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Cuarenta y uno

⚠️ Advertencia de contenido sexual ⚠️

El apartamento de Styles parecía una cantina.

Sus planes de pasar una noche tranquila, lavando su ropa y a lado de Louis, habían cambiado a eso de las siete de la tarde. Mientras separaba las prendas blancas y de color para echarlas a la lavadora, y el castaño regresaba de ir al minisúper más cercano por el suavizante que le hacía falta, el timbre de su vivienda fue tocado y pensó seriamente en regañarlo por no haberse llevado las llaves.

El reclamo quedó en el aire, porque al abrir la puerta se encontró con las tres siluetas de su jefe y sus dos compañeros de trabajo, quienes traían la buena noticia de que habían logrado cerrar un buen trato con el dueño del local que les gustó.

Niall explicó que Shawn le ofreció el espacio con servicios de agua, drenaje y electricidad incluidos, por una renta mensual un poco más baja a la ofertada al inicio. Había firmado un contrato en el que leyó tres veces las cláusulas, cerciorándose de no tener letras pequeñitas en ninguna hoja, aceptó las sanciones en caso de no pagar a tiempo y las reglas generales del lugar.

Se encargaría de sacar los permisos para la venta de alcohol y todos los trámites pertinentes al día siguiente, también contrataría un camión de mudanza que le ayudara a llevar los muebles a la nueva ubicación.

Además, su celular ya contaba con el número del apuesto dueño y joder, el rubio se enamoró de su foto en WhatsApp.

Con los buenos deseos de progresar en el negocio y la platica fluyendo acerca de como y cuando sería la reinauguración del club, Louis entró al departamento con el envase nuevo de suavizante, justo a tiempo para beber una cerveza con sus amigos. Harry ya les había brindado una a los presentes y claramente, faltaba él.

La cuenta de latas y botellas vacías en el piso siguió en aumento, tuvieron que ir a comprar más porque estaban celebrando sin saberlo.

Zayn tenía un porro entre los labios y le daba calada tras calada, haciendo rezongar a Louis y a Niall, porque no les compartía y eso les estaba jodiendo demasiado.

Y tendido en el sofá, se hallaba el rizado junto a Liam, tarareando canciones y usando los controles como micrófono, con el televisor encendido y videos reproduciéndose para entonar como pudieran la letra al ritmo de la pista.

—Hazz, yo te aprecio mucho —musitó el ojimiel, abrazándolo con ahínco—. Eres un gran... gran amigo, de verdad.

—Yo también a ti, Li. Gracias por todo.

—¿Qué todo?

—Por aceptarme en el bar desde que llegué.

Liam sonrió tiernamente al escucharle y el menor le miró con cariño. Nunca se lo había dicho, pero siempre estaría agradecido con él y con su novio; por darle un buen trato, por instruirlo y por hacerle las recomendaciones necesarias desde el comienzo.

En aquellos días, fueron un pilar para su desarrollo como bartender, ahora tenía habilidades que podría presumir en las fiestas de su familia cuando algún primo le pidiera una copa.

—Que bueno que te quedaste —masculló, adoptando una mejor postura en el sillón—. La verdad creí que no lo lograrías... y no por ti, si no por Louis.

—El... El primer día casi me voy —Harry dijo, antes de hipar—. Zayn me animó un poco.

—Ah, mi hombre —Se peinó el cabello hacia atrás, con teatral presunción—, siempre tan lindo.

—Ustedes son... lucen bien, es decir, quiero ser padrino en su boda —Hizo una pausa y frunció los labios—. ¿Puedo serlo?

Era adorable lo tonto que el menor se ponía cuando bebía de más, decía cosas sin pensar y no dejaba de sonreír.

—¿Crees que me voy a casar? —Parpadeó, curioso.

—Eh... ¿sí? —titubeó y después chasqueó la lengua—. Son el uno para el otro...

—Lo somos, pero ninguno cree en el matrimonio —rectificó—, no nos gusta la idea de que un simple papel avale el amor que existe entre dos personas o que la iglesia sea el testigo mayor para ese tipo de unión... además de que nosotros como homosexuales aún no somos bien recibidos ante el altar.

Liam podía estar borracho, pero ni así dejaba de ser sensato y recto, esas grandes cualidades resaltaban en él.

—¿Por qué eres tan sabio? —cuestionó, con admiración—. Siempre dices cosas tan ciertas, de ahora en adelante serás mi coach de vida.

—Me gusta ser objetivo, por ello logré congeniar rápido con mi Zayn —Levantó su pulgar, aprobando su propia idea—. No cualquiera es realista y se atreve a vivir fuera de los cuentos de hadas que las películas te venden.

Un puchero imprevisto sobresalió en la boca de Harry.

—Yo si quiero mi romance tipo Disney —refunfuñó, usando como distracción su cerveza—. No sueño con que un príncipe azul venga en caballo por mi, pero si quiero una historia con final feliz.

—Cualquier enamorado quiere eso —emitió con franqueza—. ¿Qué sentiste la primera vez que viste a Tommo?

La cuestión lo tomó desprevenido.

Tanto, que paró de ingerir la bebida amarga que se empinaba y ensanchó los ojos al verse capturado por una sensación aplastante.

—Qué sentí... —Esas palabras le hicieron eco.

—Sí, ¿te flechó desde que le conociste?

Lo analizó, viajando al pasado en un autobús de recuerdos, justo al punto dónde tuvo el placer de encontrarse a Louis.

—Pues yo no soy ciego —Se justificó, cepillando su dedo sobre la parte superior de su lata—, y él es guapo, físicamente me gustó... Luego abrió la boca, me habló mal y bueno, su encanto desapareció.

El ojimiel rio cómicamente, sabía que la actitud de su amigo era un repelente que se encargaba de alejar a las buenas personas.

—¿Pero llamó tu atención?

—Lo hizo, por cinco segundos hasta que lo escuché decir mierda.

—Esa tarde yo le advertí que no fuera grosero contigo —farfulló, sobando su sien izquierda. El alcohol le comenzaba a pasar factura—. Menos mal supiste dominarlo, me hubiera puesto muy triste haberme tenido que despedir de ti, así como de Ashton.

—Era un dolor en los huevos —De nuevo, se halló riendo simplón—, te lo juro, cuando creía avanzar una casilla con él, hacía algo estúpido y me regresaba al inicio del tablero.

—Lo sé, difícil de sobrellevar, de tratar y de entender y aún así... te quedaste con él. 

No dijo nada. Tampoco lo negó.

Harry volteó hacia un punto exacto, percibiendo de lejos la palabrería brusca que los tres jóvenes soltaban por un maldito porro que Zayn no les quería compartir. Al parecer, el chico llevaba más de uno, pero le gustaba sacar de quicio a Louis al decirle que no le invitaría ni un poco.

Lo enfocó. Él lucía como un maldito actor de novela juvenil, con una hoodie Adidas holgada, sus jeans negros ajustados, vans y el cabello peinado de aquella forma tan peculiar y atractiva. Su boca abriéndose y cerrándose al pelear por una calada, sus manos creando aspavientos en desesperación y la risa de Niall taladrando sus oídos en burla a su nula tolerancia.

Styles le observó apreciativamente, siendo inconsciente de que se estaba mordiendo cautamente el labio y se sentó en flor de loto sobre su sofá, colocándose un cojín entre las piernas para estar más cómodo.

—Todo por ese cabrón guapo y caliente —expresó, con los orbes achinados y los codos sobre el almohadón—. Si no me hubiera gustado... ten por seguro que no le habría aguantado tanto maltrato en el bar.

—Te supo llegar, ¿eh? —Su colega le golpeó suavemente las costillas con el codo.

Contuvo la respiración unos segundos y acto seguido, suspiró.

—Me tiene a sus pies.

Honesto y sin reservas.

Así era el Harry medio ebrio y enamorado que no podía dejar de mirar a Tomlinson.

—No dudes que tú lo tienes igual —Liam siseó, abriendo una lata nueva—. No sé que le hiciste pero... lo hiciste.

—¿Eso es un juego de palabras?

—No, hablo en serio —Dio un sorbo largo a su cerveza, antes de retomar—, está que babea por ti.

El rizado se quedó en silencio con lo mencionado y cabeceó en negación, dando un saltito cuando fue descubierto por unos ojos curiosos.

Louis le miraba también.

Conectaron de inmediato y una sonrisa apenas perceptible se trazó en los finos labios del mayor, al mismo tiempo en el que curvó una de sus cejas.

Conocía a la perfección ese gesto, sabía lo que estaba pensando.

Él le imitó, luego de lamerse los labios e inspiró al reparar los músculos marcándose en los brazos ajenos. Porque no era un secreto que tenía una obsesión con los bíceps de Louis y le encantaba la manera en la que estos se veían cada que cruzaba los brazos.

Se encajó los dientes en la cara interna de su mejilla y para despistar su afición, se retiró la pañoleta azul que traía amarrada, abandonándola en la plaza vacía de su sillón. Cortó la ligadura invisible que surgió, volteando la cara y le solicitó a Liam que por favor le pasara el control remoto.

En cambio, el castaño se quedó horriblemente insatisfecho con el efímero contacto visual y antes de que pudiera hacer algo al respecto, Zayn le llamó con una interesante pregunta.

—¿Entonces vas a renunciar?

Louis giró el rostro para verle y el enfado se proyectó en su semblante al recordar lo acontecido, olvidando su propósito.

—Sí, fue demasiado lo que pasó hoy y sé que lo hizo porque Harry estaba ahí —refutó, exigiendo por enésima vez el cigarrillo malsano.

Esta vez, el morocho se lo cedió sin respingar.

—Que cabrón, si yo hubiera estado en el lugar de Harry, le habría roto la nariz —Expulsó el humo retenido.

—¿Por qué todo lo quieren solucionar con violencia? —Niall alegó, turnando su mirada en ambos.

—Es la vía más sencilla.

—Y la más rápida.

El rubio se preocupó por la salud mental de los chicos.

—Dementes —Tonteó y enseguida se dirigió al ojiazul—. ¿Vas a dejar la tienda de helados?

—Ajá, mañana iré y de ser posible, levantaré una queja en contra de Noah por acosador de mierda.

—Ya, deberías hacerlo, no creo que seas el único al que se lo haya hecho.

—Ojalá existan represalias, maldito obsesionado.

Niall estuvo de acuerdo y le pidió el porro a Louis, quién después de fumar un par de veces en tiempo récord, se lo entregó.

—¿Y luego? ¿Cuál es el siguiente paso? —indagó, concentrado en la reacción del implicado.

—Buscaré otro trabajo y ya —Encogió los hombros con indiferencia—. Algo debe de haber por ahí.

—Te ayudo a buscar, si quieres —propuso Zayn.

El puño del castaño fue levantado y su mejor amigo entendió lo que debía hacer. Chocó el suyo para cerrar el trato.

—¿En internet o en el periódico?

—En ambos, debo tener varias opciones, quisiera algo de ventas, en alguna tienda de ropa o-...

—¿Por qué no vuelves al club?

La voz de Niall frenó la charla. Los dos pares de ojos lo contemplaron, inexpresivos.

—¿Volver? —preguntó, a bajo tono.

—Sí, podrías... podrías regresar a trabajar con nosotros —Eso había sonado más como una súplica—. Te contaré que el día que te eché me arrepentí al instante y estuve a punto de llamarte por la noche para pedirte que volvieras... —Realizó un mohín, sintiéndose afectado por su propia revelación—: Sin embargo, me detuve porque creí que necesitabas aprender la lección, y la tarde que fuiste a entregarme el dinero por la venta de tu auto... me dolió escuchar que te negaste en cuanto mencioné el tema de tu empleo.

Louis recordó ese día y la razón principal por la cual no había querido aceptar el puesto de vuelta. Sus dilemas con Harry habían sido un motivo fuerte para desistir y alejarse de ahí.

Pero ahora, esos líos ya no tenían pies ni cabeza, ya no había fundamentos válidos para negarse y siendo sincero, extrañaba con cada latido trabajar con sus amigos, en el ambiente animado que le enseñó a hacer malabares con botellas y a preparar bebidas fantásticas.

Era parte de su vida, ese bar que ahora tendría una evolución, le abría las puertas otra vez para ser parte del avance y de la mejora... Algo así, como lo que estaba pasando con él y su vida personal.

—No, no quiero volver.

Bien, claro que podían juzgarlo por no aceptar a la primera, pero quería darle un toque de dramatismo a su regreso.

No podía acceder tan fácil, su dignidad estaba en juego pero también las rentas de su casa le pondrían la soga al cuello si no se apresuraba a encontrar un trabajo bueno y que le gustara, donde no hubiera supervisores obsesivos y niños desobedientes realizando pedidos a gritos.

Dejaría que Niall le rogara un rato.

—¿No quieres? —Le miró, incrédulo—, bueno... yo solo decía pero si no te interesa, está bien.

Joder, ¿qué le costaba a Horan ser ligeramente más insistente?

—¿Así de fácil?

—¿Eh?

—¿Así de fácil me dices que está bien si no acepto volver?

Ofendido, así estaba Louis. Zayn solo se carcajeó, ahogándose con el humo que se tragó debido a la gracia que le ocasionó la situación.

—Pues no te puedo obligar —siseó el rubio, sin llegar a comprender al cien por ciento las facciones tensas del mayor y la risa inesperada del morocho—. Yo solo te lo ofrezco, si tú no quieres...

—¡Por supuesto que quiero! —vociferó, irritado—. Solo quería que me lo pidieras de nuevo.

—¿Por qué?

—Por... por mi honor —Se cubrió la mitad del rostro con la palma abierta—. Porque pudiste haber dicho: "Louis, eres mi mejor bartender, por favor considéralo" y yo lo habría pensado cinco segundos más antes de decir que sí.

Horan parpadeó, desconcertado. La droga le estaba fundiendo el cerebro a su pobre amigo.

—Bien, podemos hablarlo mañana sin ojos rojos de por medio —sopesó, resoplando cuando se dio cuenta de que ya no tenían cerveza cerca—. Voy allá, al refrigerador, ¿quieren qué les traiga algo?

—Un vaso de agua —pidió Malik—, necesito reposar un rato.

—Yo estoy bien —anunció el ojiazul.

Así, el rubio se tambaleó en todo su camino hasta la entrada de la cocina, guiándose por medio del palpar en las paredes, pues solo de ese modo evitó irse de bruces. Louis extendió sus comisuras para arriba y los bordes de sus ojos se arrugaron al imaginarse una caída divertida, un tropezón, un resbalón o un chillido de susto. Al final, nada de eso ocurrió pero le bastó con crearlo en su mente.

Echó un vistazo a la sala, Harry estaba recostado en los muslos de Liam mientras coreaban la discografía de Justin Bieber.

—¿Se van a quedar a dormir, cierto? —interrogó al pelinegro.

—Sí, no pienso manejar drogado, Liam está borracho y Niall es una mezcla de ambos.

Aceptó con un movimiento de cabeza y pensó en el acomodo de sus amigos en la morada del ojiverde.

—Harry y yo nos quedaremos en su habitación, a un lado hay una extra que no ocupa y no tiene cama, me parece que por ahí vi algún colchón inflable —Dio la información y se sobó el mentón—. Les dejaré unas mantas en el sillón, igual pueden dormir ahí.

—Que poco hospitalario de tu parte, deberías dejarnos dormir en la principal.

—Ni lo sueñes.

—Le diré a Hazz.

—Hazlo, no creo que quiera cuando sepa lo que tengo ganas de hacer hoy.

Zayn retorció su cara y frotó la parte trasera de su cuello.

—No tengo tapones para los oídos —aseveró—. ¿Pueden considerar que tienen visitas?

—Haremos el intento.

Su amigo le pegó en el brazo, con una mueca de asco.



❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ 🍻 ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖



La puerta en la pieza del rizado, estaba trabada con seguro.

En la habitación aledaña, sobre un colchón individual y mal inflado, se había quedado Liam, roncando con la boca entreabierta. En el suelo, a un lado del lecho provisional, Zayn tendió unas cuantas mantas y cayó sedado bajo los efectos de la cannabis consumida.

Niall se apoderó del sofá, haciéndose un ovillo y tapado hasta la cabeza, con una cubeta a un lado por precaución, ya que en caso de querer devolver el estómago, no alcanzaría a llegar hasta al baño.

A diferencia de Louis y Harry, quienes estaban muy lejos de estar durmiendo.

Y a pesar de estar moderadamente, bajo los efectos secundarios de lo que consumieron, finalmente se encargarían de concluir con el polvo que les fue arrebatado la noche en que desalojaron del bar.

Previo a dicho propósito, en su cúmulo de sentidos alterados y transitoriamente perturbados, Harry se encontraba riendo bobalicón mientras se deshacía de su camisa, entonando una canción supuestamente sensual y que según él, era perfecta para realizarle un striptease a Louis.

El concepto le surgió cuando salió del baño y se encontró con él, sentado en la cama, viéndole con los iris azules sombríos. Éste le sonrió febril, encantado con sus balanceos carentes de sincronía.

—Louis, ¿yo te gusto? —sondeó, pasando las palmas por su propio torso con lentitud.

—Sí —respondió, sin meditarlo—. Me gustas mucho.

—¿Qué tanto? —Harry jugaba con el botón de sus vaqueros, aún meciéndose de lado a lado.

El castaño se mordisqueó el labio con la punta de los dientes, al notar un bonito encaje rojo asomándose por el borde de su pantalón.

—Demasiado.

No pareció estar conforme con la contestación, así que bajó solamente la bragueta de la prenda y se recargó en la orilla de su escritorio.

—Puedes hacerlo mejor —instó, metiendo los pulgares en las trabillas de mezclilla y tiró hacia abajo, exponiendo los huesos de su cadera.

Louis tragó saliva y batió despacio las pestañas. 

—Harold, está de más decirte que me fascinas... Eres precioso, y sabes que lo eres, por eso estás pidiéndome que te lo repita, porque te encanta saber que me tienes como a un perro faldero detrás de ti.

Eso había sonado convincente.

—Bien hecho —Sus labios se curvaron por instinto—. Ahora, ¿quisieras decirme cuánto te gusta follarme?

—Lo haré —Aseguró, efusivo—, solo si te quitas ese pantalón para mi.

Con un aumento en su ritmo cardíaco, Harry asintió débilmente.

—Bien —murmuró y se despegó del mueble al dar un paso—, pero cierra los ojos, por favor.

Le sorprendió el no tener que hacer la solicitud por segunda vez, ya que en cuanto terminó de hablar, el ojiazul acató manso, bajando los párpados y soltando un suspiro largo acompañado de una sonrisita traviesa.

—Sin hacer trampa —Le advirtió—. No los abras.

—No lo haré, pero apresúrate —expresó, haciéndose la promesa de respetar la petición.

Entonces, Harry se acercó a su rostro solo para verificar que de verdad no estuviera intentando espiar; no quería que sus planes se fueran por la coladera al verse descubierto. Había estado maquinando esa idea desde que salieron de comer, la replanteó cuando la tercera cerveza realizó estragos en su ser y la confirmó con las ganas de follar que se dispararon hasta romper con la barrera de su pudor.

Después de la revisión, no perdió más minutos de su valiosa velada y corrió hasta su buró, abriendo uno de los dos cajones. Encima de un par de paquetes con mascarillas que usaba para el cuidado facial y unos barnices desacomodados, estaba arrumbado el juguete sexual que su amante le había traído del centro comercial.

Las esposas estaban abiertas y listas para ser usadas.

Las tomó con precaución, sin hacer demasiado ruido y así no levantar sospechas, agradeciendo que Tomlinson fuera tan obediente aquella noche; no intentó abrir los ojos y tampoco hizo ningún un movimiento en falso.

Con los grilletes acolchados bajo su poder y luego de llevarse también una botellita de lubricante a medio usar, se ayudó de sus piernas y mano suelta para irse bajando los pantalones, deslizándolos por sus muslos, rodillas y dejándolos enrollados en sus tobillos.

Posterior a un proceso de varias acciones astutas y una patada dónde sacó la prenda volando hasta un rincón, al fin se despojó de la mezclilla que enfundaba sus piernas torneadas y marcadas por cardenales que Louis le había realizado en encuentros anteriores.

—¿Harold? —El mayor no pudo evitar interrogar—. ¿Todo está bien?

—Lo está —recalcó, arrastrando su pies sin calcetines por el frío suelo—, tu solo concéntrate en no abrir los ojos.

—No lo haré, relájate.

—Más te vale.

Al ya traer consigo lo que ocuparía, retornó hasta permanecer adelante de Louis, con su bonita braga de patrones florales puesta y a la vista del cazador codicioso que siempre le repetía al oído lo mucho que le gustaba cuando usaba ese tipo de prenda; ligera, fina y transparente, obviando el hecho de que, de vez en cuando, aparecían nuevas en su armario que él no había adquirido en ninguna tienda.

Dejó las esposas en el colchón, lo suficientemente cerca para poder tomarlas, al igual que el pegajoso lubricante. 

Suspiró, y contiguo a eso, se aproximó al cuerpo en reposo de Louis; aún llevaba puestos aquellos pantaloncillos cortos para dormir que en ciertas ocasiones usaba y una camiseta sin mangas de color púrpura. Desde luego, él sintió su presencia, sonriendo inconscientemente, con las pestañas abajo y a la espera de lo que el ojiverde estuviese por hacer. 

La tranquilidad en la respiración de Tomlinson no duró más de diez segundos.

El peso de Harry recayó sobre su regazo, las piernas que veneraba apasionadamente se colocaron en ambos lados de las suyas, apresando sus muslos y sintió la cama hundirse cuando las rodillas ajenas se apoyaron en esta al conservar una postura acertada.  

Como no había recibido el mandato de abrir los ojos, se contuvo de hacerlo y su sonrisa creció cuando su mano fue guiada a ciegas, hasta el trasero que se imponía encima de su polla medio dura. La primorosa tela que el otro portaba rozó sus yemas y no tuvo que pedir permiso para explorar con lentitud el camino que formaba el encaje, cepillando la piel blanca y pulida, terminando justo en el pliegue de sus nalgas. 

—¿Vas a responder mi pregunta? —musitó el menor, dejando una separación insignificante entre sus bocas—. ¿Cuánto te gusta follarme? 

—Ni siquiera tendría que estar respondiendo eso. Creo que te he demostrado lo mucho que me vuelve loco metértela —gruñó, desinhibido por el efecto ameno que la hierba le concedió—. Si pudiera vivir con mi polla enterrada en tu culo, créeme que lo haría.

—Vaya, que cursi eres cuando estás drogado. 

Louis se rio flojo por la ironía y después quiso rasgarle los labios con los dientes en un beso feroz y hambriento, dónde sus lenguas danzaron al compás y se enfrentaron en un combate por el mando de la situación. El menor se fundió entre sus brazos, alucinando y a punto de reventar gracias a la forma tan vulgar en que su boca era violentada por la de su compañero, jadeando, con el ardor creciendo en su vientre.  

Su miembro comenzaba a doler, era clara la excitación que estaba asediando su cordura y no podía parar de jalar la camiseta del castaño, originando a su vez un vaivén con sus caderas, que fue descoordinado debido a la desesperación. 

Las manos que le arrancaban tantos suspiros, le amasaron nuevamente el culo, con devoción y solidez. Louis estaba siendo sumamente piadoso con su pobre líbido descarriado, ya que le auxilió al marcar un mejor ritmo en sus movimientos, haciéndolos constantes y deliciosos sobre la erección palpitante que tenía debajo.

Gimió y tembló como una hoja al sentir un dedo bordear su entrada, su braga había sido removida hacia un lado, dejando expuesto su pequeño y próximamente arruinado orificio.  

—Déjame romperte el culo, cariño —El castaño suspendió el lascivo momento al susurrar—: En serio, necesito ponerte en cuatro.

Harry no se atrevió a responder, así que solo protagonizó otro beso prolongado, atestado de lujuria y sensualidad; ahora los dos tenían los ojos cerrados, hundidos en la seductora noche y con el pronóstico de una increíble ronda de sexo rudo y perverso.  

Mantuvo a Tomlinson ocupado, devorándole la boca y permitiendo que jugara con el pulgar alrededor de su agujero. No se alejó en ningún momento de sus labios, siguió frotándose con ímpetu y respiró por la nariz, dejando que el ojiazul ahogara en su boca, aquellos gimoteos que también expulsaba.

Sigilosamente, estiró el brazo para alcanzar las esposas y las escondió detrás de él.

—Siempre dices que soy tuyo —farfulló, sofocado—. ¿Tú también eres mío, Lou? 

El nombrado le enterró los dedos en la cadera como primera respuesta. 

—Puedo pensármelo.

Hijo de...

—Aquí no vas a pensar nada, Tommo —aclaró, inocente—. Solo tienes dos opciones. 

Con picardía, situó sus manos arriba de las que tenía moldeándole el trasero y dio un apretón, enviando un incremento al deseo mutuo que les hizo levantar los párpados, viéndose con las pupilas dilatadas.

—Ahora debo decir que si soy tuyo, ¿no? —murmuró, en un hilo de voz.

—Mejor aún, debes dejarle en claro a tu estúpido supervisor que no quieres follártelo.

Louis parpadeó al oír el tono severo que fue utilizado para advertirle.

—¿No te basta con que vaya a renunciar? —rumió—. ¿Quieres marcar tu territorio, eh?

—Ya lo marqué —constató—, solo te voy a recalcar que absolutamente nadie, te va a dar lo que yo te doy.

Antes de que Louis pudiese objetar o cuestionar algo acerca de la afirmación, el menor le sujetó con firmeza de los antebrazos y le quitó la oportunidad de seguir manoseándole el culo.

Con la estrategia planeada, se encargó de juntarle las manos a la altura de la zona lumbar y envolvió sus muñecas con el objeto de metal revestido por el material suave de color celeste. El mecanismo de cierre hizo su trabajo, atándolo de las extremidades y cumplió con privarle de la movilidad, así como de su sentido del tacto.

El castaño liberó un quejido y sonrió con asombro, sin rehusarse a la acción.

—¿Qué haces? —Le observó, retadoramente—. Estas son tuyas, ¿qué se supone qué...?

No le dio el derecho a proseguir. El menor le colocó el dedo índice sobre los labios, e inclinó la cabeza hacia la derecha.

—Tú también eres mío, Lou —Arqueó una ceja y se peinó los rulos que caían sobre su frente—. Y no lo tengo que decir, tú lo sabes.

El aludido estaba más allá de lo sorprendido.

Esa actitud posesiva no la conocía, nunca la había presenciado y mucho menos imaginó que existiera en Harry; siempre se mostraba tan sumiso, dócil y manejable, dejándose hacer y deshacer en la cama, al grado de rogar por una cachetada o un azote que le haría llorar de placer.

Podía ver el indicio de celos resplandecer en sus orbes, el encuentro inesperado con su gerente provocó que el rizado actuara así y no diría en voz alta que estaba agradecido con habérselo topado. La recompensa por mandarlo a la mierda como se debía, estaba siendo más gratificante de lo que pensó.

Harry le plantó un mordisco en el mentón y luego se levantó, captando como Louis tragó con brusquedad al enfocar su erección sobresaliendo de la hipnotizante tela.

Retrocedió tres pisadas y sujetó la silla que yacía en el hueco de su escritorio. Jaló de ella, haciéndola girar y dejándola en el centro del espacio que tenía para circular por su alcoba.

—Siéntate —habló con soltura. 

Y Louis no era nadie para negarse ante el ángel que había sido poseído por un demonio.

Hizo caso, irguiéndose y rotando las manos dentro de las esposas, asegurándose de que no estuvieran demasiado ajustadas. Avanzó custodiado por la visión inalterable del más pequeño, tomando asiento en dónde le fue ordenado.

¿Qué si estaba entusiasmado? Lo estaba, eso era completamente nuevo.

—Tú si estás loco —decretó, recargando la cabeza en el respaldar—. ¿No podías dejarme enterrar tu cara en una almohada mientras te jodía sobre tus rodillas?

—No —Se subió de nuevo a la cama, sonriendo ganador y le miró ambicioso—. Escucha, está noche yo pongo las reglas, así que primero me voy a preparar para ti y luego te montaré.

—¿Podría quejarme?

—En realidad no, porque no te estoy preguntando, te estoy avisando.

El itinerario de su polvo fue puesto sobre la mesa y a Louis casi le da un ataque.

Entonces, Harry se sintió listo para dar comienzo a su espectáculo nocturno y particular, exclusivamente para el muchacho de ojos añil, sentado con las manos inmovilizadas y las mejillas pintadas de un rosa sutil.

Se rodó sobre las mantas ya un tanto revueltas y dejó una vista decente de su trasero, el cual lucía sumamente llamativo por el tono rojo que lo envolvía a consecuencia del bordado que traía enmarcando sus bonitas curvas. Se sentó sobre sus talones, destapó la botellita que contenía el lubricante y vertió una basta cantidad en dos de sus dedos, exhalando al sentir el cambio de temperatura.

Se relamió los labios mientras separaba las piernas, con el galopar errático del órgano bombeando en su tórax y el raciocinio nublado por la calentura. Se asistió de su mano limpia para inclinarse hacia el frente, descansando la mejilla en uno de sus bastos cojines decorativos y su pecho reposó en el edredón.

Inhaló profundo, sabiendo que estaba ridículamente expuesto a una visión feroz que le comía con codicia; Louis estaba respirando pesado, apretando los puños y sintiendo la frustración de no poder tocar el manjar que anhelaba degustar sin oposición.

Sin demora, Harry se bajó la tela carmín hasta la mitad de los muslos.

—No te levantes, Lou —instruyó, en un jadeo—. Si lo haces... me iré a dormir con Niall a la sala.

—Jódete Harry, no menciones a Niall cuando estás con el culo al aire y a punto de meterte los dedos, déjame disfrutar —Rodó los ojos, fastidiado.

Styles se rio perezoso, y con el líquido olor a uva resbalando por su palma, acercó la punta de los dedos a su trasero, usando la otra mano para apartar sus mejillas traseras y dejó una mejor accesibilidad. Tarareó impaciente, trastabillando en el borde de su entrada y dio un respingo cuando el contacto pegajoso le causó escalofríos. Talló un par de veces la yema sobre la zona, raspando con suavidad y jugueteando con su propia calma.

Cerró los ojos con fuerza, atreviéndose a deslizar un solo dedo en su interior, con lentitud y sin presiones, boqueando fatigado y lo suficientemente excitado para que el dolor pasara pronto. Lo movió de adentro hacia afuera, tratando de acostumbrar a su cuerpo a la exquisita invasión; no era la primera vez que se daba placer y sabía exactamente como hacerlo para no lastimarse.

Louis lo veía fijamente, con las piernas distantes y los brazos siendo prisioneros de su condición, estáticos al estar presionados entre él, y el respaldo de la silla.

—Mierda, mierda —gimoteó, cuando su índice se introdujo hasta los nudillos.

—¿Eso es todo? —La voz del castaño fue plana, seria, casi embrujante—. Estoy seguro de que puedes meter otro ahora mismo.

—Lou... —chilló, con las primeras gotitas de sudor apareciendo en su frente.

—Otro, Harold.

En la naturaleza de Louis, estaba mandar y ser obedecido a pesar de no poder intervenir.

Y en la de Harry, el cumplir las órdenes dadas cuando estaba ciego de placer, le era tan sencillo como respirar.

Un segundo dedo fue añadido, escabulléndose por el anillo de músculos y el aire se le trancó en la garganta, su boca quedó abierta. Gimió, viendo estrellas cuando los tuvo dentro, sacudió su muñeca casi con violencia, sin tener un ápice de misericordia consigo mismo y giró la cara para morder su almohadón, acallando los ruidos grotescos que no podía moderar.

Los movió, los curvó y los hundió. Sus piernas temblaron, su rostro enrojeció, todo en esa habitación parecía arder en llamas.

Balbuceó el nombre de su amante, con la voz grave y quebrada, cercano a un lamento por el menester que le abofeteaba. Sus dedos eran largos, pero rápidamente concluyó que prefería mil veces tener a Louis haciendo ese trabajo, encargándose de maltratar su agujero, usando la lengua y raspándole la piel con el vello facial o metiéndole tres dígitos con maestría hasta rozar con su punto más débil.

—Maldición, n-necesito... —jadeó trémulo y apartó un poco más las piernas, sin pudor alguno—. Lou...

Harry estaba ido, separándose lo más que podía la nalga izquierda y entregándole al mencionado el perfecto panorama de su orificio siendo abusado por su propia voluntad.

El lubricante excesivo resbalaba por la cara interna de sus muslos, el chapoteo de sus movimientos resonaba en el espacio, al igual que sus gemidos indecorosos pero bajo el límite del volumen que se propuso a usar para no despertar a nadie.

Louis registró cualquier imagen en su cerebro, su pene estaba goteando y su pecho ascendía y descendía por la forma tan brusca de buscar oxígeno. Estuvo a nada de romper el trato, de exigirle a Harry que le chupara la polla porque sabía que no se negaría en su estado actual, ninguno estaba totalmente cuerdo.

El menor lloriqueó, parloteando cosas inentendibles al colar un dedo extra; un caminito de saliva derramándose, su espalda arqueada y los dedos de sus pies encogidos, disfrutando plenamente de su propia estimulación y llenándose la cabeza de lo que vendría después de eso.

Se las arregló para abrir los ojos, torciéndose un poco el cuello al clavar su mirada en la opuesta y ronroneó feliz. 

Le veía extasiado, sonriendo con maldad y regocijándose con la forma en la que su precioso bartender se preparaba para tomarlo, sagaz e inteligente, marcando el sendero adecuado del dominio.  

Porque para Louis, era imposible siquiera concebir entregarse a alguien más, ahora que lo tenía todo en una sola persona. ¡Qué buena manera tenía Harry de reclamar su puesto! Lo recordaría cada que cualquier individuo se le acercara con otras intenciones y lo batearía hasta el home run, porque era cierto que, en casa, lo esperaba un chico excepcional.  

En casa.  

—Ven, Harold —protestó, cansado de solo verle gozar—. Ya estás listo para mí, ven aquí.  

—Y-yo… santo Dios —Su fuerza de voluntad estaba disminuyendo, se enterraba los dedos hasta el fondo, tocando su próstata con alevosía—. Voy a… 

—No te corras, Harry —Se dio cuenta, por supuesto que notó que el menor estaba a punto de estallar—. Hablo en serio, si no quieres quedarte sin sexo por un mes, no se te ocurra llegar sin tenerme adentro.  

Y es que el involucrado no tenía ni la más mínima intención de alcanzar la cima sin haber sido follado, ese era el plan desde el inicio. Pero le estaba costando trabajo cavilar y dejar de forzar sus dígitos en contra, estaba hirviendo, tan cerca, a nada de entrar al paraíso… 

—No te lo voy a repetir —dijo el ojiazul—. Tú decides.  

El rizado sintió una punzada en el abdomen, el precepto y la amenaza le llevó a deshacerse en un gemido malogrado y de un tirón, retiró los tres dedos que tenía hundidos, antes de que la desgracia llegara a su vida. Jaló una bocanada de aire, gruñendo entre dientes y admirándose de su iniciativa; nunca antes se había prohibido una corrida, quizá iba a llorar por la tortura.  

Por otro lado, Louis estaba orgulloso de lo que logró sin mover ni un solo músculo.  

—Te quiero aquí, móntame como sabes hacerlo, anda —murmuró, haciendo sonar las esposas al intentar pasar sus manos hacia el frente. 

—Tienes un complejo de autoridad asqueroso —espetó acalorado, intentando regular su pulso—. Y me jode porque te hago caso. 

—Deja de quejarte y ven rápido. 

Harry no tuvo la intención de desobedecer.
Se incorporó en un chasquido, deshaciéndose de sus bragas, limpió de sus dedos los restos de lubricante con un pañuelo desechable y se arrastró en un soplo a la orilla, afianzando sus pies al piso helado, tomándose unos segundos para no desfallecer.

Conforme se fue aproximando al mayor, su boca se hizo agua al denotar la tremenda erección que figuraba por lo bajo de su pijama, obscenamente grande; la punta de su lengua se apretó a su comisura y sonrió ladino, con su propia polla erguida tocándole el abdomen. 

No deseó aplazar más el clímax. 

Tomó el borde de los pantalones suaves de Louis, junto al elástico de su bóxer; éste le regaló un guiño al alzar las caderas, haciendo más fácil que le despojara de ambas prendas y miró su miembro liberarse impaciente, rojo e hinchado, listo para tomar el papel de su dildo personal.

Sus esmeraldas centellaron y gimió quedito.

—Vamos, londinense, siéntate en mi polla y brinca como un maldito desesperado —Sus dientes se oprimieron y tensó la mandíbula—. Quiero tenerte rebotando y odiarte con cada salto que des porque no te voy a poder tocar. 

Harry ya no aguantaba y el hablar sucio del contrario lo tenía abrumado, se sentía espantosamente caliente y sabía que Tomlinson estaba igual o incluso peor que él.  

No tuvo decencia cuando envolvió su puño en el grueso eje que estaba suplicando consideración y esparció el presemen por el glande, bombeando con una tranquilidad desgarradora para los dos, masturbándolo un rato escaso; hizo que Louis perdiera la razón y gimiera echando la cabeza hacia atrás.  

—¿Te pareces si me pongo así? —Un poco perdido por la neblina de su histeria, se dio la media vuelta. 

Louis iba a objetar pero no articuló nada en concreto, el ojiverde le quitó los vocablos al sentarse sobre sus piernas y lo único que pudo observar fue la mata de rizos en su nuca, al igual que sus hoyuelos de Venus, justo arriba del pliegue entre sus glúteos.

Iba a morir y su lápida tendría una leyenda parecida a “falleció porque un jodido chico británico lo montó de espaldas.” 

Voraz, Styles se alzó, únicamente para alinear el miembro del castaño a su entrada, ambos consumidos por el abrasante incendio que crecía en el perímetro, y sin más, sosteniéndose del reposabrazos con su mano desocupada, fue bajando en toda la longitud punzante y sus paredes desistieron a la intromisión, haciéndole virar los ojos y sonreír con satisfacción.  

El ardor estuvo presente unos breves segundos, pues él había conseguido prepararse bastante bien y no tuvo mayor problema en terminar completamente sentado sobre la entrepierna ajena, quedando tan lleno como de costumbre.  

—Muévete, carajo —instó el ojiazul, empujando inútilmente sus caderas hacia arriba—. Si no lo haces, mañana te ataré a la cama y- ¡Mierda! 

Lo calló.  

Harry lo calló al subir una sola vez y luego dejándose caer de filo sobre su carne de un solo brinco, con su agujero acogiendo toda la dura extensión. Un gemido simultáneo resonó en las cuatro paredes y después de eso, no hubo poder humano que parara los ruidos lascivos y sórdidos que producían con sus bocas y cuerpos.

El menor le estampaba el culo con rigor, haciendo una labor magnífica con sus piernas, flexionando hábilmente las rodillas al levantarse y volviendo a bajar sin compasión, ignorando el dolor en sus pantorrillas por el esfuerzo y retorciéndose cada vez que la polla de Louis tocaba lo más hondo en él, encontrando el manojo de nervios que lo hacía sollozar.  

Rebotó como sabía hacerlo, se lastimó los labios por morderlos tan fuerte, tenía al mayor soltando palabrotas y sudando como si estuviera corriendo un maratón, lograba oír el choque de la cadena en los grilletes; era tonto que hiciera el intento por zafarse ya que su libertad no dependía de él.  

—No voy a… no voy a durar —escupió en un bramido, sin sentir vergüenza—. H-Harry, calma. 

Sin embargo, él no le hizo caso. 

Después de todo, tenía el control y haría uso de su poder, en venganza a la interrupción que le hizo un rato atrás cuando casi tocó la gloria.  

—C-cállate, estoy ocupado —gimoteó, e incrementó la velocidad de las estocadas al rodar las caderas—. Cielos… 

—Púdrete —Resignado, dejó que se le nublara la vista—. Rápido entonces… destrózame la polla. 

—Eso intento —matizó, limpiándose la boca con el dorso de su mano—. Te s-siento Lou, de verdad, puedo sentir como me abres… 

—Cállate ya —dictaminó, porque estaba seguro de que si lo seguía escuchando, no podría retenerse más. 

—Me encanta montarte, es mi p-posición favorita.  

Louis pudo sentir el característico remolino construyéndose en su estómago, el aviso de su detonación. Las palmas le picaban por el ansia de azotar esas redondas nalgas que no paraban de caerle encima. 

Eventualmente, se hallaron hipersensibles, los movimientos comenzaron a ser frenéticos y ninguno pudo soportar la burbuja de éxtasis que los abrazó.

El primero en correrse fue Harry, liberando tiras y tiras de semen caliente sobre el tapete de su cuarto, disminuyendo notoriamente el frenesí de las embestidas que él se encargó de formar y optó por restregarse en círculos con el afán de extender su culminación.

Luego de que su agujero ahogara el miembro del ojiazul al contraerse un par de veces y éste gimiera con la voz rasposa el apodo que le otorgó, sintió su interior saturarse de la corrida candente y prolongada del muchacho que no le pasó ni un solo dedo por el cuerpo esa noche.  

Todo fue mérito propio. Aplausos, por favor.  

—No sé de donde sacaste esta jodida idea —masculló Louis, abatido—. Pero te juro que te acabas de ganar un día más de sexo a la semana. 

Harry no reprimió una risita agotada y reunió la mínima fuerza que le sobró para enderezarse. Se le escapó otro jadeo al sentirse vacío y la esencia de Louis corrió por sus piernas, descendiendo por su piel.

El causante de tal acto tragó con dificultad.  

—Quítame estas cosas, ya me lastimaron —Hizo referencia a las esposas, sin poderse mover.

El menor puso los ojos en blanco y suspiró, cansado.

—Voy, todo quieres que yo haga y te prometo que puedo caerme ahora mismo porque mis piernas parecen gelatina.

—Eso querías, ¿no? Deja de quejarte y quítamelas para poderme subir el bóxer —habló jocoso, al verle andar desnudo hacia su buró.

No obstante, Harry frunció el ceño al no encontrar a simple vista aquel pequeño objeto que buscaba. Abrió los cajones y rebuscó en el interior de ellos, desacomodando todas sus pertenencias al no hallar la pieza metálica que liberaría las muñecas de su compañero.

—Uhm… que extraño —murmuró, consternado.

—¿Qué pasa? 

—Yo había puesto la llave aquí… 

—Pues tómala y ven a abrir esta cosa, ya me dolieron los brazos.  

Se puso en cuclillas y siguió explorando en las gavetas de madera, haciendo memoria de dónde y cuando fue la última vez que la vio.

—Estoy seguro de que la guardé el día que limpié mi habitación. 

Y sí, hizo la limpieza días atrás, sacudió el polvo de los rincones y se deshizo de la basura que había en su cesto...

Oh.

—Harry... —Louis adoptó facciones reflexivas—. ¿Dónde está?

—¡No la tiré! ¿Okay? —Pretendió no estar alterado—. Solo no recuerdo donde la puse...

—Me estás jodiendo. 

Se miraron, con la misma cara de espanto.

Harry se ruborizó, al aceptar que tal vez había desechado sin querer la maldita llave, porque evocó haberla puesto en la parte plana del buró y después de sacar el bote para vaciarlo en el contenedor, ya no hubo nada más sobre la superficie, aparte de su caja de kleenex junto a su lámpara de noche.

Un descuido, técnicamente un accidente.

—Iré por Niall —refunfuñó, poniéndose de pie y acercándose a la puerta cerrada—. El me ayudará a abrirlas y-...

—¡Harry!

El grito sin humor de Louis, le hizo detener su caminar.

—¿¡Qué!?

—Vístete, carajo. Y ayúdame con los pantalones.

Ah, eso.

Un simple detalle que olvidó.

Mientras tanto Harry:

Hola bebés, de verdad espero que les haya gustado este capítulo porque no saben lo que me costó plantearlo y escribirlo, fueron varios días de borradores, constantes cambios. :/ no sé si estoy satisfecha pero aquí esta, 7,000 palabras que no se ni como desarrollé, jsjs.

Eniweis, STREAM BIGGER THAN ME y nos vemos pronto, ya saben, les amo mucho.
María.

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