5: Un machote sin su imbécil
5: Un machote sin su imbécil
Callum
Vernos después de graduarnos y demostrar que, de hecho, las amistades de la universidad que sobreviven no son una jodida leyenda.
Contarle todo sobre la experiencia en mi postgrado en Berlín.
Ser paciente en la clínica dental en donde solo sería asistente y pese a que mi sonrisa es una maldita delicia, ser su paciente cuando él fuera el dueño del consultorio.
Ser el padrino en su boda.
Ser él el padrino en mi boda.
Reproducirnos para darle al mundo más personas geniales como nosotros.
Y seguir siendo la persona del otro.
Eso y más eran los planes que tenía con mi imbécil.
Lo abracé cuatro veces ese día, dos de manera genuina y natural, porque la verdad es que poco pesa en mi llamada "masculinidad" ser cariñoso con los hombres en mi vida que me importan, otro de los abrazos fue para nuestra colección de fotos abrazados y otro mientras cantábamos cuando logré robárselo a Maida porque resulta que ella era mi competencia y mi imbécil no se le despegaba de un lado.
Debieron ser más abrazo.
Incluso cincuenta no hubiesen sido suficiente cuando no sabía que uno de ellos era el último.
Conozco el desamor porque mi maldito ex fue una mierda que me hizo vivirlo, pero esto duele de una manera diferente.
Normalmente dicen que tu corazón se rompe, pero yo no lo siento roto.
Lo que yo siento es como si se hubiese entumecido, ralentizado sus latidos hasta volverse doloroso. Cada pálpito se siente como un ardor, como recibir una puñalada porque es una certeza de que estoy vivo, pero nunca volveré a ver su rostro.
Stephan debió morir de vejez o si la vida no era lo suficiente amable, de alguna enfermedad a sus sesenta y siete años, pero no solo, horripilante y con dolor.
No por una puta estúpida que se cree mafiosa.
Lo he llorado.
Lo he maldecido.
Le he perdido perdón.
Y lo he vuelto a maldecir antes de manera incómoda decirle que en realidad lo perdono por morirse joven.
Estoy familiarizado con la muerte porque la he estudiado teóricamente y en la práctica ¡Por los duendes malditos! Me cargué a alguien destripándolo, pero no es lo mismo ver y estudiar rostros anónimos como por ejemplo Kevin muerto, a ver las consecuencias de un agente contaminante que estudié en verano, pero no a profundidad, en el cadáver de mi mejor amigo.
Incluso mi ego reconoce que el agente contaminante no es algo que yo pueda erradicar, pero mi nula consciencia se pregunta si podría haber hecho más, tomarlo más en serio, pero ¿A mí quien iba a decirme que eso entraría en la universidad? ¿Qué una desquiciada cara cortada iba a robarlo de su casa criminal para darnos "una lección"?
Necesito poner mis manos encima de la dichosa Cobra y entonces con ellas le haré la simulación de una autopsia raquídea. Tendré transfusiones de sangre para que no pueda morir y la anestesia será ambulatoria, apenas lo suficiente para que no colapse mientras sienta cómo la despellejo, corto sus tendones y...
La puerta de "mi habitación" se abre sin que toquen, al parecer en este lugar les mata dar privacidad. No me sorprenderían si me graban mientras me baño desnudo, seguro tienen fijación por mi culo carnoso y duro, pero pálido.
¡Ah! Ahí está, muero en vida porque asesinaron a mi mejor amigo, pero aún me viene de manera natural ser divertido ¡Qué pesar no poder pensar deprimido incluso si me siento como una mierda!
—¿La trajiste y podré jugar con ella hasta que deje de respirar? —pregunto sin voltearme, acostado en una cama que honestamente es cómoda, aunque me gustan mis colchones más blandos.
No es que haya podido dormir demasiado cuando no dejo de recordar el cuerpo de Stephan o soñar con momentos felices e icónicos que no volveremos a tener.
Lo extraño mucho.
Sé que íbamos a tener una relación a distancia, pero ¡Joder! Iba a funcionar, una cosa es saber que no verás a alguien que amas por meses, como lo he hecho con mi familia durante mi vida universitaria, y otra es tener que aceptar que al menos que te mueras y la cosa religiosa sea cierta, no lo volverás a ver.
—Hoy es la misa de sus cenizas —Es lo que me dice.
Trago y siento que mi garganta se cierra.
Cenizas.
Mi imbécil se ha convertido en cenizas que algún tonto podría tropezar y tirar. No sé por qué me viene a la mente que justo eso suceda y que tengan que recogerlo con una aspiradora, lo que me hace sentirme aún peor.
—Sí, bueno, no podré estar ahí para leer la Biblia —digo de manera seca y aunque no pretendía que lo tomara como un chiste, se ríe.
»No es gracioso —argumento—. Es mi mejor amigo.
—Era. Está muerto.
—Es. No importa si ahora es ceniza, seguirá siendo mi mejor amigo.
—Entonces ¿será tu amigo imaginario?
—No lo sé, dime cómo te va jalándotela con el recuerdo de tu prometida muerta —respondo.
Hay unos segundos de silencio antes de que una mano me tome de la camisa y me arrastre por la cama antes de ponerme de pie.
Obviamente el tío Lorcan no está feliz con lo que he dicho sobre la difunta Vanessa, pero dos podemos jugar a ser insensibles cuando él también tiene detrás de él una muerte importante.
—Ah, no te hace reír cuando tocamos lo tuyo —digo con una sonrisa leve que de ninguna manera llega a mis ojos rojos—. Qué bueno que eres mafioso, porque como terapeuta te iría terrible.
—No juegues con mi paciencia, Call-me, tu papá es familia, pero no estoy obligado a mantener vivas a sus crías.
Me suelta y me sacudo la camisa estirando el pliegue arrugado que ha dejado.
—Podrías estar en la misa junto a tus amigos despidiéndote de ese chico sino fueses un maldito impulsivo.
—¿Impulsivo? Pensé muy bien qué hacer con la maldita asesina de mi mejor amigo ¿Crees que es un impulso querer hacerla gritar de dolor? ¿Verla desangrarse? ¿Desmontarla paso a paso para que sufra hasta su último respiro? ¡Yo me lo he pensado muy bien! Y si te lo preguntas, aun quiero hacerlo. Aun voy a hacerlo.
»Y que me tengas aquí, en un refugio criminal, como si fuese un puto retiro espiritual no va a apagar mi instinto o hacerme reflexionar sobre alguna tontería de Dios, sobre no tener el derecho de tomar una vida, no es que tampoco puedas decirme algo teniendo en cuenta que tienes una gran carrera de asesino ¡Duendes! Si ser un asesino fuese una carrera legítima, ya hasta estarías jubilado.
Me mira cómo si genuinamente intentara entender cómo funciona mi mente o por qué soy así.
Yo tampoco lo entiendo, es fácil fingir la normalidad, pero sé en dónde están mis intereses, no me molesta quién soy, qué se jodan las normas sociales. Mi chispa especial es algo completamente mío, no es que quiera ser un constante Terminator malvado, pero estoy harto de que me jodan y no en el buen sentido.
—No puedes ir por ahí y matar a la bastarda de un Fischer como si nada. Esto es más grande que tu amigo...
—Difiero de ello —interrumpo.
—Te matarían de inmediato ¿Es lo que quieres? ¿Dejar a tu madre destrozada cuando te hagan pedazos? ¿Y qué hay de esa chica con la que estás obsesionado?
—Enamorado.
—En este punto me parecen hasta sinónimos.
—Bueno —Me encojo de hombros.
—Te detuve porque ibas directo a un suicidio.
—Dijiste que no te importa salvar a las crías de papá.
Se presiona el pulgar e índice contra los lagrimales y respira hondo.
—Tienes un futuro por delante, Call-me.
—Lo sé, no sé por qué consideras que quiero suicidarme. Estoy dolido y molesto, pero sé que muerto no aporto nada.
—Ir a matar a esa mujer, era un suicidio.
Frunzo el ceño negado a admitir que tiene razón.
Pero ¡Mierda! Estaba tan cabreado, tan dolido, tan destrozado. Aun lo estoy.
Ella había dejado una nota en la cama que tardé en ver y que pude rescatar antes de que llegaran las autoridades porque el levantamiento del cuerpo no fue inmediato y sin duda alguna era medio sospechoso que yo gritara que se alejaran y tomarán precauciones porque era un cuerpo contaminado.
Hasta donde sé, tendría que estar declarando, y honestamente, no sé qué podría decir sin parecer culpable y para verme legal. Sin embargo, creo que Lorcan se ha hecho cargo de ello, una ventaja de que tu tío sea un alto mando de la mafia irlandesa ¿Lo ves? Ya ni siquiera me estremezco al pensarlo.
La situación es que la dichosa Cobra había dejado una nota diciendo "encuéntrame" y de manera presuntuosa dejó una dirección a la que yo iba determinado, poco después, a volverla mierda, sin embargo, fui interceptado por hombres de Lorcan, porque ¡Sorpresa! Le había llegado la información de que algo iba a pasar en la fiesta y aunque llegó tarde, parece aliviado de que yo no sea el muerto.
Peleé contra los bastardos y legítimamente creo que hice gran daño a uno de ellos, pero terminé por ser drogado y arrastrado contra mi voluntad a un lado oscuro de Dublín.
Desperté en esta habitación con mi jodida mano esposada y el tío Lorcan sentado mafiosamente frente a mí diciéndome que no podía hacer nada estúpido.
Dice que papá sabe qué me tiene y honestamente no sé qué podría haberle dicho para que permita que un mafioso retenga a su pequeño ¡Joder! Que sí me muero solo le quedarán las estúpidas de mis hermanas y la otra hija pérdida que capaz ni lo querrá.
Estoy cabreado porque Lorcan me tiene retenido, me quitó mi teléfono, no me deja vengarme y lo más grave: estoy lejos de mi trébol... Y de mis amigos, claro, pero Clover tiene prioridad.
Quiero abrazar a los padres de Stephan, quiero estar ahí... Sin embargo, entiendo el punto, porque de verdad hay un instinto despierto que en este momento no puedo dormir. No quiero.
Todo lo que deseo es sangre y venganza.
Sé que eso no me traerá a mi imbécil de vuelta y posiblemente no me haga llevar mejor el duelo, pero me dará satisfacción y tranquilidad saber que esa cara cortada ya no podrá hacernos más daño.
—Entonces ¿Qué? —pregunto con voz fría y calmada— ¿No puedo acabar con ella? Porque si es así, me tendrás que tener aquí hasta el último día de mi vida y me parece que voy a vivir bastante.
—No he dicho eso.
Hace una pausa y camina hacia la ventana sellada porque supongo que creían que haría algo extremo como saltar de un puto quinto piso.
Su anillo mafioso capta la luz del sol y brilla antes de que meta la mano en el bolsillo de su pantalón carísimo.
—¿De verdad quieres ensuciarte las manos? —cuestiona.
—De tanto en tanto no hace daño jugar con la basura.
—Asesinar no es un juego, es algo que puede cambiar tu psique.
No digo lo obvio para los dos: ya lo hecho y cruelmente.
Ser simpático, divertidísimo y amable tiende a hacerle creer a las personas que no tienes malicia, pero a mí como que me sobra.
No lastimaré nunca a gente inocente y con honestidad, quitar vidas no es algo que quiera volver un pasatiempo o repetir. Pero si quiero que mi amor y yo lleguemos a viejos con nuestros hijos y nietos, La Cobra es alguien que debe desaparecer teniendo en cuenta que Bryce parece habernos dejado bien atrás, quién sabe cuál es su nueva afición y sé que, a diferencia de la bastarda, él si es un hijo legalito que no puedo tocar y la verdad es que, si no se mete en mis cosas, prefiero no fisgonear en las suyas, al menos por ahora.
—No es una vida para ti —Me hace saber tío Lorcan.
Y escucho su determinación.
No creo que su negativa se deba a que no me crea capaz o que se preocupe por mi salud mental, tampoco es que no pueda mover los hilos para que esa insignificante muerte no cree una guerra entre casas criminales. Lo hace por Donovan Byrne, porque sabe que para papá sería difícil de comprender que permitió y alentó a su niñito pelirrojo a hacer algo como eso.
Y puedo entenderlo, incluso respetarlo. Admiro esa lealtad, porque es la que yo siento, sentía...
—Si hace unos años alguien hubiese asesinado cruelmente a papá quien es un inocente de toda esta mierda —Hago una pausa porque la idea de que algo le pasara a papá me inquieta incluso en el caso hipotético que estoy planteando— ¿Habrías seguido con tu vida aun cuando tenías las herramientas para vengarte?
El silencio reina como respuesta y trago el espeso nudo en mi garganta al pensar en Stephan.
—Él era mi Donovan, tío Lorcan. La diferencia es que yo no podré envejecer visitándolo, él no podrá ver a mis hijos y decirme que me mantenga en el lado bueno. La diferencia es que a mí sí me quitaron a mi mejor amigo y tú has tenido y seguirás teniendo a tu Donovan durante muchos años, es posible que de hecho mueras primero que él.
Me mira y asiente como si lo comprendiera, sin embargo, sé que no va a ceder. Así que recurro al plan b, porque no dormir lo suficiente me ha dado mucho tiempo para pensar.
No tengo que hacer todo el trabajo.
—Bien, te presentaré otra opción.
—Te escucho.
—No me ensucio las manos asesinándola —digo con lentitud—. Pero me das tiempo para impartirle dolor. La dejo viva y tú o tus hombres acaban con ella, aunque preferiría que fueses tú, lo hace un poco más personal.
Me evalúa en silencio y nivela mi mirada.
—¿La dejarías viva?
—Lo juro por mis hermanas. Soy un hombre de palabra.
Me da otros largos se segundos de mirada intensa.
—Bien, tenemos un trato.
—Muy bien —Me trueno el cuello—. ¿Cuándo la traes?
Ríe sin gracia y arqueo una ceja.
—No funciona así, no es un pedido que haremos por Amazon Prime.
—Pero...
—Aprende de la paciencia.
No me gusta esto.
—Entonces déjame salir al menos mientras espero.
—No, aun no estoy tan seguro de que no harás una locura. Eso tendrás que ganártelo.
—Necesito mi teléfono.
—Cuando salgas, podrías ser rastreado o cometer una estupidez.
—¿Soy un maldito prisionero de la MI? —ahora estoy de vuelta al cabreo—. No puedes retenerme ¡Me volveré loco o depresivo!
No me responde, en lugar de ello, sale de mi habitación y tres horas después, de hecho, recibo una buena comida. Es solo que como en automático sin poder saborear porque tengo mi bajón del día y termino acostado en mi gran cama llorando por Stephan.
¿Cómo fue tan cruel de quitármelo?
Vivir el duelo es una mierda y vivirlo solo es peor.
***
—Entonces... ¿No quieres divertirte?
Si alguien me hubiese dicho que terminaría jugando cartas con un criminal, la verdad me lo habría creído porque es el tipo de cosas que le pasa a alguien como yo.
Colin, uno de los trabajadores del tío Lorcan, a quien conocí en el pasado y a quien claramente le gusto, no deja de insinuarse hasta el punto de ser penoso.
En primer lugar, estoy enamorado y en segundo, sigo ardiendo por mi maldito luto que no parece entender.
Han pasado veinte días y sigue doliendo como el primero.
A veces despierto y digo "le escribiré a mi imbécil" y luego a mi mente viene el aspecto de su cadáver recordándome que no está, lo que lo hace doloroso porque una vez más caigo en la realidad de que nunca más lo veré. Yo seguiré cumpliendo años, creciendo, y él seguirá teniendo veintitrés.
—¡Vamos! Han pasado muchos días desde lo de tu amigo. Todos mueren —dice Colin sonriéndome y no le respondo.
Para muchos debe ser difícil entender el papel importante que juega en tu vida un mejor amigo. Es un hermano no sanguíneo, es una familia que eliges, una parte fundamental de tu vida que esperas tener siempre. Soy un tipo de amistades, pero no todas se profundizan o son más que circunstanciales. Sí, puede que en Irlanda quede con amigos de la escuela o infancia, pero no había la química o certeza de que envejeceríamos juntos como con Stephan.
No me ayuda rodearme de personas que no entienden ese dolor, que no lo conocieron. Necesito a mis amigos, quiero abrazar a Maida y asegurarle que todo estará bien, quiero rodearme de Kevin, Oscar y Edna y, sobre todo, quiero que Clover me abracé porque aun cuando nuestras últimas palabras intercambiadas me dolieron profundamente e incluso me decepcionaron, no estaba dispuesto a dejar morir nuestra relación, tiene salvación y podemos superarlo.
La necesito.
Una parte de mí, la vulnerable, se pregunta por las noches si ella piensa en nuestras últimas palabras, la discusión, y gran parte de mí se preocupa porque no sé cómo lidie con lo sucedido. Clover necesita ayuda más allá del poder de mi amor, ayuda profesional que no puedo darle y que se niega a recibir. Ayuda sobre la que me mintió y que admito que aún me duele profundamente porque ella mantenía su mentira viéndome a la cara, creó diálogos y situaciones ficticias como si me hacía algún bien con ello y no rasgaba la confianza que nos tenemos.
Me angustio pensando en qué piensa de mi ausencia, ruego que no sea lo peor.
Respiro hondo y dejo las cartas sobre la mesa haciendo que Colin se queje, pero me da igual.
Me siento triste.
Quiero ir a casa.
Quiero ver a mamá y que me abrace.
Quiero ir a Londres a acurrucarme con Clover y luego recordar a Stephan con mis amigos.
Quiero a mi imbécil de vuelta.
Quiero venganza.
Los días se escapan entre mis talentosos dedos y mi futuro a veces se siente incierto. Se supone que debería estar buscando un piso en Berlín, haciendo mi proceso de inscripción para el postgrado y en septiembre iniciar, pero estoy aquí y aunque ahora me permiten salir por ratos durante el día, sigue siendo como un maldito retiro aburrido con gente insensible.
Voy a volverme malditamente loco de tristeza, sed de venganza y anhelo si sigo así.
***
Hay personas que apagan sus pensamientos cuando trotan, no es mi caso.
Cada paso que doy sobre el pavimento, es un recuerdo feliz con mi mejor amigo que va desapareciendo pese a que intento aferrarme.
Lo veo sonriendo esa noche diciéndome que luego tenía algo importantísimo que decirme, nunca llegué a saber a qué se refería.
Pese a lo alto que está mi ego, sé que no soy un superhéroe que puede salvar a todos, pero no dejo de preguntarme si de haber estado, pude haber hecho algo, salvarlo, evitar lo sucedido.
No deja de dolerme el que muriera solo como si esa mansión no se encontrara llena de personas que lo amábamos.
Sé que Stephan me patearía el culo, me diría que me fume un buen porro y siga adelante, pero la cosa es que no está para decírmelo y aunque Colin coquetamente me ha ofrecido coca, la verdad es que no estoy interesado en darme un subidón de drogas incluso si eso parece la solución para hacer más llevadero el dolor.
Necesito estar en mis sentidos para cuando finalmente tenga en mis manos a la causante de todo esto.
Mi tiempo se divide entre la sed de venganza, fantasías sobre lo que haré, pensar en Clover, extrañarla junto a mi familia y amigos, a veces pensar en que mi fecha de inscripción para el postgrado ya pasó y en Stephan.
A veces siento pánico cuando la lógica me hace saber que con el pasar del tiempo, su voz se hará más difícil de recordar a la perfección, los recuerdos no serán tan extensos y el pensamiento más aterrador es el certero: algún día, aunque aún duela, se volverá una normalidad el decir que ya no está. Será cotidiano decir
'fue mi amigo" en lugar de "es," será familiar responder "falleció hace tanto tiempo" y eso me resulta aterrador y doloroso.
Acelero el paso controlando mi respiración, ya no troto, corro. Y pese a no ser un tipo que huye de las cosas, corro tan rápido cómo puedo con el deseo de dejar esos pensamientos atrás, pero ¡Malditos duendes! Se quedan conmigo.
Hoy es el día cuarenta y siete, lo que se traduce a poco más de un mes.
Ahora me dejan entrenar mi cuerpo porque le advertí al tío Lorcan que cometería una locura, también me dan material de estudio para seguir potenciando mis increíbles conocimientos e instalaron una televisión en mi habitación que no me molesto en mirar. Mis ventanas ya no están selladas y me llaman pelirrojo los pocos hombres y mujeres de esta fortaleza.
He descubierto que es un lugar poco habitado y que, de manera interesante, parece más dedicado a la tortura que a transacciones ilegales, pero está lo suficiente insonorizado para que nunca escuche nada y tampoco me dejan mirar.
Una vez le pregunté a Lorcan si me dejaba abrir uno de los cuerpos después para mantener la práctica de lo que sé y simplemente sacudió la cabeza y salió de la habitación. No me ofendió, a veces es difícil entender mi chispa especial.
Sería fácil perderse en esta vida, dedicarme a ello, pero mis aspiraciones me lo impiden. Quiero ser un increíble criminalística, el mejor, no me gradúe para mantener el titulo adornando la sala de la casa de mis padres.
No quiero llevar una vida de criminal en todo el sentido de la palabra, no me molestaría estirarle una mano con un cadáver a Lorcan cuando lo necesite, pero no estoy interesado en dedicarme a torturar tipos porque él me lo pida, no es de donde quiero sacar mi sueldo.
Finalmente, mi cuerpo parece agotarse y comienzo a desacelerar el trote antes de convertirlo en una caminata. El cielo está bastante bonito, parece un buen día para salir a beber una cerveza y reírte, no es algo que pueda hacer.
Cuando me detengo, clavo la mirada en el cielo, preguntándome si tal vez puedo dejar mi cinismo a un lado y convencerme de que existe un cielo y un infierno y que, pese a las bromas, Stephan en este momento de manera pomposa retoza sobre una esponjosa nube y me hace muecas. Sonrío de solo pensarlo, eso sería algo que él haría.
—Te extraño mucho y aun ni siquiera he comenzado realmente el proceso de saber lo que será vivir sin ti, mi imbécil. Espero sepas que tu machote hubiese dado la vida por ti. Te prometo que estaré bien, pero ahora, me duele mucho ¡Maldita sea! Me duele horrible, Stephan.
Recupero mi botella de agua y paso a Neal, ignorándolo porque no nos agradamos. Es el mismo tipo de cuando estuve contaminado con el cadáver, el del tatuaje de la hermandad aria con instintos nazis bastante evidentes.
Estoy seguro de que, si por él fuera, me metería un tiro, pero tendrá que mantenerlo tranquis porque Lorcan no se lo permitiría jamás.
Esa noche no consigo ver a Lorcan, tampoco los días siguientes.
Pero para el día cincuenta y nueve de esta locura, aparece en mi habitación y me muestra una pequeña sonrisa que me tiene arqueando una ceja:
—Te tengo tu tan esperado regalo, Call-me.
Parpadeo un par de veces y luego sonrío.
Mi venganza.
Pronto volveré en casa.
Aunque duele leerlo con dolor, la verdad sí estoy feliz de volver a la mente de mi irlandés, además, cómo pueden ver, sigue conservando su personalidad porque como dice: ni siquiera triste puede dejar de ser divertido.
Ya sabemos que ha sido de él y por qué no aparecía, ahora resta saber cómo lo devolvemos a Londres o si llega a tiempo antes de que nuestra Clover se vaya jejeje bueno y si consigue realmente jugar con su regalo.
Pronto más capítulos.
Espero les guste.
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