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Capitulo único

Amor.

Dicen que el amor es solo uno y que los humanos, que todo lo simplificamos para poder entenderlo, lo separamos en categorías. En decenas de categorías. Pero él no conoció ninguno más que el primordial, el amor de sus progenitores que se le fue dado desde dos extremos. La estricta mano materna y la despreocupada mano paternal. Fue amado entonces, pero entorno a él había un vacío de afecto. Como si el amor de sus padres hubiera sido un huracán en torno a su persona. Quizás se debía a que no nació del amor que se supone deben tener un hombre y una mujer antes de traer un niño al mundo. Él no existiría si no fuera por la obsesión casi enferma de su madre, por contraer matrimonio con un hombre que conoció siendo un niño y que no entendía lo que ella le estaba proponiendo a esa pierna edad. Y que aun después de decirle en su cara que pensó que aquella oferta tenía que ver con comida y no con una boda, ella insistió en que cumpliera su promesa de pedir su mano. Una promesa infantil.

Milk y Gokú no se amaban. Sus querian, pero no se amaban. Su padre tuvo que haber desarrollado afecto y dependencia hacia esa mujer que resolvía los aspectos más triviales de su vida de manera diligente, acomedida. Y ella terminó resignándose a que no tendría la vida que imaginó junto a ese hombre, al que no iba a renunciar por muchas razones entre ellas su orgullo. Fue una princesa que se pensó destinada a desposarse con un hombre más fuerte que su padre y que le brindaria una vida de lujos y privilegios como la que su progenitor le concedió desde su nacimiento. No podía conformarse con menos. No podía admitir que se había equivocado, que no era amada. Sin embargo, en algo coincidían sus padres y era en esa ingenuidad e ignorancia que los mantenían en un lazo que los podía hacerse considerar felices, pero que no logro enseñar a él, su hijo, lo que era el amor.

Gohan, medio sumergido en sus reflexiones, miraba por la ventana los últimos preparativos de la boda y suspiraba. Todos vendrían, también él. Se apartó del cristal, se sento en el borde de la cama de esa habitación prestada, se quito las gafas y recordó.

El primer afecto nacido genuinamente en él fue por su maestro. Era muy pequeño y en esos tiernos años de infancia el apego brotó a raíz de la ausencia de su padre que hasta entonces no era tan distinto a cualquier otro padre. Gohan creía que fue el descubrir su origen lo que cambió a Goku, su padre, y su vida para siempre. Su figura paterna se desvaneció dejando ese puesto vacante y que fue llenado por la persona que menos hubieran imaginado. El que hasta entonces fue considerado un villano se transformó en demasiadas cosas para él.

Piccolo no fue solo su mentor, esa figura poderosa que lo convirtió de un niño lloron a un fuerte guerrero, fue también su mejor amigo, su modelo a seguir. La persona que admiraba más porque así como Piccolo era, distante, estricto, mordaz y otras tantas cosas, era la única persona que realmente lo comprendía. Piccolo se convirtió en la suma de todos los afectos, de todos los amores. Un amasijo de sentimientos palpitantes como el corazón de una joven ave que abre el vuelo por primera vez. Algo tan puro, honesto y desinteresado con lo que Gohan pudo vivir en paz hasta la adultez.

El tiempo lo cambia todo. El conocimiento nos corrompe. El sentimiento de amor vasto y cándido de la infancia se fue matizando con los deseos de la carne. Tomando una forma que involucraba pasiones y deseos que revoloteaban bajo su pie como allá en lo profundo de sus pensamientos y su corazón. A diferencia de sus padres, Gohan fue educado de la escuela su mente se abrió a muchas cosas además de las ciencias. Comprender como aquello que nació de manera inocente se había convertido en algo exaltante fue para él bastante confuso, pues entendía que ese amor era antinatural por más de una razón. Tal vez incluso inmoral considerando los roles que Piccolo cumplió desde su infancia hasta su adolescencia. Sin embargo, esos roles no fueron algo que Piccolo escogiera, sino los que él le asignó de forma unilateral.

Tanto, tanto amor en su corazón Gohan no lo podía contener y un día en secreto de todos fue por él a esos paramos áridos donde le gustaba permanecer. Piccolo lo escuchó consultar por ese sentimiento que estaba conteniendo, sin juzgarlo. Pero le dió una respuesta que fue para Gohan como una estocada en el alma. Ahí donde el dolor se ramifica y perdura sin cura, sin tregua. Piccolo le dijo no sabia de amor como los humanos, pues no le era necesario a su especie. Sí generaban lazos fraternos, de simpatía y demás, pero amor, de ese amor que él como un niño incauto le fue a mencionar, de ese amor, Piccolo no sabía nada. En su naturaleza no estaba el deseo, la pasión; nada.

Gohan hubiera preferido no oír eso nunca y no haber desarrollado ese sentimiento jamás. Las cosas eran como eran y no podían modificarse. Asustado hizo de cuenta que ese día nunca sucedió y actuó como si nunca hubiera confesado lo que sentía, algo que su admirado maestro imitó. Parecía que habían hecho un pacto, un acuerdo silencioso de fingir que nada estaba pasando que todo seguía exactamente igual. Así la vida de Gohan tomó el curso que tomaría la vida de cualquier joven de ese planeta y Piccolo continuaría con su existencia tal y como hizo toda su vida. Un tanto apesadumbrado, después de revivir ese momento en sus recuerdos, Gohan se levantó para ir hasta el espejo. Contempló su reflejo revestido como un novio y soltando largo suspiro torno su expresión dura y serena.

Tal vez solo se confundió. No hubiera sido extraño que así fuera considerando la vida que tuvo que llevar debido a la naturaleza de su padre y su historia familiar. Su familia. Mientras acomodaba la corbata se preguntaba qué hubiera sucedido si Piccolo hubiera experimentado lo mismo por él y se lo hubiera hecho saber aquel día. El como su madre hubiera tomado esa noticia te provocaba una risa amarga y dulce. A ratos la idea de que su madre se retorciera un poco al verle feliz con ese ser, en lugar de con la mujer adinerada con la que estaba a punto de encontrar matrimonio, le provocaba un oscuro placer. En ocasiones creía que le tenía un poco de resentimiento esa mujer. Solo en ocasiones. Qué hubiera pasado de haber sido correspondido o de haber intentado serlo, era algo que ya no tenía sentido pensar, pero no podía evitar considerarlo.

Estaba listo. Todo estaba listo. Los invitados habían llegado y habían ocupado sus puestos. También había llegado él. Gohan lo sintió como lo sentía de niño merodear su casa u observarlo desde lejos. Lo invitó porque sintió que Piccolo tenía que estar ahí. Tal vez albergaba una pequeña esperanza. Una ridícula esperanza como ridículo le parecía haber dado otra connotación a la condescendencia con la que él lo trataba. Se sabía especial para su maestro. Único. Pero de nada servía. Al menos no como él quería. Terminando de acomodarse la ropa dejó la habitación para ir a esperar a su esposa allá en el altar que había levantado en aquel hermoso jardín.

La marcha, él en el altar, Videl al final de la alfombra del brazo de su padre y su cabeza saturada de reflexiones. Lo miraba a unos metros del lugar de la ceremonia, bajo los árboles. Siempre distante, con esa fachada tranquila que en esta oportunidad, por primera vez, lo estaba alterando. Su madre que estaba a punto de estallar de la alegría de que su hijo finalmente obtuviera una buena posición social por medio de sus ricas porfa, la familia ignorante de todo lo que lo atribulaba, los amigos incapaces de sospechar lo que pasaba por su corazón y Videl, esa mujer que sería su compañera, un sustituto y una sentencia. No la odiaba por supuesto. Le agradaba como a su padre le agradaba a su esposa, como a su madre le agradaba su marido ¿Se podía ser feliz así? En la ignorancia se podía ser feliz, sin duda.

Pero durante todo el tiempo que esa ceremonia duró, Gohan busco de un indicio, un gesto, cualquier cosa que le permitiera escapar de ese momento. Terminar con ese absurdo...

—¡No!— exclamo antes de la pregunta, de esa pregunta que cerraría todo cual guillotina— No puedo, ni quiero, casarme contigo Videl. Yo amo a alguien más...

Ese momento paso por su cabeza, pero en lugar de exclamar esas palabras una lagrima solitaria bajo por su mejilla y respondió:

—Acepto...

La ceremonia siguió su curso y al acabar lo miró otra vez, pero en esa ocasión como diciendo: "todo terminó" y esos ojos negros, en respuesta, parpadearon ento una vez. Después de eso Gohan lo vio abrir vuelo sin llamar la atención. Por un instante Gohan creyó que la había ido solo a cerciorarse de que esa boda se llevara a cabo, pero ¿Por qué a Piccolo iba a importarle que esa ceremonia se efectuara? Sonríendo resignado, Gohan decidió ignorar la desgarradora de respuesta a la que llegó.

Él no amaba como lo hacen los humanos, pero su amor mutó también. Se transformó en algo demasiado problemático. Algo con lo que no estaba dispuesto a lidiar y en lo que no quería arrastrar a ese muchacho.

—Asi es mejor, Gohan— murmuró Piccolo en su vuelo.

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