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Treinta y seis


—¿Estás comiendo bien? —La voz femenina sonó a través del altavoz de su móvil—. ¿Tienes tu refrigerador lleno?

Harry le sonrió a la pantalla y asintió, por poco le muestra lo que compró para su despensa, con tal de que ella estuviera tranquila.

—Si mamá, todo en orden, te lo prometo —murmuró, acomodando sus piernas sobre el sofá—. De hecho acabo de ir a traer lo que me faltaba.

—Ojalá me estés diciendo la verdad, jovencito —musitó su progenitora, devolviéndole la pequeña sonrisa—. Te veo más delgado y eso me preocupa.

—Relájate, me estoy alimentando bien —aseguró, subiendo el volumen de la video llamada—. No te preocupes por eso.

—¿La renta de tu departamento?

—Cubierta —Levantó el dedo pulgar hacia arriba.

—¿Servicios?

—Pagados.

La mujer suspiró, acomodando su cabello. Su instinto maternal siempre estaba presente y trataba de estar cien por ciento pendiente de su hijo.

—Te doy puntos por sonar convincente y porque sé que eres independiente —constató, con un dejo de nostalgia—. Y lo mas importante, ¿cómo vas con la escuela?

Harry le enseñó su perfecta dentadura, en una sonrisa amplia.

—Bien, de hecho ya he juntado bastante dinero —espetó, emocionado—. Quizá pueda aplicar el examen de admisión para el siguiente ciclo.

Sienna chilló entusiasmada, de igual forma le sonrió a la cámara frontal de su celular.

—¡Eso es increíble! Me alegro mucho, corazón —exclamó, fascinada—. Tú padre quería hablar contigo ayer en la noche, pero sabemos que trabajas hasta tarde.

—Sí, el club es muy demandante —El menor reiteró—. Entre semana es más tranquilo, pero los fines son un desastre.

—Me imagino, y peor aún si dices que es de los más visitados ahí en Manhattan —añadió, inflando las mejillas—. Por cierto, ¿qué pasó con el compañero molesto que me contaste?

Oh, eso.

Por supuesto que su madre estaba enterada de todo lo que Louis le había hecho desde que entró al bar, a través de mensajes y llamadas le platicó gran parte de las disputas que tuvo con el castaño y las razones por las cuales ocurrieron. 

Sin embargo, claramente reprimió varios pormenores que en aquel entonces, ella no debía saber porque lo iba a sermonear; como sus besos esporádicos en el auto, sus encuentros ocasionales y su repentina buena voluntad en ciertos aspectos.

Hasta el momento, Sienna tenía conocimiento de que Louis era un bartender que le hacía la vida imposible a su hijo. Quizá merecía una actualización de lo que estaba pasando ahora entre su retoño y su insensato compañero de trabajo.

Pero Harry no sabía como empezar, su boca se abrió y se cerró tres veces antes de poder estructurar algo más que solo un "me terminó gustando".

—Uhm, digamos que mejoramos nuestra relación laboral —farfulló, e hizo eso de tallarse la nariz con su dedo índice—. No somos amigos pero creo que encontramos un equilibrio.

—¿Ah sí? —Ella entrecerró los ojos y ladeó la boca—. ¿Cómo fue que llegaron a eso?

El rizado pasó saliva y su manzana de adán se marcó al subir y bajar.

—Eh... lo platicamos, y ya sabes... concluimos que sería mejor para ambos llevar una sana convivencia —mintió, bastante mal—, lo convencí de ser aliados, algo como una tregua...

La ceja derecha de Sienna se arqueó.

Ella había procreado a ese muchacho que parecía su clon en masculino, lo conocía de pies a cabeza y sabía leer e interpretar todas sus expresiones; no podía engañarla fácilmente, le vio un destello de rubor en las mejillas cuando abrió el tema de su fastidioso colega.

—Interesante, supongo que es por el bien de su trabajo —expuso y apoyó el teléfono sobre un florero, recuperando así la movilidad de sus manos—. ¿Entonces ya no se mete contigo?

—No —carraspeó, golpeándose el pecho con su puño—. Ya no, creo que entendimos que ambos necesitábamos ese empleo y....

—Espera —Le interrumpió, arrugando el entrecejo—, tengo una pregunta.

—Dime.

—¿Por qué hay un muchacho en ropa interior recargado en la barra de tu cocina?

—En mi... ¿Qué? —consiguió tartamudear.

No podía ser.

Harry palideció, todos los colores en su rostro se fueron y su cuello se torció al voltear al sitio que su madre mencionó.

En efecto, había un chico bastante conocido, comiendo con toda quietud una manzana robada del frutero que el ojiverde tenía en su cocina.

Estaba sonriendo con egocentrismo, escuchando la conversación privada que Harry llevaba a cabo con su madre en la sala de su apartamento, yacía con el torso descubierto y solamente llevaba puesto su bóxer color negro; el cabello lo tenía mojado, se notaba que así como se salió de bañar, solo se había secado el cuerpo.

Louis se sentía con la seguridad suficiente de andar de tal modo en la casa de Harry, después de dos semanas enteras durmiendo en su cama.

Porque sí, desde aquella noche tan interesante que compartieron, así como Louis salía de su trabajo cuando le tocaba el turno vespertino, iba a buscarlo a las puertas del bar, esperando a que saliera para hacerle compañía hasta su departamento. En cambio, cuando debía cubrir por la mañana, descansaba en su propia casa y más tarde se transportaba al club.

Lógicamente, entre sus despedidas alargadas y apasionadas, terminaban cediendo a su necesidad de estar juntos. Y no precisamente a estar desnudos debajo de las sábanas, podían presumir que hubieron algunos días en los que ambos estaban tan cansados para la actividad física, que sencillamente se recostaron a ver la televisión hasta que el sueño les llegó. Por desgracia, el mayor golpeó a Harry dos veces en el brazo porque no dejaba de roncar y le causaba conflicto para conciliar el sueño. 

Con todo eso en mente, Harry tardó segundos en reaccionar.

—¡Aguarda! —Le pidió a su madre con los ojos a punto de botarse por sus cuencas y ella asintió, acogida por el pasmo.

Se mordió la lengua para no gritar y lo primero que hizo fue presionar el botón que desactivaba la cámara.

—¡Qué carajo estas haciendo! —gruñó, dejando el móvil sobre la mesa de centro—. ¿¡Cómo se te ocurre!?

—Estoy comiendo una manzana —aclaró el ojiazul con obviedad e hizo un movimiento de muñeca—. ¿No ves?

Un tic nervioso resaltó en el ojo del rizado. Tal vez, en un día no muy lejano, le iba a dar un paro cardíaco con todas las idioteces que el castaño hacía. Su madre no tenía por qué presenciar tal espécimen y menos en esa incómoda circunstancia.

—¡Inepto! —clarificó, levantándose del sofá y caminó descalzo hasta quedar frente a él—. ¿¡Es que acaso no ves que estoy en video llamada!?

Louis aflojó los hombros, masticando pacíficamente.

—Ajá, ¿qué tiene? —balbuceó, con la boca llena.

Harry se la palmeó, chocando los dedos con sus labios entreabiertos y el otro se quejó.

—¡Ella te vio en ropa interior! —cacareó con escándalo—. No puedo creerlo, ¿ahora que se supone que le diga?

—Que la persona que te jodía en el trabajo ahora te jode también de otra manera —habló con sorna y recibió otro manotazo sobre su boca, de la que casi sale una risita divertida—. ¡Deja de hacer eso!

—¡Largo de aquí! —gruñó desesperado y señaló hacia el pasillo—. Ponte ropa, degenerado.

—Que mal genio, ya me voy, de todas formas se me hace tarde —El mayor puso los ojos en blanco y finalizó con su manzana, dándole un último mordisco—. Payno y Z me están esperando.

Louis tenía planes muy puntuales para su día de descanso esa semana, lo había tomado en un jueves por dos razones muy importantes.

La primera, era que necesitaba visitar a sus amigos para hablar sobre algunas cosas que estaban creando turbulencia e inquietudes en su lazo afectivo; le prometió a Liam explicarle a detalle lo que estaba ocurriendo con su establecida decisión de asistir con la psicóloga, pues no era extraño que el ojimiel se asombrara con la atinada iniciativa y aunque ya se imaginaba que podría estar pasando, no quería idealizar escenarios o inventarse motivos equivocados.

La segunda, era que su primer cita con dicha profesional, era justamente ese mismo día por la tarde, y la compañía de Styles se había vuelto primordial para dar ese paso.

Aunque antes que nada, ocupaba conversar unas horas con Malik y Payne para resolver también un par de dudas existenciales que le nacieron a raíz de aceptar, hasta cierto límite, sus sentimientos positivos hacia Harry.

Quería el consejo de una pareja con la madurez, que a él le faltaba en ese aspecto.

—¡Pues ya ve! —El ojiverde apretó su mano con fuerza, lidiando con lo caliente de su rostro por la vergüenza que le hizo pasar.

—Que bonito, tenemos un tomate —Y el contrario siguió echándole leña al fuego—. ¿Qué tal si te hago puré?

—Me caes tan mal a veces —dijo tajante, a punto de empujarlo por la espalda para que se fuera a la habitación.

—Punto para mí —tarareó, triunfal.

Seguido de ello, Tomlinson trazó con sus dos manos, el contorno de las piernas níveas en las que realizó chupones unos días atrás, sintiendo la piel erizarse bajo su dócil toque. 

De verdad, tenía una obsesión con la parte baja del cuerpo de Harry.

—Vete a poner ropa —rogó el menor, enganchándose provisionalmente al cuello de Louis—. Déjame terminar la llamada.

Con tremendo caos en la sala del apartamento, Louis esbozó una pequeña sonrisa juguetona y le dio un pico sobre los labios, un roce suave y huidizo.

Aunque el más afectado con ese tipo de acciones inesperadas y sutilmente mimosas era Harry, el castaño no podía negar la calidez que sentía en el pecho y el cosquilleo en la boca de su estómago, cada que le entregaba un pedacito más de esa parte que a nadie le había dado el derecho de ver.

Le era extraño, pero le brotaba sin poderlo controlar.

—¿Dejé algún pantalón aquí? —preguntó el ojiazul, descansando sus caricias la cintura opuesta.

—Creo que sí, uno de mezclilla, lo eché a lavar con mi ropa —Le informó, intentando recordar la localización exacta de la prenda—. Búscalo en el armario, segundo entrepaño y si no está ahí, en el tercer cajón.

Louis solo aceptó la indicación, alejándose del chico que tenía una plática pendiente. Se giró para regresar por dónde vino y Styles no pudo evitar estudiar con detenimiento la silueta de su huésped recurrente.

—Tomaré una de tus camisas —avisó, antes de internarse en la habitación. 

—¡No la de Guns N' Roses!

—La de Guns N' Roses será la elegida — confirmó y de un portazo, desapareció detrás de las paredes hechas de block.

Harry se sobó la frente y una de sus sienes, en serio lo iba a sacar a patadas de su morada, apenas estaba aprendiendo a manejar su esporádico estilo de vida.

Avanzó hacia el sofá, brincando el antebrazo y se sentó cómodamente en el almohadillado. Agarró su teléfono celular y recuperó la llamada con su progenitora, pudo ver que estaba recargando el mentón sobre su mano, con la vista fija en un punto detrás de su móvil. Harry supuso que estaría mirando la televisión, pues no podía oír nada gracias a que ella, si había desactivado su micrófono.

Y él no.

—Ya regresé, discúlpame —murmuró, sosteniendo el aparato a la altura de su rostro para enfocarse—. ¿Qué me decías?

Sienna regresó su atención al menor y su expresión perdida en el espacio de un programa muy malo de reality show, cambió a una llena de compresión hacia su retoño.

—Ya no recuerdo —comentó, con una sonrisita curiosa en los labios—. ¿Quién era él?

Harry tosió ruidosamente, en un vago intento de ganar tiempo para saber que responder.

—No es lo que estás pensando —Se recompuso, rascándose la nuca.

—¿Y que podría estar pensando? —agregó, divertida.

—No sé, pero sea lo que sea, no es así.

Su madre se rio bajo y con cautela, tampoco quería comprometerlo.

—Solo pregunté quién era —masculló, escondiendo decentemente lo que alcanzó a oír a través de la bocina—. ¿Amigo tuyo?

—Algo así.

—Bueno, solo dile a tú amigo que no ande así por tu piso, yo no quiero encontrarme con ese tipo de imágenes cada que te llame —Le dijo con sarcasmo y se abrazó a sí misma al cruzar los brazos con fingida molestia.

Harry se quería morir, deseaba que la tierra se lo comiera y lo escupiera en Júpiter de ser posible, en Saturno, en cualquier planeta dónde nadie pudiera ver lo sonrojado que se hallaba.

Él sabía de sobra que Louis y él no eran amigos, más claro que la misma agua, había todo rechazo a una amistad.

Porque diablos, se conocían cada rincón del cuerpo, dormían en la misma cama y se besaban al compartir la almohada. Se miraban recurrentemente y con eso, bastaba para entenderse sin decir una palabra, era casi tonto lo rápido que encontraron la conexión adecuada luego de una tormenta con rayos y truenos, el cómo aprendían día con día algo nuevo sobre el otro y el contarse que tal les había ido en el trabajo, se estaba volviendo parte de la rutina.

Harry se sentía volar en una nube cuando oía que el castaño había vendido más helados que sus compañeros o que un niño malcriado le había gritado cuando se equivocó al ponerle los toppings que no fueron pedidos.

Y Louis lo escuchaba atentamente, sumido en su hablar sobre los clientes groseros que pedían una canción sin siquiera decir por favor o sobre la terrible e inmensa cantidad de bebidas que preparó para ser vendidas en la noche temática de íconos en la música.

No, ellos no eran amigos, pero tampoco eran solo compañeros y mucho menos una pareja feliz.

Había un intermedio en el que ellos caminaban sin ningún lío. 

—Te llamo después, ¿sí? —Iba a huir de la encuesta, no estaba disponible para responder una lluvia de dilemas—. Tengo un par de cosas pendientes y necesito terminar...

—Está bien, amor —Y Sienna no lo iba a presionar, le daría su período de reserva—. No olvides enviarme tu número de cuenta, por favor.

—Ya te dije que en serio estoy bien, no necesito dinero...

—Y yo te estoy diciendo que me lo des, Edward —Su tono fue imperativo—. Es necesario.

—Es que yo no-...

—Harry...

El nombrado resopló, inconforme pero sin tener más la idea de desobedecer a su madre. Contra ella, no podía, no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión.

—Te lo envío por mensaje —pronunció, alzando ambas cejas.

—Y si no lo haces, te llamaré cada hora para que me lo hagas llegar —Otra vez, su voz volvió a ser amorosa—. Te llamó en un par de días, cielo.

—Sí, está bien —Sonrió, al inspirar hondo—. Te quiero, cuídate mucho.

—Y yo a ti, mi vida —Ella sacudió su palma enfrente del lente pequeño en su celular y la despedida acabó—. Y una cosita más...

—¿Qué pasa?

—No olvides quitar tu micrófono la siguiente vez —Soltó como una recomendación y le guiñó el ojo izquierdo—. ¡Nos vemos!

Ahí, ella abandonó la video llamada, apretando el botón de colgar.

Harry quedó perplejo, aturdido, escéptico. Hundió su rostro en un cojín y ahogó un grito fúrico.

Maldita sea.





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Louis tocó la puerta de sus amigos y ésta fue abierta cinco minutos después de que casi fuese tirada por su forma tan poco delicada de golpearla. Liam le regañó, le advirtió que no lo volviera a hacer y le recordó que había un timbre con el que podía llamar de forma civilizada.

Sin embargo, a pesar de eso, ahora yacían sentados en la sala y Zayn no podía creer lo que sus oídos estaban oyendo.

Era tan inusual, como si hubiesen traído a otro Louis de una dimensión desconocida y hubiesen desaparecido al de esta.

—¿Entonces hoy es tu primera cita? —inquirió el morocho, quitándose la piel muerta de los labios con sus uñas pequeñas.

—Ajá, a las cuatro —agregó, mientras perdía su tiempo aventando una pelota de tenis al techo y sujetándola al caer.

—¿No estás emocionado? —El ojimiel parecía más feliz que de costumbre—. Es decir, es un paso para ti, te va a ayudar muchísimo, te lo prometo.

Louis calló unos breves segundos, antes de otorgarle una mirada incisiva.

—¿Cuánto tiempo fuiste tú a terapia? —cuestionó, sin detener sus lanzamientos.

Liam tomó lugar a un lado de Zayn, sentándose justo adelante del sofá donde su visita permanecía recostada.

—Cerca de unos cuatro meses, no fue tanto —avaló, recargando su cabeza en el hombro de su novio—. Kate es buena en lo que hace.

—Además es muy profesional —anexó Zayn—. Ella te evalúa para encontrar la raíz del los problemas que tengas...

—¿Tú también tuviste citas con ella? —indagó el ojiazul.

Su amigo de cabello negro, negó a través de sus movimientos de cabeza.

—Acompañé a Li en todo su proceso, pero llegué a platicar con algunos de sus pacientes y todos llegaban a la misma conclusión. 

—¿Qué conclusión?

—Me decían que si no hubieran conocido a Kate, quizá se hubiesen extraviado en el rumbo —objetó con autenticidad.

Louis los miró a ambos y la pelota del tamaño de una naranja se quedó entre sus dedos.

Ese par siempre lo quiso ayudar, cuando les contó que traía cargando consigo una piedra de tamaño exagerado sobre su espalda, ellos le dieron la solución de buscar un psicólogo que tratara sus traumas, le prometieron que sería beneficioso para su existencia diaria y que con eso, iba a dejar atrás todo aquello que le atormentaba.

¿Y qué fue lo que hizo en aquella ocasión?

Se enojó, les gritó, no les dio la oportunidad de explicarse y por si fuera poco, les dejó de hablar por diez días completos, justificándose como un vil cobarde para no tratarse.

Él pensaba que una persona que asistía a consultas de esa índole, estaba loca o requería ser encerrada en un manicomio, nunca le encontró un trasfondo más apropiado, era un insulto para su forma equivocada de pensar. No creyó necesitar apoyo de una disciplina profesional para mejorar, imaginó que podría vivir con la sombra de ese dolor y ese miedo tan escabroso que lo tenía oprimido.

Pero tampoco era malo sostenerse de una mano que le brindaba auxilio.

Zayn y Liam lo querían, lo apreciaban tanto, y lo único que buscaban era verlo bien, con salud mental, con paz en su interior para continuar con su crecimiento personal. Que avanzara, que no se estancara en un pasado lo suficientemente triste para un niño, que concentrara todo eso que sentía y lo sacara de alguna manera, no tenía porque seguir batallando con el ayer.

Él también los quería, mucho.

—Les quiero pedir una disculpa —Pesaroso, sus ojos pasaban de uno a otro.

—¿Una disculpa? —El entrecejo del ojimiel se arrugó—. ¿Por qué?

Louis expulsó el aire por la boca.

—Porque cuando ustedes me quisieron ayudar, yo no los dejé por vivir encerrado en un pensamiento imbécil y hasta cierto punto, retrógrada —dijo, aceptando con simpleza su error—. Perdón, no merecían todo lo que les dije aquel día y aprecio demasiado que no me hayan mandado al carajo.

—¿Quién se acuerda de eso? —Payne expresó, sin borrar la sonrisa encantadora que poseía.

—No sé de qué hablas, Tommo —respaldó Zayn, tallándose la barbilla con dos de sus dedos—. Eso ya pasó.

—Saben a lo que me refiero —El mayor intentó una vez más—. De verdad, les pido perdón por lo idiota que me comporté, ustedes son mis mejores amigos... y los quiero mucho.

La última frase salió sin ser planeada, sólo expresó sus sentimientos tal y como los sentía.

Liam por poco llora. Eso era un enorme avance.

—Y tú el nuestro, también te queremos mucho y nunca te vamos a dejar solo, siempre vas a contar con nosotros. Por eso te repito que si no me acuerdo... —Dejó a medio terminar la oración.

—No pasó —complementó su chico.

Increíble.

Louis se rio con sorna, apretando el objeto esférico y se lo arrojó sin fuerza al dúo que le observaba con alegría.

—No esperen que les dé un abrazo —Bien, aún había una parte del Tomlinson hostil.

—No dejaría que me abraces.

—Oh, Payno, vamos...

Los tres sacaron una carcajada bofa, sin saber la razón exacta por la que se sentían tan llenos de júbilo.

—Necesito un consejo —Entonces, el ojiazul retomó otra de sus incertidumbres.

Quería escuchar opiniones.

—¿Sobre qué? —interrogó Malik, realizando un ademán—. Si me lo preguntas, separar la ropa por color para meterla a la lavadora, te ahorra peleas maritales.

Eso había descolocado a Louis.

—¿Eso qué tiene que ver? —prosiguió, con un gesto repleto de burla.

—Mi consejo es que no metas un calcetín rojo a la ropa blanca, se tiñe de rosa —Aparentemente, el morocho había hecho el descubrimiento del siglo.

Sin embargo, Liam abrió la boca sorprendido y le empujó mansamente del brazo.

—¡Por eso mi playera está de ese color! —vociferó, chocando su palma abierta sobre su propia frente—. Tenías una sola tarea, amor, una sola...

—No me culpes, creí que no pasaba nada, era solo un par.

—¡Por eso soy yo quién se encarga de lavar nuestra ropa! —Se giró sobre el sillón, en busca de verle a la cara—. Nunca más, Malik.

Louis se sintió raro al ver que la parejita comenzó a forcejear en juego, Zayn trataba de abrazar a toda costa a Liam, y éste no se lo permitía al reírse con franqueza cuando oponía resistencia.

Se le movieron las tripas... Y no, no tenía hambre.

Se acordó de que el martes pasado, Harry le hizo un berrinche por haberse comido un pastelillo que tenía guardado en su nevera. Le reclamó, diciendo que lo estaba guardando para la cena y se enojó cuando el castaño mencionó que tenía muy buen sabor.

Luego de eso, se vio en la penosa necesidad de ir a la tienda más cercana y comprar dos más, dejándolos en el mismo sitio; el rizado le había agradecido con una ración de besos en toda la cara, y embarrándole un poco de crema en la nariz.

Jodido, ¿no?

—Oigan, paren, me dan asco —farfulló, al notar que los dueños del apartamento se estaban besando—. Mis ojos son muy santos como para ver escenas que me puedan negar la entrada al cielo.

Liam se separó de Zayn, chasqueando sus bocas y botó una risa estruendosa que también provocó la de los otros dos presentes.

—¿Tú? ¿Un santo? —titubeó y agitó su cabeza de lado a lado—. Lo dice quién se la pasa manoseando a Harry.

—Cállate —recriminó, frotándose el rostro con las manos para ocultar su semblante avergonzado—. Necesito un maldito consejo.

Así que, de eso iba.

—Te escuchamos —La pauta fue dada.

Louis bajó los párpados, recargando la nuca en el respaldo del sofá y se mordió la orilla del labio. Reconoció la puta sensación de miedo viajando bajo su piel.

—¿Cómo sé si estoy enamorado? —La sencilla palabra de nueve letras, le cercenó la garganta—. Mejor dicho... ¿Cómo lo supieron ustedes?

Liam parpadeó en una secuencia rápida, mientras que Zayn, se aproximó más a la orilla de su asiento, poniendo los antebrazos sobre sus piernas.

—Solo respondan eso, ¿sí? No hagan preguntas —Louis tomó nuevamente el protagonismo—. No aún, solo quiero... quiero entender.

No abrió los ojos, no cambió su postura, se mantuvo con la cabeza tirada hacia atrás y sus manos reposaron sobre su barriga, en el punto exacto donde percibía un conjunto de fuegos artificiales, había una feria con juegos mecánicos en su interior y él tenía la noción de lo que podía representar ese tipo de evento.

Nadie tenía que saber que mientras estaba en su hora de comida, un día anterior, había buscado en el navegador la respuesta. Sus búsquedas recientes arrojaban una serie de preguntas:

"¿Qué se siente estar enamorado?"

"¿Qué es el amor?"

"¿Cómo sé si estoy enamorado de alguien?"

Pero no obtuvo las resoluciones que quiso, eran blogs que lo describían como nerviosismo, como dependencia emocional, casi cercano al delirio.

Muy demente. 

—Uhm, a ver... —Con sosiego, Liam permaneció unos instantes en silencio antes de dar su descripción—: Yo lo supe desde que lo conocí, sonará cliché, pero cuando salimos por primera vez, reconocí que no me quería ir de ahí.

Louis chirrió las muelas.

—Yo no tengo un momento preciso —Zayn comunicó, encogiendo los hombros—. Creo que yo me enamoro de Li cada día, y si tuviera que elegir un instante en el que yo noté que estaba colado hasta el alma... escogería aquella vez que le llevé un ramo de flores y él solo lloró.

Las mejillas del involucrado se encendieron, el matiz escarlata le brilló en su tez.

—¿Pero que sintieron? —recapituló, regresando su mirar al frente—. ¿Qué sienten al estar juntos?

—Tranquilidad, me siento completo —dijo el ojimiel.

—Yo siento confianza, puedo ser yo sin miedo a nada, es mi otra mitad sin duda alguna...

Tras un pequeño beso esquimal entre los novios, Louis rodó los ojos con hastío. Eran más dulces que el caramelo.

Y él, seguramente habría salido corriendo por la entrada principal, antes de admitir aquella barbaridad. No hubiera dudado en recoger sus cosas y cerrar la puerta detrás suyo, disculpándose por tener que irse de un momento a otro; tal vez haría una promesa sobre volver a tener esa conversación con ellos después, una promesa en la que cruzaría los dedos por la espalda.

Jamás se dejó enganchar, luego de reconocer que le iban los hombres y descubrir los placeres que la vida podía darle a través de un buen polvo, se juró ir por la línea de lo informal.

Hasta que el londinense apareció.

¿En dónde se iba a esconder ahora?

Supo que no quería irse a ningún lado, supo que su lugar era ahí, estaba entre unos brazos que le brindaban infinito bienestar, que lo apapachaban como si no quisieran apartarse de él y lo apretaban fuertemente, anunciando un "quédate otra vez."

Muy jodido.

—Ya... entonces, supongo que estoy enamorado de Harry —Lo dijo. En voz alta, con claridad—. ¿Y qué hago cuando se canse de mí y me bote?

El chillido que salió de Liam fue controversial, por ello Zayn se encargó de hacerlo callar, echándole un vistazo fulminante.

—Yo te puedo decir, que antes de realizar cualquier cosa con Hazz... deberías asistir a unas cuantas citas con la psicóloga —Aconsejó el morocho—, quiero decir, para estar bien con alguien, primero debes estar bien tú.

Sabio.

—Además, Harry no te va a botar —No pudo guardarse más, Payne se entrometió—: Se nota a millas que es correspondido.

Un balde de agua fría imaginario se vacío en la cabeza del mayor.

¿Harry también entendía el concepto? Aparentemente, fue muy ciego para verlo.

—Todos eventualmente se van —Hizo hincapié—. Pero él dijo que se quedaría.

¿Tenía que creerle?

—Debes darle el beneficio de la duda, no puedes seguir predisponiendo lo bueno o malo que el futuro te depare, tu mismo lo has dicho, no hay nada escrito.

Malik le entregó la réplica correcta.

—¿Estoy enamorado? —Asustado, se tronó los huesos de los dedos—. Es como... me la he pasado en su casa todos los días, desayunamos, nos hemos duchado juntos, hemos visto películas tumbados en el sofá y eso me llena de una forma que nunca había experimentado. Harry es diferente al resto, es ese chico al que puedes decirle algo lindo y se sonroja, pero también es aquel que te contesta fuerte cuando algo no le parece, tiene carácter y eso me vuelve loco. Incluso, hasta follar con él es distinto, pero no entraré en detalles con eso.

—Gracias —La verdad, ninguno quería saber sobre su vida sexual.

Como un infante, Louis les sacó la lengua.

—Como sea, me molesta pensar en que alguien más lo mire de la forma en la que yo lo hago, es precioso y no puede evitar atraer la atención de la gente, pero nadie podrá verlo como yo, para mí es un tesoro que me tardé una eternidad en descubrir pero llegó en el tiempo indicado... —susurró, mostrándose vulnerable ante las personas a las que más confianza les tenía.

—¿Te asusta sentir eso?

—Me aterra, en realidad, Z. Porque él sabe que puede hacer conmigo lo que le plazca y yo voy a seguir atrás de él. Aunque las cosas se compliquen, ahí me va a tener porque lo tengo clavado en el corazón.

Nunca había sido tan honesto en su pobre y miserable vida. O peor aún, jamás había padecido de esa clase de confusión.

Liam fue quién se puso de pie y se sentó a un lado suyo, abrazándolo en automático. Louis ocultó su rostro en el pecho ajeno, con el corazón bombeándole salvajemente.

—Tommo, déjame decirte que oficialmente... estás enamorado —Le susurró, solidarizándose con la causa.

El mencionado se aferró al torso opuesto.

—Joder.







Hola bebés, de verdad disculpen la tardanza pero como les dije en mi tablero y por facebook, los horarios con el trabajo se me están complicando mucho:(. Espero disfruten el capitulo, ya estamos entrando a la recta final de la fic. Recuerden que les amo mucho, besos. ♡
María.

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