¿que paso ayer?
Holaaaa.
Continuación del cap anterior.
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Los primeros rayos del sol me despertaron. El calor de la luz se sentía pesado sobre mi rostro, pero algo más también me pesaba. Intenté moverme, pero un peso en mi pecho me lo impidió.
Abrí los ojos lentamente, parpadeando para adaptarme a la claridad, y ahí estaba Lucy, dormida, con la cabeza apoyada sobre mí. Tenía el cabello revuelto, la respiración suave y estaba completamente envuelta en una manta que, de alguna manera, también me cubría a mí.
"¿Qué demonios…?" pensé, mi cerebro aún nublado por el alcohol.
Con el corazón acelerado, levanté un poco la manta. Suspiré aliviada al ver que ambas estábamos vestidas. Jeans, camisetas... todo en su lugar. Pero, ¿qué pasó anoche?
Me llevé una mano a la frente, sintiendo el martilleo de una resaca feroz. Fragmentos de la noche anterior pasaban por mi mente: el arcade, risas, luces parpadeantes, y luego…
—Mierda… —murmuré.
Lo último que recordaba era que Lucy y yo habíamos decidido tomar "solo una copa más" antes de irnos. Claramente, eso fue un error.
Intenté moverme sin despertarla, pero Lucy gimió y se removió antes de abrir los ojos lentamente.
—¿Qué… qué hora es? —preguntó con la voz ronca.
—Temprano.
Ella se frotó los ojos y me miró confundida.
—¿Por qué estoy en tu pecho?
—Buena pregunta.
Lucy se incorporó lentamente, haciendo una mueca de dolor.
—Ugh… mi cabeza —se quejó, llevándose las manos a las sienes.
—Bienvenida al club.
Se quedó en silencio por un momento, mirando alrededor del desorden en la sala: botellas vacías, vasos a medio llenar y restos de papas fritas en la mesa.
—¿Qué pasó anoche?
—Eso estaba a punto de preguntarte —respondí, masajeándome las sienes—. Solo recuerdo que tomamos al final de la noche.
Lucy frunció el ceño, claramente tratando de recordar.
—Creo que bailamos en la sala...
—¿Bailamos?
—Sí, tú insististe en hacer el paso del robot.
Me llevé las manos al rostro.
—Dios, qué vergüenza.
Lucy soltó una risita.
—Fue divertido. Luego dijiste algo sobre querer ser DJ.
—¿Qué?
—Sí, estabas muy apasionada con la idea.
Suspiré.
—¿Y después?
Lucy hizo una pausa.
—Creo que me puse a hablar de cosas tristes y tú me escuchaste. Luego terminamos en el sofá… claramente.
Ambas nos miramos, tratando de procesar la información.
—¿Crees que hicimos algo estúpido? —pregunté con cautela.
Lucy arqueó una ceja.
—¿Como qué? ¿Robar un banco?
—No. Ya sabes… algo más personal.
Ella me miró divertida.
—Pau, estamos vestidas. Creo que estamos seguras.
—Gracias a Dios.
Nos quedamos en silencio un momento, dejando que el alivio nos inundara.
—Aunque... —dijo Lucy con una sonrisa traviesa— si hubiéramos hecho algo, estoy segura de que hubiera sido increíble.
La miré con incredulidad.
—Estás loca.
—Y tú demasiado tensa.
—Bueno, no todos pueden ser el alma de la fiesta, Lucy.
Ella se levantó tambaleante.
—Voy a necesitar café. ¿Tú también?
—Por supuesto.
Lucy empezó a caminar hacia la cocina, pero se detuvo y se giró.
—Pau...
—¿Qué?
—Gracias por quedarte anoche.
—No iba a dejarte sola.
Ella sonrió suavemente antes de desaparecer en la cocina. Me quedé sentada en el sofá, con la cabeza aún latiendo, pero al menos con la certeza de que, a pesar del desastre de anoche, Lucy estaba bien. Y eso era suficiente por ahora.
Lucy y yo tomamos café en silencio al principio, dejando que el aroma fuerte nos despejara la cabeza. Con cada sorbo, el dolor de cabeza retrocedía un poco.
—Gracias por el café —dije, rompiendo el silencio.
—Gracias por no dejarme morir en mi propio desastre —respondió Lucy con una sonrisa torcida.
Sonreí.
—Bueno, estuvo cerca.
Ella rió suavemente, y por un momento todo se sintió más ligero. Hablamos un poco más, temas ligeros sobre música, anécdotas tontas de la noche anterior que sí recordábamos y planes para el resto del día. Finalmente, me despedí.
—Nos vemos pronto, Lucy.
—Espero que sí, Pau. Y, oye... gracias otra vez.
Asentí y salí del departamento con una sensación de alivio. Pero esa calma no duraría mucho.
Cuando llegué al hotel, el caos comenzó. Apenas crucé la puerta de la habitación, mis hermanas Daniela y Alejandra me miraron con expresiones burlonas.
—Miren quién volvió del paseo de la vergüenza —dijo Dany, riendo.
—Oh, no, no fue un paseo de la vergüenza —intervino Alejandra—. Fue el paseo de la perdición.
—¿Qué demonios están diciendo? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Vamos, Pau. No intentes negarlo —dijo Dany con una sonrisa maliciosa—. Solo mira esos chupones en tu cuello.
Parpadeé, confundida.
—¿Qué?
—Sí, chupones. Varios, y bien marcados, debo decir —añadió Alejandra, acercándose para inspeccionar.
—No... no es posible. Están inventando.
—Pau, esto no es una broma —dijo Dany con un tono más serio—. Deberías revisarte.
El pánico comenzó a instalarse en mi pecho. Rápidamente corrí al espejo del baño y tiré de la camiseta hacia un lado.
Ahí estaban.
Dos grandes y oscuros chupones en mi cuello.
—¡No, no, no! —gemí, tocándolos como si eso pudiera borrarlos.
—Te dije que no era broma —gritó Dany desde la habitación.
—¡Dios mío! ¿Qué pasó anoche? —susurré para mí misma, sintiendo que el suelo se desmoronaba bajo mis pies.
Empecé a frotar los chupones con desesperación, pero no desaparecían.
—¡Esto no puede estar pasando! —grité.
Alejandra apareció en la puerta del baño, riendo.
—¿Intentando borrar la evidencia, Pau? Buena suerte.
—¡No pasó nada! —insistí—. ¡Lo juro!
—Claro, claro —dijo Dany, asomándose también—. Solo te faltan las marcas de uñas en la espalda.
—¡Cállense las dos!
—Tranquila, hermana. Al menos alguien se divirtió anoche —se burló Alejandra.
—¡No pasó nada! —repetí, casi desesperada.
Pero mientras me miraba en el espejo, el recuerdo vago de risas, roces y cercanía me dejó helada.
¿Qué demonios había pasado anoche?
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Pau llegó a la casa de Lucy casi sin aliento, con el corazón latiendo a mil por hora. Apenas Lucy abrió la puerta, su expresión relajada contrastaba con el caos interno de Pau.
—Pau... ¿estás bien? —preguntó Lucy, sorprendida por su entrada abrupta.
—¡¿Qué pasó anoche?! —soltó Pau sin preámbulos, con la voz cargada de urgencia.
Lucy parpadeó, todavía adormilada.
—Eh... tomamos un par de tragos, luego fuimos al arcade, jugamos un rato... ¿Por qué?
—¡No, no eso! —exclamó Pau, señalándose el cuello—. ¡Mira esto!
Lucy frunció el ceño y se inclinó para observar los chupones oscuros en el cuello de Pau.
—Whoa... vaya. ¿Quién te hizo eso?
—¡Eso es lo que quiero saber! —Pau se llevó las manos al cabello, desesperada—. ¡¿Qué demonios pasó anoche, Lucy?!
Lucy se cruzó de brazos, confusa.
—No recuerdo haber visto a nadie cerca de ti. ¿Seguro que no te tropezaste con una aspiradora gigante?
—¡Esto no es una broma!
Lucy suspiró, rascándose la cabeza.
—Mira, Pau, de verdad no lo sé. Lo último que recuerdo es que estábamos riendo como idiotas en el parque.
Pau apretó los labios, intentando mantener la calma.
—A ver... entonces explícame esto —señaló con un gesto brusco sus propios chupones—. Porque yo no lo entiendo.
Lucy se encogió de hombros.
—Ni idea.
—¡Dios! Esto no puede estar pasando...
Entonces, Pau se quedó observando a Lucy, algo encajando en su mente.
—A ver, espera. —Se acercó a Lucy y la miró fijamente—. Dame un segundo.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así? —preguntó Lucy, nerviosa.
—Muéstrame tu cuello.
Lucy frunció el ceño.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Hazlo!
—Pau, estás siendo un poco intensa...
—¡Solo hazlo! —insistió Pau.
Lucy suspiró, empujando su cabello hacia un lado. Pero parecía que algo seguía cubriendo parte de su cuello.
—Espera...
Pau, sin pedir permiso, se acercó y movió el cuello de la camiseta de Lucy. Ahí estaban.
Varios chupones oscuros cubrían su piel, perfectamente ocultos por su cabello.
—¡No puede ser! —gritó Pau, horrorizada—. ¡Tú también tienes!
Lucy se miró en el reflejo de una ventana cercana, sorprendida.
—Vaya... ¿quién me...?
—¡Eso es lo que quiero saber! —replicó Pau, con los ojos desorbitados—. ¡¿Qué hicimos anoche?!
Lucy se quedó en silencio, intentando recordar.
—No lo sé... pero... —se detuvo, con una chispa de risa en los ojos—. ¿Y si fue entre nosotras?
—¡¿Qué?! —exclamó Pau, escandalizada—. ¡¿Estás loca?!
—Bueno, parece una posibilidad.
—¡No! ¡Eso no pasó!
—¿Estás segura? Porque honestamente... —Lucy hizo una pausa, tocándose el cuello—. No me molestaría.
—¡Dios mío! —Pau se tapó la cara, negándose a procesar lo que acababa de escuchar—. Esto no puede estar pasando...
—Relájate, Pau. Al menos si fue entre nosotras, no es el fin del mundo, ¿o sí?
—¡Sí lo es! —exclamó Pau—. ¡Tengo que encontrar una explicación lógica para esto!
Lucy soltó una risa suave.
—Buena suerte con eso.
Pau suspiró, su mente aún enredada en el caos de la noche anterior. Esto apenas comenzaba.
Lucy frunció el ceño, viendo cómo Pau caminaba nerviosa de un lado a otro por la sala.
—¿Qué haces? —preguntó Lucy.
—Pienso... Tiene que haber algo que nos aclare esto —dijo Pau, con desesperación en la voz—. ¿Hay cámaras en el pasillo?
Lucy arqueó una ceja.
—¿Cámaras? ¿Qué eres, una agente del FBI?
—¡Lucy, en serio! —exclamó Pau, mirándola fijamente—. Por favor dime que hay cámaras.
Lucy suspiró.
—Sí, creo que sí. Dame un segundo.
Se levantó, fue hasta su escritorio y encendió su laptop. Pau la siguió, todavía con el corazón en la garganta. Lucy tecleó con rapidez y accedió al sistema de seguridad del edificio.
—Listo. Vamos a ver... —murmuró mientras navegaba por las grabaciones.
El video comenzó a reproducirse. Ambas se inclinaron hacia la pantalla, observando con atención.
—Mira, ahí estamos entrando... —señaló Pau.
El video mostraba a Lucy y Pau llegando al departamento, riendo y apoyándose la una en la otra para no caerse.
—¿Por qué estamos tan... juntitas? —preguntó Pau, frunciendo el ceño.
—¿Tal vez porque estabas medio borracha? —sugirió Lucy, divertida.
—¡No estoy hablando de eso!
Lucy se encogió de hombros. El video continuó hasta el momento en que ambas entraron al departamento y la puerta se cerró tras ellas.
—Y ahí termina... —dijo Lucy, haciendo una mueca—. No hay nada más.
—¡Genial! —Pau lanzó las manos al aire—. Ahora nunca sabremos qué pasó.
Lucy se recostó en la silla, cruzándose de brazos.
—¿Y qué si fuimos nosotras?
Pau se quedó helada.
—¿Qué?
—Si nos hicimos esos chupones... ¿qué problema habría?
Pau abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron. Lucy la miró fijamente.
—Digo, no es como si fuera el fin del mundo.
Pau apretó los puños.
—No lo entiendes...
—¿Qué no entiendo?
Pau respiró hondo, sintiendo un nudo en el estómago.
—No es solo eso... Es que yo... ya no creo en esas cosas.
—¿Qué cosas?
—En el amor.
Lucy parpadeó, sorprendida.
—¿De dónde viene eso?
Pau tragó saliva, intentando mantener la compostura.
—Tuve una relación muy complicada. Creía que era amor, pero me destruyó. Me mintieron, me manipularon... Me hicieron pensar que yo era el problema.
Lucy la miró con seriedad.
—Eso suena horrible.
—Lo fue. —Pau se abrazó a sí misma—. Me tomó mucho tiempo salir de eso. Y desde entonces... simplemente decidí que no quiero volver a sentirme así.
Hubo un largo silencio.
—Pero eso no significa que todas las relaciones sean así —dijo Lucy suavemente—. No todos son como esa persona.
Pau negó con la cabeza.
—No puedo arriesgarme.
Lucy apoyó una mano en su hombro.
—Oye, si pasó algo entre nosotras... no te estoy diciendo que signifique algo grande. Solo digo que tal vez no deberías castigarte tanto.
Pau suspiró, agotada.
—Es que no quiero complicaciones, Lucy.
—¿Y si no lo complicamos? —preguntó Lucy con una sonrisa suave—. Podemos ser dos personas que se hicieron chupones y ya.
Pau soltó una risa nerviosa.
—Eso suena ridículo.
—Bueno, bienvenida a mi vida —bromeó Lucy.
Pau salió de casa de Lucy con la mente hecha un desastre. Caminó con pasos frenéticos hacia el hotel, el frío de la mañana ni siquiera le rozaba la piel. Estaba furiosa consigo misma, con Lucy, con el universo entero. La vergüenza de los chupones en su cuello era insoportable, pero lo que realmente la atormentaba era no recordar nada.
Entró al lobby y allí estaban Ale y Dany, sentadas en el sofá. Ale la vio y una sonrisa burlona apareció en su rostro.
—Miren quién regresó de su walk of shame —dijo Ale, cruzando las piernas con actitud.
—No estoy de humor, Ale —gruñó Pau, apretando los puños.
—Claro que no, porque alguien pasó una noche interesante. ¿Quién diría que Lucy tiene ese lado salvaje?
Dany soltó una risa, pero Pau no lo soportó.
—¡Cállate de una maldita vez!
Ale arqueó una ceja.
—Tranquila, tigresa. Solo digo lo obvio. ¿O vas a negar esos lindos chupones?
Pau sintió cómo la ira subía por su cuerpo como un incendio.
—¡No pasó nada!
—Claro, claro... —dijo Ale con sarcasmo—. ¿Y los chupones son por el aire?
—¡No es asunto tuyo!
—¿Sabes cuál es tu problema, Pau? —Ale se levantó, poniéndose frente a ella—. Te crees la gran cosa, pero eres una cobarde.
Pau dio un paso adelante, su pecho rozando el de Ale.
—¿Perdón?
—Sí, escuchaste bien. Te encanta ser la mártir, la víctima de tu propia vida. Pero ¿sabes qué? Nadie te puso en esa prisión. Tú solita cerraste la puerta y tiraste la llave.
—¡No sabes nada de mí!
—Sé que siempre corres. Siempre huyes cuando las cosas se ponen difíciles.
—¡No es cierto!
—¡Claro que sí! Estás huyendo ahora mismo.
—¡Maldita seas!
La rabia nubló la visión de Pau, que no pensó antes de lanzar el primer golpe. El puño chocó directo en el rostro de Ale, haciéndola tambalear.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —gritó Ale, devolviéndole un golpe al estómago.
Dany corrió hacia ellas.
—¡Ey, paren!
Pero Pau estaba fuera de sí. Golpeó a Ale en la mandíbula, haciendo que cayera al suelo. Ale se levantó de inmediato, con la furia ardiendo en sus ojos.
—¿Eso es todo lo que tienes, Pau? —se burló, limpiándose la sangre de la boca.
—¡Te voy a destruir!
Se lanzaron la una contra la otra como dos bestias salvajes. Los golpes eran brutales, secos, llenos de odio. Pau sintió cómo su mano se entumecía, pero no se detuvo.
—¡Basta! —gritó Dany, intentando interponerse.
Recibió un empujón de Pau que la tiró al suelo.
—¡Dany, aléjate! —gritó Ale, esquivando otro golpe de Pau.
Pau la tomó del cabello y la estampó contra la pared. Ale reaccionó con un codazo en las costillas, haciendo que Pau soltara un gemido de dolor.
—¡Te odio! —gritó Pau, lanzando otro golpe directo a la mejilla de Ale.
Ale, con el labio partido y la respiración agitada, la empujó contra el sofá y se lanzó encima de ella, golpeándola sin parar.
—¡Ya basta, por favor! —suplicó Dany, con lágrimas en los ojos.
Pero ninguna de las dos escuchaba. Ale estaba a punto de golpear nuevamente cuando Pau le agarró el brazo y la volteó, quedando encima.
—¡Pau, para! —gritó Ale con desesperación—. ¡Por favor, basta!
La súplica de Ale rompió algo en Pau. Se quedó inmóvil, con el puño levantado y temblando. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y sus manos ensangrentadas.
—¿Qué... qué he hecho? —susurró Pau, con la voz quebrada.
Ale respiraba con dificultad, su rostro cubierto de moretones y sangre.
Dany se acercó lentamente, temblando.
—Ya, Pau... por favor.
Pau se dejó caer al suelo, sollozando.
—No puedo... no puedo más...
Ale, con el cuerpo adolorido, se arrodilló a su lado.
—Yo tampoco quería esto... Pero tienes que dejar de huir.
Pau levantó la mirada, sus ojos llenos de culpa y desesperación.
—No sé cómo.
Ale la abrazó, ignorando el dolor.
—Empieza por quedarte. Por dejar de pelear contigo misma.
Las lágrimas de Pau mojaron el hombro de Ale, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que había una salida.
Dany llevó a Pau a su habitación después de limpiar a Ale, quien insistió en que estaba bien. A pesar de los golpes visibles, lo más destrozado parecía ser el ánimo de Pau. Sentada en el borde de la cama, Pau observaba sus manos magulladas y la sangre seca en sus nudillos.
Dany colocó el botiquín sobre la mesita de noche y se arrodilló frente a Pau, comenzando a limpiar las heridas con algodón empapado en antiséptico.
—¿Duele? —preguntó Dany suavemente mientras pasaba el algodón por una de las cortadas.
—No tanto como debería.
—Bueno, al menos no perdiste los dientes —intentó bromear, pero Pau no sonrió.
Pau desvió la mirada, su voz quebrándose un poco.
—Lo siento, Dany. Arruiné las vacaciones.
—No me vengas con eso —dijo Dany con firmeza, tomando otra gasa—. Esto no es solo por las vacaciones.
Pau apretó los labios, sintiendo el nudo en su garganta.
—Voy a volver a casa.
Dany detuvo sus movimientos, mirándola directamente a los ojos.
—¿Vas a rendirte, entonces?
—¿Rendirme de qué? —respondió Pau con frialdad—. No hay nada aquí para mí.
—¿Y Lucy?
Pau se tensó.
—Lucy no tiene nada que ver.
Dany soltó un bufido.
—Claro, claro. Por eso te desquiciaste después de esa noche con ella.
—No siento nada por ella —murmuró Pau, aunque incluso a ella le sonó falso.
Dany suspiró profundamente.
—Pau, huir no va a solucionar nada.
—No estoy huyendo —insistió Pau, levantándose del borde de la cama—. Solo estoy haciendo lo correcto.
Dany la miró con tristeza, pero ya no insistió.
—Entonces al menos despídete bien.
Pau asintió en silencio y fue a empacar sus cosas. Colocó su ropa en la maleta sin pensar demasiado, evitando mirar a sus hermanas. Cuando terminó, se dirigió a la sala. Ale, con el rostro lleno de curaciones, estaba sentada en el sofá.
—Me voy —dijo Pau sin rodeos.
Ale la observó en silencio, pero finalmente asintió.
—¿Eso es todo? —preguntó Ale—. ¿Nada más que decir?
—Lo siento —respondió Pau, aunque sus palabras sonaron vacías—. Esto no funcionó.
Ale suspiró, resignada.
—Espero que algún día dejes de huir.
Pau evitó mirarla y salió del hotel después de pedir un taxi. Cuando el auto llegó, subió sin decir una palabra.
Se colocó los audífonos y puso música a todo volumen, intentando ahogar sus pensamientos. El paisaje urbano pasaba frente a ella, pero no podía evitar que cada lugar le trajera recuerdos.
Primero pasó frente al Arcade, donde Lucy había insistido en jugar como una niña pequeña. Luego la heladería, donde había visto su sonrisa desbordante mientras lamía el helado.
El taxi avanzó más y, para su sorpresa, pasó cerca del establo. Pau cerró los ojos con fuerza, pero la imagen de Lucy y su risa despreocupada mientras montaban a caballo seguía presente.
Se sintió abrumada por una mezcla de emociones que no quería admitir. Sus manos temblaban ligeramente, y se obligó a respirar profundamente.
—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó el taxista, notando su tensión.
—Sí —respondió Pau con voz áspera.
El auto continuó su camino mientras Pau seguía luchando contra el torbellino de emociones dentro de ella. Sabía que estaba huyendo, pero también sabía que no podía enfrentar lo que sentía. No todavía.
Estaba huyendo porque muy en el fondo Paulina sabía que se había vuelto a enamorar, se había enamorado de lucy Pero aún no lo quería admitir.
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Holaa.
¿Que opinan de lo que hizo pau?
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