Treinta y dos
Dedicado a:
♡ andirayito ♡ Hazzatomo91hxlt ♡ TomlinsonStyles7 ♡ -drunkbeautyqueen ♡ ginagaby14 ♡ LSstrightvodka28 ♡ jijwkeowlq♡ YahairaHerrera664 ♡
Gracias por leer, corazones.
El corazón le dio un vuelco.
Harry temblaba como una vil hoja agredida por el viento otoñal, tan frágil y quebradiza, a punto de caer e ir bajando por una corriente inevitable de viento, a la espera de encontrarse con la dura acera y ser pisada por cualquiera que transitara en el camino marcado.
Quitó la mano del pecho de Louis y quiso preguntar si había escuchado mal, si su sentido del oído le había jugado una pésima broma, si estaba soñando o si estaba en el mundo real. No se pellizcó porque eso sería demasiado bobo de su parte, pero si pensó en hacerlo.
Si acaso llegaba a ser verdad lo dicho por el ojiazul, de todas formas, ya tenía presagiada la ruta de la rancia situación.
“Y yo necesito sacarte.”
Suspiró, sin cortar la conexión en sus miradas. Seguía jodido, ahora más que nunca porque no había claridad, la nube densa de la irresolución se esparcía entre ellos, ocasionando un remolino que arrancaba sus protecciones invisibles.
—Tú… tú estás borracho Louis —balbuceó, desalentado—. Estás jugando conmigo.
Louis torció el gesto, acomplejado.
—He bebido, pero sé lo que estoy diciendo y porqué lo estoy haciendo —afirmó, disminuyendo la tensión en sus extremidades superiores—. Esto se me salió de las manos.
—¿Desde cuándo?
—¿Desde cuándo qué?
—¿Desde cuándo sabes qué esto había excedido el límite?
Louis marcó la nuez en su garganta al tragar áspero, no recordaba con exactitud la fecha, la hora ni mucho menos el suceso. No supo cuando fue que se tornó diferente, no alcanzaba a descifrarlo, todo estaba muy borroso y era complicado.
—No lo sé, simplemente ocurrió y no puedo con ello —anunció, sobándose el inicio de su cabellera y evitó a toda costa el contacto visual—. Mis propias palabras pasaron a ser un chiste.
Harry lo entendió en seguida.
—¿La no exclusividad que planteaste? —Sus ojos emitieron un destello fugaz.
—Sí, eso dejó de tener coherencia —Con honestidad, prosiguió—: Porque me jode pensar en compartirte, me jode pensar que alguien te ponga las manos encima, y me jode aún más, enojarme por eso.
Aún estaban en medio del pasillo. De hecho, Ashton había entrado segundos atrás, encaminándose al sanitario en planta baja y al verlos juntos, la opción de subir las escaleras le resultó más idónea.
Ese par necesitaba privacidad.
Y decir que Louis estaba próximo a un ataque de nervios, era quedarse corto. El pobre ya no sabía cómo explicar sus sentimientos ineptos y poco adheridos a sus creencias.
Mientras tanto, Harry dejaba que su ritmo cardiaco se disparara hasta otro universo. El castaño se estaba confesando ante él pero de una forma extraña; era como abrir una ventana y luego cerrarla de golpe, corriendo la cortina y retractándose a la vista de un paisaje lleno de flora y fauna.
Paisaje que él, podría pintar para Louis si se lo permitiera.
—Porque si a ambos nos jode lo mismo, ¿No podemos congeniar algo más allá? —Harry preguntó sin rodeos, importándole nulamente que la respuesta le cercenara el alma—. Quiero decir, puede ser que haya algo más aquí…
—No se puede porque a mí no me gusta el compromiso —Fue claro y honesto, ya estaba en el hoyo de cualquier manera—. No puedo con la idea de estar atado a alguien, no es lo mío, no me gusta ofrecer algo que voy a terminar arruinando por mi estúpida insensibilidad, simplemente no lo concibo.
Harry recibió la primera daga, un agujero en el órgano que se encargaba de mantenerlo vivo. Se abrazó a sí mismo, compungido, era obvio que no iba a conseguir nada más y aún así, estaba pidiendo una tonta aclaración.
—¿A qué le tienes miedo? —Contuvo el aliento, clavando los dientes en su mejilla interna.
Louis entrecerró los ojos, inspirando hondo.
—¿Quieres saberlo? —Se tragaría su orgullo, lo haría solo para hacerle entender por qué no podía dar más de lo que ya daba.
—Por algo estoy preguntando —soltó, descolocado hasta cierto punto—. Dímelo.
El mayor afirmó y acopió la valentía que requería.
—Me aterra el reemplazo —concedió, con la saliva atascada—. Yo no quiero estar con alguien que me prometa una vida feliz y al día siguiente me deje por otra persona mejor que yo.
El reemplazo.
Ahí estaba el trauma de Tomlinson.
Le tenía pavor a ser sustituido.
Por ende, ponía su barrera con el compromiso, le asustaba formalizar, chocaba neciamente con sus muros construidos y cuando estaba a punto de estrellarse, se frenaba para retroceder y recapacitar.
Con Harry abrió un hueco, un vano que traspasó y dónde descubrió algo novedoso, una riqueza divina que no supo como manejar, reprimiendo todo lo que brotaba en solo sexo y polvos casuales. Supo reconocer su belleza desde que lo conoció y eso también lo orilló a actuar como un patán; su miedo de ser suplido en el trabajo, se entroncó con el terror de caer en los encantos que poseía el rizado.
Y por dejarse ir como jamás en sus veintidós años, ahora tenía que escapar.
—¿Por qué? —Sin reservarse más, Harry investigó—: ¿Por qué le tienes miedo a eso?
—No tengo por qué contarte, son cosas mías —evitó, haciendo un ademán con la mano—. Confórmate con saber que no fue porque algún amor me abandonara, esto va mas allá de eso.
—Pero yo no voy a irme... a ningún lado.
—Eso no me consta.
—¿No te basta con mi palabra?
—No.
El menor no insistió, solo convino con lo mencionado. No le parecía correcto reclamar, o más bien, no había qué reclamar: no lo ataría, borraría las marcas de sus besos y seguiría con su camino.
—¿Cómo vas a sacarme de ahí? —titubeó, señalando el sitio que su mano palpó bajo su chamarra.
—Ya veré —pronunció, arrebatado—. De eso me encargo yo.
—Ya… —sonrió forzado, liberando lo retenido en sus pulmones a través de la nariz—. ¿Y cómo te saco yo?
Louis tuvo que pestañear, escéptico. Intentó tomarlo del brazo, pero el otro se movió esquivando el toque.
—Harold, no seas...
—Yo ya te escuché, ahora escúchame tú a mí —dictaminó, y el castaño se vio forzado a guardar la compostura para oírle—. Tú no sabes lo que yo también estoy sintiendo, creí que iba a ser fácil adaptarme a tu límite, ingenuamente pensé que podría seguirte el rollo sin sentir algo más que deseo por ti. Pero me puse la soga al cuello, porque a pesar de que eras un cabrón conmigo, a pesar de que siempre decías basura y tratabas de hacerme sentir mal, yo te seguí por encima de todo.
—No estabas obligado a hacerlo —El mayor curvó su ceja en automático—. Bien pudiste dejarlo.
—No era tan sencillo... terminaste gustándome en serio —Su voz fue más tenue, casi dolida—. No sé qué pasó, pero tu también te metiste en mi corazón, solo que yo no tengo la intención de sacarte, puedes vivir ahí sin pagar renta.
Una broma lamentable.
—Yo no te puedo dar lo que tu quieres —refutó, cerrándose a la oportunidad—. Lo lamento, no puedo.
—No te lo pediré.
—Que bueno, porque no es posible.
Harry lo aceptó, conteniendo las lágrimas por pura dignidad.
Y Louis terminó huyendo de la casa de Michael, sin avisarle a nadie.
El rizado se quedó trabado, admitiendo ser el primer soldado caído en esa guerra. Todo se había podrido desde que asumió estar colado hasta la raíz por Louis.
Le gustaba, mucho.
No podía decir que estaba enamorado, porque ni siquiera sabía describir lo que le ocurría cuando lo veía, cuando lo besaba o lo tocaba... pero estaba seguro de estar fuera de la raya preestablecida.
Era desgarrador el saber que no habría un mañana, no existiría un tal vez.
Permanecería a la deriva en una estación abandonada, dónde el último tren que estuviese por partir, no tendría un asiento libre para él.
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Harry llegó a su casa a las tres de la mañana con diecisiete minutos.
Después de haber ganado mil novecientos cincuenta dólares en la subasta y una cena que no disfrutó por estar sepultado en su mente extraviada, un chico llamado Peter lo llevó hasta la entrada del complejo habitacional dónde rentaba.
Se despidió amablemente, le texteó a Liam avisándole que ya estaba en su casa y dejó de compartirle su ubicación en tiempo real.
La noche en el club se le había hecho estrepitosa y pesada, sus shows fueron una bazofia comparada a los que había dado hasta el día anterior. Pero no podían pedir mucho, Zayn le dijo que hiciera lo que pudiera, entendía por completo la tempestad y como compañeros, le mostraron su apoyo.
El dúo le dijo que Louis no había querido hablar de nada con ellos, no respondía los mensajes y sus últimas conexiones en redes sociales fueron cuando se retiró de la reunión.
Harry estaba preocupado, intentó comunicarse con él por teléfono; solo timbró una vez y le saltó a buzón de voz. Pensó en ir a su casa luego de su cita amistosa, solo para asegurarse de que todo estuviera bien y que el castaño se encontrara sano y salvo.
Sin embargo, el morocho se le adelantó, ya que al salir de trabajar se montó con su novio en la motocicleta y juntos emprendieron el viaje hacia la vivienda del implicado.
Según lo contado por llamada, no había rastro del mayor ahí. Los chicos tocaron la puerta, el timbre, intentaron asomarse por las ventanas y no, la oscuridad a través de las cortinas indicaba que su morada estaba sola. No quisieron sacar conclusiones pesimistas, el ojimiel hizo su aporte al comentar que tal vez Louis solo se había ido a terminar de embriagar en algún bar de mala muerte y su celular se había quedado sin batería.
Payne y Malik se dedicaron a recorrer los lugares que Louis frecuentaba mayormente; a esa hora, llevaban tres de los cinco sitios que posiblemente podrían contar con su presencia.
Y no, no estaba en ninguno de ellos.
Harry subía los escalones cabizbajo, intentando hacer memoria sobre dónde había guardado los patines que usaba cuando era unos años más joven. En una de esas, le quedaban todavía y así podría ir a recorrer las calles en busca del castaño, no iba a estar tranquilo quedándose en casa.
Pero eso no fue necesario.
Porque lo primero que se le apareció cuando llegó a su piso, fue un Louis tirado en el suelo, con la espalda recargada en la puerta cerrada de su apartamento y el portero del edificio discutiendo con él.
—Amigo, ya te he dicho que tienes que irte.
—Y yo.... —Hipó, soltando una breve risita descoordinada—. Y yo ya te dije que no, no me voy a ir.
—No me hagas llamar a la policía.
—Llámame —comentó turbiamente dichoso—. Es decir, llámale... no me importa.
El pobre hombre mayor estaba lidiando con un joven ahogado en alcohol. Sin embargo, Harry sintió que el alma le regresaba al cuerpo al verlo ahí, al menos ya conocía su paradero y podía dejar de estar pensando en lo peor.
—¿Qué carajo haces aquí? —Se dirigió apresurado a él y flexionó sus rodillas, quedando a nivel de piso, justo delante suyo.
—¡Harry! —Louis chilló hilarante, alzando los brazos—. ¡Ya llegaste!
Y oh, joder, el nombrado tuvo que desviar el rostro cuando el aroma penetrante de la bebida le pegó en la nariz.
El ojiazul estaba lo que le seguía de ebrio.
—Por el amor de Dios, ¿Cuánto llevas aquí?
—Eh... —Con los dedos de su mano derecha, empezó a tratar de contar.
Pero su cerebro no funcionaba, se hallaba bloqueado y su prudencia yacía en un viaje por altamar, sin brújula y sin mapa que le dijera por dónde ir. Tan así, que había terminado desparramado, mareado y asqueado, afuera de un departamento conocido, esperando por el chico que pagaba el alquiler y batallando con el portero al decirle que no se iría solo porque él se lo dijera.
Terco, como siempre.
—Lleva aquí un buen rato y no se ha querido mover —El hombre expuso, y el mencionado le miró desde abajo—. Tú dime si quieres que llame a una patrulla... o a una ambulancia porque a juzgar por como se ve, le puede dar una congestión alcohólica.
El castaño no lucía bien.
Tenía el cabello desaliñado, su ropa se hallaba intacta pero apestaba horrores a cigarrillo, sus ojos permanecían rojos e hinchados, eran obvios los rastros de llanto. Sus labios resecos y partidos, mejillas rojas por el calor que producía su estado actual; estaba convertido en un desastre en toda la extensión de la palabra.
A Harry le dolió un poco verlo así.
—Perdón, yo me encargo y gracias —musitó apocado, regresando su visión a Tomlinson.
—Abre aquí para que podamos entrar —exigió, golpeando exageradamente la puerta con su puño—. ¡Abran!
—¡Louis, basta! —masculló, cesando los impactos en la madera al tomarle suavemente de la muñeca—. Vas a despertar a los vecinos.
—¡No sería la primera vez! —Volvió a gritar, riendo sin motivo y arrastró las letras—. Tú eres muy ruidoso, te apuesto que despiertan cuando gim-...
Rápidamente, el ojiverde le cubrió la boca con la mano, sintiendo sus mejillas arder. Que horrible manera de exhibirlo.
Le dio un vistazo al guardia del edificio, éste los miraba con los ojos bien abiertos y el rizado le sonrió forzadamente, aligerando el embarazoso caos.
—Yo me encargo, ya puedes irte, y de nuevo gracias —recalcó.
—Si necesitas algo, estaré en la caseta —El individuo suspiró.
—De acuerdo, por favor cuida su auto, no sé dónde lo estacionó pero siempre lo deja en la acera del frente —Harry dijo, aún presionando su palma sobre los labios contrarios.
El portero realizó una mueca, él no recordaba haber visto el bonito auto del intruso aparcado, tendría que volver a fijarse ahora que volviera a su puesto.
—Claro, buenas noches.
Después de eso, se giró para marcharse, alejándose del apartamento mientras idealizaba que película miraría en su celular esa noche.
Harry cogió aire y con él, mucha paciencia.
—Vamos adentro, Louis —susurró, dejando su boca libre—. ¿Dónde estabas?
—¡En la discoteca a la que fuimos! —vociferó jubiloso—. Terminé bailando, ¿puedes creerlo?
—Sí, así como estás, claro que lo creo —susurró, antes de tomarlo por el brazo y acomodarse para su siguiente acción—. Vamos, ayúdame un poco.
Louis tenía una sonrisa envidiable en el rostro, su felicidad causada por los efectos psicoactivos del etanol en su sangre, le había hecho carcajear cuando le rodeó por los hombros y fue levantado con esfuerzo de la fría superficie.
El menor bufó, sujetándolo firmemente para que no se desvaneciera y terminara otra vez desplomado. Con sus llaves, abrió la cerradura y pateó la puerta al botar el seguro, dejando el camino directo a su estancia.
No era débil, pero si le costó acarrear el peso de un muerto en vida y acabó sentándolo en su sillón, dejándolo reposar ahí mientras cerraba la entrada y encendía la luz principal.
—Vamos a ver una película —graznó eufórico el mayor, apretando el control que se encontró entre los cojines—. Harry Potter, sí.
Le mandó un mensaje corto a Zayn para avisarle que ya había encontrado a Louis, le agradeció la búsqueda y le prometió que por la mañana le marcaría para contarle que había sucedido.
El pelinegro le contestó con un "No te preocupes, avísanos si necesitas algo" y con eso, dejó su móvil sobre uno de sus muebles decorativos.
Por unos segundos, vio al causante de sus desvelos pelear con los botones, sin dar con el específico. Se masajeó la sien, dejando caer sus párpados un instante y volvió a verle cuando berreó al no ser capaz de prender el estúpido aparato electrónico.
Harry tenía muchas preguntas y le estresaba no poder responderlas en ese preciso momento. Resultaba evidente que el raciocinio de Louis estaba de vacaciones, nunca lo había visto así de ido, encaramado en un sofá mientras le soltaba maldiciones a un televisor.
Su estómago se retorció ante la probable imagen del otro, sentado cerca de la barra en la discoteca, con los ojos bañados en lágrimas y pidiendo trago tras trago; no tenía que ser un adivino para darse cuenta de que había llorado por un buen rato.
No se inmutó, hasta que un maldito almohadón púrpura le pegó en la cara, con la puntería exacta para darle en la nariz.
—¡Oye! —reclamó, sobresaltándose y oyó la estruendosa risa de su compañero.
—¡Van tres veces que te hablo y no me haces caso! —gruñó, tirándole otro cojín con fuerza.
Gracias al todopoderoso, ese sí logro esquivarlo.
—¿Qué necesitas? —inquirió blando y se acercó hasta el reposabrazos del sillón.
—Ponme la película seis de Harry Potter —exclamó, burdamente autoritario—. La orden del fénix.
Harry recogió el control de su pantalla y sonrió hacia un costado ya que Louis erró en su petición.
—La seis es el misterio del príncipe mestizo —Moderó su risa, encendiendo al fin el dispositivo.
—Ah —farfullo el castaño, acomodándose mejor en el gran asiento—. Bueno, esa... quiero llorar con la muerte de Dumbledore.
Mientras el rizado se encargaba de buscar el filme solicitado en el catálogo disponible, se burló de sí mismo por ser un tremendo idiota.
¿La causa? Cuando Louis le había mencionado la saga de dicho mago con el que compartía nombre, acabó contratando el servicio de otra plataforma de streaming, dónde las películas del mundo de Hogwarts estaban completas y listas para ver en orden.
Fue verdad cuando aquella noche en la comida china, le dijo que solo había visto las primeras cuatro cintas; sorprendentemente, ahora conocía los títulos de las últimas y ya había encontrado un gusto particular por la trama.
Después de todo, lo tomó como una recomendación.
—¿No quieres algo de comer? —indagó, al seleccionar la película indicada.
—No —ronroneó y el entorno se le movió de lugar ante el asqueroso mareo—. A la mierda...
—¿Qué?
—¿Por qué tienes dos televisores?
Louis hizo señas hacia dos espacios diferentes en la sala: primero, señalizó el aparato prendido con el volumen bajo, y luego una esquina vacía en la que solo había una maceta.
—¿De qué hablas? Solo tengo uno. Creo que ya te está afectando esto porque-...
—Oye... —Una arcada se entrometió en su tono suplicante.
Se tapó la boca y Harry actuó lo más veloz que pudo al escuchar el sonido poco agradable que produjo por las nauseas. Apenas y alcanzó a entregarle una cubeta limpia que agarró de su cuarto de lavado.
Se sentó a un lado suyo cuando el ojiazul metió la cabeza de lleno al balde y vomitó todo lo que se bebió como si fuera el último día de su vida. Harry le frotó la espalda, notando que conforme más sacaba, más se destensaba su cuerpo y se volvía liviano.
Louis estaba expulsando hasta los intestinos al volver el estómago así de grotesco; Harry tuvo que virar hacia el librero, enfocándose en los lomos de las obras acomodadas para evitar correr con la misma suerte. Podía soportarlo, no le causaba tanta repulsión.
Siguió refregando en círculos su espalda, el castaño continuó con las arcadas pero ya no escupía nada más que su propia saliva.
—Necesito... necesito cepillarme los dientes —Su voz hizo eco, al continuar con la cabeza dentro del balde—. Por favor...
—En el baño tengo cepillos extra —masculló y su peso desapareció del sofá al ponerse de pie.
De verdad, Louis pensaba que daba vergüenza. ¿Por qué había ido a buscar a Harry después de la platica que tuvieron?, ¿No era eso otra contradicción a sus palabras? Se le estaba haciendo costumbre cagarla cada que se le presentaba la puta oportunidad y Harry era demasiado bueno como abandonarlo a su suerte.
Se apoyó de los muros al caminar, trastabillaba e intercalaba su mirar al frente y al piso, cuidando que sus pies no se enredaran entre sí; no se quería caer de bruces, estaba muy torpe como para reaccionar y amortiguarse con las manos. El rizado lo acompañó, no sin antes haber ido a dejar la cubeta sucia al cuarto de lavado, en un rato se encargaría de ella.
Estando en el sanitario, Louis enfocó su físico en el espejo; se veía horrendo, esa era la definición de su aspecto. Con el cepillo y pasta dental que le fue suministrado, realizó su higiene bucal, eliminando los rastros de su antigua y repugnante acción.
Harry reposó en el marco de la puerta, observándolo callado desde atrás y cuando el mayor acabó de tallar sus dientes, sus ojos se empalmaron por medio del reflejo.
Resoplaron al mismo tiempo por la nariz, sin saber con exactitud el próximo movimiento.
—¿Quieres ducharte? Supongo que lo necesitas —Terminó por preguntar, intentando borrar la tensión que se propagó por el baño—. Quizá también ayude a bajarte la borrachera.
—¿Te han dicho lo lindos que son tus ojos?
El menor sacudió la cabeza y alzó las cejas con el repentino giro. Louis se mofó a través del espejo, inhibido bajo los efectos de la sustancia nociva legal.
—Estoy seguro de no haber preguntado algo relacionado a eso —Intentó evadir, aclarando su garganta y se rascó el codo—. Puedo prestarte ropa.
—Me gustan, me gusta como brillan, y tus pestañas... destacan mucho —declaró, apenas logrando armar la oración.
—Tommo, no empieces, no es momento —argumentó, poniendo los ojos en blanco—. Lo dicho, estás más ebrio que mi tío en Navidad. Así que tomarás una ducha, te meterás a la cama y dormirás hasta que el sol salga, ¿de acuerdo?
No tenía muchas opciones, tampoco era que estuviera en posición de negarse.
—Si te hago caso, ¿vamos a follar? —Se rotó, descansando su espalda baja en el lavamanos.
Una oleada de recuerdos divertidos golpeó a Harry, dónde se implicaba un baño y el bar. Sonrió tenue ante su mente divagando y claro que se rehusó a la propuesta hecha.
—No, te traeré una toalla y ropa limpia, espera aquí —repeló y detalló el mohín en la cara contraria—. Necesitas dormir.
—Puedo descansar mejor si antes hay actividad física —Volvió a hacer el intento de convencimiento.
—Que no, agárrate de ahí para que no te caigas, voy por la ropa —Harry exclamó con firmeza.
Abandonó el espacio, rezando que Louis no hiciera movimientos precipitados que originaran caídas; suficiente tenía con cuidar que no tuviese una intoxicación por la deliberada cantidad de ron que seguramente se tomó.
Él estaba perfectamente, el cumplido que obtuvo acerca de lo bonitos que eran sus ojos, no le causó mariposas en la barriga, no sintió nervios y tampoco le tomó importancia. Él sabía que el iris que poseía era único y divino, no necesitaba que un muchacho alcoholizado se lo recordara.
El cosquilleo que le embargó no lo alarmó, se estaba acostumbrando a subir y luego caer sin protección.
Así, cuarenta minutos más tarde, Tomlinson ya estaba sentado al borde del colchón, con las hebras cafés mojadas y vestido con una pijama de el Pato Donald que le fue prestada.
Su vista yacía incrustada en un calzado dorado que Styles tenía en su zapatero y que nunca le había visto puesto. Todo le estaba dando vueltas, se concentraba pensando en otras cosas para no tener que correr al baño a devolver por el w.c. lo poco o mucho que tenía en el estómago.
—¿Seguro que no quieres que te prepare algo? —Harry le veía con apatía—. ¿Un café?
—Que no, gracias Harold, estoy bien —balbuceó, afianzando sus dígitos a la orilla de la cama—. Solo necesito descansar.
—Yo no sé porqué no te acuestas —Le recomendó, sentándose en la silla de su escritorio.
—Si cierro los ojos, siento que estoy en un juego mecánico —silbó, sufriendo del amplio abanico de sensaciones ligadas al vértigo—. Tengo mucho sueño pero voy a vomitar de nuevo si me acuesto.
—Vale, pues ahí quédate —avaló y su codo permaneció descansando sobre el mueble de madera.
El rizado estaba cansado, no había parado en todo el día.
Hizo un recuento veloz: se paró temprano a contribuir con la comida de la presentación de sus amigos, fue a trabajar, asistió a su cita de la subasta y ahora cuidaba de su némesis, cosa que no estaba dentro de su itinerario habitual. Independientemente de su agotamiento físico, el mental le estaba pidiendo a gritos que descansara unas cuantas horas, que se recostara y se cobijara hasta la cabeza.
Pero no podía hacerlo, no aún, ni siquiera sabía si debía compartir la cama con Louis. Era ilógico pensar en ello, porque vamos, ya se conocían hasta lo que no; sin embargo, no iba a incomodar, si su destino era dormir en el sofá de su propio piso, se llevaría varias mantas para no pasar frío, eran las cuatro y cinco de la mañana, a esas horas la temperatura descendía.
Lo pensó.
¿Por qué diablos no mejor enviaba a Louis a la sala y él se quedaba en su cama? ¡Estaban en su habitación! Era lo más normal, era su territorio, era su propiedad (rentada, cabe resaltar), era su techo.
Harry bostezó, aseverando que si el ojiazul no quería quedarse bajo las mismas sábanas que él, lo enviaría sin recato al área común de su vivienda, no existían los privilegios y menos cuando había llegado en esas condiciones a buscarle. Aún no sabía por qué estaba ahí, tendría que esperar a mañana… o más bien unas horas para conocer el objetivo.
—Por cierto, ¿manejaste hasta aquí así de ebrio? —Recordó que esa cuestión le brincoteó desde que lo halló tendido sobre su tapete de bienvenida—. Eso es muy irresponsable de tu parte, ¿sabías?
Louis batió sus pestañas, esparciendo una sonrisa quebrada.
—No, Harold… —refunfuñó, apretándose un poco la cabeza con ambas manos—. No conduje hasta acá.
—Le pedí al portero que cuidara tu auto y dijo que lo haría, ¿pretendes engañarme al decir que no fuiste un inconsciente?
—Llegué a pie.
—Creo que deberían quitarte la licencia, pudiste haber tenido un accidente o causar uno —Eso era cierto, su instinto protector había despertado.
—He dicho… que llegué a pie, no vine en carro —Sereno, reiteró.
—No te creo.
—No me creas.
Louis no levantaba la cara, seguía inmóvil en su sitio, masivamente absorto en el color tan peculiar de las botas áureas.
—Hablo en serio, deberías estar agradecido de que nada te sucedió.
—Ya cállate, no necesito reprimendas, no hoy —masculló, en lo que se sobaba el cuello con la mano derecha.
—No es reprimenda, es que no puedes conducir así —Apretó los dientes y desaprobó el hecho—. Por fortuna ningún policía te detuvo, en lugar de terminar aquí, hubieses acabado en los separos.
—He dicho que te calles, por favor.
—¿Es que acaso no ves los letreros? Siempre hay alguno en la calle que dice “si vas a manejar, no bebas.”
—Basta —Su tolerancia se agotó.
Entonces, sus voces chocaron al mismo tiempo, haciendo eco bajo las cuatro paredes de la recámara:
—Irresponsable.
—Vendí mi auto.
Madre mía.
La siguiente frase de Harry no fue emitida, se quedó en sus cuerdas vocales al oír a Louis decir aquello. Lo pilló desprevenido, el sufrimiento difundido por la lastimera voz del mayor, se apoderó de su socarronería.
—¿Hiciste… qué cosa? —articuló, mejorando su pose en la silla.
—Me costó tanto ahorrar para ese maldito carro —siseó Tomlinson, con la vista sellada en sus muslos cubiertos por una tela azul con el estampado de Disney—. Junté por mucho tiempo, me privé de cosas por conseguirlo, aún recuerdo el día en que pude… en que pude pagar por él.
—Lou, yo no-… —El ojiverde fue silenciado por el relato de su huésped.
—Lo primero que hice fue subirme, llenar el tanque de gasolina y me la pasé todo el día paseando por Manhattan con los vidrios abajo y la música a todo volumen —musitó, riendo con ironía al término de su último vocablo—. Quién diría que acabaría malbaratándolo y entregando las llaves a una pareja de recién casados. Gracioso, ¿no?
Solo así, se atrevió a elevar la cara, sonriendo boba y desdichadamente.
El pesar apañó a Harry y recolectó la irreparable tristeza de Louis. Aunque las cosas materiales iban y venían, sabía de sobra que cuando se hacía un esfuerzo por conseguir algo que se anheló por tanto tiempo y se perdía de repente por cualquier razón, era angustiante.
Dolía mucho, era un valor sentimental roto.
—Perdóname, yo no tenía idea —Intentó disculparse, moviéndose hasta su colchón y se arrellanó a su lado—. De verdad, discúlpame, yo no sabía.
—No te preocupes, al menos ese dinero tendrá un buen uso —respiró extenso—. Se lo di a Niall para cubrir con una parte de lo que perdió con la demanda del bar.
La memoria de Styles hizo lo suyo, reproduciendo lo que oyó, la tarde en que se lo encontró en el club; ahora entendía por qué el rubio le interrogó acerca del origen del efectivo, sabrá Dios cuanto le entregó.
Ambos acabaron en sigilo, sin saber que más decir; Harry se sentía un metiche grosero por arremeter sin saber y Louis un menesteroso chico frágil y desvalido.
—¿Puedo dormir un rato? —El ojiazul habló con sordina, sorbiendo la nariz—. Te prometo que, en unas horas, responderé todo lo que quieras saber.
—¿Qué?
—Sí, que… que estoy harto de huir… —barboteó, acariciando su propia frente con las yemas de sus dedos—. Te juro que hablaremos de todo.
—Yo no te estoy pidiendo eso Lou, no hace falta, quedó todo claro por la tarde y no quiero alterar más lo que sea que existió aquí —anexó, trémulo.
El Louis con el que estaba hablando esa madrugada, estaba dañado por los efectos del consumo excesivo de bebidas insanas.
—No Harold… yo, yo de verdad estoy cansado de correr sin ninguna meta por alcanzar —Sus párpados habían comenzado a caer hacia abajo y su fluidez al hablar caducó—. Yo solo quiero ser feliz.
Pero por ahí, cuando era pequeño, su abuela le dijo en una de sus tantas pláticas que los niños y los borrachos, siempre decían la verdad.
—Recuéstate, te vas a caer.
Antes de que otra cosa sucediera, Harry empujó el cuerpo de Louis hacia atrás; éste ya no podía mantener los ojos abiertos y el sueño lo estaba venciendo sin apiadarse de su posición. Como pudo y sin tanto sacrificio, lo tumbó boca arriba sobre su lecho y una almohada quedó húmeda bajo su cabello mojado.
Se había dormido con la boca entreabierta, roncando ligeramente; al estar cómodo, encogió sus piernas y se giró, acostándose de lado. Una manta gruesa lo cubrió desde el cuello hasta sus pies descalzos, previniendo que la frialdad de la noche lo despertara.
Y bueno, luego de admirarlo un par de minutos, Harry salió de su alcoba con dos cobijas afelpadas bajo el brazo, en camino al sofá que le sería de mucha utilidad para dormir un buen rato.
Lo último que viajó en su cabeza, antes de caer en un sueño profundo, fueron las palabras enunciadas por su visitante inesperado:
“Te prometo que, en unas horas, responderé todo lo que quieras saber."
Ya lo veía venir.
Buenas noches, amores. ♡ Disfruten la actualización y no lloren como yo lo hice al escribir. Les amo mucho, gracias por el apoyo, es increíble. Nos leemos prontito, besos.
María.
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