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crecer.

Hola.

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Nico permanecía abrazado a Pau, con el ceño fruncido, tratando de entender algo que a sus cortos años le parecía imposible de procesar.

—¿Por qué se fue, Pau? —preguntó con la voz rota—. Lucy era buena... ella me salvó.

Pau sintió el nudo en su garganta crecer. Las lágrimas amenazaban con volver a salir, pero respiró hondo y trató de responder con la mayor dulzura posible.

—A veces... las personas buenas se van porque han cumplido su misión aquí.

Nico la miró con incredulidad.

—Pero yo todavía la necesitaba... —dijo bajito—. ¿Y tú también, verdad?

Pau tragó saliva.

—Sí, Nico. Yo la necesitaba mucho.

El niño la miró con esa inocencia que solo tienen los pequeños.

—¿Crees que... si yo me porto muy bien, la vida me deje quedarme más tiempo?

Pau sintió que el corazón se le rompía aún más, pero trató de esbozar una sonrisa.

—Creo que si sigues siendo tú mismo, eso ya es suficiente para que el mundo sea mejor.

Nico pareció procesar sus palabras en silencio. Luego, con un gesto decidido, le dijo:

—Me gustaría ser tu amigo, Pau.

Pau lo abrazó con fuerza, emocionada por la honestidad del pequeño.

—Y yo amaría ser tu amiga, Nico.

Pasaron un rato más en el cementerio, sentados junto a la tumba de Lucy. El silencio solo era interrumpido por el susurro del viento y el llanto contenido de Pau. Finalmente, suspiró y le acarició el cabello a Nico.

—Será mejor que nos vayamos, ¿no crees?

Nico la miró con determinación.

—No tengo problema en quedarme aquí horas, Pau.

Pau sonrió levemente.

—Yo sé, pequeño, pero creo que ya es hora de salir de aquí.

Se pusieron de pie y caminaron hacia la salida. Nico la abrazó una vez más antes de despedirse.

—Gracias por hablar conmigo —le dijo el niño—. Y recuerda, no te rindas. Lucy no querría eso.

—Lo intentaré, Nico.

El pequeño corrió hacia su casa, y Pau se quedó observándolo hasta que desapareció de su vista. Luego caminó hacia donde estaban sus hermanas Ale y Dany, junto con sus padres. En cuanto la vieron, la rodearon en un abrazo fuerte.

—Estamos aquí, Pau —le susurró su madre, acariciándole el cabello—. No estás sola.

Pau, entre lágrimas, les mostró la carta que Lucy le había dejado.

—No lo entiendo... solo son números y letras. Claves o algo así. Es tan típico de Lucy... siempre con sus acertijos.

Ale tomó la carta y la miró con curiosidad.

—Podemos ayudarte a descifrarlo si quieres.

—Cuando estés lista —añadió Dany con suavidad—. Sin presiones.

—¿Quieres volver a la ciudad o prefieres quedarte un tiempo aquí? —preguntó su madre, mirándola con preocupación.

Pau bajó la mirada.

—No sé... no estoy segura de querer volver a la música. Todo eso me recuerda a Lucy.

Su padre le puso una mano en el hombro.

—Entonces quédate aquí el tiempo que necesites, Pau.

—Podemos visitarte regularmente —ofreció Ale con una sonrisa—. O mejor aún...

—Podríamos quedarnos contigo —interrumpió su madre, sorprendiendo a Pau.

—¿Qué?

—Claro —dijo su padre, sonriendo—. Podríamos tomarnos unas vacaciones a tiempo indefinido en el pueblo.

Pau los miró, incrédula.

—¿Harían eso por mí?

—Por supuesto —respondió su madre—. Eres nuestra hija. No hay nada más importante.

Pau rompió a llorar, abrazándolos con fuerza.

—Gracias... gracias por no dejarme sola.

—Nunca lo haremos, Pau —le dijo Dany con ternura—. Somos familia.

Pau, aunque destrozada por el dolor, sintió por primera vez una chispa de esperanza. Sabía que Lucy siempre viviría en su corazón, y aunque su ausencia era devastadora, no estaba sola para enfrentar el camino.
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La primera semana fue un tormento. Pau no dormía, no comía, y apenas hablaba con su familia. Su único deseo era estar en el cementerio, junto a la tumba de Lucy. Los días pasaban lentos y oscuros. Ale y Dany se turnaban para acompañarla, pero sus esfuerzos parecían inútiles.

—Pau, por favor, come algo —insistía su madre, dejando un plato de sopa frente a ella.

—No tengo hambre —respondía Pau, con la mirada fija en el suelo.

—Lucy querría que te cuidaras —susurraba su madre, pero Pau se levantaba y salía sin decir una palabra, rumbo al cementerio.

La segunda semana trajo una noticia inesperada: el incendio había sido causado a propósito. La policía investigaba, pero aún no tenían sospechosos claros. Pau apenas reaccionó a la noticia; su dolor seguía siendo más fuerte que cualquier indignación.

La tercera semana, algo cambió. Ale entró al cuarto de Pau con su teléfono en la mano.

—Mira esto —dijo, mostrándole la pantalla.

—¿Qué es? —preguntó Pau sin mucho interés.

—Twitter. Los fans de la banda están preguntando por qué desaparecimos del reality.

—Que Rudy les explique —respondió Pau secamente.

—Eso no es todo —añadió Dany, entrando también con su teléfono—. Siguen pensando que tú y Lucy estaban juntas.

Pau frunció el ceño.

—¿Qué?

—Mira estas fotos —dijo Ale, mostrándole imágenes sacadas del reality. En una, Lucy la miraba con una sonrisa que iluminaba su rostro; en otra, Pau y Lucy estaban abrazadas, riendo.

—Eran momentos genuinos —susurró Pau, conmovida—. Ni siquiera sabían...

—Exacto. Pero la gente lo veía —dijo Dany—. Siempre hubo algo entre ustedes, y ahora los fans no paran de hablar de eso.

Pau, por primera vez en semanas, esbozó una pequeña sonrisa.

—Lucy odiaba las cámaras... pero ahora todos la recuerdan así, feliz.

Ale asintió.

—Creo que eso es algo bonito, ¿no?

Pau tomó el teléfono de Ale y empezó a leer algunos comentarios:

"Pau y Lucy eran goals. Las extraño juntas 💔"
"¿Por qué cancelaron el reality? ¡Queremos más Pau y Lucy!"
"Esa sonrisa de Lucy solo era para Pau. No me lo pueden negar."

Las lágrimas comenzaron a llenar los ojos de Pau, pero esta vez no eran de puro dolor. Había algo más ahí, una mezcla de nostalgia y gratitud.

—Supongo que al final... la gente sí la conoció como yo la conocí —dijo Pau, con voz temblorosa.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Dany.

Pau respiró hondo.

—Un poco. Creo que voy a intentar comer algo... pero solo si me dejan elegir el postre.

Sus hermanas rieron, aliviadas.

—Hecho. Escoge lo que quieras —dijo Ale, abrazándola.

Esa tarde, aunque el dolor seguía presente, Pau sintió que daba un pequeño paso hacia la sanación. Lucy siempre estaría en su corazón, pero ella aún tenía una vida por delante.

Esa tarde, Pau estaba en la sala junto a sus hermanas. El ambiente seguía cargado de tristeza, pero había algo distinto en los ojos de Pau: una chispa de vida que no habían visto en semanas.

—¿Podrían conseguirme un piano? —preguntó de repente, rompiendo el silencio.

Ale y Dany se miraron, emocionadas.

—¡Claro que sí! —dijo Dany, casi saltando del sillón.

—Te vamos a conseguir el mejor piano —añadió Ale, sonriendo—. Papá se va a volver loco de felicidad.

Y así fue. En cuanto su padre escuchó la noticia, hizo varias llamadas desesperadas hasta encontrar un piano en el pueblo vecino. Esa misma noche, el instrumento llegó a la casa, perfectamente afinado.

—Aquí está, hija —dijo su padre con una sonrisa nerviosa—. Espero que te guste.

Pau se quedó de pie frente al piano, en silencio. Su familia la observaba desde la distancia, temiendo decir algo que pudiera romper el momento. Pau respiró hondo y finalmente se sentó en el banco.

—No esperen mucho —murmuró, deslizando los dedos por las teclas.

La primera melodía fue simple, apenas unas notas vacilantes. Pero entonces Pau cerró los ojos y empezó a tocar con más seguridad. La melodía se convirtió en la canción favorita de Lucy. La voz de Pau se alzó, temblorosa al principio, pero pronto se llenó de emoción.

"I can’t help falling in love with you…"

Las lágrimas empezaron a correr por su rostro. La voz se le quebraba, pero siguió cantando. Su pecho ardía de dolor, y cada palabra era un homenaje a Lucy.

Al terminar la última nota, Pau sollozó descontroladamente. Golpeó las teclas con el puño.

—¡¿Por qué, maldita sea?! —gritó al cielo—. ¡¿Por qué ella?! ¡¿Por qué no yo?!

Su familia permaneció en silencio, conmovida. Fue su madre quien se acercó. Se sentó en el banco junto a Pau y la tomó en sus brazos, como cuando era niña.

—Ya basta, Pau —le susurró, acariciándole el cabello—. La vida es una mierda, sí. Pero tú sigues aquí, ¿entiendes? ¡Sigues aquí!

—¡No quiero seguir sin ella! —lloró Pau—. No puedo.

—Sí puedes. Porque si hay algo que Lucy te enseñó es que eres fuerte. ¿O qué? ¿Vas a dejar que su muerte te destruya? ¿Eso es lo que ella querría?

Pau sollozó más fuerte, aferrándose a su madre.

—Ella era mi todo…

—Lo sé, mi amor. Y siempre va a ser parte de ti. Pero ahora tienes que honrarla de la única manera que sabes hacer: viviendo.

Pau respiró hondo, temblorosa.

—Quiero volver a la música —dijo finalmente, con la voz quebrada—. Tengo una canción en mente.

Ale y Dany, que habían estado escuchando desde la puerta, se acercaron emocionadas.

—¡Eso es lo que queremos escuchar! —dijo Ale, abrazándola—. Te vamos a ayudar con todo.

—Cuando estés lista, nos dices y hacemos que tu canción suene por todos lados —añadió Dany.

Pau asintió, todavía con lágrimas en los ojos.

—Gracias... por no dejarme caer.

Su madre le besó la frente.

—Siempre estaremos aquí, Pau. Y Lucy también está contigo, aunque no la veas.

Pau miró el piano una vez más. Esa noche, algo dentro de ella empezó a sanar. Lucy siempre viviría en su música.
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Al amanecer, Pau tomó una profunda decisión. Se levantó temprano, se vistió con ropa sencilla y caminó hacia el cementerio. El aire fresco de la mañana acariciaba su piel mientras los pájaros cantaban. El trayecto se le hizo corto; su corazón sabía exactamente a dónde debía ir.

Al llegar, se detuvo frente a la tumba de Lucy. La tierra seguía fresca, y las flores que había dejado unos días antes comenzaban a marchitarse. Se arrodilló y tocó la tierra con suavidad, como si pudiera sentirla al otro lado.

—Hola, Lucy —susurró con la voz quebrada—. Aquí estoy de nuevo.

El silencio del cementerio la envolvía, pero Pau sentía que Lucy la escuchaba.

—He estado pensando en muchas cosas... —continuó—. Sigo rota, ¿sabes? Duele... duele muchísimo. Pero no puedo seguir hundida. Tú no querrías eso, ¿verdad?

Se limpió una lágrima que rodaba por su mejilla.

—Decidí volver a la música. Mañana regreso a la ciudad y empezaremos las giras de nuevo. Será duro... porque tú no estarás ahí, riéndote en los ensayos o gritándome desde la primera fila.

Pau tragó saliva, tratando de controlar el nudo en su garganta.

—Pero voy a hacer algo, Lucy. Tal como te prometí, no le voy a esconder al mundo que te amo. Que te amé, que te amo y que siempre te amaré. —Su voz temblaba—. Vas a estar en cada nota, en cada canción, en cada maldito escenario. Porque tú eres mi música, Lucy.

La brisa movió las hojas de los árboles, y Pau sintió un extraño calor en el pecho.

—Sé que suena loco... pero voy a buscarte siempre en las estrellas. Cada vez que mire al cielo, sé que estarás ahí, brillando para mí.

Se quedó en silencio unos segundos, dejando que las lágrimas fluyeran libremente.

—Eres, fuiste y siempre serás el amor de mi vida —dijo finalmente, con una mezcla de tristeza y determinación—. Gracias por todo, Lucy. Por amarme, por salvar a ese pequeño, por ser tan increíble. Nunca te voy a olvidar.

Pau cerró los ojos y besó la tierra como si pudiera besarla una última vez. Luego se levantó con una nueva resolución.

Antes de irse, se dirigió a la casa de Nico. El pequeño estaba jugando en el patio delantero cuando la vio llegar.

—¡Pau! —gritó emocionado, corriendo hacia ella.

—¡Nico! —dijo Pau, agachándose para abrazarlo—. ¿Cómo estás?

—Bien... pero te extrañé mucho.

Pau sonrió y le revolvió el cabello.

—Yo también te extrañé, campeón. Vine a despedirme.

—¿Te vas? —preguntó Nico, con un puchero—. ¿Por qué?

—Tengo que volver a la ciudad para hacer música. Pero siempre voy a recordarte, ¿de acuerdo?

Nico la miró con ojos brillantes.

—¿Vas a hacer una canción de Lucy?

Pau tragó saliva y asintió.

—Sí, Nico. Lucy siempre estará en mis canciones.

El niño sonrió con inocencia.

—Eso es bueno. Así nunca se va a ir del todo.

Pau sintió que su corazón se encogía.

—Exacto, pequeño sabio.

Nico la abrazó con fuerza.

—¿Volverás a visitarme?

—Claro que sí. Prometido.

Se separaron, y Pau le dio un último beso en la frente.

—Cuida mucho de este pueblo, ¿vale?

—¡Sí! ¡Seré el guardián del pueblo! —dijo Nico, haciendo una pose heroica.

Pau rió, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo.

—Eres el mejor, Nico.

Con el corazón lleno de emociones encontradas, Pau se despidió de Nico y caminó hacia su familia, que ya la esperaba para regresar. Había mucho dolor todavía, pero también un rayo de esperanza. Lucy siempre estaría con ella, iluminando su camino, como una estrella eterna.

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Holaaaa.

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