dijo nada. Aquel día compartía clase con LaRusso. Solo que esta vez, como lo había estado haciendo antes de haber chocado, llegó temprano, buscando no ser visto en ningún aspecto por el flacucho que lo había estado mirando aquel día. Suspiró cansando, tendiéndose sobre la mesa. Ser un hombre, como le había dicho a los chicos era complicado, cuando la mirada de mierda de Sid, le esperaba en casa. Hacía unos días, había estado teniendo cambios de ánimo tontamente absurdos y nada tenían que ver con lo que él era.
Se había acostumbrado a cerrar toda emoción, como el llanto y quién sabe que más. Cosas que no eran rudas. Pero a veces, estaba melancólico, demasiado, mucho más de lo que solía estar, y otras muy contento. Sus emociones habituales, pero a niveles demasiado elevados.
Siguió recostado, pensando en qué tenían que ver todos estos cambios, cuando, sin querer, su vista se poso en Daniel. Estaba acomodándose en su asiento, luciendo también cansado, tenía en sus manos un pequeño montón de dulces, que se estaba llevando a la boca, aprovechando que aún solo estaban unos pocos estudiantes. Y como si se hubiese visto observando, volteó. Johnny de nuevo se encontró con los ojos marrones de Daniel, ojos suaves, sin rencor ni odio hacia él.
—Hola Johnny.
Sus ojos azules se agrandaron, mirando al chico que pronto pareció incluso más confundido que el rubio. Johnny se preguntó, qué había pasado. Daniel no volteó a verlo después de eso.
—Quizás y los ángeles solo lucen como nosotros. Ya sabes, tan ordinarios, que incluso no tienes tiempo para notarlo. Quizás y, sin querer, alguna vez le gritaste a uno de esos ángeles, cuando iba camino a casa.
Ante el recuerdo de las palabras de su madre, en aquella época en la que ella lucía una sonrisa en su rostro, y él todavía mudaba sus dientes leches. Johnny se encontró, por primera vez, pensando en LaRusso como un ángel.
N/A: Hola, desde anoche que quería escribir pero como cayeron relámpagos me quedé dormida jsjsjs. Y después durante el día también comenzaron a caer, así que recién ahora me puse a escribir. Como el aire era de melancolía, termine este capítulo con melancolía. Ya, que en el siguiente por fin se habla del festival, Bobby está más amigo de Daniel y Johnny escuchará atentamente lo divertido que es LaRusso, mientras extrañamente sostiene un helado y un montón de chucherías en sus manos.
Re el spoiler. Ah. Pero, me di cuenta que a veces los padres también suelen tener los antojos o los síntomas, y me pareció divertido (?) Usar eso aquí, ya que como la vida tiene sus matices tristes, pongamolés felicidad a estos chicos ;( además será como otra conexión chiquita B)
Gracias por leer 💕
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