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44. Interrogatorio

GEORGINA

—¿Por qué crees eso? —la voz de Kresten se rompió. Y su caricia, que había sido suave en mi mejilla, se detuvo.

Intenté tomar aire, pero me fue complicado.

—Encontré una mochila de tela con unas gafas de sol y una mascarilla idénticas —expliqué, como pude, mientras me llevaba las manos a la frente de nuevo—. Ha estado comprando muchas cosas caras y le dio un sobre con billetes a mi padre. No... no era mucha cantidad, pero...

Apenas podía respirar. Su expresión se tornó sombría al tiempo que su piel palidecía.

—Joder... —masculló Kres. Se apoyó en la pared con un brazo mientras con la otra mano intentaba mantener la toalla atada a su cintura— ¿Y la chica que iba con él?

Había sopesado esa opción y había pensado en Sandra, por muy descabellado que pareciera, ya que la chica del atraco era mucho más alta que la novia de mi hermano. Aun así podría ser cualquiera, ya que yo no conocía a todas las amigas de Arnau.

—No lo sé —dije—. No conozco a ninguna chica rubia. Quizá era una peluca, yo qué sé.

Kresten endureció la mirada. Yo no sabía qué hacer ni qué pensar. ¿Qué iba a contestar si me preguntaban por él?

—Georgina, esto es muy serio. No tengo ni idea de si eso son suficientes pruebas, pero si ha sido él...

No lo dijo en voz alta, pero ambos sabíamos de lo que estaba hablando: si había sido Arnau, iba a tener que buscarme un buen abogado que me defendiera a mí también. Éramos familia y yo le había dado el dinero. Bajo amenazada de arma de fuego, pero se lo había dado. ¿Me acusarían de haber pactado el crimen con él?

Y no solo eso. ¿Qué diría papá? ¿Qué haría mamá? Ahora que por fin mi familia estaba recomponiéndose, todo eso nos acabaría hundiendo para siempre.

Me iba a explotar la cabeza si seguía pensado en todas las posibilidades de lo que podía pasar. En mi hermano entre rejas.

Creí que iba a desmayarme.

—¿Lo reconociste? —me preguntó Kresten, que me sacó de mis pensmientos— Durante el atraco, ¿pensaste que podía ser él?

Negué con la cabeza. No pensé que podía haber sido mi hermano hasta que encontré la mochila de tela con las gafas y la mascarilla. Arnau siempre había sido un niño amable y risueño. Durante unos años fue el alma más bondadosa de mi vida. Pero nuestra familia se torció y él se perdió, incapaz de enderezarse.

—Arnau no es capaz de hacer eso —estaba aterrorizada, pero no podía dejar de pensar que mi hermano no haría algo así.

Era un buen chico, después de todo. No iba a joderse la vida así.

Ese era justo un buen momento para que alguien me dijiste qué debía hacer. Si buscar a mi hermano y esconderlo o rezar para estar equivocada. Porque de verdad que no creía que fuera capaz de hacerlo, pero hacía mucho tiempo que mi hermano ya no era el que solía ser.

—No vamos a decir nada —dijo Kresten como un ángel respondiendo a mis plegarias—. Georgie, no les hables de tus sospechas y deja que ellos saquen sus propias conclusiones.

—¿Por qué?

—¿Tienes pruebas contundentes?

Negué ante su pregunta.

—Entonces no nos metamos en líos que no conocemos aún —continuó—. Tu hermano es un crío, ¿de dónde va a sacar un arma?

—¡No lo sé y esa parte me preocupa! —exclamé, algo aterrada por su pregunta.

Él hizo un gesto con las manos en un intento de tranquilizarme.

—Georgie, si... si fuese él, encontraremos el modo de defenderle, y a ti también porque no has tenido nada que ver. ¿Verdad?

No había acusación en su mirada, solo convencimiento, como si pretendiese que, al escucharme a mí misma, encontrara algo de paz.

—Verdad.

Y me llené de lágrimas.

—No quiero que le pase nada a mi hermano —añadí, porque sentía que el suelo se abría bajo mis pies cada vez que pensaba en que realmente pudiese ser culpable.

Kresten tragó saliva, me acarició el pelo y me abrazó. Escondí la cabeza en él y mis lágrimas se mezclaron con las gotas que aún había en su pecho.

—No nos precipitemos, ¿sí? —su voz y él me estaba sujetando al borde del precipicio. Otra vez. ¿Cómo se las apañaba para aligerar tanto el peso de mi corazón?—. No hay suficientes evidencias aún.

Mis temores no se fueron, pero su tono consiguió que mi pulso se estabilizase un poco. Me separé de él y limpió mis mejillas. Me dedicó una sonrisa en la que me pareció ver amor.

Kresten no mantuvo mucho más el equilibrio y se sentó de rodillas en el suelo, todavía con la toalla en la cintura y los cabellos envueltos en una toalla.

—Estás muy gracioso —me reí, dentro de mi nerviosismo, porque necesitaba pensar en otra cosa antes de ponerme histérica de nuevo—. Pareces una señora con esa toalla en la cabeza.

Él se miró a sí mismo y esbozó una mueca orgullosa.

—He aprendido a ponérmela bien. Antes se me caía.

—Tienes pinta de estar a punto de gritar que vas a pedirle el divorcio a tu marido como no te lleve a un balneario este fin de semana —bromeé.

—¡Oye! —se quejó.

Estallé en carcajadas temblorosas, tenía el estómago revuelto, pero no lo podía soportar. Porque no quería dejar ir más lágrimas, así que me dejé llevar entre risas desesperadas.

Mi hermano no podía hacer eso.

«Piensa en otra cosa».

—Y le vas a quitar la custodia —añadí—. Y el coche.

—Eres malvada —dijo y agarró la toalla que llevaba como un turbante en su cabeza. La lanzó por los aires y sus cabellos largos y mojados cayeron en cascada sobre sus hombros.

Hubiese contenido el aire por lo atractivo que era si no hubiese estado tan alterada.

—Y me lo vas a dar todo a mí —seguí bromeando. Kresten contraatacó a mis burlas con cosquillas.

No me fue nada fácil sobrevivir a ese día, porque todo a mi alrededor me hacía pensar en Arnau.

Tuvimos una mesa redonda con tres escritoras de novela negra esa tarde. Se sentaron junto a la fuente de Apolo y Dafne de la terraza superior y llenaron el espacio de risas. Al parecer, deshacerse de un cadáver les resultaba cómico.

Que probaran a deshacerse de la idea de que tu hermano es un delincuente.

Como siempre, alguien de la cafetería se paseaba entre los lectores del público para repartir dulces que, normalmente, solían ser galletas. Alex subió esa tarde y me ofreció una galleta de dulce de leche.

—¿Ya has aprendido cómo ocultar un crimen? —bromeó y estuve a punto de atragantarme.

—Aún no —le respondí cuando dejé de toser.

«Y espero que no me haga falta».

—Lástima —chasqueó la lengua y se alejó para seguir con su trabajo.

Dormí con Kresten esa noche, porque estaba demasiado inquieta como para que mis amigas no hiciesen preguntas, y yo no quería darles explicaciones. Al menos no por el momento. Una parte de mí, la que creía que mi hermano nunca haría algo así, sabía que los remordimientos me acompañarían durante años si escampaba rumores sobre él que no eran ciertos.

La escribí a Arnau, necesitaba verle y hablar con él. Esa vez en serio, sin indirectas ni rodeos. Me dijo que tenía que estudiar y que ya hablaríamos en otro momento.

Cuando llegamos a la comisaría a la mañana siguiente, tenía unas ojeras que, gracias al maquillaje, no se veían en mi rostro, pero estaban. Si seguía teniendo problemas para dormir, toda esa situación acabaría pasándome factura de verdad. Aunque debía admitir, que dormir con Kresten a mi lado hacía la noche mucho más llevadera.

Kresten fue citado después de mí, por lo que le pidieron que se quedara en la sala de espera.

—Todo irá bien —me prometió en susurros antes de darme un beso corto y tranquilizador.

Ojalá fuera verdad.

El agente que me guio hasta la sala de interrogatorios parecía no estar teniendo un buen día. Llevaba el ceño arrugado y, una vez me pidió que me sentase en la mesa de la sala, se marchó cerrando la puerta de un golpe violento que me hizo estremecer.

No pude hacer otra cosa que abrazarme a mí misma y seguirle con la mirada a través del cristal de la sala.

Iba a matar a Arnau por eso. Si de verdad había sido él y me metía en un lío por su culpa, iba a matarlo con mis propias manos. Apreté los puños porque tenía ganas de morderme las uñas.

—¿Cómo se encuentra, señorita González? —una voz femenina me hizo voltear. No me había percatado de que la sala tenía otra puerta, desde la que, una mujer de mediana edad se acercaba a mí.

—Bien —contesté, de inmediato.

Y me levanté, empujada por el estatus y la cordialidad.

—Soy la agente Herrero. Siéntate, por favor.

Me dedicó un saludo serio que se mantuvo amable al tenderme la mano, y se sentó frente a mí, con una carpeta de papeles. Junté las manos sobre mis rodillas y las apreté, en un intento de contener mis nervios.

Ella habló:

—Le pedimos que viniese para hacerle unas preguntas sobre la investigación que se está llevando a cabo sobre el atraco en el que usted fue víctima y testigo. ¿Está de acuerdo?

Asentí. Ella también lo hizo y, de manera casi protocolaria, leyó en un papel que sacar de la carpeta:

—¿Sigue trabajando en la sucursal de Via Laietana?

—No.

Se apoyó sobre la mesa y me miró con sorprendente interés.

—¿Por qué?

Tragué saliva. La opción de esconder el motivo por el que dejé el banco no me pareció la mejor. Había venido a hablar del atraco en el banco y era normal que me preguntaran por mi trabajo, ¿no?

No lo habían hecho la primera vez.

—Tuve algunas discrepancias con el director de la sucursal —confesé.

—¿Qué tipo de discrepancias?

—Abusos de poder.

Ella arqueó las cejas, como si mi declaración la hubiese sorprendido.

—¿Qué tipo de abusos?

Le expliqué el tipo de llamadas que el señor Serra me daba casi cada tarde, así como el trato diferente que tenía conmigo.

—¿Podría decirme cuando empezaron estos episodios fuera de horario laboral?

—Hace un año.

—¿Y alguna vez le pidió que hiciese algo fuera de los protocolos bancarios?

—Sí.

—¿Y siguió usted sus órdenes?

—No. Dimití al día siguiente.

La policía asintió. Hizo una breve pausa, y se mantuvo pensativa durante unos minutos.

—¿Se sintió usted empujada a vengarse por esto? —sus palabras me helaron la sangre—. Es normal que quisieses algo de justicia. Algo de beneficio por todo lo que hacías.

Mis temores se hicieron realidad y me negué a caer en su juego. Mi insisto de supervivencia trabajó más rápido de lo que había previsto:

—Yo estaba satisfecha con mi trabajo y reporté estos abusos a recursos humanos antes de dimitir. No tengo nada que esconder.

Ella se tomó unos segundos para observarme. Analizó cada centímetro de mi cara, buscando surcos, mentiras o respuestas. No tenía nada más que dudas, porque si sospechaban de mí, tal vez habían llegado a Arnau.

—¿Qué relación mantiene usted con el Kresten Kaas?

—¿Qué tiene que ve él en esto?

—Estaba allí el día del atraco y ayudó mucho —dijo ella relajando su expresión.

Le sostuve la mirada, casi desafiante, pues no entendía a donde estaba intentando llegar con esa afabilidad repentina.

—Nada —dijo—. No te preocupes, era simple curiosidad porque os he visto entrar de la mano. Hacéis una pareja bonita. Paso a la siguiente pregunta—. ¿Qué recuerda del hombre que atracó el banco?

Me contuve para no apretar los puños, pero durante unos segundos, sentí que el mundo dejaba de sonar. ¿Qué si recordando algo del hombre que atraco el banco?

Recordaba que podría ser mi hermano. Que no reconocí su voz, ni su olor, ni siquiera su presencia.

«No respires hondo. No dejes que crea que esconder información».

Así que invoqué a mi máscara del banco. Esa que siempre me había funcionado tan bien para contener mis nervios.

—Era moreno... —dije, sosteniéndole la mirada con decisión— llevaba gafas de sol y mascarilla. No sé nada más.

—¿Recuerda haber visto a alguien con esas características visitar la sucursal en los días anteriores?

Me mordí el labio y forcé mi memoria, pero no encontré a nadie nítido con esas características en mis recuerdos. Entraban muchos clientes al día en la sucursal y solía recordar mejor las gestiones que me pedían hacer que sus rostros o nombres. Procedió a hacerme preguntas sobre la mujer, pero fueron bastante escuetas.

—¿Sabe usted que el señor Serra fue despedido después de su queja?

—No... No lo sabía. Nunca recibí una contestación.

«Dios mío, ¿podrían creer que intenté quitármelo del medio?», ese simple pensamiento hizo que sintiese que no podía respirar.

—¿Podría decirme si notó a alguien de su entorno comportarse de una forma extraña, durante los días anteriores y posteriores a al atraco? Con entorno me refiero a, algún cliente, compañero de trabajo, amigo... familiar.

—No. Y me estoy sintiendo incómoda con estas preguntas, así que voy a tener que pedirle que no me haga más sin presencia de un abogado.

—Tranquila —hizo una pausa—. No la estoy acusando.

—Bien, porque fui yo a la que amenazaron con un arma. Y fue a mi novio al que pusieron una pistola en la cabeza.

La agente Herrero se cruzó de brazos, y después de otro largo silencio, me dedicó un gesto de aprobación.

—Hizo bien al elevar la queja —contestó, tomándome por sorpresa. No supe que contestar, así que asentí y ella continuó hablando—: Muchas gracias por su tiempo, señorita González. Volveremos a llamarla si necesitamos hacerle más preguntas.

La agente Herrero se levantó y me acompañó a la salida de la sala, donde por fin pude respirar de nuevo. Todo mi cuerpo temblaba, me recorrían sudores fríos que amenazaban con hacerme perder el equilibrio. Le había plantado cara a una policía. Estaba gratamente sorprendida de mí misma. Y aun así, creí que iba a marearme, hasta que vislumbré a Kresten, que esperaba fuera. Me dio un cálido abrazo y dejó un beso en la frente cuando me uní a él.

—Estoy aterrada —le susurré, casi inaudible, cuando llegué a su altura

—Todo va a ir bien —susurró—. Espérame aquí.

Esperé durante la media hora más larga de los últimos años. Intenté leer en mi libro digital, pero no pude concentrarme en una sola frase, ya que las ideas se entremezclaban en mi cabeza sin sentido alguno.

Le escribí a mi hermano de nuevo, pidiéndole que viniese a verme o que me dijese cuando estaría en casa o en la universidad para que pudiese ir a hablar con él. Leyó el mensaje y contestó con un simple emoticono que alzaba el dedo índice, que me irritó.

Georgina [11:30 AM]:

Ya basta, Arnau. Dime cuando vamos a vernos. Necesito hablar contigo ya.

Arnau [11:33 AM]:

¿Pero qué te ha dado ahora?

Estoy en la uni. Luego me paso por tu trabajo.

Volví a mi libro, pero de nuevo, fue imposible concentrarme. Me abracé a mí misma, intentando esconder el nerviosismo que me invadía y que, en la sala de espera de la comisaría, no parecía mi mejor aliado.

Cerré los ojos unos instantes. «Te estás montando una película. Hablarás con Arnau y verás que todas tus sospechas tienen otras explicaciones».

Me levanté y me senté junto a la vitrina de la ventana, al menos, algo de luz del sol me iría bien para reconfortarme un poco.

Una sombra me tapó el sol al cabo de unos minutos. Abrí los ojos y me topé con la mirada ensombrecida de Kresten, que me analizó durante unos segundos.

—¿Cómo ha ido? —pregunté ante su consternación.

—Bien —no lo parecía—. Pero esa agente me ha sacado de quicio con su pasivo agresividad.

Me tendió la mano y salimos de la comisaría con los dedos entrelazados.

Ninguno habló durante el trayecto, que estuvo acompañado de frío, sol y nubes grises, perdidas, que solo existían entre nosotros. ¿Por qué estaba tan serio? ¿Qué le habían preguntado?

Estuve a punto de preguntarle cuando lleguemos a The Bookclub café, pero él se adelantó.

—Tranquila, no me han preguntado por Arnau.

Aquí tenéis el capítulo 44. Siento muchísimo haber tardado tanto en subirlo y os prometo que no voy a tardar tanto para el siguiente.  Como muy tarde, lo subiré este fin de semana.

Se me ha liado la vida ultimamente porque, no sé si lo habéis visto, pero voy a publicar Club de lectura para días grises en papel a través de Amazon. El libro saldrá el día 13 de mayo y estoy liadisima con la publicación.  Me encantaría que me siguieráis en instagram (noelstephanie_) porque es donde estoy subiendo toda la información y los avances que voy haciendo en el proceso. Ahora mismo estoy revisando la corrección del primer libro y eso me está llevando tiempo. 

La novela ha pasado por edición de contenido y ahora por corrección de estilo y ortotipográfica. El mes que viene empezamos con la maquetación y estoy muy entusiasmada.

Estoy super contenta por el camino que está tomando este proyecto, todo oyque hemos logrado desde que empezaron Hal y Laia. Ya os adelanto, que los planes para que Kres y Georgie lleguen al papel están en marcha. Así que siento la demora, pero espero que esto me disculpe un poquito jajaja. 

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Tenéis alguna teoria?

Mil gracias por leer, 

Noëlle 


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